domingo, 6 de septiembre de 2020

HISTORIA....NADA NUEVO...

8 cosas que nos parecen muy modernas, pero que ya hacían los romanos. Nada es nuevo.Gneo Alleo estuvo aquí“: los grafitis en la Roma clásica | Verne EL PAÍS

Nos consideramos herederos, al menos en parte, de los romanos. Fundaron muchas de nuestras ciudades, nuestra lengua procede del latín e incluso carreteras y autopistas se han construido sobre antiguas calzadas romanas.
Nos sentimos lejos de muchos aspectos de su cultura, como la esclavitud, guerras de conquista o las luchas de gladiadores, pero detrás de algunas de estas manifestaciones culturales hay paralelismos con muchas nuestras.
Los romanos de la República y el Imperio tenían actitudes y comportamientos muy similares a los actuales, por ejemplo:
1. Pintar grafitis.
Dejar mensajes en las paredes debió ser bastante habitual en las grandes ciudades, en Pompeya, una ciudad con 10.000 y 20.000 habitantes al quedar sepultada por la erupción del Vesubio en el año 79, llegaron hasta nosotros unos 11.000 grafitis escritos en sus muros, que esas pintadas fueran tan frecuentes, es uno de los indicadores de que amplias capas de la población tenían la capacidad de leer al menos algunas frases.
¿Qué escribían los romanos? Son textos muy cortos y mensajes directos, aparte de los “Satura estuvo aquí” y similares, hay mensajes de carácter amoroso y sexual, anuncios de vendedores de puestos y comercios, y eslóganes electorales. Otro grupo importante es el de la reproducción de versos conocidos, sobre todo de la Eneida. También había quejas contra timos, tales como "Pagarás por tus trucos, posadero. Nos vendes agua y te quedas el buen vino para ti" y tonterías como “Me admiro, pared, de que no te hayas derrumbado, teniendo que soportar tantas tonterías escritas sobre ti”.


2. Difundir noticias falsas.
Algunas de estas pintadas en las paredes de Pompeya eran comparables al muro de Facebook, ej., uno de estos grafiti aseguraba que “el gremio de los ladrones y de las prostitutas” apoyaba a un candidato a las elecciones locales. Quizás, como en la actualidad, muchas personas no se lo creyera, pero era una difamación o burla.
Nos han llegado muchas de las historias sobre los emperadores, como los excesos de Calígula, Nerón y Domiciano. En general, los emperadores asesinados eran demonizados tras su muerte. En cambio, los que lograban morir en la cama y organizar su sucesión, se les recordaba como generosos y devotos con Roma.
Domiciano, recordado como un tirano cruel, fue un emperador “muy eficiente, buen administrador, perfeccionista y recto”. Como muestra, las monedas de plata y oro de su reinado tenían un 99% de pureza, lo que significaba que las cuentas estaban saneadas, ya que cuando el tesoro tenía problemas la cantidad de plata en las monedas era reducida.
Ferruxadas: LAS ELECCIONES EN LA ÉPOCA DE LA REPÚBLICA ROMANA
3. Organizar campañas electorales.
Los romanos podían dedicarse a la carrera política y judicial, con cargos sometidos a elecciones, sobre todo durante la República, en el Imperio también hubo votaciones anuales de cargos locales, con la particularidad que se percibía sueldo, por lo que solo podían dedicarse a esta carrera los privilegiados.
De hecho, costaban dinero, porque los candidatos pagaban obras públicas, como la nueva pavimentación de una plaza, por ejemplo. Presentarse a las elecciones para cargos como pretor o cónsul incluía un nivel de generosidad que en ocasiones donde "no siempre era fácil de distinguir del soborno”, los políticos romanos contaban con recuperar lo invertido y algo más durante el ejercicio del cargo.
También se celebraba algo parecido a los mítines: las contiones, que se organizaban antes de las asambleas y en las que los candidatos intentaban atraer el voto de los ciudadanos con discursos y debates. Incluso había “pegada de carteles”, durante la campaña, los candidatos mandaban pintar eslóganes a su favor en las paredes de la ciudad. Estos trabajadores o seguidores salían por la noche en grupos que tenían diferentes tareas asignadas: uno de ellos blanqueaba la pared, otro delineaba las letras y un tercero sostenía una lámpara de aceite.
Gladiadores. Aquellos infames héroes del pueblo - Desperta Ferro
4. Admirar a deportistas famosos.
Los gladiadores y sobre todo los aurigas eran admirados por los aficionados a los juegos y a las carreras. El Circo Máximo, donde se celebraban las carreras de cuadrigas, podía acoger a unos 250.000 espectadores, en una ciudad de un millón de habitantes en el siglo I. algo que puede ser comparado con carreras a la Fórmula 1, tal fue el caso de Cayo Apuleyo Diocles, auriga lusitano cuya carrera deportiva quedó recogida en una lápida levantada por sus admiradores. Diocles se retiró habiendo acumulado una fortuna que, según algunos cálculos, le convertiría en el deportista mejor pagado de la historia.
Juvenal, el mismo que criticó lo del pan y circo, creía que los romanos admiraban demasiado a los gladiadores. Un poco como cuando alguien se queja de la atención que dedicamos a Ronaldo y a Messi. Escribe con desprecio en una de sus Sátiras acerca de Eppia, la mujer de un senador que tuvo un romance con un gladiador llamado Sergio. Este luchador tenía un brazo lesionado y la cara llena de cicatrices: “¡Pero era un gladiador! (...) Por esto lo prefirió a hermanos y marido: la espada es lo que les gusta”. A los gladiadores se los veía como personas diferentes e increíbles. Había hasta leyendas urbanas, como que su sangre era afrodisiaca.
Curiosidades: ocho actividades que parecen modernas pero que ya hacían los  romanos : : El Litoral - Noticias - Santa Fe - Argentina - ellitoral.com : :
5. Hacerse el snob con los vinos
. Mark Forsyth en su libro Una Borrachera Cósmica explica que los romanos fueron los primeros en preocuparse por la procedencia, la variedad y el año de la cosecha de los vinos, por ej. un cartel publicitario de una taberna en Herculano en el que aparecen varias jarras, cada una con un precio diferente según su calidad y antigüedad.
Uno de los mejor valorados era el del monte Falerno, cerca de la actual Nápoles, un vino blanco que se envejecía durante diez años. Y la cosecha más famosa era la del 121 antes de Cristo, el falerno opimiano, llamado así por Opimio, el cónsul de ese momento (las cosechas se marcaban con el nombre del cónsul, que cambiaba cada año). Se supone que lo bebieron Julio César (unos 60 años más tarde) y Calígula (160 años después). El poeta Marcial calificó a este vino de “inmortal”, pero difícilmente sería algo tragable tras tantas décadas. De hecho y como cuenta también Forsyth, muchos de los sellos para vinos antiguos eran probablemente falsos.

6. Quejarse del casero.
Los edificios de apartamentos llamados insulae o islas eran muy habituales en Roma. Según escribe Mary Beard en SPQR, eran “oportunidades de inversión atractivas para sus propietarios”. Cicerón, en una carta comentó que uno de sus edificios estaba a punto de desmoronarse y se habían ido “no sólo los inquilinos, sono también las ratas”. No lo escribía avergonzado, sino con sorna y superioridad.
En estos edificios, las viviendas menos cómodas y espaciosas estaban en los pisos de arriba, sin espacio para cocinar o lavar y lo que es peor, con una huida muy difícil en caso de incendio, que eran frecuentes.
En otra de sus sátiras, Juvenal escribe que la ciudad “en su mayor parte se apoya sobre una endeble viga; pues con ella el casero impide la caída y, una vez que ha cubierto la apertura de una vieja raja, nos aconseja que durmamos tranquilos ante el inminente derrumbe”.
El Palatino - La Guía de Roma - Actualizada 2020
7. Comprar comida callejera.
Los romanos acomodados podían cocinar y comer en casa; el resto y como se ha podido ver en el apartado anterior, lo tenía más difícil: en caso de querer algo que no fuera el equivalente a un bocadillo, había que visitar bares y tabernas.
Además de sentarse en estos establecimientos, en ciudades como Pompeya y Herculano aún quedan en pie termopolios establecimientos donde uno podía comprar comida preparada para llevar. Tenían un mostrador con agujeros en los que se colocaban los recipientes de barro con comida fría o caliente.
Al mediodía era habitual comer poco, rápido y por la calle si, por ej. uno no tenía tiempo para regresar a casa. La comida importante era la cena (a las cinco o seis de la tarde, o a las siete si se trataba de un banquete). Quien podía, por cierto, se echaba un meridiatum, es decir, una siesta.
Acta Diurna, el periódico de la antigua Roma | Historias de nuestra Historia
8. Leer el periódico.
Uno de los pequeños placeres de la vida moderna es salir a dar un paseo, comprar el diario y leerlo en el espacio público, pero hasta el siglo XVIII no hubieron diarios, pero los romanos tenían algo parecido a su disposición. Podían acercarse al foro, donde cada día se colgaba una copia del Acta diurna populi romani (los hechos diarios del pueblo de Roma).
En el Acta, que algunos mandaban copiar a mano para enviar y distribuir por todas las provincias, había propuestas de leyes, fragmentos de discursos y resúmenes de lo ocurrido en el senado. La decisión de colgar este diario fue de Julio César. No lo hizo para acercar las decisiones políticas al pueblo, su objetivo era mostrar cómo los senadores se oponían a sus políticas populistas, para contar con el apoyo de los ciudadanos y cimentar sus ambiciones para consolidarse como dictador.
Al cabo de unos años, el Acta empezó a incluir información al margen de la política, como funerales y divorcios, además de hechos curiosos que Plinio el Viejo recogería en su Historia Natural. Por ej., una historia que hoy en día sigue publicándose de vez en cuando, aunque con otros protagonistas, claro: un perro se negó a abandonar el cadáver de su amo, llegando a intentar rescatarlo cuando lo arrojaron al Tíber.
Además del Acta, también estaba el papel de los voceros o pregoneros (praeco). Eran empleados del Estado que informaban en el foro de las noticias del día y que también podían anunciar las horas, ejercían de relojes humanos.

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