La construcción del “Harari argentino” y los ecos de un gran best seller de no ficción que cumplió 10 años
Sebastián Campanario
Yuval Noah Harari, autor de Sapiens
Sobre el final de la pandemia se intensificó en la red social Twitter una discusión sobre cómo sería “el Harari argentino”. Un equivalente local del historiador israelí autor de Sapiens y de otros mega best sellers, da charlas que cuestan más de US$200.000 (es el speaker más caro en la actualidad) y defiende un abordaje amplio que lo llevó a ser consultado por gobiernos, empresas, fondos de inversión y hasta por Naciones Unidas.
#elharariargentino (así fue el hashtag de Twitter, hoy X) era, obviamente, mucho más modesto. Habla de Sapiens, pero nunca lo leyó, declara que “la sociedad no está lista para la pospandemia” (mientras prendía y apagaba un módem agachado en el piso del escritorio para recuperar internet). Y, cuando quiere hacer un gran arco narrativo entre la era digital y nuestros antepasados se queda corto, porque por estas pampas llega a los tehuelches y comechingones, nada más.
Nada que ver con el Harari original, cuyos libros se tradujeron a 65 idiomas y se vendieron más de 40 millones de copias en todo el mundo. Harari, que hasta hace poco más de 10 años era un oscuro y desconocido profesor de historia de la Universidad Hebrea de Jerusalén, se convirtió en tiempo récord en una celebridad a la que consultan sobre una agenda de temas muy amplia desde jefes de gobierno hasta organismos internacionales, pasando por empresas de tecnología de punta de Silicon Valley.
Luego de su best seller inicial también publicó Homo deus y 21 lecciones para el siglo XXI, ambos también con muy buenos números de ventas. Pero ninguno llegó al éxito de la obra inicial, que estuvo casi dos años en el top 10 de los más vendidos del relevamiento del diario inglés The Guardian. Al cumplirse diez años de su publicación, se lanzó una edición conmemorativa con textos adicionales, centrados en el despliegue de la inteligencia artificial generativa (ChatGPT y otros sistemas), donde el autor se revela como un tecno-pesimista.
La tesis principal de Sapiens es que el punto de quiebre de la civilización humana se dio a partir de la habilidad para cooperar en grandes números, y esto se debió a nuestra capacidad de contar historias y de creer en nociones no tangibles (dioses, naciones, o el valor del dinero o de los derechos humanos). Harari, que hasta ese momento se había especializado en historia medieval y militar, construyó su opus a partir de conceptos de muchas más disciplinas (biología evolutiva, neurociencias, economía, etología, sociología, etcétera).
Esta “ciencia del todo” o “historia de grandes arcos”, que también tiene a otros divulgadores de mucho éxito, como Jared Diamond, se volvió tremendamente popular en el último decenio. Pero también atrajo críticas de todo tipo.
Con el décimo aniversario de Sapiens llegaron varios ensayos de académicos que encontraron múltiples errores y fallas argumentales en la obra. Una de las críticas más minuciosas y ácidas fue Darshana Narayanan, una académica que se doctoró en neurociencias en Princeton y hoy dirige el departamento de investigación de Psymetrics.
“Yuval Harari es lo que yo llamo un ‘populista de la ciencia’. Sus narraciones están en gran parte limpias de todo matiz de duda, lo que le da un falso aire de autoridad, y hace que su mensaje sea aún más convincente”, cuenta Narayanan, quien descubrió decenas de errores en el texto original. La académica apunta que, justamente, al tratarse de una obra tan amplia que abarca tantas disciplinas, pudo tener un recorrido tranquilo sin someterse a la revisión de pares de cada ciencia, porque ningún académico la consideraba como propia.
Mirada con telescopio
El historiador argentino Roy Hora, profesor de la Universidad de San Andrés y de la Universidad Nacional de Quilmes e investigador del Conicet, propone una mirada distinta sobre el fenómeno Harari. “Barack Obama, que le dio mucha prensa a Harari, afirma con razón que el atractivo de un libro como Sapiens está asociado al hecho de que mira la historia humana ‘desde 40.000 pies de distancia’ y, desde esa atalaya nos ofrece una narrativa que nos permite orientarnos en un presente dominado por la confusión y la incertidumbre”, cuenta Hora, que estudió en la UBA y en Oxford, a la nacion. “Seduce al lector porque es un faro en una oscura noche de tormenta, una guía para ordenar el caos que nos rodea. Pero Obama (que se debe haber hecho asesorar antes de emitir un juicio) lo celebra como un estudio interesante y provocativo, aunque no necesariamente ‘verdadero’. Y esta crítica es la de muchos especialistas que señalan su falta de rigor y su entusiasmo al momento de poner la imaginación en el lugar que debería ocupar el conocimiento.”
“De allí que su contribución haya sido denunciada no solo por historiadores, sino también por estudiosos de la evolución y las neurociencias, como ‘ciencia populista’. Es decir, una narración potente y seductora, pero de bases endebles. Pan para hoy, hambre para mañana –continúa el historiador argentino–. Al margen de las críticas que pueda merecernos el escaso rigor de Harari y su falta de escrúpulos al momento de reemplazar rigor con imaginación, reivindicó el género ‘mirada con telescopio’. Nos obliga a pensar en los grandes procesos, nos invita a dejar de lado el provincianismo intelectual, nos desafía en nuestro confort de dominio de qué pasa en el metro cuadrado al que dedicamos nuestros afanes.”
En esta “falta de escrúpulos” que le asignan varios académicos no figuran solamente los errores no reconocidos, sino también el de no citar conceptos de otros autores que son deslizados como propios. Uno de los casos más conocidos es el de la comparación de las ideas religiosas y seculares con el popular juego Pokémon Go (no en Sapiens, sino en Homo deus), que originalmente fue desarrollada por el filósofo esloveno Slavoj Zizek en un libro de 2017, y que previamente discutió este concepto en conferencias.
Una de las ventajas que tiene hablar sobre el futuro es que nadie te puede contradecir, y Harari se siente muy cómodo haciendo pronósticos de todo tipo. En una entrevista con el periodista canadiense Steve Paikin se le preguntó si “dentro de 100 años todavía nos importará ser felices”, a lo que el autor de Sapiens contestó: “Dentro de 100 años es bastante probable que los humanos desaparezcan y que la tierra esté poblada por seres muy diferentes tales como cyborgs e IA, y es difícil predecir qué tipo de vida emocional tendrán tales entidades”.
A “el Harari argentino” le encantaría explayarse sobre cuestiones tan amplias y existenciales, pero solo lo invitan a programas de cable a deshoras y de baja audiencia, para preguntarle sobre la cotización del dólar para mañana, o sobre cómo desarmar la bola de Leliq. Como orador, deja mucho que desear y empieza siempre sus elocuciones con un: “Bueno, ante todo, agradecer a los lectores de esta columna que llegaron hasta acá, realmente muy contento y honrado”.
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