miércoles, 13 de marzo de 2024

La primera víctima civil de la guerrilla en Argentina, en el recuerdo de su hermano: “Tenía apenas 3 años”



“Nunca contaron su historia”. La primera víctima civil de la guerrilla en Argentina, en el recuerdo de su hermano: “Tenía apenas 3 años”
Guillermina Cabrera Rojo murió el 12 de marzo de 1960
El atentado, perpetrado por el grupo guerrillero conocido como “Uturuncos”, ocurrió el 12 de marzo de 1960, hace exactamente 64 años, durante la presidencia de Arturo Frondizi
Mariano Chaluleu
Guillermina Cabrera Rojo es la primera víctima civil de la guerrilla en la Argentina. Su historia es prácticamente desconocida. Fue asesinada de manera brutal hace 64 años en un ataque terrorista, mientras dormía. Tenía apenas 3 años. Su rostro está pintado en una pared de Buenos Aires, en la esquina de la Avenida del Libertador y Dorrego, bajo las vías del tren Mitre.
El 12 de marzo de 1960, a las 2.40 de la madrugada, su casa voló en mil pedazos. El acto fue perpetrado por miembros del grupo revolucionario “Uturuncos”, primera guerrilla argentina del siglo XX. Rompieron la puerta de entrada y depositaron 5 kilogramos de trotyl al pie de la mesa del comedor. La vivienda, de dos pisos, con techo a dos aguas y una pequeña terraza que daba al contrafrente, se convirtió en escombros. Solo sobrevivió, milagrosamente, una mesita de luz. El picaporte de la puerta principal, de bronce, fue hallado a doscientos metros. Y parte de la reja perimetral terminó a media cuadra del domicilio. También llovieron restos de mampostería sobre la calle Buchardo, la paralela.
Así era la casa de los Cabrera Rojo; estaba ubicada en La Lucila.

Los Cabrera Rojo eran una familia numerosa. Vivían en La Lucila, sobre la calle Díaz Velez al 1850. David René Cabrera era oficial del Ejército Argentino. Había alcanzado el grado de “mayor” cuando su casa voló por los aires. Estaba casado con Celmira Rojo Jurado, docente, la madre de sus seis hijos. Mario (5), Jerónimo Luis (4), Guillermina (3), María Celina (6 meses) fueron víctimas de la explosión. Los dos mayores, David (7) y Zelmira (8), se salvaron porque esa noche dormían en casa de sus abuelos.
David, que luego seguiría la carrera militar, como su padre, fue condenado en 2022 por el Tribunal Oral en lo Criminal Federal N°4 porteño a “perpetua”, en el marco de la causa Vesubio III.
Imagen tomada al día siguiente, mientras se intentaba recuperar evidencia entre los escombros
Restos de lo que supo ser el hogar de los Cabrera Rojo
Hay datos precisos, imposibles de soslayar a la hora de contar esta historia. El atentado contra la familia Cabrera Rojo se produjo en democracia, durante el gobierno de Arturo Frondizi, que había ganado con el 49,49% de los votos. En aquella elección presidencial, la de 1958, ningún candidato peronista pudo competir, ya que el peronismo, y el propio Perón, habían sido proscriptos por el gobierno militar, de facto, de Pedro Eugenio Aramburu.
Guillermina apenas empezaba a ordenar su vocabulario. Tenía 3 años cuando murió, la edad en que los chicos dejan los pañales. Sus padres la llamaban “Gimy”.
Después del atentado, los Cabrera Rojo fueron padres tres veces más. Tuvieron a Adriano, Paulo y Teresita. Pero el destino guardaría un último golpe de tragedia para David y Celmira: en 1983, Mario, su tercer hijo, murió en un accidente automovilístico. Un domingo por la tarde, mientras manejaba su moto, fue embestido por un auto.
“Muchos vidrios cayeron sobre Gimy”
Paulo Cabrera nunca conoció a su hermana. Sin embargo, a sus 60 años, lucha por mantener viva su memoria. Sus padres nunca le ocultaron la pesadilla que vivieron. Le hablaron de aquella noche trágica, hace 64 años, y le contaron todo sobre Gimy. Paulo se aferró a esas memorias y, por amor, se propuso encontrar Justicia.
Guillermina (Gimy), el ángel de la familia
-Paulo, ¿qué rol cumplía su padre en el Ejército?
-Estaba en el cuerpo de inteligencia. Supo ser un hombre de confianza de Perón. Cuando era presidente, lo había activado en varias operaciones, muchas de ellas, decía, para arreglarle problemas a él.
-¿Por qué cree que se planeó el atentado?
-Mi padre algo había averiguado y había que sacarlo del camino… Eso pienso yo.
El Ejército de Liberación Nacional-Movimiento Peronista de Liberación, nombre “formal” de los “Uturuncos”, que realizó su primer acción de importancia se concretó el 24 de diciembre de 1959, con la toma de la Jefatura de Policía en la ciudad de Frías, en Santiago del Estero, jamás explicó por qué habían elegido al mayor Cabrera Rojo como blanco de su atentado. Primero se dijo que el objetivo era “alterar la paz social y evitar los actos eleccionarios del 27 de marzo de 1960″. Las elecciones legislativas en las que Perón, aún proscripto, recomendó el voto en blanco o la abstención. Luego, años más tarde, se lo señaló al militar como un “activo represor”. Desde 1958 estaba en funcionamiento el Plan CONINTES (Conmoción Interna del Estado), creado durante la presidencia de Frondizi para combatir el accionar guerrillero, que muchos historiadores consideran como antecedente del terrorismo de Estado en Argentina. En las entrevistas que concedió Félix “El Puma” Serravalle, uno de los líderes del grupo, jamás hizo referencia al asesinato de Guillermina.
Sentados: Mario, Mario Rojo (abuelo materno), el mayor Cabrera con Jerónimo Luis, Zelmira Rojo Jurado, y Zelmira De pie: David, María Guillermina Rojo Jurado (tía materna), Guillermina María Del Castillo Pose (abuela materna) en un campo de la familia, en General Alvear, Buenos Aires

-¿Qué pasó la noche del 12 de marzo de 1960?
-Mis papás estaban durmiendo. Habían hecho la casa ellos mismos, a pulmón. Esa noche, llegó papá, se acostaron como siempre, y todo arrancó con un ruido fuerte. Mi mamá se despertó y le dijo a mi papá: “Nos están tirando abajo la puerta”. Gimy dormía en su cuna, al lado de papá. María Celina, que tenía 6 meses, dormía en el moisés, al lado de mamá. Antes de la explosión, papá escuchó un estruendo. Claro, rompieron la puerta para tirar el explosivo al centro del living. Si no, hubiera barrido el frente, y lo que necesitaban ellos era una demolición. Papá saltó por la cama, miró por la ventana y vio dos tipos corriendo hacia un auto. Y ahí, todo... El ventanal estalló y muchos vidrios le cayeron a Gimy. Mamá, como el colchón, saltó para arriba. Quedó tirada contra la pared. Y el moisés de María Celina salió volando: ella se cortó el codo y quedó debajo de una mesita del luz. Ese fue el único mueble que quedó intacto. Hoy, María Celina lo tiene en su casa. Mario y Jerónimo dormían en otro dormitorio, en cuchetas. Con la explosión volaron para arriba, Jerónimo sufrió heridas muy importantes, casi perdió el ojo, le tuvieron que reconstruir la cara. Y Mario quedó hecho sándwich con la cama de arriba, tuvo golpes, pero se salvó. Al pomo de la puerta, de bronce, lo encontraron a dos cuadras. A mi mamá se le había roto el camisón, estaba desnuda... Lo primero que encontró fue a Gimy, que estaba muerta. El día siguiente, todos fueron trasladados a un hospital en Vicente López, y luego al Hospital Militar Central.
Paulo Cabrera dice que su Fe en Dios lo ayudó a atravesar el duelo
-¿Su hermana, Gimy, murió en el acto?
-Sí. La enterraron en el cementerio de la Recoleta. Fueron muchos amigos, colegas de mi papá que se ofrecieron para ayudar en lo que fuera. Por otro lado, mi padre decía que el trato del Ejército, a nivel institucional, fue simplemente burocrático.
-Usted nació 3 años después del atentado. ¿Cómo reconstruyó el recuerdo de su hermana?
-A través de la memoria de mis padres. Si bien, por lo general, ellos no eran de contar mucho, siempre estaban dispuestos a responder preguntas. Dejaban que uno fuera a preguntar. Nunca nos inculcaron el odio. Por ejemplo, no se hablaba del tema con resentimiento. Éramos muy católicos y teníamos una manera nuestra de procesar la muerte. El odio, eso de salir con el cuchillo entre los dientes, no.
El mayor Cabrera junto a sus hijos David, Zelmira, Mario y Jerónimo Luis
Los “Uturuncos”
Surgieron en 1959. Se dice que eligieron ese nombre por una antigua leyenda quechua, según la cual el uturunco es un hombre que pacta con el diablo para transformarse en un puma, que sale a devorar sus presas al atardecer, eligiendo a personas que se encuentran solas en los caminos. El mito dice que el uturunco, cuando sale el sol, vuelve a convertirse en hombre, y que los rastros de los actos cometidos durante la noche son difíciles de seguir, ya que las huellas pisadas mientras era un felino, se convierten en huellas humanas.
El Ejército de Liberación Nacional-Movimiento Peronista de Liberación estaba compuesto por un grupo de jóvenes justicialistas y que bregaban por el retorno al país del ex presidente Juan Domingo Perón, que estaba exiliado luego de su derrocamiento en 1955 por parte de la Revolución Libertadora. Su jefe político era Enrique Manuel Mena.
En un reportaje de la revista Mayoría, publicado en enero de 1960, un dirigente uturunco daba a conocer los objetivos del grupo: “Nuestras banderas son la Soberanía Política, la Independencia Económica y la Justicia Social (…) Bajo la protección de esas banderas consustanciadas con la gloriosa enseña azul y blanca, que preside nuestros destinos, juramos vivir o morir por los siguientes objetivos: el retorno a la Patria del general Juan Perón y la devolución del cadáver de la protectora de los humildes Eva Perón; la rescisión de los contratos económicos financieros que afectan a la soberanía y dignidad nacional, especialmente los contratos petroleros y las entregas efectuadas con el patrimonio del país al Fondo Monetario Internacional y demás instituciones del imperialismo; la coexistencia armoniosa y próspera de una industria y comercio floreciente, una clase media y profesional progresista y una masa trabajadora dignificada y partícipe de la riqueza de la Nación. (…) una amplia y profunda reforma agraria, eliminando definitivamente en el país la gravitación de la funesta oligarquía terrateniente; el establecimiento de un sistema económico financiero que proteja a la industria y al comercio nacional, al borde ya de la quiebra, por los sistemas económicos liberales, entronizados en nuestra Patria desde septiembre de 1955″.
El rostro de Guillermina Cabrera Rojo, en Avenida del Libertador y Dorrego, en la ciudad de Buenos Aires
“A mi hermana la escondieron debajo de la cama, nunca contaron su historia”
“Mis papás y hermanos vivieron un tiempo en el Hospital Militar, mientras se recuperaban. Habían planeado instalarse en casa de mis abuelos, los padre de mi padre, pero el Ejército tenía otros planes: envió a mi papá a Italia, para sacarlo del medio. Allá nací yo”, cuenta Paulo.
Estuvieron 9 años en Europa. El mayor Cabrera sentía que el gobierno lo había abandonado. Recién regresaron en 1969.
-¿Recibían novedades de la investigación?
-Por información que tenía papá, pudieron ubicar a los sospechosos en el hecho. Ya ni recuerdo sus nombres... Los agarraron, fueron juzgados y fueron presos. Pero luego, en el gobierno de Illia, fueron indultados. Y los tipos volvieron a actuar en terrorismo. Después los volvieron a agarrar, no sé bien bajo qué circunstancias... Hasta que llegó Cámpora y volvió a indultarlos. Nosotros vivimos bajo amenaza durante muchos años. Recuerdo que, en distintas oportunidades, tuvimos que tomar todo tipo de precauciones. Llegamos a colocar colchones contra las ventanas por temor a otro atentado con explosivos. Como no teníamos custodia, amigos de mi papá se ofrecían para llevarnos al colegio. También hacían guardias de noche en nuestra casa. Nosotros les dábamos café, diarios… Yo he visto a mi mamá, en casa, con una ametralladora en la falda. No vivíamos con miedo, pero sí en estado de alerta. En casa, cada uno tenía su bolso preparado... Teníamos un protocolo de emergencia, sabíamos qué teníamos que hacer y a dónde teníamos que ir ante cualquier situación.
-¿Visita hoy a Gimy en el cementerio?
-Sí, sí. Sigo yendo. Quizás ahora menos porque vivo en Saladillo, pero sí. Y hemos hecho homenajes ahí, a los que ha ido gente de movimientos de izquierda a molestar.
-¿Qué reflexión hace del atentado, a 64 años del hecho?
-Es una herida que sigue abierta. Además, como no el asesinato de mi hermana no tuvo mayor trascendencia, es como si no hubiese existido. Algo que no pasó. Y no se le dio trascendencia por una cuestión política, porque todos los que estuvieron en el poder durante muchos años avalaron lo que estaba pasando. Cuando vienen estas fechas, se siente... A mi hermana la escondieron bajo la cama, nunca contaron su historia. Nadie publica su muerte. La primera nota que va a salir es la que me estás haciendo vos... El Estado tiene que reconocer lo que pasó. Quiero que lo que ocurrió figure en un lado. ¡Murió una chica de 3 años, inocente, que nada tiene que ver con nada! Y eso es lo que tiene el terrorismo: no le importa el resultado mientras cumpla su objetivo. Quiero que se reconozca que esto sucedió, que mi hermana fue víctima de la guerrilla, que es otra parte de la historia. Podemos pensar distinto, pero Gimy era una persona inocente, tenía 3 años, no llevaba ningún fusil... Quisiera que se declarase al 12 de marzo, la fecha de su asesinato, como el Día nacional de las víctimas del terrorismo subversivo.
La vicepresidente Victoria Villarruel (derecha), años antes de ser diputada, acompaña a los Cabrera Rojo en un acto llevado a cabo al lado de la pintura de Gimy


http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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