martes, 15 de mayo de 2018

IGNACIO EZCURRA; UN HÉROE ARGENTINO QUE MURIÓ EN VIETNAN


Emoción y recuerdos de la guerra en el homenaje a Ezcurra en Vietnam
Los hijos de Ignacio Ezcurra, Juan Ignacio y Encarnación, su nieta, Luisa Duggan, y la directora del Museo, Tran Xuan Thao, en el homenaje al periodista
Los hijos de Ignacio Ezcurra, Juan Ignacio y Encarnación, su nieta, Luisa Duggan, y la directora del Museo, Tran Xuan Thao, en el homenaje al periodista
HO CHI MINH.- Antes de llegar al tercer piso del Museo de los Restos de la Guerra de Vietnam, en Saigón, uno debió cruzar -como los círculos del infierno de Dante- un patio con helicópteros, tanques y aviones de caza, las salas donde describen el programa de desmonte de minas, los carteles de apoyo a las fuerzas del Norte que varios grupos pacifistas hicieron llegar desde países remotos, entre ellos la Argentina, una descripción de crueldades perpetradas por los ejércitos del Sur en asaltos y batallas, los daños y las deformaciones provocadas por el combustible napalm arrojado sobre campos y ciudades, y dibujos de niños que representan con colores primarios aviones tirando bombas o palomas de la paz.
Por fin se llega hasta la sala Requiem, que exhibe el trabajo de 133 fotógrafos muertos en la guerra. La muestra fue recopilada desde 1997 por los fotógrafos Horst Faas, un alemán que acreditado en Saigón durante el conflicto por la agencia UPI y que también colaboraba con las revistas Time y Life, y el inglés Tim Page, editor de AP en Vietnam por casi 10 años. Fue un libro, una exposición itinerante por varios países y finalmente recaló en el Museo.
Aun en el impacto de sus imágenes, es en ese espacio donde se recupera la respiración que quedó contenida dos pisos más abajo. Cada foto y testimonio refleja un momento en que la necesidad de contar la historia primó sobre la prudencia. Y con ese calidoscopio los estremecidos paseantes juzgan el conflicto y la humanidad que lo llevó a cabo.
Donación
En esa sala se emplazó una vitrina que contiene la Lettera 32 de Ignacio Ezcurra, mi padre, periodista argentino desaparecido hace 50 años, un libro que recoge parte de sus notas y fotografías, el carnet de periodista  y una reproducción parcial del último artículo, escrito el 8 de mayo.
Frente a los objetos se realizó un homenaje y un minuto de silencio donde participaron por el Gobierno argentino el embajador en Vietnam, Juan Valle Y el cónsul, Francisco Lobo. Por la parte vietnamita, Nguyen Van Manh, presidente de la la Unión de las organizaciones de amistad de ciudad de Ho Chi Minh, y el coronel Dinh Van Ruat, representante de la asociación de la ciudad acompañado por varios ex combatientes que se mantuvieron erguidos y en silencio. También estuvimos mi hermano Juan Ignacio Ezcurra, mi hija Luisa Duggan y yo por parte de la familia. La anfitriona fue la directora del Museo, Tran Xuan Thao, quien tomó la palabra con evidente emoción, inusual para quien lidia con el tema del museo en forma diaria y con oficio.
La vitrina con las pertenencias de Ezcurra que se exhibirán en el Museo de los Restos de la Guerra de Vietnam
La vitrina con las pertenencias de Ezcurra que se exhibirán en el Museo de los Restos de la Guerra de Vietnam
Más tarde, la misma Thao servía té a los visitantes. Habían llegado hasta allí, además de otros empleados de la embajada, media docena de argentinos residiendo en Ho Chi Minh. Sus fascinantes historias de progreso y vivencias sin fronteras, se entremezclaban con los recuerdos de las cicatrices de la guerra subyacente.
Recuerdos de la guerra
Thao, que tenía un mes cuando murió Ezcurra, los rememoraba, sin saña ni rencor. "Pensaba sólo agradecer en mi discurso, ya lo había escrito. Pero anoche leí los artículos periodísticos traducidos y volvieron a mí las imágenes de mi infancia, no como si hubieran sido hace 50 años si no ayer. Pensé en mis padres y mis hermanos", decía ya sin contener las lágrimas. Es el museo más visitado de Vietnam y todos los días llegan personas que fueron heridas o perdieron a alguien. La guerra no le sirve a nadie", dijo.
Después del acto también se entregaron dos DVD con las fotos en alta resolución del archivo de Ezcurra, que fueron donadas por la Biblioteca Nacional, custodia de ese material. Una carta de su director, Alberto Manguel, menciona una próxima muestra en Buenos Aires de una treintena de esas imágenes.
El encuentro terminó al mediodía y cada cual volvió a sus ocupaciones. El cielo se oscureció y resonaron los truenos, como sucederá a cada rato mientras dure la larga temporada de lluvia. Así que tomamos las cartas que nos enviaron los hermanos de Ignacio para su desaparecido destinatario, nos enfundamos en los ponchos plásticos que nos unifican con los millones de transeúntes en el hormigueo de la ciudad y partimos rumbo al barrio de Cholón.
Juan Ignacio y Encarnación, sus hijos
SUS HIJOS

O CHI MINH.- Cuando Ignacio Ezcurra , mi padre, llegó a Vietnam, en abril de 1968, había 647 periodistas acreditados en Saigón y la atención del mundo estaba en este país. Era el primer argentino y la ansiedad se revelaba en su primer despacho: "Las caras se estiran, serias, por la ventanilla, tratando de adivinar la costa baja de Vietnam. Un matrimonio de edad que va a visitar a su hijo soldado me pregunta si lo encontrarán bien. 'Por supuesto, señora'. En la distancia finalmente se dibuja un perfil de sombra".
Ayer, en el mismo lugar, Juan Ignacio Ezcurra, mi hermano, oteaba desde el aire la silueta de una ciudad muy diferente. Llegó a Ho Chi Minh, que como una burla a la afición de los estadounidenses a los acrónimos se anota como HCM City y se decora con banderas rojas, hoz y martillo, centros comerciales, el tráfico endiablado de autos, motos y ocho millones de habitantes, los imponentes edificios estatales, las aún más grandes moles corporativas.
A Juan Ignacio no le fue fácil tomar la decisión de venir, y sin la presión de familiares, amigos y la oración de un piadoso no habría subido a último momento a ese avión donde se nos unió en la travesía a mi hija Luisa Duggan, y a mí.
Ezcurra tenía 28 años cuando murió, durante su cobertura de la Guerra de Vietnam
Ezcurra tenía 28 años cuando murió, durante su cobertura de la Guerra de Vietnam 
Antes del acto

En unas horas se realizará un acto en el Museo de los Restos de la Guerra, donde seincorporará a Ignacio Ezcurra al listado de periodistas muertos durante la guerra. Allí nos encontrarán el embajador de la Argentina, Juan Valle, y el cónsul, Francisco Lobo, quienes realizaron las gestiones ante las autoridades del museo.
Estas recibirán para su exhibición la máquina de escribir Lettera que utilizaba Ezcurra, el carnet de periodista y una copia de Hasta Vietnam, el libro que reunió parte de sus trabajos. Además, se entregará la donación de la Biblioteca Nacional que guarda su archivo fotográfico, de dos DVD de las imágenes en alta resolución tomadas durante la cobertura.
Al aterrizar, cruzamos la ciudad y compartimos impresiones recogidas por la recorrida que precedió a este día, en la que madre e hija escudriñamos algunos rincones de esta geografía.
El carnet que será exhibido en el museo
El carnet que será exhibido en el museo
Le contamos que no es fácil encontrar las huellas de la guerra en un país que parece crecer sobre sus heridas, que no hemos visto ni un signo de hostilidad ni rencor, aunque los casos personales están a menos de una generación de distancia. Que entre los pliegues del apabullante progreso que cantan sus estadísticas y demuestran las monumentales obras que brotan como hongos sobrevive una economía básica. Que los hábitos del consumo llegaron antes que los de la democracia; que los niños practican inglés con los extranjeros y, una vez encendida, nada detiene la mecha de la curiosidad. Que la diversidad de creencias religiosas, mitos y supersticiones apabulla, pero todas mantienen en el pináculo a los ancestros. Que qué rara circunstancia a la que nos expone nuestro padre, en este homenaje en unas circunstancias y en un lugar tan ajenos.
Siguen nuestros comentarios hasta la entrada del museo, adonde entramos para conocerlo antes del acto. Llegamos hasta el tercer piso y nos detenemos en la sala donde está expuesto el trabajo de 133 fotógrafos muertos en la guerra. En unas horas a se incorporará Ignacio a ese pabellón.
Todavía estamos ahí cuando se oye un trueno y el cielo cae a plomo en un aguacero tan copioso que no distingue gotas, como un baldazo uniforme e infinito. "Empezó la temporada de lluvia", nos avisan. Ante nuestra consternación, agregan: "Es bueno, limpia el aire".

E. E.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.