Instinto maternal. Jessica Chastain y Anne Hathaway, en un duelo del suspenso clásico
Pablo De VitaJessica Chastain, en un inquietante clima bucólico
INSTINTO MATERNAL
(MOTHERS’ INSTINCT, ESTADOS UNIDOS/2024) DIRECCIÓN: Benoît Delhomme. GUION: Sarah Conradt-Kroehler, basadaenellibro Derrière la haine, de Barbara Abel y en el film Duelles, de Olivier Masset-Depasse. FOTOGRAFÍA: Benoît Delhomme. EDICIÓN: Juliette Welfling. MÚSICA: Anne Nikitin. ELENCO: Jessica Chastain, Anne Hathaway, Anders Danielsen Lie, Josh Charles, Eamon O’Connell, Baylen D. Bielitzy Caroline Lagerfelt. CALIFICACIÓN: apta para mayores de 16 años. DISTRIBUIDORA: Imagem Films. DURACIÓN: 93 minutos.
La remake de una película celebrada por la crítica con el añadido de dos estrellas de enorme talento permite imaginar que Instinto maternal (que revisita de la original franco-belga Duelles), es un trabajo destinado a permanecer en la consideración del espectador o, al menos, como uno de los grandes títulos de la temporada. Al igual que la historia que la contiene, todo lo aquí señalado sobre este film dirigido por el francés Benoît Delhomme es cierto, aunque sólo en parte. Porque lo mejor de Instinto maternal sucede es su primera hora y está íntimamente relacionado con el principio de ambivalencia que domina esa parte de la trama con el hábil manejo de los resortes de un thriller tradicional donde nada es lo que parece.
Alice (Jessica Chastain) y Céline (Anne Hathaway) son vecinas, amigas y confidentes. Cada cual fulgurantemente bella, con un matrimonio ideal y una familia perfecta que sintetiza ese “hogar dulce hogar” en la férrea amistad que sostienen los hijos de ambas. Ese clima bucólico, sin embargo, desde un primer instante es sujeto a la mirada del espectador en las sutiles manifestaciones de cierta tensión o rivalidad que Alice no puede disimular con Céline, siempre tan sonriente y tan perfecta. Pero, como sucede en las mejores historias, ese vínculo se quiebra y comienzan las dudas sobre el otro, su comportamiento, sus razones, sus verdades o frustraciones. Los motivos que llevan a pensar que cada personaje tiene algo que ocultar y que el cine contemporáneo subraya como motor de varias historias: el desenmascaramiento de esa vida secreta que se esconde por sobre el brillo de la vida pública y la corrección de la vida privada.
Esta propuesta, tan clara y evidente aquí, es una piedra basal del cine de suspenso clásico. Y en esa ambivalencia el film de Benoît Delhomme construye lo mejor que tiene para ofrecer al espectador. ¿Los hechos que se presentan son veraces o son parte de una manipulación? ¿La realidad es una construcción objetiva o un direccionamiento de la mirada? A medida que el relato avanza del drama al suspenso, ese juego de opuestos mantendrá la atención, y especialmente la tensión, en un relato que se vuelve diáfano e inquietante gracias a los claroscuros que ofrecen sus dos magnéticas protagonistas, tan a la moda de principios de los sesenta en donde se ubica la trama, que todo el conjunto parece por momentos homenajear al cine de Alfred Hitchcock, aunque solo lo consiga en su aspecto visual.
¿Por qué esa referencia es solo exterior en Instinto maternal? Por el subrayado del último tramo del metraje donde todas las sutilezas se desmoronan en lo explícito pero además por un punto de partida que en la producción belga evidenciaba la matriz burguesa del hastío (tan afín, por otra parte, al cine del gran Claude Chabrol). Esa intención existe en su forma decorativa pero sin esa enunciación inicial, lo que torna al conjunto en un ejercicio de estilo sustentado solo en la inalterable belleza y talento de sus dos grandes intérpretes.
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