Cruzar fronteras. Migrantes y viajeros en un mundo parcelado
Un libro que narra la historia del pasaporte y otro que analiza las migraciones ayudan a entender un problema muy actual
Ana María Vara
Tras llegar con muchas dificultades al pueblito catalán de Portbou, en el límite entre Francia y España, el 26 septiembre de 1940 Walter Benjamin se suicida por no poder permanecer en España: teme caer en manos de los nazis, que habían ocupado Francia. Tenía visa de entrada a Estados Unidos y de tránsito por España, pero le faltaba el salvoconducto para salir de Francia.
La historia es conocida pero, evocada en el actual contexto crítico de las migraciones mundiales, que alcanza récords de números, de conflictos y de muertes, ofrece nuevas perspectivas.
Quien la recuerda y actualiza es Patrick Bixby, profesor de la Universidad Estatal de Arizona, en su nuevo libro, Permiso para viajar. Una historia cultural del pasaporte, donde explora las múltiples dimensiones de ese documento que abre y cierra fronteras.
“En la más cruel de las ironías, el día después de que Benjamin se suicidara las autoridades españolas reabrieron el paso al resto de su grupo, que pudo continuar hacia Portugal y ponerse a salvo”, relata, poniendo de relieve lo frágil que puede ser la situación de migrantes y refugiados.
En la Introducción, Bixby cita a otro escritor, Salman Rushdie: “El libro más valioso que tengo es mi pasaporte”. Rushdie lo dice por experiencia. Su primer pasaporte, de los años 60, reflejaba las limitaciones de un ciudadano indio a pocos años de la independencia de su país: solo podía ingresar a un pequeño número de países. Luego obtendría un pasaporte británico que le abriría las puertas de Cambridge y los círculos culturales europeos.
“Un pasaporte es, por lo tanto, el más personal de los objetos y, sin embargo, el librito solo adquiere valor individual sobre el fondo de la historia más amplia de las naciones y los imperios”, comenta Bixby.
Permiso para viajar se organiza en tres partes. La primera es lo que su autor denomina “la prehistoria del pasaporte”, un recorrido que va de la Antigüedad al sigo XIX.
Entre los ejemplos remotos, Bixby comenta un tramo del Antiguo Testamento donde se requiere una “carta de salvoconducto” al rey Artajerjes I de Persia para viajar a Judea. Luego recorre la Edad Media y Moderna: de lo mucho para comentar, se luce la mención a un “pasaporte” en Enrique V, de Shakespeare, que resulta un permiso para salir del país.
Hay, también, relatos novelescos de la vida real, como el del escritor transgénero nacido como Mary Diana Dods, a quien Mary Shelley, la autora de Frankenstein, ayuda a obtener un pasaporte con su género percibido. Con ese documento, quien para publicar ya usaba el seudónimo masculino de David Lindsay, puede establecerse en Francia con su pareja abiertamente, con los nombres de Sholto e Isabel Douglas.
La segunda parte del libro habla sobre todo de los siglos XIX y XX, con la consolidación del Estado vinculado a un sistema de países. El pasaporte toma forma definitiva y se convierte en un documento que relaciona a su portador con un territorio y una ciudadanía.
La tercera parte, que abarca los siglos XX y XXI, está dedicada a cuestiones y conflictos cercanos: exilios, persecuciones, pérdidas de ciudadanía. Aquí encontramos el relato del largo escape de Benjamin entre 1932 y 1940, pero también el de Hannah Arendt, León Trotsky y Pablo Neruda, quienes en algún momento debieron atravesar fronteras sin alguno de los documentos requeridos. Relatos que epitomizan un problema actual: el de los millones de indocumentados.
En este sentido, complemento perfecto del libro de Bixby es Gobernar las migraciones. De la gobernabilidad a la gobernanza migratoria internacional, de Lelio Mármora, doctor en Sociología de la Universidad de París con una larga carrera en la investigación y la gestión, que hoy dirige el Instituto de Política de Migraciones y Asilo de la Universidad Nacional de Tres de Febrero.
Tras los siglos XIX y XX, que vieron medidas explícitas para promover la migración vinculadas al afianzamiento y desarrollo de las naciones (como en Estados Unidos o nuestro propio país), muchas políticas del siglo XXI se muestran absurdas y crueles.
Para describir el presente, Mármora habla de una “ruptura de la funcionalidad poblacional migratoria”, en particular en los países desarrollados. Lo que se hace no tiene lógica. Hay una obsesión con el control de las migraciones que, en su análisis, se evidencia en tres paradojas: la demográfica, la económica y la de las políticas internacionales.
La paradoja demográfica tiene que ver con el envejecimiento de las poblaciones, sobre todo debido a la baja en la natalidad (en Europa es de 1,5 hijos por mujer, cuando la tasa de reposición es de 2,1) y el aumento de la expectativa de vida (81 de media en Europa). En este contexto, los migrantes pueden rejuvenecer la población, ampliar la fuerza de trabajo y sostener el sistema jubilatorio, entre otros efectos positivos.
La paradoja económica se ejemplifica con el caso de México frente a Estados Unidos: el aporte de los migrantes mexicanos al PBI de Estados Unidos creció un 136,7% entre 1997 y 2016. Y en ese último año los migrantes pagaron al fisco una cifra que equivale al total de remesas que enviaron a su país.
Aun así, se castiga a los migrantes manteniéndolos en la ilegalidad: en el valle central de California, donde se produce un tercio de las verduras y dos tercios de las frutas y frutos secos que consumen los norteamericanos, hay 800.000 trabajadores migrantes, de los cuales entre el 60 y el 90%, según distintas estimaciones, están en situación irregular.
Finalmente, Mármora señala la contradicción entre acuerdos internacionales y regionales que hablan de promover el desarrollo humano de los migrantes, mientras las políticas de distintos países aumentan las restricciones “en función de una soberanía excluyente con respecto a la circulación de las personas de otras nacionalidades”.
Los números crudos son reveladores, pero hay mucho más. Volviendo al caso de Benjamin, ¿cómo medir los aportes de la Escuela de Frankfurt a la cultura occidental? ¿O la contribución de los científicos judíos emigrados al desarrollo norteamericano, incluida la victoria sobre el propio régimen nazi?
Bixby y Mármora concluyeron sus libros en plena pandemia de Covid-19, asistiendo a un momento inédito de inmovilidad, que fue superado con múltiples tensiones. Desde distintas perspectivas, confluyen en un diálogo riquísimo, que ilumina las complejidades del presente y permite imaginar enfoques alternativos.
Permiso para viajar, de Patrick Bixby, Trad. Laura Estefanía (Katz), 242 páginas $ 18.100
Gobernar las migraciones, de Lelio Mármora (Eduntref), 226 páginas / $ 5400
Quien la recuerda y actualiza es Patrick Bixby, profesor de la Universidad Estatal de Arizona, en su nuevo libro, Permiso para viajar. Una historia cultural del pasaporte, donde explora las múltiples dimensiones de ese documento que abre y cierra fronteras.
“En la más cruel de las ironías, el día después de que Benjamin se suicidara las autoridades españolas reabrieron el paso al resto de su grupo, que pudo continuar hacia Portugal y ponerse a salvo”, relata, poniendo de relieve lo frágil que puede ser la situación de migrantes y refugiados.
En la Introducción, Bixby cita a otro escritor, Salman Rushdie: “El libro más valioso que tengo es mi pasaporte”. Rushdie lo dice por experiencia. Su primer pasaporte, de los años 60, reflejaba las limitaciones de un ciudadano indio a pocos años de la independencia de su país: solo podía ingresar a un pequeño número de países. Luego obtendría un pasaporte británico que le abriría las puertas de Cambridge y los círculos culturales europeos.
“Un pasaporte es, por lo tanto, el más personal de los objetos y, sin embargo, el librito solo adquiere valor individual sobre el fondo de la historia más amplia de las naciones y los imperios”, comenta Bixby.
Permiso para viajar se organiza en tres partes. La primera es lo que su autor denomina “la prehistoria del pasaporte”, un recorrido que va de la Antigüedad al sigo XIX.
Entre los ejemplos remotos, Bixby comenta un tramo del Antiguo Testamento donde se requiere una “carta de salvoconducto” al rey Artajerjes I de Persia para viajar a Judea. Luego recorre la Edad Media y Moderna: de lo mucho para comentar, se luce la mención a un “pasaporte” en Enrique V, de Shakespeare, que resulta un permiso para salir del país.
Hay, también, relatos novelescos de la vida real, como el del escritor transgénero nacido como Mary Diana Dods, a quien Mary Shelley, la autora de Frankenstein, ayuda a obtener un pasaporte con su género percibido. Con ese documento, quien para publicar ya usaba el seudónimo masculino de David Lindsay, puede establecerse en Francia con su pareja abiertamente, con los nombres de Sholto e Isabel Douglas.
La segunda parte del libro habla sobre todo de los siglos XIX y XX, con la consolidación del Estado vinculado a un sistema de países. El pasaporte toma forma definitiva y se convierte en un documento que relaciona a su portador con un territorio y una ciudadanía.
La tercera parte, que abarca los siglos XX y XXI, está dedicada a cuestiones y conflictos cercanos: exilios, persecuciones, pérdidas de ciudadanía. Aquí encontramos el relato del largo escape de Benjamin entre 1932 y 1940, pero también el de Hannah Arendt, León Trotsky y Pablo Neruda, quienes en algún momento debieron atravesar fronteras sin alguno de los documentos requeridos. Relatos que epitomizan un problema actual: el de los millones de indocumentados.
En este sentido, complemento perfecto del libro de Bixby es Gobernar las migraciones. De la gobernabilidad a la gobernanza migratoria internacional, de Lelio Mármora, doctor en Sociología de la Universidad de París con una larga carrera en la investigación y la gestión, que hoy dirige el Instituto de Política de Migraciones y Asilo de la Universidad Nacional de Tres de Febrero.
Tras los siglos XIX y XX, que vieron medidas explícitas para promover la migración vinculadas al afianzamiento y desarrollo de las naciones (como en Estados Unidos o nuestro propio país), muchas políticas del siglo XXI se muestran absurdas y crueles.
Para describir el presente, Mármora habla de una “ruptura de la funcionalidad poblacional migratoria”, en particular en los países desarrollados. Lo que se hace no tiene lógica. Hay una obsesión con el control de las migraciones que, en su análisis, se evidencia en tres paradojas: la demográfica, la económica y la de las políticas internacionales.
La paradoja demográfica tiene que ver con el envejecimiento de las poblaciones, sobre todo debido a la baja en la natalidad (en Europa es de 1,5 hijos por mujer, cuando la tasa de reposición es de 2,1) y el aumento de la expectativa de vida (81 de media en Europa). En este contexto, los migrantes pueden rejuvenecer la población, ampliar la fuerza de trabajo y sostener el sistema jubilatorio, entre otros efectos positivos.
La paradoja económica se ejemplifica con el caso de México frente a Estados Unidos: el aporte de los migrantes mexicanos al PBI de Estados Unidos creció un 136,7% entre 1997 y 2016. Y en ese último año los migrantes pagaron al fisco una cifra que equivale al total de remesas que enviaron a su país.
Aun así, se castiga a los migrantes manteniéndolos en la ilegalidad: en el valle central de California, donde se produce un tercio de las verduras y dos tercios de las frutas y frutos secos que consumen los norteamericanos, hay 800.000 trabajadores migrantes, de los cuales entre el 60 y el 90%, según distintas estimaciones, están en situación irregular.
Finalmente, Mármora señala la contradicción entre acuerdos internacionales y regionales que hablan de promover el desarrollo humano de los migrantes, mientras las políticas de distintos países aumentan las restricciones “en función de una soberanía excluyente con respecto a la circulación de las personas de otras nacionalidades”.
Los números crudos son reveladores, pero hay mucho más. Volviendo al caso de Benjamin, ¿cómo medir los aportes de la Escuela de Frankfurt a la cultura occidental? ¿O la contribución de los científicos judíos emigrados al desarrollo norteamericano, incluida la victoria sobre el propio régimen nazi?
Bixby y Mármora concluyeron sus libros en plena pandemia de Covid-19, asistiendo a un momento inédito de inmovilidad, que fue superado con múltiples tensiones. Desde distintas perspectivas, confluyen en un diálogo riquísimo, que ilumina las complejidades del presente y permite imaginar enfoques alternativos.
Permiso para viajar, de Patrick Bixby, Trad. Laura Estefanía (Katz), 242 páginas $ 18.100
Gobernar las migraciones, de Lelio Mármora (Eduntref), 226 páginas / $ 5400
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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