miércoles, 27 de septiembre de 2023

LECTURA....HISTORIA Y MEMORIA


Federico Lorenz: “No hay discusión posible cuando se trata de dolor contra dolor”
En ¿De quién es el 24 de marzo?, Federico Lorenz vuelve sobre un tema no saldado que por estos días cobró nueva vigencia
Alejandra Conti
Hay una suerte de superficialidad en la forma de acercarse al pasado conflictivo, dice Lorenz
El anuncio de la publicación del libro ¿De quién es el 24 de Marzo?, de Federico Lorenz, se produjo casi al mismo tiempo de la convocatoria de la diputada de La Libertad Avanza Victoria Villarruel “por las víctimas del terrorismo” en la Legislatura porteña. El autor no pudo prever semejante timing, pero nada debería extrañar porque en esta Argentina pendular y polarizada hay diferencias que no se han saldado.
Lorenz, historiador, investigador, docente y escritor, uno de los mayores especialistas sobre la historia de las islas Malvinas y también sobre la dictadura militar, ofrece en este libro argumentos para un debate que nunca se termina, pero que desde hace un tiempo parece no encontrar los carriles para desenvolverse en forma civilizada y democrática.
“La idea tiene más de un año. Se trataba de reunir trabajos que mostraran mi producción sobre temas de historia y memoria. Ni por asomo me imaginaba el actual contexto, con lo cual se podría pensar que hay una especie de fuerza subterránea que hace que uno vaya haciendo las cosas”, explica sobre este proyecto, ahora concretado, de recopilar escritos publicados para cerrar algunos temas pero también para revalorizar otros sobre violencia política, la historia de la lucha sindical y las luchas por la memoria, la verdad y la justicia.
Los textos no fueron editados pero no han perdido actualidad. No es una buena noticia.
“Lo que me impresionó fue precisamente eso, que se mantuvieran vigentes. Con cierta negatividad y viendo el escenario actual podríamos decir que vivimos en el día de la marmota. Por otro lado, es algo intrínseco al trabajo con temas relacionados con la memoria. Las discusiones se reactualizan y tienen que ver en general con procesos políticos saldados violentamente o no saldados”, apunta.
Distintas lecturas
El libro, editado por SB, dedica la primera parte a analizar cómo se conmemoró el 24 de marzo desde su primer aniversario en 1977 hasta el año 2001. A esta última fecha Lorenz la destaca como “final abierto”. El relato describe cómo el eje de las conmemoraciones fue desplazándose de acuerdo con las coyunturas, con hitos como la división de los grupos de derechos humanos, unos más radicalizados que otros, desde los que aceptan las reglas de la convivencia democrática hasta aquellos que reivindican la acción armada de “la experiencia de los 70″. Lorenz destaca que “en las conmemoraciones, los organismos de derechos humanos evitaron algo que la política represiva intentó: aislarlos socialmente; que el pedido de justicia fuera solo de los familiares y su círculo más directo y de nadie más. Por el contrario, el reclamo social se volvió más amplio”.
Lorenz no coincide con quienes consideran que el kirchnerismo se apropió de esa fecha. “El componente de la movilización cada 24 es cada vez más diverso. Hay distintos colectivos, distintos actores sociales y también diversos motivos. No es lo mismo mi propia experiencia que las de mis estudiantes, en cuanto a los motivos para participar. Hay una cuestión de recambio generacional con las conmemoraciones. Tanto que a esta altura el peso simbólico de la fecha hace que tenga características de ritual”.
Inevitablemente el diálogo sobre el libro deriva hacia la noticia del día, el homenaje a las víctimas de la violencia guerrillera convocado por Villarruel. “Si vemos lo que sucedió con el acto en la Legislatura de la ciudad, hay una aparición de actores que reflotan temas que, por omisión de algunos y sobrerrepresentación de otros, nunca habían dejado de ser conflictivos. Esto no significa que uno como historiador aspire a una especie de síntesis. La historia es conflicto, pero cuando hay un repliegue sobre las propias posiciones, ese conflicto no se tramita y cada uno se refugia en su propia seguridad. Por eso a veces las discusiones se dan de tan mala manera, tan superficiales, a pesar de que se trata de cuestiones de vida y muerte”, señala.
–Esos actores argumentan que desde el poder se ha salvaguardado a un sector, incluso hasta romantizar el accionar de los grupos guerrilleros, y se ha dejado de lado a sus víctimas.
–El problema es que se mezclan los planos de análisis. No hay discusión posible cuando se trata de dolor contra dolor y muerte contra muerte. Cualquier muerte es una muerte política, en el sentido del análisis histórico. Es cierto que hubo una romantización de algunos actores de las organizaciones armadas. Si tuviera que explicarlo diría que obedece a dos cuestiones: una cierta falta de horizontes y proyectos que hace que se mire con más interés hacia el pasado, pero también es consecuencia de la superficialidad en la forma de acercarse a ese pasado. Si pensamos en la militancia revolucionaria, tenía objetivos políticos concretos, pero eso se discute mucho menos. De la misma manera, el énfasis en las violaciones a los derechos humanos durante la dictadura hace que se pierdan de vista los objetivos económicos de quienes sostuvieron el terrorismo de Estado. De alguna manera, lo que a mí me interesa proponer es que se discuta políticamente ese pasado.


Lorenz recurre a otro ejemplo: “No pensamos políticamente las muertes de la pandemia. Alguno podría llegar a pensar que son apolíticas, y no es así, porque han tenido que ver con políticas de Estado y con actitudes sociales. El problema entonces no es el conflicto, sino que no estamos dispuestos a escuchar y mucho menos a aceptar la otra posición. Esto socialmente es muy cansador y resulta en que ciertas memorias queden en manos de minorías muy intensas”.
–¿Cómo hacen quienes no son parte de esas minorías para participar de la discusión?
–Es difícil responder eso porque hay que revertir un rumbo que se agudizó desde 2008, durante el conflicto del gobierno con el campo, para acá. Incluso en 2004, cuando fue el acto de la recuperación simbólica de la ESMA, de algún modo ahí empezaron a dividirse algunas aguas. La legitimidad para hablar sobre el pasado ha estado sostenida en términos que tienen que ver con el vínculo biológico de cada uno. A la vez, hay cosas que ya no habría que discutir porque la Justicia hace tiempo las ha probado, como el terrorismo de Estado. Entonces vemos que se superponen planos. No es casual que Victoria Villarruel, alguien que reclama que se escuchen otras voces, haya elegido como blanco directo a una referente de los derechos humanos, como Estela de Carlotto.
En ese sentido, Lorenz es muy escéptico sobre la posibilidad de un acercamiento entre posiciones tan antagónicas. Sin embargo, para poner un toque optimista en este panorama, rescata que “hace poquísimo estábamos hablando de Argentina, 1985, la película, y el debate público mostraba un consenso social acerca de qué cosas no queremos volver a hacer, aunque sea en un plano muy general. Pero, ante la falta de proyectos políticos, un pasado tan intenso y conflictivo resulta muy funcional a la discusión política. ¿Cómo no se van a alejar de esto las nuevas generaciones? Si les estás hablando de cosas que no son significativas para ellos, no porque sean indiferentes sino porque no remiten a su problema del presente”.
Educación democrática
En capítulos que siguen a la historia del 24 de marzo, Lorenz escribe sobre la memoria de la Noche de los Lápices y también sobre Astarsa, el astillero naval en Tigre en el que fueron asesinados o desaparecidos treinta trabajadores. En el primer caso, para resaltar la importancia de la educación para poder interpretar lo que sucedió. En el segundo, para rescatar su trabajo sobre la experiencia de los trabajadores en relación con el terrorismo de Estado y la militancia política. “Como en los años 80 lo que se buscaba era señalar la barbarie del Estado, se construyó una imagen del desaparecido que no tenía que ver con el desaparecido obrero. A la vez, era una forma de poner en un segundo plano los efectos económicos de la represión, que a mí me parece que sería muy interesante discutir”.
Su preocupación central respecto de estos temas se refiere al peligro que nos amenaza como sociedad: “Si los argentinos desde 1983 decidimos construir nuestra democracia sobre la base de un ajuste del pasado a través de la Justicia, ese debería ser un eje transversal respetado por todos los gobiernos, del signo que sean. Lo más peligroso de todo es lo rapidísimo que estamos desandando ese camino”.

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