lunes, 1 de enero de 2024

EL MEDIO ES EL MENSAJE Y LA HISTORIA DETRÁS DE LA HISTORIA


El Presidente que no se parece a nada
— por Pablo Mendelevich

En total son 1030 artículos: 366 tiene el super-dnu de la semana pasada y 664, la ley ómnibus enviada este último miércoles al Congreso. Si el DNU pasara el filtro de la Justicia y entrara en vigencia sin ser abolido por los legisladores y la ley ómnibus fuera aprobada así como está, la Argentina cambiaría sus reglas de juego a niveles inimaginables.
Tal vez sea más fácil expresarlo por la negativa: estos dos instrumentos legales sumados liquidan de raíz el modelo peronista que desde hace casi ochenta años rige la vida argentina (o como mínimo la impregna).
Ningún presidente había impulsado semejante cantidad y profundidad de reformas sin siquiera haber llegado a cobrar el primer sueldo. Y tampoco nunca había habido, después de Perón, un presidente tan respaldado por las urnas y a la vez tan despiadadamente frágil a nivel parlamentario y a nivel federal.
Al principio se lo veía a Milei como un representante más de la derecha antipolítica, cruza de Trump y Bolsonaro, pero una vez que consiguió el trabajo para el que se había postulado, como él dice, los moldes de la era proselitista se volvieron más imperfectos de lo que ya eran.
No es que Milei no se parezca a nada conocido. Se parece, sí, a Trump, a Bolsonaro. Pero está muy lejos de calcarlos, solo porta un poco de cada uno junto con mucho más que siete diferencias. Ya fue dicho muchas veces: Trump surgió y aún habita en el establishment republicano, no es un outsider pleno. Menem, por estos días espejo recurrente de Milei, lideró hasta el último día de su gobierno a un peronismo que él reconvirtió desde adentro. La misma relativización vale para las comparaciones que se hacen de Milei con Kirchner a propósito de la cantidad de audacia y determinación.
Si es por los comienzos y la condición de nuevo en la política se lo ha comparado con Perón. Hay quien le ve al expanelista algo del excomediante Volodimir Zelensky. Y están los que buscan asimilarlo con Fujimori. Para no banalizar el Holocausto podría olvidarse el dato de que a Milei se lo llegó a comparar con Hitler si no fuera porque a la sugerencia más sonora la hizo en su momento, desde el Vaticano, el Papa (previamente acusado de ser “comunista” por el candidato libertario). “Cuando viene un salvador sin historia, sospechá”, recomendaba Francisco en la génesis del fenómeno. Sin nombrarlo, al aludido lo llamaba “Adolfito”.
Cabe suponer que después de decir Milei que su plan B para imponer las reformas es algo parecido a una consulta pública, ahora vendrán las menciones de un Alfonsín magistral, sin importar que al presidente radical lo denostó más que al Papa.
Cuatro décadas atrás Alfonsín no tenía el vigoroso sostén del 55 y medio por ciento, pero venía de ganarle al peronismo nada menos que con el 52 por ciento (lo venció por once puntos, la misma diferencia que Milei a Massa en el balotaje), cuando mandó al Congreso, una semana y media después de asumir, la llamada ley Mucci, una democratización de los sindicatos. Después de que la aprobase Diputados, el 14 de marzo de 1984 el Senado peronista se la volteó por 24 votos contra 22. Ese mismo año, para no tropezar con la misma piedra al enviar al Congreso la convalidación de la paz con Chile, Alfonsín sorprendió al país con la convocatoria a una consulta pública no vinculante (mecanismo que aún no figuraba en la Constitución). Las elecciones, el 25 de noviembre, fueron un éxito rotundo para el gobierno. Participó en forma voluntaria el 70 por ciento. El “Sí” triunfó por más del 82 por ciento. El “No”, postulado por la mayor parte del peronismo, sacó 16 por ciento. Al final Alfonsín consiguió que el Senado aprobara el acuerdo en consonancia con la voluntad popular, pero, créase o no, la votación legislativa fue de 23 a 22. De los 22 que contrariaron lo expresado en las urnas 21 eran peronistas y uno (Elías Sapag), senador del Movimiento Popular Neuquino. Una experiencia con muchas enseñanzas.
En las últimas horas Milei no se refirió a cómo capeó Alfonsín en 1984 la implacable “resistencia” peronista, sino a lo que argumentó Arturo Frondizi en 1958 para saltearse el Congreso en oportunidad de decidir sobre los contratos petroleros. “Pareciera que algunos por sadismo y otros por corruptos quieren mantener encadenados a los argentinos”, decía Frondizi citado por Milei, quien horas más tarde habló de diputados que demoran los debates para buscar coimas, lo que no pareció precisamente una plegaria republicana. Pero en su evocación Milei se salteó un par de detalles contextuales. El primero es que Frondizi controlaba ambas cámaras, además de que todos los gobernadores también eran del partido del presidente. ¿Y entonces por qué esquivó el Congreso? Ese es el segundo detalle: Frondizi estaba invirtiendo su posición personal en contra del capital internacional y las grandes empresas petroleras, por lo que prefirió ahorrar cuestionamientos mediante un decreto. Dijo que era para “evitar importantes demoras cuando el país está en situación de emergencia”. ¡Pasaron 66 años!
El riesgo de que “esto no termine bien” es un temor que el cuentapropista que ahora espera mucho más tiempo que antes el colectivo podría compartir con el CEO de una multinacional. Ansiosos ambos por verificar que la inflación un día deje de crecer. Que ninguna explosión social ponga a prueba en serio los protocolos de Patricia Bullrich. Que las teorías libertarias bajen a tierra y empiecen a mostrar beneficios

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La noche marplatense, con el Presidente en escena
Pablo Mascareño

Pocas ciudades balnearias del mundo –o ninguna– pueden ofrecer una cartelera teatral con un centenar de propuestas que se aglutinan a lo largo de poco más de dos meses en espacios convencionales y alternativos, reservorio para que actores de estirpe y celebridades mediáticas de talento indefinible hagan lo suyo frente a un público –de gran parte del país– que llega para verlos en persona; en el mejor de los casos, en el marco de las funciones, o bien –crisis económica mediante– conformarse con la selfie en la puerta de las salas.
“¿Es ella?”, duda una señora, reposera en mano y arena pegada en los pies, cuando volviendo por Luro desde la playa se topa con una actriz entrando al Atlas. De eso se trata. De fantasías y otras yerbas. Bienvenida la ilusión.
El de Mar del Plata es un fenómeno único, hermosamente autóctono, que desembarcó en la arena allá por la década del sesenta gracias a una iniciativa del recordado comediante Darío Vittori y fue creciendo hasta pináculos de masividad como a los que llegó en los ochenta, cuando era común toparse con Ricardo Darín, Susana Giménez, Alberto Olmedo, los Carreras, los Bredeston y la Biral haciendo Lorca.
Las tertulias de trasnoche en el Hermitage, donde Carlos Rottemberg, Emilio Disi y Juan Carlos Calabró desempolvaban libretitas con estadísticas de las ventas de entradas de años anteriores para compararlas con las de la temporada que se transitaba, eran un ritual entrañable y de pura pasión por el teatro.
La vereda de las estrellas del histórico hotel, con las manos de las celebridades perpetuadas en el cemento, da cuenta de ese tiempo que se extraña. Aunque no todo lo pasado fue mejor. Siempre hay algo nuevo por descubrir. Mar del Plata lo sabe y siempre renueva su oferta teatral acompañando gustos y dinámicas del público. Eso sí, al menos este año, no hay reclusos de Gran Hermano dando vueltas por aquí. ¡Viva Mar del Plata!
Para un periodista, cubrir ese aluvión de estrenos que se da entre los últimos días de diciembre y el comienzo de enero es un desafío que se define muchas veces con intuición. En temporadas “normales”, si es posible el término en nuestro país, la información llega por varios caminos que, desde ya, son superadores al del mensaje de Whatsapp o el ya perimido llamado telefónico.
Para cubrir la temporada de Mar del Plata hay que arremangarse literal y simbólicamente. Meter los pies en el barro. En este caso, en la arena. Y entender que el día arrancará a las siete de la mañana y terminará veinte horas después. Largas caminatas por playas de moda después de las dos de la tarde –encontrar antes a una figura bajo el sol es más complejo que llegar a fin de mes– y, desde el anochecer, “patear” ese ejido urbano de unas diez manzanas donde “pasa todo” bajo las luces de las marquesinas que anuncian los espectáculos. En la calle Rivadavia, los cómicos, las vedettes y los transformistas están ahí, al alcance de la mano, “volanteando” las entradas en la vereda. Pasen y vean. Hermosa kermés pop y kitsch. ¿Aquel no es Andy Warhol? Lo bien que la pasaría aquí.
Esta vez, el inicio de temporada impuso un desafío excepcional y mayúsculo para el cronista. El martes debutó “ella” y el viernes arribó “él” para verla desde la platea. Si antes todos corrían detrás de “los galancitos”, ahora la primera dama y el presidente de la Nación se convirtieron en las estrellas del inicio del banquete estival.
El martes pasado, la imitadora Fátima Florez estrenó Fátima 100%, su show en el Roxy, que se viene desarrollando a sala llena. ¿No hay plata? Durante toda la semana, los rumores sobre el arribo del Presidente dominaron la agenda de especulaciones. Productores que no abrían la boca y jefes de prensa desentendidos. Finalmente, sonó el teléfono y se escuchó del otro lado la confirmación: “Llega el viernes”.
¿Irá a la residencia presidencial de Chapadmalal? No, parece que hay malas energías, dijo alguien con ganas de enaltecer el espiritismo. “Viene en auto a la madrugada”, circuló el miércoles. ¿Pararía en Atalaya para comprar medialunas? “Lo hará en vuelo de línea”. Así fue.
A media mañana, este cronista –que ya tenía la certeza de que Milei pernoctaría en el Provincial– apeló al protocolo y le consultó al botones de guardia del precioso hotel construido por Alejandro Bustillo si el Presidente llegaría por la tarde. En la puerta no había un solo indicio de custodia oficial. El joven hizo estallar sus ojos culposos ante la negativa. “No viene acá”. Su “no” fue el “sí”.
Luego siguieron las especulaciones sobre si partiría de madrugada, si pasaría la noche junto a su novia o si se quedaría en la ciudad para pasar la fiesta de fin de año junto a Fátima.
Cubrir la temporada es moverse entre rumores y chimentos. Siempre hay un romance del momento. Lo que nadie podía imaginar hace unos meses es que el de esta temporada involucraría al mismísimo jefe del Estado argentino.
Mar del Plata renueva todos los años el rito de los teatros. Esta vez, el Presidente en el show de Fátima aportó un condimento especial

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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