miércoles, 13 de marzo de 2024

GÉNERO (¿¿ PREJUICIO ????) Y LA ADAPTACIÓN AL JARDÍN


Género. Pese al discurso, los varones participan menos de las tareas en la casa
Crece la brecha dentro de las familias: en la ciudad, bajó el 12% la participación de los hombres en el trabajo doméstico y de cuidado, según la nueva edición de la Encuesta sobre Uso del Tiempo
 Evangelina Himitian | Ilustración Ariel Escalante

La herramienta se diseñó por ley, para medir la brecha de género en cuanto al uso del tiempo. Y para impulsar políticas públicas que permitieran achicarla. ¿Cómo emplean su día los hombres y las mujeres? ¿Cuántas horas de trabajo remunerado realizan? ¿Cuántas horas de trabajo no pago dedican entre el mantenimiento del propio hogar y la atención de otros miembros de la familia que demandan cuidado? ¿Cuántas tareas realizan en simultáneo? Como cocinar, contestar mensajes del trabajo, limpiar y asistir a los hijos. La primera medición se hizo en el ámbito de la ciudad en 2016, y se repitió el año pasado. La mala noticia es que los resultados no hablan de avances, sino de retrocesos.
Pese a la reivindicación de la igualdad de derechos, las mujeres siguen asumiendo la mayor parte de las tareas de cuidado y de la casa. Y no solo eso, ellos dedican menos horas al trabajo no remunerado –tareas domésticas en el propio hogar, cuidado de los miembros del hogar y cuidado de otros– que siete años antes. El número, presentado ayer por Eugenia Lago, directora de Estadística y Censos porteña, resulta llamativo: en 2023 (la medición se hizo entre junio y septiembre del año pasado), el aporte de los hombres al trabajo compartido bajó un 12% con respecto a la encuesta anterior.
“Las conclusiones obtenidas en la Encuesta sobre Uso del Tiempo realizada en 2016 mantienen plena vigencia, tanto en lo que refiere a la importancia del aporte del trabajo no remunerado al producto social como a las diferencias de género y socioeconómicas que determinan un uso diferencial del tiempo y un acceso desigual al mercado de trabajo, elemento clave para el logro de la autonomía económica”, señala el documento que se presentó hoy. También apunta algunas diferencias destacables encontradas.
Aun cuando se mantiene la mayor presencia masculina, se redujo ligeramente la brecha de género en cuanto a la participación en el mercado laboral. El 47% de las mujeres participa del mercado laboral remunerado, un 2% más que siete años antes. Lo mismo que el 55% de los hombres, un 2% menos que en 2016. “En contrapartida, se expandió la diferencia en las tareas domésticas, principalmente por un marcado descenso en la participación de los varones”, señala el informe
Mientras que el 87% de las mujeres realiza trabajo no remunerado para el propio hogar (en 2016 era el 91%), solo el 70% de los hombres (contra el 82% siete años antes) hace su aporte en las tareas de la casa.
“Otro dato que llamó la atención es que creció notablemente la participación en el uso de medios”, dice la encuesta. Significa que tanto ellas como ellos dedican más horas diarias al uso de dispositivos, entre los que el teléfono celular va a la cabeza. Mientras que en 2016 insumía unas 2 horas y media a las mujeres y unas 2 horas con 52 a los varones, ahora ambos grupos superan las cuatro horas diarias.
Como la encuesta mide separadamente la cantidad de horas que se dedican al trabajo doméstico y al cuidado de integrantes del hogar, se puede concluir que los varones dedican el doble de tiempo al uso de medios de comunicación que a realizar las tareas de la casa: 4 horas y 6 minutos a las pantallas, contra 2 horas y 5 minutos de trabajo para su propio hogar a diario.
“El trabajo doméstico no remunerado, el trabajo de cuidado y el trabajo de apoyo sufrieron leves variaciones, salvo para los varones: se disminuyó en 12 puntos porcentuales el trabajo doméstico no remunerado. El grupo de actividades que muestra el mayor aumento es el uso de medios de comunicación, en 10 y 11 puntos para mujeres y varones, respectivamente. Ahora, si medimos todo el trabajo productivo más el trabajo que se hace en forma no remunerada, observamos que las mujeres aportan el 58,1% de su trabajo total, 8 horas con 48 minutos cada día. Los hombres aportan 7 horas con 17 minutos cada día”, explica Lago.
Así, se estableció que unas 1.347.285 mujeres aportan el 58,1% del tiempo de trabajo total (que suma las tareas remuneradas y no remuneradas). En cambio, unos 1.175.346 varones aportan el 41,9% del tiempo de trabajo total de la ciudad.
La encuesta se hizo sobre una muestra de 4400 hogares, con la metodología que propone la Cepal, sobre la base de la Clasificación de Actividades de Uso del Tiempo para América Latina y el Caribe (Cautal), que se utiliza en la mayor parte del mundo. Se les solicitó a los participantes que llevaran un diario de actividades del día anterior.
La diferencia de esta medición con respecto a la anterior es que se incluyeron hogares de barrios populares e informales. Cuando cruzaron la variable de zona de residencia con la cantidad de horas que dedican hombres y mujeres a tareas compartidas de cuestiones domésticas y de cuidado, la brecha de género resultó mayor en los barrios del norte porteño que en el sur, “siendo las varones de zona norte quienes menos tiempo dedican al trabajo no remunerado y las mujeres de zona sur las que más tiempo dedican al trabajo en tareas domésticas y de cuidado”, apunta Lago.
Mientras que las mujeres que viven en el sur dedican 6 horas con 52 minutos diarios al trabajo no remunerado, los hombres de esa misma área realizan unas 3 horas y 35 minutos; son los que más trabajan dentro de sus casas y en el cuidado de los suyos. Los varones que viven en el centro dedican unas 3 horas y 2 minutos diarios al trabajo en sus casas y los que viven en zona norte, 2 horas y 26 minutos. Las mujeres que viven en el centro trabajan unas 5 horas y 54 minutos diarios en sus casas y las del norte, unas 4 horas y 12 minutos.
Las diferencias se profundizaron cuando además se cruzó nivel socioeconómico. “Mientras en el primer quintil vemos diferencias significativas entre mujeres y varones, también se observan diferencias muy significativas entre el primer quintil de ingresos y el quinto quintil de ingresos”, dice Lago.
Así, en el primer quintil –es decir, en el 20% del total de hogares con menores ingresos– las mujeres realizan unas 7 horas y 50 minutos de trabajo doméstico y de cuidado a diario, mientras que los hombres hacen unas 4 horas y 18 minutos. En cambio, en el quinto quintil –el 20% de los hogares con mayores recursos– ellas realizan unas 4 horas y 33 minutos de tareas de la casa y cuidados (una hora y 15 minutos más que hace siete años), mientras que ellos hacen dos horas y 23 minutos diarios.
“Si queremos observar este mismo indicador, pero teniendo en cuenta la condición de ocupación de los varones y de las mujeres, mientras a los varones la condición de ocupación parece no influirles en el tiempo de trabajo de no remunerados, en las mujeres incide. E incluso las mujeres ocupadas dedican en promedio 5 horas y 13 minutos por día al trabajo no remunerado”, agrega Lago.
José Luis Díaz, jefe del departamento de Diseño conceptual de la encuesta, apunta que los datos dan cuenta de que la brecha de género no disminuye puertas adentro, sino que crece. “Los datos muestran que prácticamente un tercio de la población de la ciudad reside en hogares donde hay alguien que debe ser cuidado. Si esto lo ponemos en valores absolutos, estamos hablando de aproximadamente 450.000 hogares en la ciudad que requieren cuidado. ¿Esto se distribuye de manera homogénea en la geografía de la ciudad? No realmente. Vemos que, por ejemplo, la zona sur prácticamente duplica a la zona norte en cuanto a demanda. La pregunta que realmente surge a continuación es, si esta es la demanda, ¿quién provee de cuidados a estos hogares?”, preguntó Díaz en la presentación de la encuesta.
“En primer lugar, la comunidad, de modo tal que uno de cada cinco hogares recibe ayuda de esta naturaleza. En segundo lugar, está el mercado; hay hogares que tienen la posibilidad de pagar cuidadores, digamos que son uno de cada diez en esta condición. Y, en menor medida, el Estado aporta a través de sus instituciones, aunque solo dos de cada cien hogares pueden realizar el cuidado a través de la ayuda del Estado. ¿Quién absorbe mayoritariamente el cuidado de los miembros? El propio hogar, y esto se traduce en una mayor carga horaria de las mujeres”, explicó Díaz.

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La odisea de las familias durante la adaptación de los chicos al jardín
Con horarios reducidos y cortados, muchas madres y padres deben hacer malabares para acompañar a los hijos más pequeños en el comienzo del nivel inicial
Evangelina HimitianMariana araujo/archivo
La adaptación al jardín, un período crítico para muchas familias de hacer un período de inicio. Sin embargo, se aclara que las instituciones pueden realizar las adaptaciones que consideren adecuadas.
La espera no solo es larga, sino que no tiene sentido. María A., de 36 años, madre de Vitto –de 2– y de Ramiro –de 4– ya no sabe cómo organizar la logística familiar y eso que las clases apenas empezaron. Aunque su hijo menor ya viene acostumbrado al horario completo fuera de casa, porque antes iba a una guardería, desde que empezó la sala de 2 en el colegio al que va su hermano mayor, en Palermo, ahora padece con lágrimas la jornada reducida: en total, una hora a la mañana y otra a la tarde. Cada vez que sale del jardín, estalla en llanto. “Jugar”, “amigos”, balbucea. No entienden ni Vitto ni su madre, mucho menos las dos abuelas, que cuando pueden lo van a buscar, por qué la adaptación tiene que ser así. “Es tortuoso. Nos está matando el gradualismo”, afirma María.
La logística implica que el padre de Vitto o ella se turnen para entrar más tarde al trabajo y así poder llevarlo y traerlo hasta la casa de una de las abuelas, que por la tarde vuelven a caminar esas ocho cuadras hasta el jardín y se quedan esperando en la puerta para que después de una hora les devuelvan al nieto, de peor humor aún, por haber sido desalojado del salón donde había tantos juguetes y tantas cosas para hacer.
“Lo peor es que por delante queda todo marzo, ya nos dijeron que vamos a ir subiendo de a 15 minutos por día la semana que viene [por esta semana], hasta completar el horario. Yo entiendo que haya chicos que lo necesiten y está bien. Lo que no comprendo es que sea para todos igual y no se repare en la carga que esto significa para toda la familia”, cuenta María.
El relato (y el lamento) se repite por estos días entre la mayoría de las familias que están viviendo la adaptación o período de comienzo del nivel inicial y que sufren, como dice María, el gradualismo, que incluye aun a chicos que ya estaban escolarizados en la misma institución. En los últimos días, unos 1.600.000 niños de menos de 5 años empezaron las clases.
“Es una época difícil del año. Cuando uno pasa por la puerta de muchos colegios, ves grupos de padres como acampando y te da la sensación de que hubiera pasado algo. O que hay alguna protesta, o que se adelantó la salida. Pero no. Por ejemplo, en nuestro colegio una mañana se formó una ronda de mate entre los padres que esperaban en la puerta”, describe Marisa Pieroni, propietaria del colegio San Ignacio de Loyola, en Berazategui.
“Nosotros tenemos seis salas de entre 3 y 5 años, pero no hacemos adaptación. Hace unos años, sí, se hacía. Eran varias semanas en las que muy gradualmente se iban incorporando los chicos, con los padres en el pasillo, después afuera y, finalmente, en la casa. Nos dimos cuenta de que no servía para nada. Había chicos que sí lo necesitaban, pero no eran todos, y ese sistema tenía un impacto muy negativo en toda la dinámica familiar. Había padres que se tomaban las vacaciones para acompañar la adaptación”, explica Pieroni.
De hecho, en los últimos años, en el ámbito de la provincia de Buenos Aires la Dirección General de Cultura y Educación (Dgcye) emitió una resolución que establece que se puede realizar el horario completo desde el nivel inicial y que las instituciones y los docentes tienen que ofrecer una cierta flexibilidad para que aquellos chicos que están haciendo sus primeras experiencias escolares o aquellos a los que les cueste despegarse de los padres lo puedan hacer de una manera que no sea traumática. También se quitaron los límites para ese período de horario reducido, según señala Patricia Redondo, responsable de nivel inicial de la Dgcye.
“Hoy tenemos unos 635.000 chicos en nivel inicial, tanto en escuelas de gestión pública como privada, y se modificó la obligatoriedad del período de inicio de jornada reducida. Para aquellos chicos que ya tienen alguna experiencia escolar no tiene sentido y no se puede aplicar lo mismo para todos, sin tener en cuenta las realidades. Además, la imagen del niño o niña que llega hasta la puerta del jardín y es desgajado de su grupo familiar, en una crisis de llanto, no va más. Hay chicos a los que les cuesta más y hay que darles su tiempo y acompañar la angustia de la familia, pero sin aplicar esa reducción de horario a todo el grupo. Hoy, muchos chicos llegan al nivel inicial con otras experiencias de sociabilización y no es tan difícil”, completa.
En el ámbito de la ciudad de Buenos Aires, según se informa desde el Ministerio de Educación, a este período se le llama período de vinculación y está regulado por la resolución 157 de 2006, que establece los horarios para el inicio de la trayectoria escolar. Fija un sistema de horarios reducidos que se irán escalando hasta completar el cronograma. Para los menores de 2 años, serán solo dos horas por día, que se irán ampliando de forma gradual hasta completar el horario dentro del primer mes de clases. Para la sala de 3, sin experiencia escolar, serán dos horas por la mañana y dos por la tarde si hacen doble jornada, hasta completar el horario entre los 15 días y el mes de inicio. Y para los más grandes, sin la necesidad
Al límite
Nina M. empezó la sala de tres en doble turno en un jardín privado del barrio de Belgrano. Ya pasó por una adaptación en sala de dos. “Nos está matando este sistema. Es demoledor”, admite Fabricio, su padre. “Arrancó las clases el jueves de la otra pasada, no el lunes como su hermana, que tiene 5 años. Primer día, fue una hora y volvimos a casa. El tema es que el mismo sistema es para la tarde. Hay que ir y volver”, señala. Por supuesto, como muchos otros padres, Fabricio termina esperando en la puerta, matando el tiempo con su celular. El mismo esquema se repitió el segundo día. Esta situación obligó a los padres a armar un calendario imposible, donde todas las manos familiares eran bienvenidas. “Ahora el horario va creciendo, pero tan de a poco que no simplifica las cosas”, dice el papá.
A la semana siguiente fueron dos horas a la mañana y dos a la tarde. Así, Fabricio tuvo que pedir permiso en su trabajo para hacer la espera. Y la madre se tuvo que tomar unos días de vacaciones para seguirle el ritmo a la adaptación. En febrero habían dado de baja a la niñera, ya que las hijas empezaban las clases en un colegio con doble jornada. Lo que no pensaron es que la adaptación iba a ser tan larga y complicada. No porque su hija lo necesitara, sino porque así es el cronograma de la escuela, que aunque Nina sale preguntando por qué ella sale y su hermana se queda, no se adapta a su realidad.
La única abuela disponible también se sumó al operativo, pero no puede quedarse a cargo, ya que son jornadas muy largas con idas y venidas que incluyen retirar a Ámbar, la mayor. “Nina está haciendo la adaptación superbién, no pensábamos que la parte más difícil iba a ser coordinar los horarios. Otra cuestión es que los horarios de la adaptación no te los informan en diciembre o enero, sino a mitad de febrero, a punto de empezar las clases”, detalla Fabricio.
“Los primeros días estuvimos unos 10 minutos adentro del aula, y los papás o mamás que veíamos que los chicos se quedaban nos íbamos al pasillo y de ahí, si seguía todo bien, nos íbamos a la calle. Algunos se quedaban a esperar ahí y otros se iban a la casa”, recuerda Pedro Roldán, padre de Emma, de 3 años, que va a un jardín en Longchamps. “Ella está superadaptada porque es muy sociable y tiene hermanos más grandes. A otros chicos, bien de pandemia, puede ser que les cueste más. Pero, a diferencia de las adaptaciones de los más grandes, ya desde el tercer día, si se veía que no había grandes problemas, se empezaron a quedar tres horas y a partir de la semana que viene [por esta] hacen el horario completo. Ella sale contenta, la voy a buscar y vuelve cantando y con ganas de quedarse más tiempo. Así que vamos bien”, agrega.
Macarena G. está en la semana 36 de embarazo. Como en el jardín de sus hijas se hace adaptación en todas las salas, se pasa las mañanas frente al colegio de las chicas, en Adrogué: Agustina está en sala de tres y Delfina, en la de cinco. “Agota. Es todo de manera progresiva. La sala de tres arrancan de una hora por día y después van aumentando. Y la más grande, entra una hora más tarde del horario habitual y sale unos minutos antes. Ya por suerte pronto ella completaría el horario, pero esta semana se complica porque mientras Agustina está en el jardín, con Delfi esperamos afuera y, cuando sale, recién una hora después le toca entrar a ella. Es un caos. Pero bueno, no queda otra. Espero que para la fecha del parto ya estén con el horario corrido”, reflexiona.
Para ir y venir con los chicos, hay padres o madres que se toman vacaciones y otros convocan a abuelos

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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