Formas de perderse sin salir de casa
¿Puede uno perderse en un monoambiente de veinticinco metros cuadrados? En una época en que se debaten las nociones de encierro y liberación, los libros son una vía de escape posible: por primera vez en la historia, de manera simultánea en casi todo el mundo, pasear sin rumbo fijo estuvo prohibido (el desplazamiento solo pudo ser funcional) aunque para muchos intelectuales perderse, en un bosque espeso o una ciudad desconocida, es también una forma de pensar. No es casual que, mientras no nos movemos del sillón y exploramos las formas de la vida en el balcón, se publiquen dos libros sobre perder el rumbo, en sentido literal o metafórico: en pleno aislamiento, una literatura del salir o una oda al extravío.
En Tiempo sin lluvia , la conmovedora novela del galés Cynan Jones que acaba de salir acá, la que se pierde es una vaca.
Y el que sale a buscarla es Gareth, un granjero en plena crisis de los cuarenta, que deja en casa a una esposa con migrañas crónicas que esconden necesidades silenciosas, a un hijo adolescente que quiere huir de su destino rural y a una hija pequeña que conversa con criaturas imaginarias. "Solo tengo que seguir caminando", piensa Gareth durante la búsqueda de la vaca: "Podría irme. Simplemente podría irme". Como Conejo Angstrom, el inolvidable personaje de John Updike que inventó el cuento de ir a comprar cigarrillos como excusa para rajar, este granjero padece la angustia del encierro y el anhelo de la huida: necesita salir de la cuarentena familiar.
En Una guía sobre el arte de perderse , el ensayo autobiográfico de la estadounidense Rebecca Solnit que se traduce por primera vez al español, salir es más que una circunstancia física: para ella, la mente también es un paisaje. Desde Álvar Núñez Cabeza de Vaca y las expediciones extraviadas por el mundo nuevo hasta la extinción de la memoria familiar ("en mi familia las cosas se las ingenian para desaparecer", escribe Solnit) el arte de perderse va de la aventura corporal al desvío mental: el libro es un conjunto de textos conmovedores sobre los placeres y los terrores de andar con una brújula que a veces te deja con el traste mirando al norte.
Es posible navegar sin rumbo fijo en un mundo monitoreado por GPS. ¿Cómo será nuestro regreso a las naturalezas infranqueables o a las partes abandonadas de las ciudades? ¿Qué motivos guiarán nuestros pasos? ¿Cuáles recorridos haremos una vez que no tengamos que justificar nuestro destino? Hasta que volvamos a vagar sin rumbo, la pandemia nos deja una deriva inevitable: sin límites ni condiciones, todavía podemos perdernos en la lectura.
Es posible navegar sin rumbo fijo en un mundo monitoreado por GPS. ¿Cómo será nuestro regreso a las naturalezas infranqueables o a las partes abandonadas de las ciudades? ¿Qué motivos guiarán nuestros pasos? ¿Cuáles recorridos haremos una vez que no tengamos que justificar nuestro destino? Hasta que volvamos a vagar sin rumbo, la pandemia nos deja una deriva inevitable: sin límites ni condiciones, todavía podemos perdernos en la lectura.
LISTAMANÍA
Cinco libros sobre el arte de vagar y perderse
Caminar, de Henry David Thoreau. El genio detrás de Walden dictó esta obra en los últimos años de su vida y habla de la libertad, lo salvaje y la soledad
Libro de los pasajes, de Walter Benjamin. Apuntes y fragmentos filosóficos anotados durante una larga deriva del pensador alemán por las calles de París.
Filósofos de paseo, de Ramón del Castillo. Una crónica sobre el vínculo entre caminar al aire libre y pensar. ¿O acaso no es cierto que las ideas necesitan nuevos rumbos?
Wanderlust, de Rebecca Solnit. La escritora estadounidense recopila una historia del caminar desde la evolución anatómica humana hasta el diseño de las ciudades.
Andar, de Frédéric Gros. "¿Y si solo se pudiera pensar bien a través de los pies?", se pregunta el autor en un paseo intelectual junto a los grandes filósofos.
N. A.
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