miércoles, 28 de diciembre de 2022

CRISIS INSTITUCIONAL 3


Las dos caras de Wado: entre el diálogo con Larreta y el impulso a una rebelión contra la Justicia
De Pedro juega un doble rol en el conflicto por los fondos de coparticipación
Mariano SpezzapriaMassa junto a el ministro del Interior, De Pedro
Meses y meses de negociaciones, a puertas cerradas en las oficinas del Ministerio del Interior, forjaron un buen trato entre el delfín kirchnerista Eduardo de Pedro y el alcalde Horacio Rodríguez Larreta. La misma sintonía alcanzó con otros funcionarios porteños, con los que definió la porción del financiamiento nacional que debía tener la Policía de la Ciudad. Las conversaciones tuvieron lugar después de la hecatombe que había provocado Alberto Fernández, en plena pandemia en septiembre de 2020, al recortar los fondos de coparticipación al distrito federal. Pero Wado se mostraba comprensivo y dispuesto al diálogo político.
Esa cara amigable y seductora lució De Pedro en el último año y medio en ágapes del “círculo rojo”. El comentario solía repetirse en los encuentros a los que asisten empresarios de primera línea: “Hay un camporista con el que se puede hablar”. En ese ambiente se preguntaban hasta cuándo se extendería la “licencia” del ministro para adentrarse en lo que sus compañeros consideran, lisa y llanamente, las filas enemigas. Esa pregunta cobró vigor en las últimas horas, cuando se constató que el jefe de la cartera política fue uno de los que organizaron -en términos operativos y políticos- la rebelión de los gobernadores del PJ que le exigieron al Presidente que desconozca el fallo de la Corte Suprema de Justicia que restituyó fondos a la ciudad de Buenos Aires.
Esa cara menos amable de De Pedro, que comparó el fallo de la Corte con los golpes militares, se venía manifestando desde el fallo judicial que condenó a la vicepresidenta Cristina Kirchner a seis años de prisión e inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos. El ministro no solo rechazó la sentencia del tribunal y calificó a sus integrantes de “mafiosos”, sino que abonó la hipótesis de que existe un complot para “proscribir” a Cristina.
De Pedro ya había tenido una reacción intempestiva tras el atentado contra Cristina, el primero de septiembre. “No es un loco suelto ni es un hecho aislado: son tres toneladas de editoriales en diarios, televisión y radios dándoles lugar a los discursos violentos. Son los que sembraron un clima de odio y revancha”, aseguró.
Juego de roles
En charlas reservadas, De Pedro advierte que La Cámpora es “estigmatizada” por la oposición y los medios masivos para impugnar sus posturas políticas sin discutir las razones de fondo, aunque acepta matices con el estilo más cerrado de Máximo Kirchner y la vehemencia de Andrés “Cuervo” Larroque, dos figuras centrales de la organización. En el reparto de roles, a Wado le tocó el de convertirse en nexo con sectores a los que el kirchnerismo combatió en el pasado. No tuvo, ni tiene, una tarea sencilla porque los puentes estaban rotos.
El ministro del Interior, cuya relación con Alberto Fernández se enfrió notablemente desde su amague de renuncia tras la derrota oficialista en las PASO de 2021, predica insistentemente sobre la necesidad de alcanzar un acuerdo nacional a partir de una mesa a la que se sienten los “jugadores titulares” del poder político y económico. En público no lo dice, pero los nombres que baraja son los de la propia Cristina Kirchner, Mauricio Macri, Héctor Magnetto (Clarín) y Paolo Rocca (Techint), entre otros pocos. En esa lista no aparece el Presidente.
El ministro insiste en mostrarse como un distinto dentro del kirchnerismo. Este año encabezó delegaciones oficiales a los Estados Unidos e Israel, con cuyas embajadas tiene buen trato en Buenos Aires, y hace una semana participó de una charla antigrieta junto a dirigentes opositores como Facundo Manes y Martín Lousteau en Rosario.
Otros contactos y amistades de Wado son más sensibles para el mundillo kirchnerista. Por caso, la relación que mantiene desde su infancia en Mercedes con la familia judicial Mahiques, a la que la vicepresidenta acusa de participar en distintas instancias del supuesto lawfare en su contra. La cercanía de pago chico se hace extensiva a Gerónimo Ustarroz, representante del Poder Ejecutivo en el Consejo de la Magistratura y hermano de crianza de De Pedro.
En la coalición oficialista no faltan los que piensan que con De Pedro Cristina emula la estrategia -diseñada por ella misma- para cuya ejecución se reconcilió con Alberto Fernández en 2019. Esto es, incorporar a su entorno dirigentes con llegada a sectores que la rechazan, especialmente empresarios. Y ahora, tras el sorpresivo “renunciamiento” de la jefa del kirchnerismo a competir en las elecciones de 2023, el nombre de Wado surge como uno de los que podrían empuñar el famoso “bastón de mariscal”.
También lo mencionan como posible compañero de fórmula de otros dirigentes con más trayectoria, como el ministro de Economía Sergio Massa. Pero desde que trascendió que ambos podrían integrar la grilla presidencial del oficialismo, Wado tuvo algunos gestos ásperos con el tigrense. El último se registró ayer, cuando mandó a decir a sus voceros que el Departamento de Legales del Palacio de Hacienda debe tomar las decisiones en la aplicación del fallo de la Corte sobre los fondos de la ciudad de Buenos Aires. Sin embargo, la sentencia dice que los pagos debe realizarlos el Banco Nación.
A De Pedro no le sirve agitar mucho ese avispero: la presidenta del banco, Silvina Batakis, fue la autora del informe de la Secretaría de Provincias -bajo el ala del ministerio del Interior- en el que se basó Alberto Fernández para decidir el recorte de fondos a la ciudad de Buenos Aires. La fugaz ministra de Economía no tuvo que tomar, hasta ahora, un trago de su propia medicina porque el Gobierno optó por recusar a los jueces de la Corte. Pero tal vez deba hacerlo en el futuro.
Dentro del peronismo no son pocos los sindicalistas, gobernadores e intendentes que ven en la figura de De Pedro a un delegado personal de la vicepresidenta, lo que contradice la expectativa que el ministro del Interior había despertado en sectores empresarios. “Pienso que Cristina lo va a poner a Wado para controlar todo”, deslizó un integrante de la mesa chica de la CGT. Otros piensan que podría participar de unas PASO del Frente de Todos.
Las dos versiones de este funcionario de 46 años, que cuando entra a la Casa Rosada saluda al busto de Néstor Kirchner y cultiva relaciones con obispos católicos, forman parte de esa estrategia y representan dos caras de una misma moneda. De un lado, el rostro amigable con el “círculo rojo” y del otro, el discurso combativo que quiere escuchar la feligresía kirchnerista. El que dialoga con Rodríguez Larreta y el que se da media vuelta y arma -en línea con Cristina- una embestida de los gobernadores del PJ contra la ciudad de Buenos Aires.

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