Irrisorio coqueteo con el surrealismo
Milagros AmondarayTerrorifico
Un film más cerca del marketing que de la inspiración
Alicia en el país de las pesadillas
(ALICE IN TERRORLAND, REINO UNIDO/2023). DIRECCIÓN Y GUION: Richard John Taylor, basado en Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll. FOTOGRAFÍA: Harry Tali Cord. MÚSICA: craiggannon .ELENCO: RulaLenska, Steve Wraith, Jon-Paul Gates. DURACIÓN: 77 minutos. CALIFICACIÓN: apta mayores de 13 años. DISTRIBUCIÓN: Terrorífico Films.
El largometraje del realizador británico Richard John Taylor se siente más una obra calculada al extremo que un auténtico recorrido por el lado oscuro de la novela de Lewis Carroll, como si eso mismo inclusive representara una novedad. En ese intento de posicionar a su película en el lugar de la relectura más escalofriante de Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas, pega continuamente manotazos de ahogado para impresionar, al punto tal de que se olvida del rico texto que toma de base en esa búsqueda infructuosa de golpes de efecto.
Taylor, también guionista del film, nunca se interesa por construir un universo propio y confunde la alteración del epicentro de la acción (la historia no se desarrolla en Wonderland sino en Terrorland, porque así de elemental es el relato) con una reinterpretación inspirada del derrotero de Alice, quien aquí es una adolescente golpeada por una tragedia familiar. Tras la muerte de sus padres, la joven es enviada a una mansión en ruinas en la que vive su tía, una mujer de proceder sospechoso que está continuamente persuadiéndola de recorrer las inmediaciones del lugar para que pueda adaptarse con mayor facilidad al brusco cambio de contexto.
Esa suerte de prefacio del largometraje no solo carece de pulso -los rasgos grotescos de la villana son acentuados hasta el punto de la parodia- sino también de ideas visuales que sustenten el miedo a lo desconocido, a lo que el Conejo Blanco presenta como tentación. El viaje de tinte surrealista que termina emprendiendo la protagonista a través de ese agujero por el que ingresa al universo del sinsentido está constituido por una sola locación, un lugar rodeado de árboles donde aparece siempre la misma figura escudada detrás de una máscara para verbalizar frases ominosas.
Luego, Alicia en el país de las pesadillas aborda de manera anodina el padecer de la joven cada vez que se acuesta y percibe cómo su óptica es alterada por la entrada a su psiquis de personajes que la van llevando a la locura. A diferencia de la novela, a Taylor no le interesa la metamorfosis de su protagonista, quien se limita estrictamente a despertar una y otra vez con rostro confundido para, en la vigilia, intentar dilucidar si es su tía quien está tejiendo los hilos de ese sueño febril.
En cuanto a las secuencias de terror, tampoco resultan efectivas, la puesta en escena es demasiado austera para una traspolación que debería haberse caracterizado por el coqueteo con lo lúdico y no para un retrato de un drama familiar intimista con una dirección de fotografía chata e interpretaciones que van por distintos registros. Mientras que Alice es el arquetipo de la final girl (ese tropo de las películas de horror en el que una mujer se termina enfrentando a su antagonista), aunque demasiado ingenua e insípida, el rol de la tía pertenece a otro largometraje, uno más desbocado y transgresor.
De hecho, Taylor se despierta dentro de su propia historia demasiado tarde, ya que en el desenlace de su film entrega una secuencia brutal, apenas una muestra del carril por el que su producción podría haber circulado. Sin embargo, en lugar de adentrarse de lleno en ese universo de espejos donde parece no haber lógica, el realizador se limita a utilizar al texto de Carroll más como artilugio de marketing que como una inspiración genuina
Alicia en el país de las pesadillas
(ALICE IN TERRORLAND, REINO UNIDO/2023). DIRECCIÓN Y GUION: Richard John Taylor, basado en Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll. FOTOGRAFÍA: Harry Tali Cord. MÚSICA: craiggannon .ELENCO: RulaLenska, Steve Wraith, Jon-Paul Gates. DURACIÓN: 77 minutos. CALIFICACIÓN: apta mayores de 13 años. DISTRIBUCIÓN: Terrorífico Films.
El largometraje del realizador británico Richard John Taylor se siente más una obra calculada al extremo que un auténtico recorrido por el lado oscuro de la novela de Lewis Carroll, como si eso mismo inclusive representara una novedad. En ese intento de posicionar a su película en el lugar de la relectura más escalofriante de Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas, pega continuamente manotazos de ahogado para impresionar, al punto tal de que se olvida del rico texto que toma de base en esa búsqueda infructuosa de golpes de efecto.
Taylor, también guionista del film, nunca se interesa por construir un universo propio y confunde la alteración del epicentro de la acción (la historia no se desarrolla en Wonderland sino en Terrorland, porque así de elemental es el relato) con una reinterpretación inspirada del derrotero de Alice, quien aquí es una adolescente golpeada por una tragedia familiar. Tras la muerte de sus padres, la joven es enviada a una mansión en ruinas en la que vive su tía, una mujer de proceder sospechoso que está continuamente persuadiéndola de recorrer las inmediaciones del lugar para que pueda adaptarse con mayor facilidad al brusco cambio de contexto.
Esa suerte de prefacio del largometraje no solo carece de pulso -los rasgos grotescos de la villana son acentuados hasta el punto de la parodia- sino también de ideas visuales que sustenten el miedo a lo desconocido, a lo que el Conejo Blanco presenta como tentación. El viaje de tinte surrealista que termina emprendiendo la protagonista a través de ese agujero por el que ingresa al universo del sinsentido está constituido por una sola locación, un lugar rodeado de árboles donde aparece siempre la misma figura escudada detrás de una máscara para verbalizar frases ominosas.
Luego, Alicia en el país de las pesadillas aborda de manera anodina el padecer de la joven cada vez que se acuesta y percibe cómo su óptica es alterada por la entrada a su psiquis de personajes que la van llevando a la locura. A diferencia de la novela, a Taylor no le interesa la metamorfosis de su protagonista, quien se limita estrictamente a despertar una y otra vez con rostro confundido para, en la vigilia, intentar dilucidar si es su tía quien está tejiendo los hilos de ese sueño febril.
En cuanto a las secuencias de terror, tampoco resultan efectivas, la puesta en escena es demasiado austera para una traspolación que debería haberse caracterizado por el coqueteo con lo lúdico y no para un retrato de un drama familiar intimista con una dirección de fotografía chata e interpretaciones que van por distintos registros. Mientras que Alice es el arquetipo de la final girl (ese tropo de las películas de horror en el que una mujer se termina enfrentando a su antagonista), aunque demasiado ingenua e insípida, el rol de la tía pertenece a otro largometraje, uno más desbocado y transgresor.
De hecho, Taylor se despierta dentro de su propia historia demasiado tarde, ya que en el desenlace de su film entrega una secuencia brutal, apenas una muestra del carril por el que su producción podría haber circulado. Sin embargo, en lugar de adentrarse de lleno en ese universo de espejos donde parece no haber lógica, el realizador se limita a utilizar al texto de Carroll más como artilugio de marketing que como una inspiración genuina
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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