martes, 12 de marzo de 2024

LOS CONFLICTOS DEL MUNDO Y TEATRO GRIEGO


¿Un G-20 para la paz?
Federico Pinedo

Mientras millones de personas miran las noticias sobre guerras lejanas mezcladas con otras informaciones periódicas sobre las confrontaciones acaloradas de toda política interna y sobre cholulismo, allá afuera muchos movimientos se orientan hacia conflictos de proporciones devastadoras. En la vida, las palabras y los hechos se van retroalimentando. Y el lenguaje bélico está tomando proporciones muy preocupantes. Hay muchas fuerzas desatadas para la guerra y muy pocas trabajando para una paz sustentable, que permita a nuestros hijos vivir en un mundo de convivencia y posibilidades de progresar, familiar y colectivamente.
Rusia está casi oficialmente lanzada a un camino de confrontación militar en toda Europa o con toda Europa, mientras el presidente francés habla de poner tropas propias en Ucrania (para evitar la caída de Kiev) y el diario socialista español El País titula “Europa se prepara para la guerra”. En este contexto es que Trump hace sus discursos sobre un Estados Unidos aislacionista, ajeno al conflicto europeo (como lo era al comienzo de las dos guerras mundiales del siglo XX), mientras la administración demócrata intenta la disuasión en Ucrania y la búsqueda de paz en Medio Oriente en un acuerdo árabe-israelí. Países como Alemania e Italia asumen como responsabilidad propia la guerra en Ucrania. Documentos rusos de hace algunos años, tal vez deliberadamente publicados ahora, hablan de la necesidad de utilizar armas atómicas tácticas rápidamente, en caso de confrontación contra otra gran potencia. China se prepara para estar en posición de definir su situación en Taiwán (lo que podría afectar la comunicación del resto del mundo con el este de Asia, incluido Japón, por medio del Mar de China) y la India, aliado militar del viejo Occidente, se acaba de oponer en la Organización Mundial de Comercio a poner reglas generales al comercio global de alimentos.
En la reunión de cancilleres del G-20 en Río, hace unos días, el ministro ruso dejó en claro que, para ellos, había una confrontación global entre los Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, a los que se sumaron Irán y otros) y el G-7 (Estados Unidos, Canadá, Alemania, Francia, Italia, Reino Unido y Japón) y sostuvo que ganarían los primeros e impondrían su propio orden, sin que se sepa bien en qué consiste ese orden o desorden. Fue violentamente atacado por las ministras de Canadá, Alemania y Australia y sus posiciones fueron confrontadas por muchos otros, incluida la Argentina. El canciller ruso venía de reunirse con los jefes de Cuba, Nicaragua y Venezuela y de visitar a Lula. Bolivia fortalece permanentemente sus acuerdos con Irán y busca ingresar al Mercosur con apoyo de Brasil.
Las preguntas son, ¿quién trabaja para la paz? ¿Habrá paz si nadie trabaja para ella? ¿Todos debemos dejar que la masacre se produzca, pensando en un hipotético posicionamiento posterior?
El G-20 es el foro donde se pueden reunir todos los países principales –a pesar de sus serias diferencias– y ha sido bien utilizado cuando liquidó la crisis económica global de 2008 por medio de acciones coordinadas entre todos. Muchos países sostienen que no hay que politizar ese foro, para permitir que pueda seguir ocupándose de los problemas del conjunto, sin meterse en los conflictos de unos contra otros. El lugar para resolver las confrontaciones es el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, pero en ese ámbito cinco grandes potencias oponen su poder de veto y pueden empantanar cualquier diálogo.
Como no hay que cansarse de repetirlo, la alternativa a la confrontación es el diálogo, que significa razonar junto con el otro. pero, para que haya diálogo, se requieren sí o sí dos cosas: un objetivo común (sobre el cual se pueda razonar en conjunto) y buena fe. Sin eso, hay confrontación. Siempre las guerras terminaron en una conferencia de paz. Es mejor ir a la conferencia antes y no después de millones de muertos. ¿Quién trabaja para eso? El G-20 no decide, pero podría ayudar a tender a no volar puentes. ß
La alternativa a la confrontación es el diálogo, que significa razonar junto con el otro
Representante argentino ante el G-20

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El presidente Milei, el antagonista
Carolina Perin

Cuando alguien se opone al protagonista en un conflicto esencial, es un antagonista, y el Presidente encastra perfecto en esta definición, ya que ha ingresado en una sociedad que está en conflicto. Su aparición mediática en la vida pública lo ha llevado a escalar posiciones en su conocimiento, primero, en la vida nacional, y ahora, a ritmo apresurado, en la internacional.
Como en una carrera de velocidad sin postas, busca que su alineamiento sea lo suficientemente visible como para obtener ese respaldo que no lo haga dependiente de las observaciones de la que él califica como casta mediática local.
Su presencia en el Foro de Davos, su abrazo con el papa Francisco, su llanto en el Muro de los Lamentos, sus decisiones sobre trasladar la embajada argentina a Jerusalén, su vínculo con la colectividad y su aspiración a convertirse al judaísmo, su presencia en Washington, su abrazo con Donald Trump no hacen más que contribuir a su conocimiento internacional.
Su irreverencia frente a los consejos del que aspira a que sea su principal socio, Estados Unidos, lo hace mostrarse como el rebelde al que todos observan sin poder quitarle los ojos de encima.
La gente, ese grupo grande, heterogéneo y anónimo al que le habla en forma directa, de espaldas a las instituciones, como lo hizo el día de su asunción en el Congreso, lo sigue como en una saga televisiva, tal vez preguntándose: ¿con que aparecerá hoy?
Lo particular en la figura de Milei es su alternancia entre su llegada como antagonista y su presencia como protagonista de esta obra que es nuestra realidad nacional.
Hay días en que sus obligaciones lo llevan a ser protagonista de la historia. Como titular del Ejecutivo, debe serlo, pero hay otros en los que se corre de esa posición y como antagonista vitupera e insulta a todo lo que considera que obstruye la ejecución de su proyecto.
¿Cuál es la principal falta en esta trama nacional? La presencia de lo que en el teatro griego ejecutaba el deuteragonista, el segundo personaje principal.
Nuestro sistema hiperpresidencialista carece de esa flexibilidad que tienen los sistemas parlamentarios europeos y esa, como en el drama griego, es nuestra principal falencia, porque cuando el deuteragonista no está, todo el peso de las resoluciones cae en un único personaje.
Cuando observamos la debilidad que frente a las disidencias manifiesta nuestro Parlamento nos prede guntamos, en primer lugar, ¿por qué nos pasa esto? Y en segundo lugar, ¿se puede corregir?
Milei ha elegido conformar un gabinete de tritagonistas, es decir, con personalidades, personajes en el teatro griego, que no tienen trama propia, no participan de las luchas internas y cuando se revelan son eliminados de la historia.
Como un acercamiento a algunas conclusiones podríamos decir que lo único que puede equilibrar aquellas decisiones que puedan no ser apropiadas para la gente tomadas por el protagonista de esta trama son las que adopten aquellos capaces de usar los coturnos, que de acuerdo con su altura le daban relevancia a la historia y que les permitirá dejar de ser coro.
Desde esta estructura, el teatro griego ha dejado obras memorables. ¿Podremos nosotros?

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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