
¿Se está copiando tu hijo en la facultad?
El fraude no parece ser un problema en el nivel universitario; hay otros asuntos mucho más urgentes
Un paper que acaba de publicarse en “Proceedings of the National Academy of Sciences” demuestra algo sorprendente, y deja en claro que durante la pandemia se invirtió un montón de esfuerzo y dinero en algo que no hacía falta
Ariel Torres
Los exámenes que tomo en la facultad deben dar resultados que se correspondan con la curva normal (también llamada campana de Gauss). El por qué de este diseño viene de lejos. Hace muchísimos años, en el cuarto año de la secundaria, rendimos un examen de trigonometría en el que hubo 29 aplazos y un 10. Nunca me habían reprobado y ese 1 en rojo resultaba ominoso, además de que anunciaba una crisis familiar; los veteranos saben cómo era hace medio siglo. Si te sacabas un 1 te sometían a un sermón que reíte de Demóstenes y Filipo II de Macedonia. Así que, entregados los resultados de las pruebas, junté coraje, levanté la mano y pregunté:
–Profesor, ¿si hay 29 unos y un 10, los que están mal son los alumnos o el examen?
Un gigante de la docencia, aquél profesor querido y admirado meditó un segundo, mientras mis compañeros de preparaban para la reprimenda y una casi segura sanción disciplinaria, y al final me respondió:
–Tiene usted razón. La semana que viene vamos a tomar el examen de nuevo.
La segunda vez, con ejercicios más a la altura de nuestras destrezas, nuestra edad, de lo que habíamos visto en clase y del tiempo de que disponíamos, los resultados ocuparon todo un espectro de notas, desde los 9 y los 10 hasta los oprobiosos unos, pasando por los siempre más numerosos 7. Como ya habíamos aprendido lo que era la curva normal en Física, ese incidente me hizo caer en al cuenta de que la distribución de las notas caía en algo muy cercano a la función gaussiana. Y era lógico.
Con los años, adopté ese canon para saber si mis exámenes eran muy difíciles (todas notas bajas), muy fáciles (todas notas muy altas) o si evaluaban con justicia. Personalmente, creo que los exámenes requieren una revisión urgente, pero, por ahora y con lo que hay, uso la curva normal como brújula.
Entra en escena la pandemia y, como recordarán, se desarrollaron una serie de herramientas –algunas, a mi juicio, delirantes– para evitar que los alumnos se copiaran, hicieran trampa o como quieran llamarlo. Mi reacción, en gran medida instintiva, fue múltiple.
Primero, pensé que los alumnos en general no se copian. Cierto, cada tanto me había encontrado con algún pícaro, pero en el nivel universitario, al menos en mi experiencia, el fraude no había sido un problema.
Segundo, me dio la impresión de que era una buena oportunidad para probar nuevas formas de tomar exámenes. Si las pruebas de evaluación estuvieran bien así como están, entonces no habría que hacer nada para adaptarlas a una pandemia. A fin de cuentas, seguimos trabajando durante el aislamiento obligatorio, y, salvo los médicos, que le pusieron el pecho y sufrieron un martirio (quiero decir, con mártires y todo), las tareas cotidianas, asistidas por la Red y por computadoras, siguieron su curso. ¿Por qué? Porque el trabajo tiene que dar un resultado; el examen, en cambio, produce una nota. Me pareció un momento bisagra para experimentar con exámenes que, a mi juicio, conducirían no a probar que el alumno estudió, sino a evaluar cuánto aprendió. Es decir, un resultado, no una mera prueba de esfuerzo.
Y tercero, sabía por experiencia que hoy cualquier tecnología puede ser burlada por el alumno, por cromados que parezcan esos controles. Francamente, me daba vergüenza estar enseñándoles nuevas tecnologías y a la vez decirles que no las usaran.
Puesto que mi actitud siempre había sido (y así se los comunico) que creo en que los alumnos son personas de bien que están ahí con el objetivo de formarse de la mejor manera posible para prosperar en la vida, insistí con mi no controlar si se copian. Por lo tanto, desactivé todos los (supuestos) controles tecnológicos; si querían googlear, adelante. ¿De qué sirve sacarle Google (o ChatGPT) a un alumno durante el examen, si en la vida real van a contar con esa herramienta? ¡Además enseño cómo usar Google y GPT! Era un calco de lo que me había pasado en 1976. Nos dejaban usar la calculadora, pero no programarlas. Un disparate, como demostró el tiempo. A finales de la década del ‘60, en la secundaria Lakeside de Seattle, Bill Gates y Paul Allen, que fundarían Microsoft en 1975, tenían programación como asignatura.
Piensa mal y te equivocarás
En cambio, agucé las preguntas, de tal modo que, o podían responderlas porque habían estudiado o podían responderlas con Google, pero solo si habían estudiado lo bastante para poder preguntar. ¿Y GPT? Ese es otro asunto, del que hablaré próximamente. En aquél momento faltaba todavía para que apareciera en escena el robotito parlanchín que habla de todo, pero no sabe de lo que habla.
Estábamos en terreno no cartografiado, así que esperé los resultados con bastante ansiedad. Me tomo muy en serio todo, pero especialmente el aula, porque sé que ese ámbito te marca para siempre. Ejemplo es aquél profesor de Matemática que volvió a tomar su examen de trigonometría, el enorme Carlos Rousset. Pues bien, cuando tracé los resultados del primer examen online no supervisado, seguían a la perfección la curva normal.
La cosa quedó en eso. Era una intuición, unos resultados probatorios, aunque no experimentalmente adecuados. Ahora, más de un año después de finalizada la pandemia, la revista oficial de la Academia de Ciencias de Estados Unidos, llamada Proceedings of the National Academy of Sciences, acaba de publicar un estudio titulado: A pesar de las oportunidades para hacer trampa, los exámenes online no supervisados miden el aprendizaje de los alumnos de forma comparable a los presenciales. Datazo, que además sigue siendo relevante, porque las clases remotas continúan entre nosotros. Pueden leer el paper (en inglés) aquí.
Aclaración posiblemente innecesaria, y solo porque una queridísima amiga mía es profesora de anatomía en la carrera de Medicina de la UBA: no, por supuesto que no todos los exámenes pueden ser virtuales ni, de hecho, todos los exámenes pueden estar cortados por la misma tijera. Por ejemplo, ¿por qué es el profesor el que siempre hace las preguntas en una prueba? Por lo general tiene sentido, pero en Periodismo, una profesión en la que tu principal destreza va a ser preguntar, los exámenes deberían consistir en que el alumno formule preguntas inteligentes. Si estudió, le va a ir bien.
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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