viernes, 1 de septiembre de 2023

LO QUE SUENA


Discos El lanzamiento del recital de Miguel Mateos en el Teatro Colón abre una faceta del artista como crooner de sus propios éxitos.
Mauro Apicella
Un disco con orquesta grabado en el Teatro Colón
El álbum grabado en vivo en el Teatro Colón que acaba de publicar Miguel Mateos es una especie de rama que se abre de otro proyecto de ópera rock que viene masticando desde hace años y que, durante la pandemia, a falta de shows en vivo, se dedicó a trabajar a puertas cerradas, en su estudio. La idea se diversificó y la orquesta llegó a sus grandes éxitos. Este concierto, celebrado en febrero de 2022, fue durante un rebrote del Covid-19. Por eso en la sala del gran coliseo argentino de la lírica había una mayoría de público con barbijos. Claro que eso no privó a la gente de disfrutar buena parte del concierto de pie como si no hubiera virus, como si no estuviera en una sala lírica.
La respuesta de ese público, que también se dedicó a hacer palmas en muchos de los temas, fue una consecuencia directa de la propuesta que Mateos subió al escenario. Cuando se trabaja un repertorio de pop y rock con orquesta hay, al menos, tres caminos por tomar. Prescindir de una banda para que todo “suene a” orquesta (los episodios sinfónicos de Cerati, por ejemplo); trabajar fuertemente con la orquesta y amalgamarse con el solista (por caso, el trabajo de Gerardo Gandini para las canciones y, sobre todo, el piano de Fito Páez), o el formato más habitual, que es el de hacer sonar a la banda y subirle sobre sus espaldas una orquesta. Este último es el de Miguel Mateos Sinfónico.
Como suele suceder en este tipo de elecciones, la orquesta queda detrás del grupo (los rockers son muchos menos en cantidad de instrumentistas, pero suenan más fuerte), y en este caso es lógico porque la actitud sobre el escenario fue la de un concierto de rock y pop, y la arenga que se hizo al público fue absolutamente correspondida en ese mismo tono. Sin embargo, una de las singularidades fue que el director Gerardo Gardelín ha encontrado los recovecos para el lucimiento orquestal, ya fuera en las pinceladas “sinfónicas” que se suelen dar en este tipo de tratamientos, como en otros detalles que van mucho más allá del mero acompañamiento.
Probablemente el trabajo en la orquestación haya sido conjunto con Mateos o bien Gardelín supo interpretar con mucha precisión los deseos sonoros del autor de “Tirá para arriba”. Hay recursos que pueden ser del soundtrack cinematográfico y que seguramente salieron de la inventiva de Mateos y fueron buenas traducciones del orquestador. En ese sentido, ha sido una labor criteriosa y certera.
El tema que se eligió para la apertura del concierto en el Colón, y también para el disco, “En la cocina, huevos”, seguramente sea el ejemplo que mejor resume todo esto. Una intro a modo de brevísima obertura, pizzicati de la cuerda y los contratemas del concertino, el vértigo que provoca el “timpani” y la banda que arremete con sus riffs de guitarra. Sobre eso, un tema muy Mateos, con estribillo pegadizo, ironía y bajada de línea. “Si pasan música nacional, no es que se hayan dado cuenta...”. Luego, estos elementos se podrán encontrar en las siguientes trece canciones del álbum, que son superhits de su carrera, especialmente de los ochenta y noventa, con fuerte presencia del Zas de Rockas Vivas y de su etapa posterior, en solitario. “Perdiendo el control”, “Un gato en la ciudad”, “Mundo feliz”, “Tirá para arriba”, y también “Obsesión”, “Cuando seas grande”, “Si tuviéramos alas”, entre otros.
En general, el concierto fue “bien arriba”, excepto por algunas baladas. Y también (volvamos a decir: en general), excepto por “Ambrosía”, donde los cambios a falsete no fueron de lo más logrado, sobresale en todo el álbum el trabajo vocal de Mateos. Porque fue un concierto de rock de principio a fin y usó todos los yeites de cuando tenía 25 o 30 años (su manera de pronunciar la “T”, los staccati de las palabras). También estuvo el desborde casi lógico de final de show con “Tirá para arriba”, una orquestación efectista y un público enloquecido. Pero, además de todo aquello, este registro es prueba de una voz madurada con el paso de las décadas y de la experiencia, sin sentir, justamente, un notorio paso de los años. La nitidez vocal excedente a la de cualquier concierto del rock. El caudal de la voz de pecho es fluido y con posibilidad de detalle al haber una consciencia clara de que hay una orquesta sinfónica detrás. Ese cuidado del detalle y la fluidez del fiato convirtieron a Mateos en una especie de crooner de sus propios grandes éxitos.

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