“Planifiquen su carrera a partir de un compromiso entre lo posible y lo deseable”
Fue el consejo de Thomas Südhof, Nobel de Medicina; habló con estudiantes argentinos
Fabiola CzubajThomas Südhof
La ciencia, para Thomas Südhof, premio Nobel de Medicina y director de un laboratorio en la Universidad Stanford que lleva su nombre, no está solo para resolver problemas específicos, sino que es “esencial” para generar en los países una industria del conocimiento.
Su reflexión, minutos antes de una charla con investigadores y alumnos de una maestría binacional en la Facultad de Farmacia y Bioquímica (FFYB) de la Universidad de Buenos Aires (UBA), surge al hablar sobre cómo las universidades y los gobiernos deberían acompañar a la comunidad científica de un país a lograr objetivos.
“Todos los gobiernos –continúa en diálogo con la nacion– deberían querer tener una porción significativa de su economía basada en la industria del conocimiento, que es distinta a la de la ganadería, la agricultura o la minería, por dar algunos ejemplos. Se trata, básicamente, de crear algo (automóviles, servicios, computadoras o medicamentos) que demande una sofisticación extra y con valor en el largo plazo.” El secreto para lograrlo, plantea, está en la educación.
“La cualidad más importante de un gobierno sería advertir que [eso] requiere universidades vibrantes con un financiamiento adecuado para poder enseñar y crear conocimiento, lo que de manera indirecta genera el sustento necesario –explica–. Puede orientar la investigación o la educación de los jóvenes en cierto campo, como al estimar si se necesitan más profesionales en tecnologías de la información [IT, por sus siglas en inglés], pero no qué problemas resolver. Eso es algo que tienen que definir las universidades. Y los gobiernos siempre quieren decirles [a las personas] cómo deben hacer algo y eso es un error porque nunca funciona. Los gobiernos no son tan inteligentes”.
Südhof nació en Alemania en 1955 y, desde 1988, es profesor en la Facultad de Medicina de Stanford, entre otros institutos de esa misma universidaddeestadosunidos.con su equipo, en el “Südhof lab”, como se conoce al laboratorio donde trabaja, investiga sobre el sistema de comunicación entre las neuronas (sinapsis) y, por ejemplo, cómo se altera ese mecanismo de transmisión de información en el cerebro en el Alzheimer, el autismo u otros diagnósticos neuropsiquiátricos.
En 2013, compartió el Premio Nobel de Fisiología o Medicina con Randy Schekman y James Rothman por describir a través de sus investigaciones cómo funciona de manera coordinada y precisa el sistema de transporte de las células de un organismo: las vesículas intracelulares, como publicó la nacion en ese momento.
En una pausa en su agenda de visita al país y tras recorrer algunas provincias –“No lo suficiente”, bromea–, Südhof responde sobre algo que le atrae especialmente y a lo que dedica todo el tiempo que puede, sobre todo luego de haber recibido el Nobel: dar charlas a estudiantes e investigadores jóvenes.
La entrevista transcurre en el despacho de Pablo Evelson, decano de la FFYB. Con la vicedecana Laura Schreier, reciben a la nacion antes de la presentación de Südhof en el VI Congreso Internacional de Medicina Traslacional, organizado por la Maestría en Ciencias Biomédicas y el Doctorado Binacional Milstein-köhler, que la UBA dicta junto con la Universidad de Friburgo, Alemania.
Sueños y realidad
¿Qué consejos le daría a un auditorio en nuestro país? “Según lo que pude ver, hay mucho entusiasmo y mucho talento, pero también mucha ansiedad. Eso es, en parte, por falta de trabajos y, también, por incertidumbre política [la entrevista fue tres días antes de las elecciones del domingo pasado] –enumera–. Mi consejo sería que planifiquen su carrera a partir de un compromiso entre lo posible y lo deseable. Es decir, la combinación entre lo que les gustaría hacer y lo que podrían hacer. A todos nos gustaría hacer lo que nos apasiona, pero sería tonto solo seguir una pasión si es imposible. Por otro lado, si no se tiene un sueño o un objetivo en la vida, [esta] se vuelve algo mecánico”.
Hay que encontrar, continúa, un punto medio para disfrutar lo que se hace y tener un ingreso acorde: “Lo que siempre les aconsejo es tratar de encontrar un camino profesional que no abandone todos los sueños, pero que también sea realista en cuanto a las posibilidades disponibles”.
¿Y la curiosidad? “Es parte de la existencia de un científico”, responde. “Es una de las características que un investigador debe tener para ser un científico exitoso. Pero, sola –advierte–, tampoco es suficiente [por lo dicho antes].”
Minutos antes de ir al auditorio de la planta baja de la facultad para dar su charla cuenta que le gusta escuchar a los más jóvenes sobre cómo se sienten con lo que hacen, a qué se dedican, dónde ven desafíos en sus carreras como científicos o cómo ven el futuro. “A menudo –dice–, me pregunto qué ideas, consejos o perspectivas tienen hacia adelante. Los jóvenes, obviamente, tienen expectativas distintas a las de las personas de mi edad y me interesa conocer qué opinan y cuál es su experiencia hasta el momento.”
Lo más común es que le pidan consejos más técnicos, sobre ciencia, en especial sobre investigación biomédica y hacia dónde va ese campo. “Nadie puede predecir el futuro, pero se pueden hacer suposiciones informadas a partir del conocimiento disponible y dar opiniones”, dice.
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