Cruzando Erézcano, de Nacho López
El encanto perdido de la vida de barrio
Héctor M. Guyot
La vuelta al barrio en el que crecimos no es solo el regreso a una geografía delimitada por un nombre propio. Es también un volver a la infancia, cuando despertábamos a la conciencia de la vida a través del diálogo con aquello que ocurría en las cuadras donde estaba la casa paterna. Y es, también, una confirmación de la caducidad de todo. Porque a esas raíces hay que buscarlas, décadas después, en un barrio donde el paso del tiempo ha marcado el ritmo de los cambios. Tampoco el que recuerda es el mismo. Nada es lo que era, y sin embargo…
Entre estas tensiones se debate Cruzando Erézcano. Sentir la vida entre José Mármol, Adrogué y las vías, de Nacho López, un libro que es una invitación a valorar las pequeñas cosas y el modo en que se entreteje la vida entre los miembros de una comunidad chica, donde todos, desde el verdulero hasta el kiosquero, tienen un nombre y una historia compartida. La alusión que el título hace al sentimiento es justa. Porque el mosaico de textos que componen el libro configura tanto un homenaje al barrio y a su gente como una ofrenda de gratitud. La pertenencia del autor a esas calles le confiere inmediatez a aquello que la memoria convoca.
Así, entre imágenes y sensaciones, se recrean el juego en la calle con la barra en “tardes que duraban días”; el perfil entrañable del viejo amigo; el fútbol en el club El Fogón; los vecinos con el mate en el umbral, los personajes del barrio y los distintos miembros de la familia en el paso de tres generaciones.
Por encima de los cambios y de los que ya no están, el sentimiento permanece. Y es presente. “El otro día me detuve con mi bicicleta en la esquina de Mitre y Sáenz Peña para corroborar si aún subsistía un grafitti, realizado con marcador no tan indeleble, que habíamos dejado junto con mi banda de amigos de aquellos años en esas persianas metálicas amarillentas, sepia, algo decoloradas, que no borran, pese a todo, el tiempo de los ochenta”, escribe López, redactor publicitario con otros dos libros publicados. Enseguida, el recuerdo de Yiyo, el carnicero, dispara otra imagen. “Ahí estoy, de la mano de mi viejo, caminando con la bolsa que será nuestro asado del domingo, esos sesenta metros que nos separan de casa, por esas veredas inalterables, por esa cuadra memorable. En ese lugar en que crecí, fui feliz y al mismo tiempo, sufrí. Me subo a la bicicleta, como antes, como ahora. Las vueltas de la vida no son siempre redondas”.
Parte del libro fue escrito durante la pandemia, acaso como modo de resistir el letargo de los meses de encierro. Las escenas que rescata el autor sin duda activarán, por simpatía, la añoranza del lector por el propio barrio. Y, seguramente, por una vida sencilla. Se agradece, en estos tiempos vertiginosos en los que es fácil perder las raíces.
Cruzando Erézcano
Por Nacho López
Autores de Argentina
72 páginas
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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