lunes, 29 de enero de 2024

FERIAS DE TRUEQUE Y MILITARES


Las ferias barriales: un fenómeno que reverdece ante la crisis
Los vecinos se agolpan en estos mercados improvisados que mitigan los efectos de la escalada inflacionaria y funcionan como un sostén comunitario frente a la crisis
Federico González del Solar
Ferias San Ignacio y la 33 en El Jagüel.
Hace dos años que Marcela Fallesen ocupa la mañana de sus sábados en la feria San Ignacio, en el partido de Esteban Echeverría. Su marido la lleva en el auto y ella se acomoda casi en los límites de la plaza donde instala su puesto con ropa y un montón de botellas de plástico con fluidos de colores y espesuras muy diversas. Al lado de un recipiente con un líquido viscoso, de un azul eléctrico, sobre su mesa se observa otro más ligero, color rosa chicle.
“Antes no se podía caminar acá. Venía mucha más gente. Pero también hoy hay muchas más ferias. Por donde busques, encontrás una”, señala. Fallesen vende un amplio espectro de productos de limpieza. Jabón líquido, suavizante, detergente, quita sarro, desengrasante, “veneno” para los mosquitos. Todo hecho en casa. “Compro los químicos y armo el producto que envaso en botellas de uno o dos litros”, explica justo antes de vender cinco litros de lavandina a $1300.
Un "testeo" de calidad por parte de una vecina del barrio El Jagüel
San Ignacio es una de las tres ferias que los días sábado, y en un muy acotado radio, funcionan dentro del barrio El Jagüel. Cada una de ellas guarda sus propias notas, pero todas comparten el trasfondo: las vecinas, empujadas por la escalada inflacionaria, se agolpan en las plazas para vender o intercambiar todo lo que les sobra o todo aquello que puede llegar a convertirse en objeto de interés. Son, también, una red de sostén barrial, donde el peso de la crisis se reparte.
“Herramientas, plantas, lo que tengas”, comparte Élida, desde un puesto en el corazón de la plaza. Hace más de 25 años que inauguró la feria. “Pasamos por todos los gobiernos y las crisis. Hubo de todo, trueque, bonos, plata”, recuerda. Hace pocos meses montó una parrilla “al paso” en su casa que hace funcionar todos los días de la semana. Su marido, un expolicía de la federal, hace los deliveries en moto. “Se vende, pero no hay plata que alcance”, sostiene.
“¿Qué pasó Sonia? vino muy tarde hoy”, le suelta a su ladera, quien, al ritmo que le permite su hombro maltrecho, extiende una manta en la que coloca un juego de cartas españolas, desodorantes varios e hisopos. “Siempre vengo a esta hora”, retruca Sonia por lo bajo.
Liliana Paredes es otra de las pioneras de las feria San Ignacio
A pocos kilómetros, del otro lado de la avenida Eduardo Rocha, funciona la feria 33, que toma su nombre del número asignado a la escuela Tomás Espora. Tiene apenas un puñado de años, pero es la que muestra mayor dinamismo. Está poblada de mantas y mesas improvisadas que exhiben una muy abigarrada muestra de artículos; y atravesada por sogas de las que cuelgan ropas de todas las trazas y estaciones.
“Todo lo que encontrás que no estás usando, lo traés”, señala Marcela Fernández mientras charla con otros puesteros de la feria que se monta varios días a la semana sobre la plaza Alfonsina Storni. Fernández vende aceite, fideos, arroz y todo lo que sus dos hijas ya no usen. “Me voy a los mayoristas y compro solo ofertas”, apunta. Tiene la Zafira en el taller mecánico, por lo que este sábado debió tomar un remís y llevar a la plaza solo un bolsito con un poco de ropa. Pero acostumbra a desplegar un gran toldo naranja bajo el cual pasa entre cuatro y cinco horas, todos los fines de semana. “Buscamos sombra y precios”, dice risueña. Este sábado vendió una mochila –una “footy”, enfatiza- por 6000 mil pesos y salvó el remís y la jornada.
“Marcela, llegaron los papeles”, anuncia una voz por el altoparlante. Mirta Galeano, una de las organizadoras de la feria 33, le da aviso a Marcela del arribo de otro feriante con el que había pactado previamente la compra de papel higiénico. Luego, Galeano canta las ofertas del día y, a modo de edicto, explica algunas reglas de convivencia. “Pedimos respeto –dice, micrófono en mano-. Para todos los que son nuevos, siempre hay que preguntar antes de poner la manta y no hay que venir diciendo que la plaza es pública. Minga que es pública. Es pública cuando nosotros no estamos. Cuando nosotros estamos se respetan los lugares”, sugiere.
“Es que está viniendo mucha gente de otros barrios”, traduce Fernández. “De Burzaco, de Catán. Cada vez son más”, apunta, en alusión a los feriantes. Galeano, que monitorea todos los movimientos desde el centro de la feria, ensaya un sumario de los productos que se ven en el último tiempo. “Licuadoras, sartenes, ollas, platos. La gente vende o cambia las cosas de uso cotidiano. De noviembre acá, la gente está vendiendo las cosas de su casa para comer”, sintetiza.
La feria 33 abarca toda una manzana
“Más bajo no se consigue”, acota una compañera de Fernández, en alusión a los precios de la feria 33. Es que los productos con cifras que se acercan a la de los locales a la calle, no se venden. “Cuando vemos que alguien está pidiendo mucho, le pedimos que lo baje”, apunta Galeano. Asegura que el 90% de los feriantes la odia, pero que todos le piden ayuda. “Estamos todos en la misma acá. Buscamos hacer el mango, y no nos queremos matar entre nosotros”, comparte Fernández, que agrega: “Algunos compran para volver a vender. Esto es una rueda”.
Además, Marcela Fernández forma parte de un grupo de mujeres que hacen trueque en la plaza Santa Rosa, en Monte Grande
La partida de su marido, a fines de noviembre, recortó sustancialmente los ingresos en la familia. Su “compañero de vida” era, además, el titular de la asignación universal de sus hijas. Cree que recién en marzo podrá hacer pie, cuando termine con el trámite que le permitirá recuperar esos ingresos, pero en el entretanto, asegura, está buscando sobrevivir.
Galeano, atenta a todo lo que ocurre en la feria, compartió la noticia en el grupo de whatapps que administra junto con el alias de la cuenta de Fernández; “la señora del toldo naranja”, aclaró en el mensaje. “Que te ayude gente que no te conoce, te pega mucho”, relata Fernández con la voz agrietada y todavía sorprendida por la cantidad de transferencias recibidas. “Cuando llovía y no podíamos venir -con su marido- nos amargábamos”, recuerda. “No solo por la plata, sino por esto”, dice, tratando de abarcar la feria con su mano.

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Apuran un decreto para recurrir a las FF.AA. ante ataques terroristas
El ministro Luis Petri trabaja en una nueva reglamentación de la ley de defensa nacional para dar de baja las limitaciones impuestas en la gestión de Nilda Garré, en 2006

Mariano de Vedia El ministro Luis Petri busca un rol más activo para las Fuerzas Armadas

En el Ministerio de Defensa trabajan para que el presidente Javier Milei apruebe en breve un nuevo decreto reglamentario de la ley de defensa nacional, que permitirá a las Fuerzas Armadas intervenir ante agresiones de organizaciones terroristas, como el ataque del grupo Hamas en la Franja de Gaza. Muchos interpretan la decisión como un logro que el mandatario podría exhibir en su viaje a Israel, programado a partir del 6 de febrero.
Con esa finalidad, el equipo del ministro Luis Petri avanza para eliminar las restricciones que en 2006 impuso el gobierno de Néstor Kirchner, a través del decreto 727/2006, con el impulso de la entonces ministra del área, Nilda Garré, cuyo objetivo era “evitar la confusión entre los conceptos de seguridad interior y defensa nacional”.
“La idea es aprobarlo en breve y bastará con modificar ese decreto”, anticipó una fuente gubernamental
Según revelaron esas mismas fuentes, no se esperan cambios inmediatos en lo referido a la actuación de los militares en el combate contra el narcotráfico y el crimen organizado. En esta materia, las Fuerzas Armadas continuarán apoyando con tareas logísticas las operaciones de las fuerzas de seguridad, de acuerdo con los parámetros fijados en la ley de seguridad interior vigente.
Cerca del ministro Petri entienden que las restricciones de Garré constituyen “una limitación adicional, que no estaba contemplada en la ley de defensa nacional”. En esa norma, sancionada en abril de 1988, se dispuso el uso de las Fuerzas Armadas “para enfrentar las agresiones de origen externo”. El decreto reglamentario, promulgado en la primera gestión kirchnerista, determinó que esas “agresiones de origen externo” debían ser perpetradas por “fuerzas armadas de otro Estado”, lo que inhabilita a los militares para intervenir ante un eventual atentado terrorista como el que sufrió la AMIA en 1994. Con esta concepción también se dejan de lado nuevas amenazas, como las que se pueden registrar en el campo de la ciberdefensa.
“No se trata de un cambio de doctrina, porque la doctrina está fijada en la ley y allí se autoriza en empleo de las Fuerzas Armadas ante esas circunstancias extremas”, confiaron fuentes castrenses.
Al poner en funciones a los nuevos jefes de las Fuerzas Armadas, el ministro Petri insistió en la necesidad de modernizar la legislación y puso la hipótesis de una eventual agresión terrorista como ejemplo para animar cambios en la habilitación de los militares para responder ante flagelos como el ataque de Hamas en Israel.
En esa línea, se espera que las Fuerzas Armadas queden habilitadas para ejercer la custodia de objetivos estratégicos, como centrales nucleares, hidroeléctricas y termoeléctricas.
El trabajo que vienen realizando los colaboradores inmediatos del ministro Petri, entre los que se encuentran varios militares retirados, es seguido con atención en las Fuerzas Armadas, donde reina una premisa: ajustarse a lo que defina el poder político. “Ningún militar participará de operaciones que no estén avaladas por instrumentos legales. Todo tiene que estar por escrito”, señaló a la nacion una fuente castrense.
Ante eventuales misiones que pudieran surgir tras el cambio del marco legal, las operaciones recaerán en el Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas y no en cada fuerza por separado. El máximo organismo militar es conducido hoy por el brigadier general Xavier Julián Isaac.
“El Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea sostienen, adiestran y alistan los medios y el personal. Pero el Estado Mayor Conjunto es el que los opera”, puntualizaron  en el ámbito castrense.
El antecedente de 2001
Una fuente castrense comentó a este diario que los militares tienen bien presente la crisis de 2001. “En los días de mayor tensión social, funcionarios del gobierno de entonces –a cargo de Fernando de la Rúa– pidieron que las Fuerzas Armadas salieran a la calle para contener la crisis y recuperar el orden. Pero los jefes militares se plantaron y dijeron que no. No querían exponerse si no había una orden por escrito.
Esa negativa fue comunicada por el entonces jefe del Estado Mayor Conjunto, brigadier general Jorge Chevalier, quien fue consultado por el poder político en medio del estallido de la crisis. “Si no está el aval del Congreso, no”, fue la respuesta, revelaron fuentes militares a la nacion, al explicar lo que hoy se conoce como “doctrina Chevalier”.
“También hay que tener en cuenta el tema del adiestramiento. El personal de las Fuerzas Armadas no se capacita para ejercer tareas de seguridad. Incluso, no está permitida la adquisición de materiales que no tienen que ver con la misión principal”, se advirtió.
La ley 24.059, sancionada en diciembre de 1991, contempla el “empleo subsidiario de elementos de combate de las Fuerzas Armadas en operaciones de seguridad interior”, pero impone estrictas condiciones. Podrían apoyar tales operaciones por requerimiento de un comité de crisis y se prevé la afectación de sus servicios de arsenales, intendencia, sanidad, veterinaria, construcciones y transporte, así como de elementos de ingenieros y comunicaciones”.
Se trata de “casos excepcionales” que deberían ser dispuestos por el presidente de la Nación, previa declaración del estado de sitio, según fija la ley de seguridad interior.
No se esperan cambios en el rol de los militares frente al narcotráfico En 2001 las FF.AA. no salieron a la calle, pese a las presiones para que actúen

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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