Chats en shock. Se convirtieron en foros políticos y explotan de mensajes
Desde la misma noche de la elección presidencial, el ida y vuelta sobre qué hacer en el balotaje marca el ritmo vincular de familias, amigos y conocidos; coincidente estado de preocupación
Texto Soledad Vallejos | Ilustración Ariel Escalante
Votaste? –Sí. –Pato? –No. Massa presidente, diputados Bregman y Macri en la Ciudad.
–Me estás jodiendo que votaste a Massa? En serio?
–La que parece joda sos vos que votaste a Milei !!!!!!
–No entiendo tu voto proinflación hermana. Solo espero que Pato le haga la gamba a Milei ahora porque si no estamos muertos...
El chat estaba tenso, y el mensaje fue premonitorio. Pero una de las partes decidió dar por terminada la charla para que no levantara más temperatura. El domingo pasado, cuando los resultados provisorios de las elecciones generales comenzaron a difundirse, los intercambios por Whatsapp entre familiares, colegas y amigos también hicieron lo propio.
El de Francisca Biso con su hermana, una porteña que trabaja como administradora de alquileres temporarios, tiene 56 años y se mudó hace poco a Lanús, fue el primero de una seguidilla de mensajes de textos, audios, videos, entrevistas editadas y memes que se multiplicaron en su teléfono celular durante los últimos días, y que funcionan como un termómetro social de la reacción que tuvo la gente ante el escenario político actual, con la sorpresiva diferencia que sacó Sergio Massa, el candidato de Unión por la Patria, para pelear la presidencia frente a Javier Milei (La Libertad Avanza) en el balotaje del próximo 19 de noviembre.
Eran casi las 23 del martes pasado cuando el teléfono de José Carella empezó a sonar como un grillo en celo. El chat Familia estaba siendo bombardeado con pips cortos, largos y en distintos intervalos de tiempo. ¿Qué pasó?, le preguntó su mujer, mientras José se zambullía en su teléfono y leía en voz alta uno de los tantos mensajes del grupo, esta vez el de Tito, su cuñado: “Creo que como nunca importa el voto de la gente. Hay una cantidad muy importante de votantes de Bullrich que deberán decidir ahora qué hacen. La sociedad deberá elegir si quiere más de lo mismo y le cree al mentiroso, o apuesta por algo diferente y juega su ficha a un tipo que representa una esperanza riesgosa”. Carella continuó leyendo las respuestas a Tito, pero su mujer ya no lo escuchaba. “Me tienen harta”, dijo, y dio por cerrada la noche.
Para Damián Fernández Pedemonte, director de la Escuela de Posgrados en Comunicación de la Universidad Austral, la conversación recurrente en torno de las elecciones tanto en las redes sociales como en los grupos de Whatsapp forma parte de una especie de conmoción, de shock, sobre todo en los primeros momentos luego de haberse conocido los resultados de la primera vuelta.
“En mi opinión, está en gran parte relacionado con una cierta construcción que hubo desde los medios de comunicación, los encuestadores y los equipos de campaña, que llevó primero a subestimar las posibilidades de Milei en las PASO y luego en las elecciones generales a sobrevalorarlas, alentando incluso la chance de que pudiera ganar en primera vuelta”, expone Pedemonte.
Había una época, recuerda Martín Wainstein, director de la carrera de Psicología Clínica Sistemática de la Universidad de Buenos Aires (UBA), donde las discusiones acaloradas en época de elecciones se daban como un “corrillo callejero” en la calle Florida. “La peatonal estaba inundada de gente que discutía acaloradamente, y lo hacía cara a cara. La regla era, digamos, no llegar a las manos, no transformar totalmente en personal algo que debiera ser una discusión de contenido político y argumentos firmes”, recuerda Wainstein, y asegura que con el paso del tiempo todo eso se fue disolviendo.
“De la misma manera que se fueron disolviendo los actos políticos, que son el aspecto fundamental que define la marcha de la vida política. De hecho, la mayor parte de la inversión y el esfuerzo hoy está puesta en las redes sociales. Yo diría que en el siglo XXI el gran cambio que ocurre es tecnológico, y ahí viene un tema clave: el celular –señala Wainstein–. Las redes sociales son resultado de la existencia del celular, esto quiere decir que el individuo ya no es opinión pública, no es parte de un corrillo cara a cara. La persona está online y es un agente, productor, editor y receptor de información a nivel planetario, y además es alguien que ingresa a través de las redes a ciertas tribus que se manejan con ciertos algoritmos que seleccionan y organizan, pero en forma impersonal”.
Andrés, que pide reserva de su apellido, estudia farmacia y vive solo, en Flores. Antes, durante y después de las elecciones generales, su principal interlocutor fue su amigo Matías, con quien se conoce desde la época del secundario y es el más activo del grupo en temas relacionados con la política. “Me imagino que el 19 vas por el león, no? Jajaja”, disparó Andrés por mensaje privado. “Voto en blanco”, respondió Matías, a lo que su amigo criticó con vehemencia. “No sirve esta vez, hay que tratar de que este traidor no gane”. Pero Matías no cede en su postura y, algo cansado de tener que responder a las arremetidas de su amigo, concluye: “Para mí Milei es igual a Massa. Ellos también tienen a todos los delincuentes, empezando por Marra”.
Cómo están implicados el celular y las redes sociales en la construcción social de la cultura y la subjetividad”, cuestiona Wainstein. “El individuo de la red social actual se informa y genera información en forma sistemática y rápida, a una velocidad enorme, pero en la más absoluta soledad. Esto favorece no solo la soledad, sino también el anonimato, y la consecuencia es el incremento de la tensión y la violencia –enlaza el psicólogo–. Desaparece la regla del respeto cara a cara y el poder de la palabra deja de tener limitaciones sociales”.
“Una pérdida de límites que es propia del anonimato. O sea, uno puede decir lo que quiere, por eso se habla de la red social como una cloaca del lenguaje. Algo así como lo que sucede en la pared de un baño público: se escribe para otros casi en abstracto, porque uno no sabe con quién interactúa y nadie sabe quién es quién”, añade.
Esta situación, refuerza Wainstein, favorece no solo el uso de las redes sociales como elemento de descarga, sino que, además, crea la expectativa de que se puede tener cierta influencia sobre los demás.
Eso mismo, influir sobre el voto ajeno, es lo que agita las aguas virtuales de los grupos de Whatsapp por estos días. Pero para eso no hace falta juntarse ni hacer asados. La fuerza del chat ya no se subestima y para muchos militantes se convirtió en una poderosa herramienta social que se utiliza para lograr torcer el rumbo de una parte del electorado. La lucha del “mensajito de texto” por influir sobre la elección de la gente de cara al balotaje se volvió una fuerza colectiva que irrumpió en la escena política con más empuje que ningún otro actor.
De hecho, según datos que aporta Wainstein, el celular ocupa casi el 80% de las interacciones humanas, lo que deja muy poco tiempo durante el día para la interacción interpersonal, ya sea de manera superficial o profunda. Hay, según el experto, noviazgos telefónicos, matrimonios telefónicos y familias telefónicas. “La familia misma se ha transformado en un grupo de Whatsapp en tiempo y espacio, sin saber aún cuáles serán las consecuencias finales. Aunque a modo de apéndice ya se registra un colapso a nivel mundial de la consulta psiquiátrica y psicológica”, dice.
Para Juan Eduardo Tesone, médico psiquiatra de la Universidad de París XII, los chats funcionan hoy como una caja de resonancia de las inquietudes, preocupaciones e incertidumbre que tiene la sociedad. “Muchos de esos mensajes, además, no responden solo a una inquietud personal, sino que forman parte de una lógica partidaria que va más allá de la opinión personal”, dice el especialista, que también es miembro titular de Asociación Psicoanalítica Argentina.
“Me parece que la posibilidad de que cada uno se manifieste y que intente persuadir al otro de las ventajas de votar a uno u otro candidato también es una expresión democrática. Pero más allá de la adhesión partidaria está el respeto hacia el otro, siempre. Podrán circular miles de chats por estos días, pero es el ciudadano, con alma y conciencia, el que decidirá el próximo 19 de noviembre en el cuarto oscuro”, argumenta.
En otros tiempos, las discusiones acaloradas en épocas de elecciones se daban como un “corrillo callejero” en la calle Florida
Hoy, los chats son la caja de resonancia de las inquietudes, preocupaciones e incertidumbres que tiene la sociedad
Votaste? –Sí. –Pato? –No. Massa presidente, diputados Bregman y Macri en la Ciudad.
–Me estás jodiendo que votaste a Massa? En serio?
–La que parece joda sos vos que votaste a Milei !!!!!!
–No entiendo tu voto proinflación hermana. Solo espero que Pato le haga la gamba a Milei ahora porque si no estamos muertos...
El chat estaba tenso, y el mensaje fue premonitorio. Pero una de las partes decidió dar por terminada la charla para que no levantara más temperatura. El domingo pasado, cuando los resultados provisorios de las elecciones generales comenzaron a difundirse, los intercambios por Whatsapp entre familiares, colegas y amigos también hicieron lo propio.
El de Francisca Biso con su hermana, una porteña que trabaja como administradora de alquileres temporarios, tiene 56 años y se mudó hace poco a Lanús, fue el primero de una seguidilla de mensajes de textos, audios, videos, entrevistas editadas y memes que se multiplicaron en su teléfono celular durante los últimos días, y que funcionan como un termómetro social de la reacción que tuvo la gente ante el escenario político actual, con la sorpresiva diferencia que sacó Sergio Massa, el candidato de Unión por la Patria, para pelear la presidencia frente a Javier Milei (La Libertad Avanza) en el balotaje del próximo 19 de noviembre.
Eran casi las 23 del martes pasado cuando el teléfono de José Carella empezó a sonar como un grillo en celo. El chat Familia estaba siendo bombardeado con pips cortos, largos y en distintos intervalos de tiempo. ¿Qué pasó?, le preguntó su mujer, mientras José se zambullía en su teléfono y leía en voz alta uno de los tantos mensajes del grupo, esta vez el de Tito, su cuñado: “Creo que como nunca importa el voto de la gente. Hay una cantidad muy importante de votantes de Bullrich que deberán decidir ahora qué hacen. La sociedad deberá elegir si quiere más de lo mismo y le cree al mentiroso, o apuesta por algo diferente y juega su ficha a un tipo que representa una esperanza riesgosa”. Carella continuó leyendo las respuestas a Tito, pero su mujer ya no lo escuchaba. “Me tienen harta”, dijo, y dio por cerrada la noche.
Para Damián Fernández Pedemonte, director de la Escuela de Posgrados en Comunicación de la Universidad Austral, la conversación recurrente en torno de las elecciones tanto en las redes sociales como en los grupos de Whatsapp forma parte de una especie de conmoción, de shock, sobre todo en los primeros momentos luego de haberse conocido los resultados de la primera vuelta.
“En mi opinión, está en gran parte relacionado con una cierta construcción que hubo desde los medios de comunicación, los encuestadores y los equipos de campaña, que llevó primero a subestimar las posibilidades de Milei en las PASO y luego en las elecciones generales a sobrevalorarlas, alentando incluso la chance de que pudiera ganar en primera vuelta”, expone Pedemonte.
Había una época, recuerda Martín Wainstein, director de la carrera de Psicología Clínica Sistemática de la Universidad de Buenos Aires (UBA), donde las discusiones acaloradas en época de elecciones se daban como un “corrillo callejero” en la calle Florida. “La peatonal estaba inundada de gente que discutía acaloradamente, y lo hacía cara a cara. La regla era, digamos, no llegar a las manos, no transformar totalmente en personal algo que debiera ser una discusión de contenido político y argumentos firmes”, recuerda Wainstein, y asegura que con el paso del tiempo todo eso se fue disolviendo.
“De la misma manera que se fueron disolviendo los actos políticos, que son el aspecto fundamental que define la marcha de la vida política. De hecho, la mayor parte de la inversión y el esfuerzo hoy está puesta en las redes sociales. Yo diría que en el siglo XXI el gran cambio que ocurre es tecnológico, y ahí viene un tema clave: el celular –señala Wainstein–. Las redes sociales son resultado de la existencia del celular, esto quiere decir que el individuo ya no es opinión pública, no es parte de un corrillo cara a cara. La persona está online y es un agente, productor, editor y receptor de información a nivel planetario, y además es alguien que ingresa a través de las redes a ciertas tribus que se manejan con ciertos algoritmos que seleccionan y organizan, pero en forma impersonal”.
Andrés, que pide reserva de su apellido, estudia farmacia y vive solo, en Flores. Antes, durante y después de las elecciones generales, su principal interlocutor fue su amigo Matías, con quien se conoce desde la época del secundario y es el más activo del grupo en temas relacionados con la política. “Me imagino que el 19 vas por el león, no? Jajaja”, disparó Andrés por mensaje privado. “Voto en blanco”, respondió Matías, a lo que su amigo criticó con vehemencia. “No sirve esta vez, hay que tratar de que este traidor no gane”. Pero Matías no cede en su postura y, algo cansado de tener que responder a las arremetidas de su amigo, concluye: “Para mí Milei es igual a Massa. Ellos también tienen a todos los delincuentes, empezando por Marra”.
Cómo están implicados el celular y las redes sociales en la construcción social de la cultura y la subjetividad”, cuestiona Wainstein. “El individuo de la red social actual se informa y genera información en forma sistemática y rápida, a una velocidad enorme, pero en la más absoluta soledad. Esto favorece no solo la soledad, sino también el anonimato, y la consecuencia es el incremento de la tensión y la violencia –enlaza el psicólogo–. Desaparece la regla del respeto cara a cara y el poder de la palabra deja de tener limitaciones sociales”.
“Una pérdida de límites que es propia del anonimato. O sea, uno puede decir lo que quiere, por eso se habla de la red social como una cloaca del lenguaje. Algo así como lo que sucede en la pared de un baño público: se escribe para otros casi en abstracto, porque uno no sabe con quién interactúa y nadie sabe quién es quién”, añade.
Esta situación, refuerza Wainstein, favorece no solo el uso de las redes sociales como elemento de descarga, sino que, además, crea la expectativa de que se puede tener cierta influencia sobre los demás.
Eso mismo, influir sobre el voto ajeno, es lo que agita las aguas virtuales de los grupos de Whatsapp por estos días. Pero para eso no hace falta juntarse ni hacer asados. La fuerza del chat ya no se subestima y para muchos militantes se convirtió en una poderosa herramienta social que se utiliza para lograr torcer el rumbo de una parte del electorado. La lucha del “mensajito de texto” por influir sobre la elección de la gente de cara al balotaje se volvió una fuerza colectiva que irrumpió en la escena política con más empuje que ningún otro actor.
De hecho, según datos que aporta Wainstein, el celular ocupa casi el 80% de las interacciones humanas, lo que deja muy poco tiempo durante el día para la interacción interpersonal, ya sea de manera superficial o profunda. Hay, según el experto, noviazgos telefónicos, matrimonios telefónicos y familias telefónicas. “La familia misma se ha transformado en un grupo de Whatsapp en tiempo y espacio, sin saber aún cuáles serán las consecuencias finales. Aunque a modo de apéndice ya se registra un colapso a nivel mundial de la consulta psiquiátrica y psicológica”, dice.
Para Juan Eduardo Tesone, médico psiquiatra de la Universidad de París XII, los chats funcionan hoy como una caja de resonancia de las inquietudes, preocupaciones e incertidumbre que tiene la sociedad. “Muchos de esos mensajes, además, no responden solo a una inquietud personal, sino que forman parte de una lógica partidaria que va más allá de la opinión personal”, dice el especialista, que también es miembro titular de Asociación Psicoanalítica Argentina.
“Me parece que la posibilidad de que cada uno se manifieste y que intente persuadir al otro de las ventajas de votar a uno u otro candidato también es una expresión democrática. Pero más allá de la adhesión partidaria está el respeto hacia el otro, siempre. Podrán circular miles de chats por estos días, pero es el ciudadano, con alma y conciencia, el que decidirá el próximo 19 de noviembre en el cuarto oscuro”, argumenta.
En otros tiempos, las discusiones acaloradas en épocas de elecciones se daban como un “corrillo callejero” en la calle Florida
Hoy, los chats son la caja de resonancia de las inquietudes, preocupaciones e incertidumbres que tiene la sociedad
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