El BCRA rescindió un contrato y dejó de producir billetes en la Casa de Moneda desde anoche
La entidad frenó la impresión y dará vacaciones a sus empleados
Francisco Jueguen y Pablo Fernández BlancoEn la Casa de Moneda se estaban imprimiendo papeles de $1000 y $2000
Por una decisión unilateral del Banco Central (BCRA) de rescindir los contratos hasta ahora existentes, la Casa de Moneda dejó de fabricar billetes. Se darán vacaciones a sus trabajadores.
La información fue confirmada en una comunicación interna enviada a trabajadores de la Casa de Moneda, a la que tuvo acceso la nacion
“Al personal”, se encabezó en el correo interno. “Se informa que el Banco Central de la República Argentina (BCRA) nos ha comunicado la decisión de rescindir los contratos de denominación de $1000 y $2000 que se encuentran vigentes al día de la fecha con Casa de Moneda”, se escribió. “A raíz de esa decisión se procederá a detener a partir de las 22 todos los procesos productivos referentes a la fabricación de billetes”, se completó.
“Por tal motivo, a todo el personal afectado directamente a dicha actividad productiva se le dará curso a la utilización de los períodos vacacionales que tengan disponibles”, cerró la misiva.
En el BCRA confirmaron la información. Precisaron que la resolución oficial se definió en la reunión de directorio del viernes pasado y se fundamentó tanto en los altos costos cobrados por la Casa de Moneda como por el “incumplimiento” de plazos. Se rescindieron, precisaron, contratos de 2021, 2022, y 2023 para abastecer de billetes el primer y segundo semestre de 2022 y los primeros seis meses del año pasado. “La rescisión es parcial porque se van a recibir una parte de uno de los contratos por billetes de $2000”, contaron.
En la entidad hablaron de una “demora descomunal en los plazos” de fabricación cuando el BCRA había adelantado un 45% del total de los pagos de los contratos. Además, indicaron que –por millar– costaron más del doble que los billetes de $20.000 que se imprimieron en el exterior. “Los billetes que no se imprimirán no son necesarios; hoy el sistema está bien abastecido y se requieren billetes de más alta denominación”, agregaron en el BCRA.
El Gobierno tiene la decisión tomada de intervenir la Casa de Moneda, la imprenta pública que se creó en 1875, durante la administración de Nicolás Avellaneda. Pero antes podría venir el cierre de la planta de Ciccone. Ayer se definió liquidar los contratos para la provisión de dinero, pero todavía queda en duda qué pasará con la confección de pasaportes, también en manos de la Casa de Moneda, y con las patentes para vehículos.
La última licitación que había organizado el BCRA había dejado dos definiciones: la primera es que hay muchas firmas en el mundo con capacidad sobrante para producir billetes. De hecho, si bien la imprenta estatal china ganó la compulsa, se presentaron competidores de Brasil, Estados Unidos, Francia e Inglaterra. La segunda: todos, incluso los más caros, están en condiciones de venderle a la Argentina más barato que su propia imprenta estatal.
En el espíritu de los funcionarios que analizan los números está la intención de cerrar la Casa de Moneda. No ocurrirá en breve. Pero no habrá nostalgia en la administración de Javier Milei para clausurar una firma que tiene deudas por más de US$370 millones.
En mayo, había contado que Li Huifeng, el gerente general del imperio conocido como China Banknote Printing and Minting Corporation (Cbpmc), una imprenta gigante que fabrica la moneda de ese país, había estado en esos días en el país encabezando una comitiva de al menos cuatro ejecutivos de primer nivel. Se reunió con funcionarios del BCRA y de otras dependencias del Estado. La visita marcó un antes y un después en la relación de la Argentina con China y el triángulo diplomático que terminan de conformar con Estados Unidos, nunca exento de tensiones.
Fue entonces, según precisó este medio, la corroboración de que está en marcha un juego de celos, millones y desconfianzas que involucran a empresas asiáticas, norteamericanas y europeas alrededor de un bien preciado para el ciudadano de a pie: los billetes con los que todos los días gira la rueda de la economía. La delegación china había llegado al país para profundizar el camino ya recorrido: ser el principal proveedor argentino de billetes desde el exterior, situación que encendió alarmas. El BCRA ya había recuperado la vieja modalidad de Federico Sturzenegger para hacer licitaciones directas para comprar billetes sin pasar por la Casa de Moneda.
En junio ya habían llegado a Buenos Aires desde China los nuevos papeles de $10.000. La imprenta que hace el yuan, además, se había quedado con otra licitación para hacer una provisión importante de papeles de $20.000 en diciembre de este año. Hasta fines del año pasado, la Argentina tenía pagos atrasados por más de US$7 millones, al igual que con otros proveedores internacionales. Ambos países estaban discutiendo entonces mediante notas cómo cancelar ese rojo. Sin embargo, Huifeng no habló en ese momento de la plata que le deben en su paso por el país. Estaba más interesado en profundizar los negocios.
Algo similar le pasaba entonces a Estados Unidos. Crane, una empresa de ese país, se había apurado para quedarse con la provisión de una tanda de billetes de $10.000. Llegarán también en diciembre, junto con los chinos. Nadie veía allí una casualidad. Los funcionarios argentinos se miraron a la cara cuando vieron los precios de la firma norteamericana, acostumbrada a pasar cifras más altas, cotizó por debajo de los US$60 el millar. La administración de los precios es una forma de marcar la influencia de un país en otro mediante la provisión de bienes. Lo saben los proveedores habituales de Francia y Alemania, a quienes la competencia entre Estados Unidos y China dejó en el camino. Hablan de valores ridículos.
Ya presentaron sus reclamos a los funcionarios argentinos y sugirieron que hay un peligro detrás de adjudicar la provisión de un bien estratégico a una potencia no occidental. Nada de esto parece preocupar a Bausili, quien está más interesado en no tener un solo proveedor dominante antes que por la bandera que representa.
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El alquiler de una carpa para todo enero puede superar los $2.000.000
Los precios varían según el balneario; en Cariló, ya hay un 60% de reservas
Darío Palavecino
En poco menos de un mes los balnearios estarán con sus toldos a la vista y a la espera de los clientes. Diciembre a marzo abarca la temporada de sombra: asegurarse uno de esos espacios, con el agregado de los servicios adicionales, tendrá este verano un costo que oscilará entre los 800.000 y poco más de dos millones de pesos por todo enero, según el destino elegido.
Esos números promedian un ajuste por encima del 120% con respecto a los que regían para esta misma época del año pasado, señalada como de preventa, ya que se empiezan a concretar reservas y cerrar contratos antes de que los paradores se abran al público. Esos precios irán en alza en la medida en que se acerque la fecha de uso efectivo de las prestaciones.
Por lo pronto, las playas pinamarenses lucen todavía despejadas de lonas y sombrillas. El único indicio de proximidad de la temporada son las obras que se advierten en infraestructura donde funcionan sanitarios, restaurantes y otros amenities pensados para la clientela. Se repara, se amplía y, por sobre todo, se limpia y se pinta.
En todo este frente de costa del distrito se completó durante los últimos años una renovación integral de los balnearios. El plan incluyó la demolición de las unidades originales, en su mayoría dominadas por cemento y ladrillos, para su reconversión en estructuras con menor ocupación de superficie sobre la arena y con materiales de mejor convivencia con el entorno natural. Por eso abunda la madera desde los pilotes que sostienen las terrazas hasta los revestimientos y pisos.
Las primeras carpas en pie se vieron a partir del pasado fin de semana largo en la zona sur de Cariló. Allí, en el parador Cozumel, los clientes que llegaron para disfrutar de jornadas muy soleadas tuvieron esa opción de reparo.
En ese extremo del partido de Pinamar donde se concentra la demanda de turismo de mayor categoría hay cuatro paradores. Por allí una carpa durante enero, que es el período de mayor presencia de turistas y demanda, se paga entre 1,7 y 2,3 millones de pesos. Es una oferta limitada y que en el arranque de este año, reconocido como muy bueno en términos de rendimiento, encontró en Cariló una ocupación promedio superior al 85%.
“No hemos tenido variaciones en los precios durante estos últimos meses y el ritmo de consultas y cierres para esta fecha es casi idéntico al del año pasado”, confirmó Pedro Gartia, al frente del parador Hemingway de Cariló. Allí aseguran que las reservas tomadas y confirmadas ya superan el 60% de las unidades de sombra que tendrán en playa, por lo que esperan una temporada buena como la anterior.
Varios de estos paradores salen a ofrecer sus productos a partir de agosto y septiembre. Este año se encontraron con un ritmo inflacionario más moderado, lo que ayudó a tener un cálculo de costos algo más preciso con miras a la temporada.
Aquí la oferta de balnearios es bien diferente a la de Mar del Plata, que incluso tiene desde fines de cada temporada algunas opciones de pago de carpa o sombrilla para el verano siguiente. Una tendencia que se quebró el año pasado, con los picos inflacionarios, y que poco a poco se retoma. Con una cualidad que no tiene ningún otro destino de esta zona: la mayoría de los clientes son los propios residentes.
En el resto de las localidades no solo no hay cultura de alquiler de sombra: la mayoría de quienes allí tienen domicilio poco disfrutan de la arena y el mar porque aprovechan y trabajan ante la oportunidad de hacer la diferencia económica que significa este pico de movimiento turístico en el año.
“El año pasado tuvimos un enero con una segunda quincena muy fuerte y la primera muy buena”, recordó Luis Sanza, responsable del parador Paradise Beach Club de Pinamar, donde a partir de mediados del mes próximo comenzarán con las tareas de armado para ofrecer servicio a partir de principios de diciembre.
La preventa la lanzaron en septiembre y confirma que las consultas se concretaron en su mayoría, con 75% de ocupación asegurada ya para la segunda mitad de enero. “Se abrió con un precio promocional, con aumento de 10% en dólares por sobre enero pasado”, dijo. Una quincena se ofrece por 600.000 pesos; el mes completo, por 968.000, y 1,3 millones la temporada.
“Este verano va a ser bueno en la medida en que los precios sean lógicos”, anticipó Adrián Calabrese, propietario del balneario San Javier, que inició su padre y hoy administra él. “Mi papá decía siempre que el alquiler de una carpa por enero debe tener un valor de 600 a 650 dólares”, mencionó como una guía de precios que se sostiene como parámetro. La temporada completa, de cuatro meses, ronda de 1,2 a 1,3 millones de pesos.
El valor de los servicios de sombra y demás prestaciones en los balnearios suele alarmar. Lo cierto es que cada vez más se aproximan, inversiones de por medio, a formatos de clubes de playa: no solo es el toldo que protege, sino también seguridad, vestuarios, recreación y piscinas. Un formato que tiene su máxima y más generalizada expresión en Mar del Plata.
Los operadores de balnearios también advierten que en esos costos que les toca afrontar convergen el canon que se les cobra en términos de permiso o concesión por uso de ese espacio fiscal municipal. A ese presupuesto suman el servicio de seguridad en playas –guardavidas– y otras obligaciones que tienen que ver desde el manejo de residuos hasta la certificación de normas IRAM.
A favor de la ocupación de los balnearios también juegan los convenios que suelen tener con complejos de alojamiento, sean aparts u hoteles. En varios de estos casos, el paquete de pernocte suele incluir el servicio de sombra en playa como un adicional diferencial.
En poco menos de un mes los balnearios estarán con sus toldos a la vista y a la espera de los clientes. Diciembre a marzo abarca la temporada de sombra: asegurarse uno de esos espacios, con el agregado de los servicios adicionales, tendrá este verano un costo que oscilará entre los 800.000 y poco más de dos millones de pesos por todo enero, según el destino elegido.
Esos números promedian un ajuste por encima del 120% con respecto a los que regían para esta misma época del año pasado, señalada como de preventa, ya que se empiezan a concretar reservas y cerrar contratos antes de que los paradores se abran al público. Esos precios irán en alza en la medida en que se acerque la fecha de uso efectivo de las prestaciones.
Por lo pronto, las playas pinamarenses lucen todavía despejadas de lonas y sombrillas. El único indicio de proximidad de la temporada son las obras que se advierten en infraestructura donde funcionan sanitarios, restaurantes y otros amenities pensados para la clientela. Se repara, se amplía y, por sobre todo, se limpia y se pinta.
En todo este frente de costa del distrito se completó durante los últimos años una renovación integral de los balnearios. El plan incluyó la demolición de las unidades originales, en su mayoría dominadas por cemento y ladrillos, para su reconversión en estructuras con menor ocupación de superficie sobre la arena y con materiales de mejor convivencia con el entorno natural. Por eso abunda la madera desde los pilotes que sostienen las terrazas hasta los revestimientos y pisos.
Las primeras carpas en pie se vieron a partir del pasado fin de semana largo en la zona sur de Cariló. Allí, en el parador Cozumel, los clientes que llegaron para disfrutar de jornadas muy soleadas tuvieron esa opción de reparo.
En ese extremo del partido de Pinamar donde se concentra la demanda de turismo de mayor categoría hay cuatro paradores. Por allí una carpa durante enero, que es el período de mayor presencia de turistas y demanda, se paga entre 1,7 y 2,3 millones de pesos. Es una oferta limitada y que en el arranque de este año, reconocido como muy bueno en términos de rendimiento, encontró en Cariló una ocupación promedio superior al 85%.
“No hemos tenido variaciones en los precios durante estos últimos meses y el ritmo de consultas y cierres para esta fecha es casi idéntico al del año pasado”, confirmó Pedro Gartia, al frente del parador Hemingway de Cariló. Allí aseguran que las reservas tomadas y confirmadas ya superan el 60% de las unidades de sombra que tendrán en playa, por lo que esperan una temporada buena como la anterior.
Varios de estos paradores salen a ofrecer sus productos a partir de agosto y septiembre. Este año se encontraron con un ritmo inflacionario más moderado, lo que ayudó a tener un cálculo de costos algo más preciso con miras a la temporada.
Aquí la oferta de balnearios es bien diferente a la de Mar del Plata, que incluso tiene desde fines de cada temporada algunas opciones de pago de carpa o sombrilla para el verano siguiente. Una tendencia que se quebró el año pasado, con los picos inflacionarios, y que poco a poco se retoma. Con una cualidad que no tiene ningún otro destino de esta zona: la mayoría de los clientes son los propios residentes.
En el resto de las localidades no solo no hay cultura de alquiler de sombra: la mayoría de quienes allí tienen domicilio poco disfrutan de la arena y el mar porque aprovechan y trabajan ante la oportunidad de hacer la diferencia económica que significa este pico de movimiento turístico en el año.
“El año pasado tuvimos un enero con una segunda quincena muy fuerte y la primera muy buena”, recordó Luis Sanza, responsable del parador Paradise Beach Club de Pinamar, donde a partir de mediados del mes próximo comenzarán con las tareas de armado para ofrecer servicio a partir de principios de diciembre.
La preventa la lanzaron en septiembre y confirma que las consultas se concretaron en su mayoría, con 75% de ocupación asegurada ya para la segunda mitad de enero. “Se abrió con un precio promocional, con aumento de 10% en dólares por sobre enero pasado”, dijo. Una quincena se ofrece por 600.000 pesos; el mes completo, por 968.000, y 1,3 millones la temporada.
“Este verano va a ser bueno en la medida en que los precios sean lógicos”, anticipó Adrián Calabrese, propietario del balneario San Javier, que inició su padre y hoy administra él. “Mi papá decía siempre que el alquiler de una carpa por enero debe tener un valor de 600 a 650 dólares”, mencionó como una guía de precios que se sostiene como parámetro. La temporada completa, de cuatro meses, ronda de 1,2 a 1,3 millones de pesos.
El valor de los servicios de sombra y demás prestaciones en los balnearios suele alarmar. Lo cierto es que cada vez más se aproximan, inversiones de por medio, a formatos de clubes de playa: no solo es el toldo que protege, sino también seguridad, vestuarios, recreación y piscinas. Un formato que tiene su máxima y más generalizada expresión en Mar del Plata.
Los operadores de balnearios también advierten que en esos costos que les toca afrontar convergen el canon que se les cobra en términos de permiso o concesión por uso de ese espacio fiscal municipal. A ese presupuesto suman el servicio de seguridad en playas –guardavidas– y otras obligaciones que tienen que ver desde el manejo de residuos hasta la certificación de normas IRAM.
A favor de la ocupación de los balnearios también juegan los convenios que suelen tener con complejos de alojamiento, sean aparts u hoteles. En varios de estos casos, el paquete de pernocte suele incluir el servicio de sombra en playa como un adicional diferencial.
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