lunes, 4 de marzo de 2024

LA VELOCIDAD DEL AJUSTE Y OPINIÓN


El Gobierno libertario encuentra dificultades para achicar el Estado
El Presidente llegó a decir que su administración ya había echado a 50.000 empleados públicos, pero las cifras oficiales exhiben un escenario distinto; surgen trabas administrativas y de orden legal
Candela IniJavier Milei

Javier Milei se jactó ante la Asamblea Legislativa de que su plan económico tuvo más de “motosierra” sobre la política que licuación del gasto público. “Si bien ha habido licuación, ha habido mucho más de motosierra, todo para la política”, dijo el Presidente. También dijo, en una entrevista con el canal LN+, que despidió del Estado a 50.000 personas. “Hemos echado 50.000 empleados públicos, hay 10.000 contratos que vencían y no los renovamos”, dijo Milei. De acuerdo con un informe elaborado por el instituto Nacional de Estadística y Censos (indec), esa afirmación no coincide con los datos.
Hasta ahora, el ajuste sobre la conducción y administración de los organismos de la administración nacional fue menor que la poda aplicada sobre otras partidas. La licuación del gasto -retroceso en el gasto de las prestaciones sociales, jubilaciones y pensiones, programas sociales y salarios- fue el principal motivo del ahorro fiscal.
Según los datos a los que accediódesde que Milei asumió hasta finales de enero -tan solo dos semanas antes de la entrevista en la que el Presidente dio esa cifra- fueron despedidas del Estado alrededor de 7800 personas. El número no incluye los despidos en el Estado que ocurrieron durante febrero.
En julio de 2022, cuando el entonces ministro Sergio Massa estableció que no podría haber más altas en el personal del Estado, había un total de 335.552 empleados públicos. En noviembre de 2023, durante el último mes de la gestión del Frente de Todos, la cifra de empleados estatales llegaba a 341.713. Y para finales de enero, según las cifras del indec, ese número llegó a 333.853.
Al cierre de enero, la Administración Pública Nacional tenía una dotación de 224.072 empleados. Esa cifra se compone de 50.973 empleados de la administración centralizada, 134.680 de la administración descentralizada, 23.109 de la administración desconcentrada y 15.310 de otros entes.
Como parte de las empresas y sociedades del Estado se contabilizan 109.781 personas más. El informe de febrero todavía no fue elaborado, pero una fuente con experiencia en la administración del Estado dijo que si bien siguieron las reducciones del personal, es imposible arribar al número que dijo el Presidente en tan solo dos meses de gestión.
La Fundación País Abierto y Digital (PAD), que preside el exministro de Modernización macrista Andrés ibarra, también lleva adelante un relevamiento que, si bien arroja una cifra de ajuste más elevada, sigue lejos de lo que dijo el Presidente. Según el documento elaborado por la Fundación PAD al que accedió la nacion, a fines de enero había 327.713 personas, tanto dentro de la Administración Pública Nacional como en las empresas y sociedades del Estado, con lo cual la totalidad de personas despedidas hasta ese momento habría sido de 14.000.
Un dirigente político que tiene diálogo con el Gobierno y avala el plan de ajuste desconfió de la cifra pronunciada por Milei. “Si echás a 50.000 personas se refleja en la conflictividad de la calle, eso no pasó”, dijo A fines de marzo tendrá vencimiento una enorme cantidad de contratos, que, según fuentes oficiales, no serán renovados.
Milei sí hizo una reducción fuerte de la estructura: bajó de 22 a 9 ministerios. Y se redujeron los cargos políticos, conocidos como los “ravioles” del Estado. También se redujeron drásticamente los gastos corrientes en seguros, contrataciones y programas. Además, se eliminaron en múltiples dependencias del Estado las horas extras y las unidades retributivas. “Sí se sacaron las horas extras y se dieron de baja los contratos que habían sido dados de alta durante 2023. También sacaron las unidades retributivas. Sin esas unidades retributivas, los contratos quedan muy pelados, y por eso se fueron muchos contratados”, dijo una fuente que trabajó en la Jefatura de Gabinete.
Quien sigue de cerca las dimensiones del Estado es el exfuncionario menemista Armando Daniel Guibert, a cargo de la Secretaría de Transformación del Estado y Función Pública, que depende de la Jefatura de Gabinete de Ministros.
Más allá de las nóminas de personal estatal, para recortar y administrar el gasto público en general la dirigencia libertaria se topó con dificultades administrativas. Por ejemplo, para la eliminación de los fondos fiduciarios. De los 29 fondos que concentran un presupuesto anual cercano a los $1,5 billones, cerca de 2 puntos porcentuales del producto bruto interno del país, unos ocho en total fueron creados por decreto, dijo un exfuncionario experto en cuestiones administrativas del Estado que lleva un relevamiento del tema. Y son solamente los que fueron creados bajo esa condición normativa los que Milei puede eliminar sin pasar por el Congreso.
Para la disolución de áreas tales como el inadi, una iniciativa que promovió Milei, el Gobierno también se encontró con una traba administrativa. El instituto fue creado por ley y solo puede disolverse por la vía legislativa.

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Un diagnóstico sin coartadas verbales
Rogelio Alaniz

Más de una vez nos hemos preguntado si la llegada de Javier Milei a la presidencia de la Nación fue un accidente, una casualidad, un malentendido, o, por el contrario, el inicio de un nuevo ciclo histórico. El discurso del viernes a la noche mantiene este interrogante, pero queda claro que hay un presidente que ha elaborado un diagnóstico del país, una propuesta hacia el futuro y los recursos políticos a emplear para lograrlo.
Todo esto puede y debe ponerse en discusión, pero lo que queda claro es que existe una firme y acerada voluntad de poder, una ironía si se quiere de parte de quien no renuncia a reconocerse como libertario. También queda claro que estamos ante un gobierno capaz de sostener la iniciativa política y plantearse en el centro del escenario.
En un discurso de más de una hora, leído con serenidad y tono algo monótono, Javier Milei denunció sin coartadas verbales y sin ahorrar adjetivos la herencia recibida, un diagnóstico previsible, aunque en la ocasión insertó este concepto en lo que se podría calificar un régimen de explotación y dominación con sus actores sociales, sus beneficiarios y sus víctimas. Esta conceptualización podrá discutirse, seguramente deberá discutirse, pero se sostiene con una sólida lógica interna.
Milei no se detiene en la anécdota, en el episodio local, incluso en las calamidades de un gobierno en particular, por el contrario, elabora un marco político que define enemigos y aliados. Milei parece estar convencido de que un sistema de dominación ha llegado a su fin y él es el portador de la buena nueva en clave liberal. ¿Será así? No lo sé, pero por lo pronto este parece ser su principal capital político.
De hecho, lo que sus palabras describen es el escenario de una crisis con una resolución que muy bien merecería calificarse de revolucionaria. Milei no se propone ser más de lo mismo, por lo menos no parece ser esa su intención. ¿Podrá lograrlo? No lo sabemos, pero parece estar decidido y sobre todo parece saber lo que hay que hacer y lo que no hay que hacer.
El principal sostén de su discurso está omitido, pero no por ello menos vigente: no hay un solo actor político en la oposición en presentar una alternativa diferente. A esa ausencia de alternativa, Milei añade las modalidades de su personalidad, su certeza ideológica y la convicción de que estamos en la antesala de un cambio. Por supuesto que podrá equivocarse, pero no son pocos los que están dispuestos a dar crédito a sus palabras. Milei habló con el tono de las convicciones, la certeza de que la verdad está de su lado y de que esa verdad es la resultante del reconocimiento de que una etapa de la política ha llegado a su fin. Y al respecto reseña a los responsables de esa prolongada decadencia acentuada en los últimos veinte años. Los beneficiarios de la decadencia son los titulares de la casta, pero esa casta se sostiene gracias a una red de intereses y beneficios que constituyen un régimen, un régimen estatal que debe ser demolido.
Como en los cuentos de Poe, lo más importante en política práctica es el final del relato, en este caso la convocatoria a todos los actores políticos a un acuerdo en Córdoba sobre la base de diez puntos para fundar una nueva nación. ¿Córdoba una nueva San Nicolás? Vaya uno a saberlo. Veremos cuál es la respuesta al diálogo; veremos si se trata de un diálogo o un contrato de adhesión; veremos cómo algunos principios generales como la defensa de la propiedad privada o la reforma política o el comercio con el mundo se traducen a los rigores de la lucha política.
Milei convoca al diálogo, pero informa que si la oposición elige el conflicto, habrá conflicto. Dispone del poder de la presidencia, de la adhesión de un amplio sector de la opinión pública y muy en particular de esa mayoría silenciosa que de una manera u otra fue víctima de la casta.
Final abierto. inquietante en algunos puntos, interesante en otros. Curiosamente, Milei abre el debate político en términos hasta ahora desconocidos y no vacila en dar nombres y apellidos a los responsables de la decadencia nacional: políticos corruptos, sindicalistas mafiosos, empresarios prebendarios. Milei crea su relato y prevé los posibles desenlaces incluida la aspereza de los combates. No vacila en calificar a esa coalición de intereses a derrotar como el antiguo régimen.
Decía que Milei expresó de manera precisa y ordenada los objetivos y los medios para fundar el nuevo régimen. Hay latente una utopía, pero también se impone un realismo descarnado acerca de la naturaleza de la crisis y la naturaleza de los posibles conflictos.
Desde el atril, Milei dominó la escena con su presencia, sus palabras y el coro de las barras debidamente instaladas en los palcos. A sus espaldas, la presencia de Victoria Villarruel, el necesario rostro conservador del discurso liberal, y a su derecha, Martín Menem, el sobrino del único político que en su largo discurso Milei mencionó sin disimular la simpatía que le despertaba el expresidente riojano, a quien sin vacilaciones lo ubicó al lado de la verdad, un lugar que, sospecho, que hasta el propio Menem hubiera recibido con una sonrisa socarrona.
Discurso sólido, consistente, impecable si se quiere. Un discurso que constituye un relato y que como todo relato intentará ganar consenso, pero al mismo tiempo será sometido a la crítica de otras posiciones políticas. Un relato es necesario cuando no indispensable para sostener la acción política, pero la complejidad de lo real es siempre más rica y por supuesto más imprevisible que el mejor relato. En definitiva, los resultados de esta pugna son inciertos, pero el oficialismo, a contramano de quienes lo subestiman e incluso le han augurado un final cercano, ha demostrado que dispone de recursos y energía para sostener esa clave del arte político: la iniciativa


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