Crece la inquietud de la Iglesia por la demora en los nombramientos
El Gobierno todavía no designó al secretario de Culto ni al embajador en el VaticanoJaime Rosemberg
El gobierno de Javier Milei se encamina al mes de gestión sin secretario de Culto designado ni embajador en el Vaticano a la vista. Hasta el momento, el tradicional encuentro con la cúpula del Episcopado no se llevó a cabo ni tampoco una reunión del Presidente con el nuncio apostólico, el embajador del papa Francisco en el país.
La confluencia de algunas señales desconcertantes desde la Casa Rosada inquieta a la Iglesia argentina. Mientras el presidente Milei multiplica sus gestos hacia un sector de la comunidad judía vinculado a los sectores más ortodoxos de esa colectividad, los obispos intentan, fieles a su estilo, no levantar demasiado la voz para evitar roces o conflictos, pero desde el silencio y con discreción hacen saber de su incomodidad. Mientras tanto, parecen esfumarse las chances de que el papa Francisco, tal como se había adelantado meses atrás, visite la Argentina en marzo o abril próximos.
“La designación del embajador es una potestad del Gobierno y la Cancillería. Pero llama la atención que no haya sido nombrado el secretario de Culto, que no es solo del catolicismo, sino de todos los cultos del país”, hacen saber voces autorizadas de la Iglesia, sin ocultar su perplejidad. La secretaría de Culto, que depende de la Cancillería y estuvo encabezada por Guillermo Oliveri hasta el 10 de diciembre, está actualmente a cargo de Alberto Balboa Menéndez, ex embajador en Roma y que participó de la gestión anterior. No se trata de un cargo intrascendente.
De hecho, la propia canciller Diana Mondino debió reunirse esta semana con representantes del Centro Islámico, con el objetivo de morigerar su enojo por la condena al “terrorismo islámico” que el Presidente realizó en su discurso en el acto de apertura de los Juegos Macabeos. Desde la Cancillería aseguran que lo ideal para ese puesto, al igual que para muchos otros, sería ubicar allí a un “diplomático de carrera”, un perfil bien diferente al de Oliveri (que viene de la militancia política en el peronismo y estuvo en total 16 años en el cargo), Santiago de Estrada y Alfredo Abriani, estos dos últimos a cargo del área durante el gobierno de Cambiemos.
Las explicaciones oficiales distan de conformar a todos, y algunos sectores ligados a la Iglesia sugieren que ven “falta de interés” del Gobierno en reforzar el vínculo, ya que tradicionalmente el secretario de Culto es un intermediario de buenos oficios con la Iglesia.
En ámbitos eclesiásticos puntualizan, además, que la comisión ejecutiva de la Conferencia Episcopal, que encabeza monseñor Oscar Ojea, se reunió en diciembre en Buenos Aires, sin contacto con el Presidente, otro dato que inquieta, si bien tampoco Alberto Fernández recibió a los obispos cuando asumió, aunque allí había una razón concreta: la promesa presidencial de entonces de trabajar en el Congreso por la despenalización del aborto, concretada un año después, en diciembre de 2020.
La embajada en el Vaticano, eso sí, tiene una decena de candidatos “y auto-candidatos” según ironizan desde el Palacio San Martín y el Episcopado. Las exdiputadas macristas Victoria Morales Gorleri y Paula Bertol, la exsenadora María Cristina Guzmán y el exasesor de Sergio Massa y militante católico Jorge O’Reilly aparecen en varios listados tentativos, si bien todos conocen el dicho que reza que “el que suena, suena”, en momentos de versiones y rumores no confirmados.
“Lo van a decidir Milei, su hermana y Mondino en breve”, dicen en el edificio de la Cancillería, y arriesgan que el nombre para llegar a la Santa Sede podría estar incluido en la nómina de embajadores políticos que el Gobierno enviará al Senado en los próximos días. Adalberto Rodríguez Giavarini, excanciller del presidente Fernando de la Rúa, fue tentado para el cargo de embajador en el Vaticano según distintas fuentes, pero optó por la negativa. El mismo camino que siguió Roberto Bosch, a quien le ofrecieron la Secretaría de Culto, pero el diplomático prefirió continuar como encargado de negocios en España, actualmente a cargo de la sede diplomática hasta que se designe el sucesor de Ricardo Alfonsín.
En este contexto enrarecido, parece desdibujarse la posibilidad de que el papa Francisco visite el país, como él mismo lo había insinuado en agosto, aunque luego voceros de la Iglesia lo relativizaron. “Queremos expresarte nuestro deseo de que nos visites pronto”, decía la nota firmada en noviembre por monseñor Oscar Ojea, una invitación que Bergoglio no desalentó del todo, pero que deberá reafirmar en las próximas semanas para que los eventuales preparativos comiencen a acelerarse.
La presencia del Presidente en la Catedral Metropolitana en el atardecer del 10 de diciembre para participar de una oración interreligiosa, que siguió con lágrimas en los ojos, fue interpretada como otro gesto de acercamiento. Allí sí estuvo un enviado del Papa, el nuncio apostólico en Chile, Alberto Ortega Martin, aunque la demora en los nombramientos claves sigue generando inquietud en la Iglesia y también retrasa cualquier expectativa de viaje del Papa a la Argentina.
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Villarruel se enfoca en buscar votos y evita el ajuste del Senado
Teje una red de alianzas en la Cámara alta con impronta propia; su objetivo central es reunir el respaldo suficiente para aprobar las leyes que reclama el Ejecutivo
Matías Moreno
Senado...Victoria Villarruel, vicepresidenta y titular del Senado de la Nación
Mientras Javier Milei ratifica su apuesta a la fórmula del “a todo o nada” para sortear los contratiempos que sufre su set de medidas para desregular la economía y transformar el Estado, la vicepresidenta Victoria Villarruel le pone su impronta a la conducción del Senado, un escenario donde las ambiciones reformistas de los libertarios chocan con los límites de la nueva configuración parlamentaria y de la realidad política.
Con una estrategia diferente a la del ala intransigente del Gobierno –que integran Nicolás Posse, Patricia Bullrich, Karina Milei y el escudero de la identidad del Presidente, Santiago Caputo–, Villarruel intenta construir consensos y apuntalar su alianza transitoria con las bancadas de la UCR, Pro y de Unidad Federal para garantizarse no solo el control de la Cámara alta, sino también un colchón de votos que le permita aprobar proyectos del oficialismo y blindar las reformas que pretende instrumentar Milei, como el DNU y la ley ómnibus.
A sabiendas de que el bloque libertario solo cuenta con siete senadores y el peronismo mantiene la primera minoría –con 33 escaños–, Villarruel teje una red de aliados que la ayuden a preservar las riendas de la “casa”. Con sigilo y un estilo propio, la vicepresidenta procura construir poder y estrechar lazos con referentes de las distintas vertientes de Pro, radicales, peronistas no kirchneristas y lugartenientes de caciques de partidos provinciales. “La alianza es circunstancial, pero hay vocación de que sea permanente”, remarcan cerca de la titular de la Cámara alta.
Con el objetivo de solidificar el vínculo político y personal con sus nuevos socios, Villarruel optó por postergar los gestos o medidas vinculadas al combate de la “casta”, el enemigo que eligió Milei para confrontar o responsabilizar por la eventual demora en la consecución de los objetivos de su gestión.
En otras palabras: la vicepresidenta prefirió no impulsar por ahora un plan de austeridad en el manejo de los recursos del Senado para no agitar las aguas con sus socios, a quienes necesita para consolidar una mayoría. Por ese motivo, ni ajustó los gastos superfluos ni activó una revisión de la planta permanente –que conforman alrededor de 6000 empleados– ni puso en marcha un sistema para monitorear el nivel de presentismo. Tampoco achicó los costos de la flota de autos que utilizan los senadores ni puso la mira en la dieta salarial de los legisladores. Elige las batallas en un momento de emergencia.
La actitud de Villarruel contrasta con la batería de medidas que anunció Martín Menem, titular de la Cámara alta, para exhibirse en sintonía con la promesa de campaña de Milei: reducir los gastos de la política. Por caso, Menem suprimió “el contrato para el acceso a salones vip en los aeropuertos”, puso fin por un año a la pauta publicitaria en medios de comunicación –dijo que en 2023 la Cámara baja gastó 1700 millones de pesos–; prometió bajar un tercio de la flota de vehículos oficiales, y aseguró que pedirá debatir el congelamiento de las dietas de los legisladores. “Victoria es la vicepresidenta y Martín está dando sus primeros pasos”, grafican leales a la referente de La Libertad Avanza. Fuera de micrófono, hay mileístas de la primera hora que despotrican con ironía contra la actitud de la vicepresidenta: deslizan que teme una reacción de los radicales y sugieren que debería animarse a tensionar.
Quienes frecuentan a Villarruel subrayan que la prioridad de la vicepresidenta es robustecer un sostén de apoyos que le permita sacar las leyes urgentes que requiere el Gobierno para enfrentar la profunda crisis económica y social. Esa, aseguran, es su principal “responsabilidad” y la misión que le asignó Milei. Por eso, se mueve con prudencia en un tablero fragmentado y complejo como el del Senado.
Consciente de la falta de sustento de La Libertad Avanza, Villarruel apuesta a consensuar a la hora de tejer la estrategia para hacer funcionar las comisiones y evitar chocar con las facciones de la oposición que tienen una postura colaborativa con el Gobierno. Interlocutores habituales de la vicepresidenta deslizan que, al postergar el ajuste de los privilegios de la “casta”, Villarruel evita generar un efecto corrosivo en momentos en que el oficialismo necesita de apoyos para iniciar la gestión e impedir que el Congreso frente las reformas o declare nulo el DNU para desregular la economía.
Senadores con amplia trayectoria en “la casa” afirman que si Villarruel deseara impulsar recortes, sugieren desde las bancadas de Pro y la UCR, podría posar la lupa sobre la nómina del personal de la Biblioteca del Congreso, que controla una comisión bicameral, o apuntar a achicar la planta permanente de empleados. Esa jugada plantearía un dilema a Villarruel. ¿Ejecutará un ajuste en esos recursos antes de que Milei avance con despidos de personal en la administración nacional?
De manera permanente, Villarruel hace un ejercicio de equilibrio. No solo para generar confianza y evitar una ruptura con sus nuevos socios, sino que debe mostrar cohesión con el Presidente tras los ruidos que provocaron entre ambos la reunión secreta que mantuvo con Macri en noviembre o el reparto de poder en el gabinete. Allegados a Villarruel relativizan las diferencias.
Si bien le imprime su impronta al manejo del Senado, Villarruel no quiere que sus movimientos sean leídos como un desafío a la Casa Rosada. Tiene autonomía, edifica un liderazgo propio y pretende ofrendarle triunfos legislativos al Gobierno, pero también procura dejar en claro que está alineada con Milei pese a sus diferencias con el ala intransigente del oficialismo.
Los opositores en el Senado destacan la vocación de Villarruel de construir consensos y perciben sus discrepancias con el perfil y la fórmula del Presidente, sobre todo, a la hora de explorar acuerdos. Incluso, horas después de que Milei atacara a los legisladores que pusieron reparos y plantearon objeciones a sus reformas y los acusara de coimeros, Villarruel recibió a Guillermo Francos, ministro del Interior, junto a referentes parlamentarios para apaciguar los ánimos. Una táctica pacificadora.
Los límites
A pesar de su esfuerzo para tender puentes con la oposición, la vicepresidenta no tiene mucho margen para negociar. Es que, a diferencia de otros ministros, no controla obras ni contratos o los Aportes del Tesoro Nacional (ATN). Tampoco se quedó con el manejo de las carteras de Defensa o Seguridad para ofrecer puestos codiciados.
El poderoso tándem Karina Milei y Nicolás Posse, jefe de Gabinete, le recortaron su capacidad de influencia y su radio de acción antes de que el líder de LLA llegara a la Casa Rosada.
En el entorno de Villarruel relativizan las internas en La Libertad Avanza y se muestran satisfechos tras el primer mes en el Senado. Se jactan de haber logrado que la Cámara alta “vuelva a funcionar” y celebran que las comisiones hayan estado en actividad en la primera semana de enero, tras el inicio de las sesiones extraordinarias.
Destacan que Villarruel se puso como meta destrabar el funcionamiento de la “casa” y exhibir “un cambio de actitud” respecto de la gestión de Cristina Kirchner. Por esa razón, se preocupó por atender los reclamos o recibir a todas las bancadas aliadas. Radicales y macristas se sorprendieron por su apertura al diálogo, su “carácter” y su “muñeca política” para construir acuerdos. Eso le permitió a Villarruel reunir una mayoría circunstancial de 39 senadores, que integran Pro, UCR, Unidad Federal y La Libertad Avanza, que conduce Ezequiel Atauche.
Ese acuerdo le posibilitó avanzar en la conformación de las comisiones –en las que repartió las presidencias con aliados y marginó al kirchnerismo– y designar los ocho senadores que irán a la Bicameral de Trámite Legislativo, escenario de la batalla por el DNU y donde el oficialismo intentará impedir un Waterloo.
La última semana, LLA logró aprobar tres de cinco convenciones internacionales que buscan evitar la doble imposición y favorecer inversiones –Turquía, China y Emiratos Árabes pasaron el filtro, pero Japón y Luxemburgo no–. Además, hubo acuerdo con el PJ para autorizar el viaje a Davos de Milei.
Pero está claro que la alianza heterogénea que construyó Villarruel para dominar el Senado no implica una mayoría automática. De hecho, la vicepresidenta sufrió el primer traspié esta semana durante el debate sobre la boleta única en las comisiones de Asuntos Constitucionales y de Justicia del Senado.
El oficialismo y sus aliados no pudieron sacar dictamen favorable por un error de cálculo: no se habían garantizado los votos en la previa de la reunión. Como LLA había promocionado que podría lograr una primera victoria legislativa, el revés se sintió con más fuerza.
Cerca de Villarruel se entusiasmaban con alzarse con ese triunfo y entregarle al Gobierno una ley. Sin embargo, la mayoría que construyó el oficialismo es endeble y requerirá un arduo trabajo, ley por ley, admiten quienes rodean a Villarruel. Mónica Silva (Juntos Somos Río Negro), que responde a Alberto Weretilneck, y la neuquina Lucila Crexell pidieron profundizar el debate antes de avanzar. Hay radicales y representantes de Pro que también creen que la media sanción que salió de Diputados es “perfectible”.
Los libertarios y sus aliados volverán a la carga. Hay distintas visiones entre los laderos de Villarruel respecto de si deben avanzar o arriesgarse a que el proyecto vuelva a la Cámara baja y naufrague.
Este fin de semana, Villarruel viajó a Río Negro, donde fue recibida por el intendente de Bariloche, Walter Cortés, y visitó las instalaciones de Invap. Interlocutores habituales de la vicepresidenta niegan contactos con Macri, quien descansa en el country de Cumelén.
En La Libertad Avanza evalúan un eventual acercamiento a la senadora Silva para persuadirla de la necesidad de acelerar el tratamiento de la boleta única.
El objetivo de Villarruel es dar pelea para reflotar el debate y lograr el dictamen. El principal estratega de la vicepresidenta es Guillermo Montenegro, uno de sus colaboradores más cercanos. En la mesa chica de Villarruel son cautelosos respecto de la táctica para conseguir los apoyos o garantizar un éxito en la comisión bicameral de DNU. Aseguran que serán prudentes y coordinar la estrategia con la Casa Rosada. “No hay que adelantar nada. Perdemos dos votos y estamos complicados”, grafican cerca de Villarruel.
Para sancionar la boleta única en el Senado se requiere una mayoría agravada de 37 votos. Por eso, la vicepresidenta debe garantizarse los respaldos antes de acelerar.
Mientras Javier Milei ratifica su apuesta a la fórmula del “a todo o nada” para sortear los contratiempos que sufre su set de medidas para desregular la economía y transformar el Estado, la vicepresidenta Victoria Villarruel le pone su impronta a la conducción del Senado, un escenario donde las ambiciones reformistas de los libertarios chocan con los límites de la nueva configuración parlamentaria y de la realidad política.
Con una estrategia diferente a la del ala intransigente del Gobierno –que integran Nicolás Posse, Patricia Bullrich, Karina Milei y el escudero de la identidad del Presidente, Santiago Caputo–, Villarruel intenta construir consensos y apuntalar su alianza transitoria con las bancadas de la UCR, Pro y de Unidad Federal para garantizarse no solo el control de la Cámara alta, sino también un colchón de votos que le permita aprobar proyectos del oficialismo y blindar las reformas que pretende instrumentar Milei, como el DNU y la ley ómnibus.
A sabiendas de que el bloque libertario solo cuenta con siete senadores y el peronismo mantiene la primera minoría –con 33 escaños–, Villarruel teje una red de aliados que la ayuden a preservar las riendas de la “casa”. Con sigilo y un estilo propio, la vicepresidenta procura construir poder y estrechar lazos con referentes de las distintas vertientes de Pro, radicales, peronistas no kirchneristas y lugartenientes de caciques de partidos provinciales. “La alianza es circunstancial, pero hay vocación de que sea permanente”, remarcan cerca de la titular de la Cámara alta.
Con el objetivo de solidificar el vínculo político y personal con sus nuevos socios, Villarruel optó por postergar los gestos o medidas vinculadas al combate de la “casta”, el enemigo que eligió Milei para confrontar o responsabilizar por la eventual demora en la consecución de los objetivos de su gestión.
En otras palabras: la vicepresidenta prefirió no impulsar por ahora un plan de austeridad en el manejo de los recursos del Senado para no agitar las aguas con sus socios, a quienes necesita para consolidar una mayoría. Por ese motivo, ni ajustó los gastos superfluos ni activó una revisión de la planta permanente –que conforman alrededor de 6000 empleados– ni puso en marcha un sistema para monitorear el nivel de presentismo. Tampoco achicó los costos de la flota de autos que utilizan los senadores ni puso la mira en la dieta salarial de los legisladores. Elige las batallas en un momento de emergencia.
La actitud de Villarruel contrasta con la batería de medidas que anunció Martín Menem, titular de la Cámara alta, para exhibirse en sintonía con la promesa de campaña de Milei: reducir los gastos de la política. Por caso, Menem suprimió “el contrato para el acceso a salones vip en los aeropuertos”, puso fin por un año a la pauta publicitaria en medios de comunicación –dijo que en 2023 la Cámara baja gastó 1700 millones de pesos–; prometió bajar un tercio de la flota de vehículos oficiales, y aseguró que pedirá debatir el congelamiento de las dietas de los legisladores. “Victoria es la vicepresidenta y Martín está dando sus primeros pasos”, grafican leales a la referente de La Libertad Avanza. Fuera de micrófono, hay mileístas de la primera hora que despotrican con ironía contra la actitud de la vicepresidenta: deslizan que teme una reacción de los radicales y sugieren que debería animarse a tensionar.
Quienes frecuentan a Villarruel subrayan que la prioridad de la vicepresidenta es robustecer un sostén de apoyos que le permita sacar las leyes urgentes que requiere el Gobierno para enfrentar la profunda crisis económica y social. Esa, aseguran, es su principal “responsabilidad” y la misión que le asignó Milei. Por eso, se mueve con prudencia en un tablero fragmentado y complejo como el del Senado.
Consciente de la falta de sustento de La Libertad Avanza, Villarruel apuesta a consensuar a la hora de tejer la estrategia para hacer funcionar las comisiones y evitar chocar con las facciones de la oposición que tienen una postura colaborativa con el Gobierno. Interlocutores habituales de la vicepresidenta deslizan que, al postergar el ajuste de los privilegios de la “casta”, Villarruel evita generar un efecto corrosivo en momentos en que el oficialismo necesita de apoyos para iniciar la gestión e impedir que el Congreso frente las reformas o declare nulo el DNU para desregular la economía.
Senadores con amplia trayectoria en “la casa” afirman que si Villarruel deseara impulsar recortes, sugieren desde las bancadas de Pro y la UCR, podría posar la lupa sobre la nómina del personal de la Biblioteca del Congreso, que controla una comisión bicameral, o apuntar a achicar la planta permanente de empleados. Esa jugada plantearía un dilema a Villarruel. ¿Ejecutará un ajuste en esos recursos antes de que Milei avance con despidos de personal en la administración nacional?
De manera permanente, Villarruel hace un ejercicio de equilibrio. No solo para generar confianza y evitar una ruptura con sus nuevos socios, sino que debe mostrar cohesión con el Presidente tras los ruidos que provocaron entre ambos la reunión secreta que mantuvo con Macri en noviembre o el reparto de poder en el gabinete. Allegados a Villarruel relativizan las diferencias.
Si bien le imprime su impronta al manejo del Senado, Villarruel no quiere que sus movimientos sean leídos como un desafío a la Casa Rosada. Tiene autonomía, edifica un liderazgo propio y pretende ofrendarle triunfos legislativos al Gobierno, pero también procura dejar en claro que está alineada con Milei pese a sus diferencias con el ala intransigente del oficialismo.
Los opositores en el Senado destacan la vocación de Villarruel de construir consensos y perciben sus discrepancias con el perfil y la fórmula del Presidente, sobre todo, a la hora de explorar acuerdos. Incluso, horas después de que Milei atacara a los legisladores que pusieron reparos y plantearon objeciones a sus reformas y los acusara de coimeros, Villarruel recibió a Guillermo Francos, ministro del Interior, junto a referentes parlamentarios para apaciguar los ánimos. Una táctica pacificadora.
Los límites
A pesar de su esfuerzo para tender puentes con la oposición, la vicepresidenta no tiene mucho margen para negociar. Es que, a diferencia de otros ministros, no controla obras ni contratos o los Aportes del Tesoro Nacional (ATN). Tampoco se quedó con el manejo de las carteras de Defensa o Seguridad para ofrecer puestos codiciados.
El poderoso tándem Karina Milei y Nicolás Posse, jefe de Gabinete, le recortaron su capacidad de influencia y su radio de acción antes de que el líder de LLA llegara a la Casa Rosada.
En el entorno de Villarruel relativizan las internas en La Libertad Avanza y se muestran satisfechos tras el primer mes en el Senado. Se jactan de haber logrado que la Cámara alta “vuelva a funcionar” y celebran que las comisiones hayan estado en actividad en la primera semana de enero, tras el inicio de las sesiones extraordinarias.
Destacan que Villarruel se puso como meta destrabar el funcionamiento de la “casa” y exhibir “un cambio de actitud” respecto de la gestión de Cristina Kirchner. Por esa razón, se preocupó por atender los reclamos o recibir a todas las bancadas aliadas. Radicales y macristas se sorprendieron por su apertura al diálogo, su “carácter” y su “muñeca política” para construir acuerdos. Eso le permitió a Villarruel reunir una mayoría circunstancial de 39 senadores, que integran Pro, UCR, Unidad Federal y La Libertad Avanza, que conduce Ezequiel Atauche.
Ese acuerdo le posibilitó avanzar en la conformación de las comisiones –en las que repartió las presidencias con aliados y marginó al kirchnerismo– y designar los ocho senadores que irán a la Bicameral de Trámite Legislativo, escenario de la batalla por el DNU y donde el oficialismo intentará impedir un Waterloo.
La última semana, LLA logró aprobar tres de cinco convenciones internacionales que buscan evitar la doble imposición y favorecer inversiones –Turquía, China y Emiratos Árabes pasaron el filtro, pero Japón y Luxemburgo no–. Además, hubo acuerdo con el PJ para autorizar el viaje a Davos de Milei.
Pero está claro que la alianza heterogénea que construyó Villarruel para dominar el Senado no implica una mayoría automática. De hecho, la vicepresidenta sufrió el primer traspié esta semana durante el debate sobre la boleta única en las comisiones de Asuntos Constitucionales y de Justicia del Senado.
El oficialismo y sus aliados no pudieron sacar dictamen favorable por un error de cálculo: no se habían garantizado los votos en la previa de la reunión. Como LLA había promocionado que podría lograr una primera victoria legislativa, el revés se sintió con más fuerza.
Cerca de Villarruel se entusiasmaban con alzarse con ese triunfo y entregarle al Gobierno una ley. Sin embargo, la mayoría que construyó el oficialismo es endeble y requerirá un arduo trabajo, ley por ley, admiten quienes rodean a Villarruel. Mónica Silva (Juntos Somos Río Negro), que responde a Alberto Weretilneck, y la neuquina Lucila Crexell pidieron profundizar el debate antes de avanzar. Hay radicales y representantes de Pro que también creen que la media sanción que salió de Diputados es “perfectible”.
Los libertarios y sus aliados volverán a la carga. Hay distintas visiones entre los laderos de Villarruel respecto de si deben avanzar o arriesgarse a que el proyecto vuelva a la Cámara baja y naufrague.
Este fin de semana, Villarruel viajó a Río Negro, donde fue recibida por el intendente de Bariloche, Walter Cortés, y visitó las instalaciones de Invap. Interlocutores habituales de la vicepresidenta niegan contactos con Macri, quien descansa en el country de Cumelén.
En La Libertad Avanza evalúan un eventual acercamiento a la senadora Silva para persuadirla de la necesidad de acelerar el tratamiento de la boleta única.
El objetivo de Villarruel es dar pelea para reflotar el debate y lograr el dictamen. El principal estratega de la vicepresidenta es Guillermo Montenegro, uno de sus colaboradores más cercanos. En la mesa chica de Villarruel son cautelosos respecto de la táctica para conseguir los apoyos o garantizar un éxito en la comisión bicameral de DNU. Aseguran que serán prudentes y coordinar la estrategia con la Casa Rosada. “No hay que adelantar nada. Perdemos dos votos y estamos complicados”, grafican cerca de Villarruel.
Para sancionar la boleta única en el Senado se requiere una mayoría agravada de 37 votos. Por eso, la vicepresidenta debe garantizarse los respaldos antes de acelerar.
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