lunes, 30 de octubre de 2023

DIOS PROTEJA A ISRAEL Y LE DE LA PAZ




Israel lanzó una nueva fase de la guerra: dijo que será “larga y difícil”
El Ejército endureció las incursiones terrestres en el norte de Gaza, mientras continuaban los bombardeos contra objetivos del grupo terrorista en el enclave; Netanyahu afirmó que los soldados israelíes luchan “dentro de la franja”
Captura de video Ilan assayag/apUn vehículo militar israelí dispara en la Franja de Gaza
JERUSALÉN (AP).– En una dramática escalada en Medio Oriente, Israel anunció ayer que entró en una “nueva fase” de la guerra contra Hamas en Gaza, al endurecer la ofensiva terrestre con el envío de tanques e infantería. “Nuestros soldados están luchando dentro de la franja. La operación será larga y difícil, y será nuestra segunda guerra de independencia”, afirmó el premier Benjamin Netanyahu. En tanto, el grupo terrorista le propuso al gobierno israelí liberar a los rehenes, entre ellos 21 argentinos, a cambio de los presos palestinos en Israel.
JERUSALÉN.– Israel anunció ayer que entró en una “nueva fase” de la guerra con el grupo terrorista Hamas en la Franja de Gaza al endurecer su ofensiva terrestre con el envío de tanques e infantería, en una ofensiva que, según anticipó el primer ministro Benjamin Netanyahu, será “larga y difícil”.
“Nuestros soldados están luchando y están dentro de la Franja. Es una batalla del bien contra el mal. La guerra dentro de Gaza será larga y difícil, será nuestra segunda guerra de independencia, queremos devolver a los asesinos lo que hicieron”, dijo Netanyahu en la primera conferencia de prensa tres semanas después del ataque del 7 de octubre.
“Debemos derrotar a Hamas porque ese desafío es un desafío existencial para nosotros”, añadió. Y disparó contra uno de los mayores enemigos de Israel, el régimen iraní. “Irán apoya a Hamas. Creo que 90% del presupuesto militar de Hamas procede de Irán. Lo financia, lo organiza y lo guía”, sentenció Netanyahu, que además definió los dos objetivos de la guerra: derrotar a Hamas y rescatar a los rehenes.
Mientras el Ejército continúa presionando a los habitantes de la zona para que se desplacen hacia el sur, las fuerzas de combate israelíes combinadas, compuestas por vehículos blindados, ingenieros e infantería, operan con el objetivo de eliminar cualquier resistencia, demoler los sitios de lanzamiento de misiles antitanques y morteros, así como neutralizar en la medida de lo posible la red de túneles de Hamas y privar al enclave de cualquier cobertura de Internet para impedir las comunicaciones.
Israel acumula tropas en la frontera desde la incursión de Hamas en el sur del país. Hasta ahora, las tropas habían realizado breves incursiones terrestres nocturnas antes de regresar a sus puestos.
El ministro de Defensa, Yoav Gallant, dijo que la guerra entró en una “nueva fase” y aseguró que “el suelo tembló” por la potencia del último ataque nocturno. “El suelo tembló en Gaza. Atacamos por arriba y bajo tierra. Las instrucciones a las fuerzas son claras. La campaña continuará hasta nuevo aviso”, advirtió.
El objetivo de la acción, según fuentes calificadas que siguen la evolución del conflicto, sería doble: ocupar una zona “protegida” de al menos dos kilómetros desde donde lanzar una invasión más profunda y presionar a las distintas milicias para obligarlas a negociar la liberación de los rehenes.
Los líderes de Hamas propusieron al respecto un intercambio entre los rehenes y prisioneros palestinos en cárceles israelíes
Hamas ofreció una versión diferente sobre el alcance de las operaciones israelíes, señalando que sus milicianos lograron frenar la ofensiva israelí y que le causaron “pérdidas masivas” al enemigo. “La vacilación de Israel ante la invasión terrestre de Gaza demuestra un estado de confusión y de miedo. La resistencia está dispuesta a la confrontación”, dijo un alto dirigente de Hamas, Izzat al-reshek.
Los ataques aéreos, entre tanto, destruyeron desde el comienzo del conflicto cientos de edificios y “cambiaron el paisaje” del norte de Gaza, según denunciaron los servicios de protección civil del enclave.
El asediado territorio de 362 km2, donde viven 2,4 millones de habitantes, está prácticamente aislado por el corte de la mayoría de las comunicaciones.
El Ejército israelí advirtió que considera toda la zona de Ciudad de Gaza como un “campo de batalla” e instó a la población a “evacuar de inmediato” hacia el sur. Pero los ataques alcanzan a todo el territorio.
“El hedor de la muerte está por todas partes, en todos los barrios, en todas las calles y en todas las casas”, declaró Raed al-astal, un médico en Khan Younis, en el sur.
En el norte de la franja, Israel señaló que había golpeado “150 objetivos subterráneos”. Según las autoridades de Defensa israelíes, Hamas dirige sus operaciones a desde una gigantesca red de túneles.
Cuestionamientos
La ONU dijo esta semana que los bombardeos contra zonas densamente pobladas y el bloqueo de Gaza constituyen crímenes de guerra, y cuestionó que el Ejército israelí haya pedido a la población gazatí que abandone ciertas zonas mientras mantiene un férreo bloqueo que impide no solo la entrada de suministros en el enclave, sino también la huida de la población.
En la conferencia de prensa de ayer, Netanyahu defendió al Ejército de las acusaciones de crímenes de guerra. “Los que acusan a las FDI [Fuerzas de Defensa de Israel] de crímenes de guerra son unos hipócritas”, señaló, y acusó a su vez a Hamas de ser quien comete esos crímenes por usar a civiles como escudos humanos y quedarse con combustible que debía se utilizado como suministro de energía de los hospitales.
La presión de Israel –donde continuaron lloviendo cohetes desde Gaza– hacia la Franja ha visto un aumento no solo de las incursiones, sino también de los ataques selectivos contra líderes de Hamas.
Hace tres días mató en un bombardeo al “número dos” de la Dirección de Inteligencia del grupo, Shadi Barud, a quien Israel consideraba coautor intelectual de los ataques.
Ayer fue el turno de Ezzam Abu Raffa, otro de los artífices de la incursión del 7 de octubre, responsable del sistema de misiles antitanques, drones, vigilancia aérea, parapentes y toda la defensa aérea. También murió Ratib Abu Tzahiban, comandante de las fuerzas navales de la Brigada de la Ciudad de Gaza, otra pieza importante del despliegue ofensivo de Hamas.
Abu Raffa “ordenó a los terroristas que se infiltraran en Israel con parapentes y fue responsable de ataques con drones contra puestos de las FDI”, indicaron en un comunicado conjunto las Fuerzas de Defensa y la Agencia de Seguridad de Israel.
En cuanto a Abu Tzahiban, “planeó y comandó el intento de infiltración naval llevado a cabo el 24 de octubre, que fue frustrado por las fuerzas marítimas israelíes”.
El texto se refería a una operación el martes en la que el Ejército interceptó una célula de buzos de Hamas que buscaba infiltrarse por mar para llegar a la zona del kibutz Zikim, muy cerca de la Franja de Gaza.

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Bomba de tiempo. Cómo el conflicto alteró a una región que quedó como nunca al borde del estallido
El ataque de Hamas y la represalia militar alteraron complejos equilibrios geopolíticos e impactaron dentro del gobierno israelí
Texto Elisabetta Piqué Enviada especial Abed Khaled/apCiudad de Gaza, en ruinas por los bombardeos israelíes
Medio Oriente siempre fue un polvorín. El irresuelto conflicto palestino-israelí, “la madre de todas las batallas”, siempre fue una bomba de tiempo. En los últimos meses, olvidado debido a la guerra en Ucrania, volvió a estallar en toda su furia con el barbárico asalto sorpresa del grupo terrorista Hamas del 7 de octubre, que causó 1400 muertos en Israel, la mayoría civiles.
Ese inesperado ataque desató una respuesta de venganza que está convirtiendo a la Franja de Gaza en un gran cementerio –más de 7700 muertos, entre ellos, más de 3195 niños, según el Ministerio de Salud del enclave controlado por Hamas– y alteró explosivamente los complejos equilibrios de la región.
La sorpresa de Hamas
Entre los muchos cambios en Medio Oriente uno es la sorpresa de Hamas, grupo terrorista en el poder en Gaza desde 2007, que con el ataque del 7 de octubre tuvo una “victoria estratégica” que no había tenido en años, y que ahora está pagando con el cada vez más agresivo contraataque israelí.
Según Mario Sznajder, profesor emérito de Ciencias Políticas de la Universidad Hebrea de Jerusalén, el asalto logró posicionar a Hamas en un lugar privilegiado dentro del mundo árabe, además de exhibir por primera vez características de esa brutalidad que es marca registrada de Estado Islámico (EI), y, por otro lado, el apoyo de los Estados árabes sunnitas, la rama mayoritaria del islam.
Más allá de una primera condena al brutal ataque del 7 de octubre, Hamas cuenta con el respaldo de Qatar, país clave en las negociaciones para liberar a los rehenes, que alberga desde hace décadas a dirigentes de este grupo y en los últimos años dio ríos de dinero a Gaza; de Egipto y de Jordania (que no quieren recibir a los palestinos del enclave sitiado, pero que reclamaron un cese del fuego ante lo que consideraron crímenes de guerra contra los civiles de parte de Israel); y de Turquía (el presidente Recep Tayyip Erdogan dijo esta semana que Hamas no era una organización terrorista, sino un grupo para la liberación).
“El problema es que tanto Jordania como Egipto y Turquía, países al mismo tiempo ‘amigos’ de Israel, tienen crisis económicas espantosas y no pueden darse el lujo de enemistarse con Estados Unidos, con Europa Occidental, con Arabia Saudita y con el mismo Israel”, apunta Sznajder, al destacar que, por otro lado, Hamas cuenta con el respaldo de los chiitas de Irán –el gran enemigo del Estado judío– y del grupo chiita libanés Hezbollah.
“Chiitas y sunnitas nunca se llevaron bien, pero el punto de unión aquí se encuentra en la mezquita de Al-aqsa de Jerusalén, tercer lugar más importante para los musulmanes después de la Meca y Medina, cuyo statu quo fue puesto en discusión por el gobierno de ultraderecha de Netanyahu. No por nada el ataque sorpresa de Hamas fue bautizado Tormenta de Al-aqsa”, agrega el politólogo. Para él, de todos modos, aunque es claro que Irán ha estado detrás de Hamas en cuanto a entrenamiento, financiamiento y armamento, no ha estado en la decisión de atacar a Israel, que fue tomada por Hamas, que tiene autonomía y que prefiere apoyarse en Estados árabes sunnitas ligados a la Hermandad Musulmana, es decir, al islam político. “Pero como es percibido como aliado de Hamas, también Irán en cierta forma ganó puntos y está ganando en su guerra a fuego lento, tácita, con Israel”, añade.
El rol de Estados Unidos
Otro gran cambio ha sido la decisión de Estados Unidos, que ya tiene diversas bases en Irak, Arabia Saudita y países del Golfo Pérsico, de movilizar al Mediterráneo sus máximos colosos de guerra, como el portaaviones nuclear USS Gerald R. Ford, perteneciente a la Sexta Flota del país, el portaaviones más moderno de su clase y el más potente a nivel nuclear. Además, decidió desplegar un segundo grupo de portaviones liderado por el USS Dwight D. Eisenhower, un sofisticado buque de propulsión nuclear que participó en las operaciones estadounidenses en Irak y Afganistán.
¿Su objetivo? Proteger sus bases y disuadir cualquier intervención de Hezbollah e Irán, y reasegurar su presencia en Medio Oriente, donde en Siria hay dos grandes bases de Rusia (que apoya al régimen de Bashar al-assad, también implicado en la telaraña de Medio Oriente).
“Es una situación muy complicada en un territorio muy limitado, en la que otro elemento es el control del Mar Rojo y los hutíes de Yemen, que ya lanzaron misiles cruceros hacia Israel, que fueron derribados por Estados Unidos”, explica Sznajder.
Los rebeldes hutíes de Yemen, respaldados por Irán, hace unos días advirtieron que no se iban a quedar de brazos cruzados “ante la guerra genocida” en la Franja de Gaza y amenazaron con “cumplir con su deber religioso” si Israel continuaba bombardeando sin cesar el enclave palestino.
“Todo esto refleja que hay una suma de intereses sumamente explosivos y está claro que a Estados Unidos, que ya está participando en la guerra de Ucrania, y sin contar del peligro de que estalle un conflicto con China por Taiwán, no le interesa otra guerra en Medio Oriente”, opina el politólogo, que nació en la Argentina y vive desde hace 57 años en Israel.
El impacto interno
Otro cambio en Medio Oriente es el golpe emocional sufrido por Israel. Con un Estado creado para que los judíos pudieran sentirse seguros después del horror del Holocausto, el 7 de octubre repentinamente vio derrumbarse su fundamento existencial más sagrado: su seguridad.
“El gobierno nos abandonó”, denunció en una conferencia de prensa en el Hospital Ichilov de Tel Aviv Yocheved Lifshitz, la rehén de 85 años liberada esta semana, que describió el “infierno” vivido en las entrañas de Gaza. Esa frase fue una puñalada para el cuestionadísimo gobierno del premier Benjamin Netanyahu, que decretó que los próximos rehenes que sean liberados sean internados en clínicas privadas sin acceso a la prensa, como lo tuvo la rehén liberada.
Lifshitz, cuyo marido sigue cautivo y que fue cuestionada por haber dicho que había sido tratada bien por Hamas, resumió cómo este pequeño país militarizado de un día para el otro se descubrió vulnerable. Los civiles tuvieron que salir a defenderse como pudieron, porque el Ejército –concentrado en los últimos meses en defender a los colonos en Cisjordania– brilló por su ausencia.
Los analistas coinciden en que harán falta generaciones para superar semejante trauma nacional, que determinó una reacción de represalia durísima para aniquilar a Hamas con una ofensiva terrestre que dejará consecuencias impredecibles a nivel interno, regional e internacional.
“Israel terminará ganando esta guerra, ¿pero a qué costo?”, se pregunta Sznajder, que admite que la opinión pública en Israel vive una situación inédita con esta guerra. Más allá del costo social y económico enorme porque hay más de 300.000 reservistas movilizados, la incursión terrestre, desde anteayer de una violencia jamás vista en Gaza, tiene también un costo emocional-psicológico. Pone en riesgo de muerte no solo a los cerca de 230 rehenes –la mayoría civiles, entre ellos, 21 argentinos, uno de nueve meses–, sino también a los demás ciudadanos israelíes. “No solo puede haber bajas militares, sino también civiles, porque la operación terrestre puede provocar la entrada en guerra de Hezbollah, que tiene un arsenal de misiles enorme y que hasta ahora se contuvo”, subraya.
Control
En este contexto, otro cambio es la actitud de supervisión y control de Israel adoptado por Estados Unidos, su gran amigo y aliado. El presidente norteamericano, Joe Biden, fue el primer mandatario del escenario internacional que viajó a Israel para dejar en claro su solidaridad, dio ayuda concreta, municiones, equipamientos militares. Pero, por otro lado, enfatizó que una de sus prioridades es la liberación de los rehenes.
“El de Biden fue un ‘abrazo de oso’ que tiene sus beneficios, porque le calienta el cuerpo a Netanyahu, ayudándolo a sobrevivir en el frío, pero que lo inmoviliza hacia lo que quiere hacer, creando además roces entre él y los generales del Ejército”, apunta Sznajder. Biden tampoco le va a permitir a Israel intensificar su respuesta contra Hezbollah, que desde el Líbano viene atacando la frontera norte de Israel, donde debieron ser evacuadas más de 100.000 personas.
Fiel reflejo de la “supervisión” de Estados Unidos, el secretario de Defensa estadounidense, Lloyd Austin, discutió sobre la operación en Gaza con su par israelí, Yoav Gallant, en una conversación acompañada por un comunicado del Pentágono más crítico, en comparación con el de los últimos días, destacó este sábado el diario Haaretz.
“El secretario subrayó la importancia de proteger a los civiles durante las operaciones de las Fuerzas de Defensa de Israel y de concentrarse en la urgencia de la ayuda humanitaria para los civiles de Gaza”, indicó el comunicado del Pentágono.
“Es claro que Estados Unidos no quiere una escalada, pero puede ocurrir por un accidente imprevisto, como podría ser, por ejemplo, si llegara a caer un misil de Hezbollah en un colegio de Israel, matando a decenas de niños, o en algún lugar con mucha gente. Ahí sí podría haber una escalada”, advierte Sznajder.
En este marco, más allá del impacto económico global por el aumento del precio del petróleo generado por esta guerra y el desplome de las bolsas de Medio Oriente, otro factor nuevo es el ritmo en el que avanzan las cosas, y el poco margen de maniobra que eso deja.
“El problema es que la tecnología moderna militar y el flujo de información, las redes sociales, la propaganda, la guerra psicológica han acelerado de modo tan vertiginoso la realidad que es más difícil controlar todos esos factores que pululan alrededor del conflicto”, apunta finalmente el especialista.
“Estamos acelerados y en un mundo totalmente distinto al que había cuando ocurrió la guerra de Yom Kippur, en 1973, hace 50 años –concluye–. Es muy difícil seguirle los pasos a la realidad y este es un factor que aumenta la proporción del peligro: la velocidad podría impulsar el descontrol muy rápido”.ß
Con su ataque a Israel, Hamas logró una “victoria estratégica”
La incursión en Gaza también tiene un costo emocional y psicológico

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Inquieta a Europa el aumento de los incidentes contra la comunidad judía
Los episodios antisemitas se multiplicaron en distintos países desde la ofensiva de Hamas y la respuesta armada israelí
Luisa Corradini Una manifestación a favor de los palestinos, ayer, en Bilbao
PARÍS.– Esta semana, Samuel retiró la mezuzá fijada en el umbral de la puerta de su casa ubicada en la zona este de París. La de su vecino fue incendiada cuatro días antes. Ese pequeño objeto de culto judío puede convertirlos, a él y a su familia, en blanco de agresión antisemita y el próspero empresario tiene miedo.
A comienzos de este mes, Samuel fue obligado a bajar del taxi que lo conducía a la oficina por un chofer musulmán excedido por una conversación telefónica donde expresaba su inquietud sobre las amenazas que pesan sobre la comunidad israelita desde que se desató la guerra entre Israel y el Hamas. Sin embargo, temor exagerado o no, es cierto que la importación del conflicto existe. Y no solo en Francia, sino en gran parte de Europa.
Cócteles molotov lanzados contra una sinagoga en Berlín, estrellas de David pintadas en los muros en España, cruces gamadas en Niza o en Grenoble… En Europa, tanto como en Estados Unidos, las autoridades señalan un neto aumento de los incidentes contra la comunidad judía, que reclama, en todas partes, una mayor protección.
Símbolo de esa aceleración, los múltiples incidentes registrados ayer en varias capitales europeas durante las multitudinarias manifestaciones en favor de un cese del fuego israelí en Gaza. Objetivo loable, aprovechado con frecuencia por aquellos que prefieren hacer la apología del terrorismo y del odio a Israel.
Francia, donde el conflicto israelípalestino ha sido históricamente un tema explosivo, vive desde hace tres semanas una verdadera crisis antisemita. Desde el 7 de octubre, 719 actos antijudíos fueron señalados y casi 400 personas detenidas, indicó el 26 de octubre el ministro del Interior, Gérald Darmanin.
Según datos de sus servicios, los picos de violencia en el conflicto de Medio Oriente provocan sistemáticamente un aumento del antisemitismo en territorio francés, donde el 10% de sus 68 millones de habitantes son de confesión musulmana. Así sucede desde el año 2000 y el comienzo de la segunda intifada.
“De un centenar de actos antijudíos por año en la década de 1990, pasamos a 744 este año. O sea diez veces más”, señala el historiador Marc Knobel. Y el fenómeno se verifica cada vez: en 2004, 2014, 2015…
Al mismo tiempo, la violencia parece aumentar. Asombrados, millones de franceses partidarios de una coexistencia pacífica entre comunidades, asistieron la semana pasada a una nutrida manifestación en la plaza de la República en favor de Hamas, que concluyó con los participantes gritando “Allahu Akbar!” (”¡Dios es grande!”).
Si bien esa expresión no tiene en sí misma nada de belicosa, el hecho de que se haya producido en esa plaza, símbolo de la república laica y, sobre todo, a escasos metros del Bataclan, teatro de la masacre del 13 de noviembre de 2015, donde los terroristas de Estado Islámico asesinaron a 130 personas e hirieron a 413 –enardecidos por esa misma consigna–, consiguió traumatizar un poco más a los 600.000 judíos de Francia.
Transformada en grito de adhesión por los radicales islamistas, “¡Allahu Akbar!” también acompañó el último episodio de locura terrorista en Francia, cuando un profesor de secundaria, Dominique Bernard, fue asesinado el 13 de octubre por un joven islamista de origen ruso en el norte del país. Dos días después, se cumplió el primer aniversario de una primera decapitación, la de Samuel Paty, otro profesor caído en manos de un terrorista radicalizado, por haber mostrado caricaturas del profeta a sus alumnos en una clase de libertad de expresión.
Paty, por su parte, ha decidido partir. “A cualquier parte. Probablemente aceleremos nuestros planes de instalación en Italia. Esto no es vida”, confiesa. Tanto cambió el ritmo cotidiano de su familia, que hasta han dejado de recurrir a los sistemas de delivery –como Uber, Eats o Deliveroo–, cuyos empleados son generalmente jóvenes de confesión musulmana.
Pero el mismo grito, sumado a la plegaria “¡Que Dios maldiga Israel y que maldiga a los infieles!”, se escuchó también en Gran Bretaña la semana pasada y otra vez este sábado, en sendas manifestaciones en favor de Palestina a las que asistieron decenas de miles personas. O durante los numerosos ataques a negocios de comida kosher.
“Nadie duda un segundo en mezclar todo. La causa palestina, que es perfectamente justa, con los homenajes a los terroristas de Hamas o el odio a los judíos”, señala con preocupación el abogado y ensayista Gilleswilliam Goldanel.
Recrudecimiento
Con seis millones de musulmanes –dos millones de los cuales son inmigrantes llegados al país en 2015 y el resto provenientes en gran parte de Turquía–, Alemania constata a su vez el recrudecimiento de amenazas, insultos y ataques antisemitas. Una violencia atizada por las declaraciones decididamente antisemitas del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, quien la semana pasada, al abordar el conflicto entre Israel y Hamas, se refirió a los militantes del movimiento terrorista como a un “grupo de mujahidines”, es decir, de “luchadores por el islam”, cancelando además sus planes de visitar Israel.
El peor de esos actos antijudíos fue el incendio de una sinagoga hace tres semanas en Berlín. Al mismo tiempo, aun cuando casi todas hayan sido prohibidas, las manifestaciones pro-palestinas se multiplican desde el 7 de octubre.
“Es intolerable que los judíos tengan otra vez miedo en nuestro país. El antisemitismo es nuestra línea roja: no debemos tolerar ningún tipo de antisemitismo, ya sea de derecha, de izquierda, viejo o nuevo”, declaró el presidente alemán, Frank-walter Steinmeier, el 22 de octubre en la Puerta de Brandeburgo.
La violencia antisemita también aumenta en Bélgica, donde las familias judías se inquietan de las pintadas que aparecen todos los días en los muros de las escuelas públicas. A pesar de los llamados a un cese del fuego y a una “paz justa”, las manifestaciones programadas para este fin de semana también suscitaron indignación en círculos israelitas y en sectores políticos, después de una invitación a participar aparecida en Facebook bautizada “Solidaridad con la resistencia palestina y gloria a sus mártires”.
Ante la explosiva situación, dirigentes políticos y responsables asociativos han redoblado esfuerzos, aunque sin lograr devolver la calma a las comunidades judías europeas.
“Lo sé bien: todos los musulmanes no están de acuerdo con esa gente. Pero estaría bien contar con algunos signos visibles para justificar esa posición. Los honestos musulmanes deberían denunciar vigorosamente a Hamas. Si los dirigentes islámicos de Europa pasaran aunque más no sea una fracción de tiempo combatiendo el odio antijudío latente en sus comunidades, probablemente habría razones de esperar”, afirma el filósofo judío Jan Hartman.
Incrédulo ante la envergadura de las manifestaciones pro-palestinas y la modestia de las que denunciaron la masacre de judíos por Hamas, Hartman concluye: “Sabíamos que los judíos son víctimas del odio casi en todas partes. Pero, ¿hasta este punto? ¿Y en un momento como este? Nunca lo hubiera creído. Cada judío o judía, creyente o no, de derecha o de izquierda, debe plantearse hoy la misma pregunta: ¿Qué pasa en la cabeza de la gente que considera este momento propicio para manifestar contra Israel que, en un solo día, vio un judío de cada 10.000 ser masacrado por asesinos que reivindican sin vergüenza, desde hace años, que su organización tiene por objetivo matar la mayor cantidad posible de judíos?”

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