miércoles, 30 de octubre de 2024

OPINIÓN Y EN LA MIRA


Milei y el riesgo de quedarse sin nafta antes de la revolución 540°
Luciana VázquezJavier Milei

Los casi once meses de gobierno de Javier Milei parecen una eternidad, pero la historia de la Argentina bajo Milei recién comienza. Nada es permanente ni lineal. Tan paradójico es el presente que la mayor estabilidad del Gobierno está del lado del indicador menos pensado: el de la inflación y su baja, un objetivo tan histórico como inalcanzable, que sigue mostrándose más estable que la misma imagen del Gobierno.
Mientras la inflación parece seguir consistente hacia la baja y, a lo sumo, afrontó momentos de estancamientos y retrocesos como los que se dieron entre mayo y agosto, el Presidente y su gobierno venían afrontando una pérdida más notoria de apoyo en la opinión pública. Este mes, el vaivén de la percepción popular parece beneficiarlo.
El Gobierno logró revertir parte del 14% de caída en la confianza que tuvo en septiembre. Ayer se conoció el índice de confianza en el Gobierno (IGC) de octubre, elaborado por la Escuela de Gobierno de la Universidad Torcuato Di Tella: tuvo una suba de 12,2 puntos desde el subsuelo al que llegó el mes pasado: le falta recuperar menos de 2 puntos. Pero esto recién empieza: con apenas el 22% del tiempo transcurrido de Milei en el poder, nada definitivo está dicho. Ni a favor ni en contra del resultado del tiempo político inaugurado por el libertario.
Por delante, el Gobierno afronta la brecha más compleja de manejar: la que separa los logros macroeconómicos y la celebración de los mercados financieros de la calidad de vida de la gente y la percepción del ciudadano común con relación a su bienestar. Sobre todo, la percepción de las clases media y bajas, a donde el efecto de la mejora macro tarda más en llegar. En las clases altas, en cambio, el optimismo ya se empieza a notar.
“El humor social y el consumo muestran leves signos de recuperación, con mayor fuerza en los niveles socioeconómicos altos”. Esa es la conclusión central del último informe de la consultora de Fernando Moiguer para el tercer trimestre del año, que detecta “signos de recuperación en el acto de compra, especialmente en clase alta”.
El optimismo renovado en el tercer trimestre queda sintetizado en varios resultados, según Moiguer. Se registra una caída de “la expectativa de crisis económica”, que ahora se redujo al 42% de los encuestados. Contrasta con el 56% del primer semestre. El “pesimismo generalizado” también está a la baja respecto del primer trimestre de 2024, cuando fue del 63%. Ahora afecta al 58% de los argentinos, mientras que el optimismo está en el 10%. En el primer trimestre, apenas el 5% era optimista. El indicador sintetiza la valoración de la situación del país, la situación personal y la capacidad de consumo.
Pero la capacidad de consumo no mejora en todos por igual. Otra vez, la clase alta es la que empieza a ver especialmente signos de recuperación. También es el sector que reconoce un relajamiento mayor en el presupuesto hogareño y reincorpora gastos que había excluido.
De ahí, las dudas en torno los efectos equitativos de la recuperación de una macro racional. A eso se le suman dilemas generados por algunas de las desregulaciones que encara el Gobierno, que impactan negativamente en vastos sectores de clase media. Un ejemplo de esto último se da en el sector salud, con la medida que habilita a las prepagas a no aceptar monotributistas como afiliados o las limitaciones de los planes cerrados para los reintegros por prácticas o medicaciones por fuera de la cobertura.
Las polémicas en torno a los cambios en el sistema de salud recién empiezan y están llenas de desafíos argumentales: la exigencia de manejarse dentro de cartillas choca con una realidad de cartillas que cuentan cada vez con menos médicos reconocidos; médicos especialistas que hace años que dejaron el sistema público y ahora también se retiran del sistema de prepagas para refugiarse en sus prácticas privadas, donde pueden poner mejores precios; y el ajuste de obras sociales y prepagas que compensan la imposibilidad de ajustar precios a valores más realistas, pero imposibles para la mayoría de los afiliados, con ajustes en tiempos de espera para recibir los tratamientos: lo que no ajusta por precio, ajusta por cantidad y calidad. La lección es conocida.
Un abogado destacado de la City por te ñaque afrontó un problema de salud complejísimo lo pone en estos términos: “Para las visitas de rutina, hay que ir al médico privado y pagarle lo que pide. Para la sin ter naciones en momentos críticos, a la prepaga. Solo la tenemos para eso: cuando el nivel de gasto médico se hace imposible”. Ese razonamiento solo se sostiene en bolsillos abultados que pueden jugar a dos bandas.
En ese contexto, las clases medias y bajas son las más impactadas. Las clases bajas lo viven desde hace décadas: se resignan a un sistema público esforzado, pero colapsado. El efecto llega con mayor dureza a las clases medias, y eso es más nuevo, que habían asimilado a la medicina prepaga como un derecho y ahora empieza a vivirse como un lujo inalcanzable. El impacto es para ambas: ante la crisis, cada vez más clase media abandona la medicina prepaga y busca adaptarse a la pública, que está recibiendo cada vez más pacientes, pero no más fondos.
El indicador que mejor resume la brecha de percepción entre clases alta, media y baja en el estudio de Moiguer gira en torno a las “exdistinta”. pectativas de futuro”. ¿Cómo cree que va a estar la situación del país en los próximos doce meses? Para el tercer trimestre del año, el 59% de la clase alta cree que estará “mejor o mucho mejor”. Esa expectativa se reduce al 50% de la clase media. Y en la clase baja, solo el 41% cree que la Argentina estará “mejor o mucho mejor”.
Hacia fines del último trimestre de 2023, los tres sectores sociales tenían una visión similar respecto del año que se iniciaba: los porcentajes giraban entre el 40, el 39 y el 37% de optimismo, en clases alta, media y baja respectivamente. Una percepción medianamente baja en los inicios de la presidencia de Milei. Con el correr de los meses, la percepción viene cambiando. Y en la clase alta empieza a crecer, hasta despegar considerablemente de los otros sectores. “La clase baja ‘deja de verla’ y perdió buena parte de la visión más optimista”, explican desde la consultora de Moiguer, que agrega: “Empieza a ver una disparidad respecto de las expectativas según nivel socioeconómico”.
Toda revolución económica y regulatoria debe impactar directo en el bolsillo de la gente. No se trata solo de mejoras sutiles de indicadores claves. Incluso la baja sostenida de la inflación está obligada a adquirir otra contundencia: habilitar sueños de consumos que por ahora están guardados en el arcón de las expectativas incumplidas. No se trata solo de la realidad de los indicadores macro, sino de la sensación de mejora en serio. En el núcleo de ese problema hay una pregunta central: ¿cómo se traducen la felicidad y bonanza de los mercados financieros en bienestar para la gente de a pie? “Excelente pregunta”, dice otro argentino experto en mercados financieros internacionales, también en Manhattan. Y explica: “El tipo de ajuste que está haciendo Milei y el impacto en las distintas variables impactan en los segmentos de la pirámide de distribución del ingreso de manera Los sectores altos, dueños de activos, con ahorros, ya perciben beneficios a partir de la suba del precio de las acciones, los bonos, la propiedad inmobiliaria. Con la baja del riesgo país y la mejora del valor de los activos argentinos, el efecto les llega muy rápido. “Los agentes inmobiliarios en Uruguay dicen que esta temporada viene fortísima: los argentinos con plata se alquilaron todo”, comenta.
La clase media está, en cambio, en problemas. Sin activos para recuperarse, sufrió el ajuste de tarifas y prepagas, y todavía no ve una suba significativa de su capacidad de consumo. Ese sector depende de la reactivación: de que los capitales financieros lleguen al sector privado para financiar inversiones.
Si esa brecha no se salda, el Gobierno corre el riesgo de que se frene la calesita de su revolución ansiada: el giro de 540 grados que prometió el día en que sorprendió con su triunfo en las PASO. Un número construido entre el giro de 360 grados que dejaría a la Argentina en el mismo punto de partida del que quiere despegar y una media vuelta más de 180 grados, que la conduciría a una revolución de la revolución. Para algunos, el giro de 360 grados es la Argentina del péndulo eterno: salir de la macro kirchnerista con buen empujón, pero con el riesgo de que la inercia del fracaso de las revoluciones pendientes, también en el turno mileísta, la vuelva al origen kirchnerista. Es decir, después de un Milei, la llegada de un Kicillof. Si es que termina de nacer.
El peronismo perdió base electoral cuando se dieron dos procesos simultáneos. Uno histórico, la sustitución de trabajadores por trabajadores pobres o pobres sin trabajo como sujetos históricos. Y el otro, la sordera peronista que lumpenizó su visión de los trabajadores y estatizó su respuesta a esa crisis.
Milei colocó a ese fenómeno en otro cuadrante: el de la retirada necesaria de un Estado ineficiente y el de la centralidad del trabajador o el pobre sin trabajo como un individuo con aspiraciones, con libertad y gestión sobre su poder de cambiar su situación vital. Esa visión sigue funcionando en el Gobierno. Pero en la práctica, las armas para llevarla adelante se contradicen entre sí y contradicen ese horizonte de cambio.
El libertario enfrenta la brecha más difícil: la que separa los logros financieros del bienestar ciudadano

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Piden que los asesores del Presidente declaren sus bienes
El proyecto del socialismo apunta a Santiago Caputo
El asesor Santiago Caputo

Los diputados socialistas Mónica Fein y Esteban Paulón presentaron un proyecto para regular la actuación de los asesores que se desempeñan en la órbita del Poder Ejecutivo que no están vinculados contractualmente con el Estado, para que estén sujetos a las obligaciones, deberes e incompatibilidades que prevé la ley de ética pública. Entre esas obligaciones figura la de presentar declaraciones juradas, como cualquier otro funcionario.
Aunque no lo mencionan en su proyecto con nombre y apellido, ambos legisladores apuntan a Santiago Caputo, el asesor estrella del presidente Javier Milei y una de las figuras de mayor influencia del Gobierno, con amplios poderes delegados. No solo es el estratega de la comunicación oficial, sino que también controla por medio de funcionarios de su confianza los ámbitos más sensibles de la gestión, como la Justicia, el manejo de la inteligencia, las empresas públicas, el área de Salud y la flamante Agencia de Recaudación y Control Aduanero (ARCA).
“Nos alarma que, según las normativas vigentes, personas en cargos como el de Caputo no estén obligadas a presentar una declaración jurada de bienes, limitando la información pública y favoreciendo la posibilidad de corrupción y tráfico de influencias. Con este proyecto queremos impedir que quienes manejan áreas claves del Gobierno puedan actuar sin transparencia ni controles”, advirtió Paulón.
La diputada Fein explicó que la propuesta pretende modificar el artículo 1 de la ley de ética pública para que los asesores que realicen funciones propias del presidente de la Nación “cumplimenten con todas las obligaciones que posee el jefe del Estado, en cuanto a la gestión de intereses, información pública, publicidad de los actos de gobierno y controles por parte del Congreso de los actos presidenciales delegados”. La intención es establecer las competencias y responsabilidades de los funcionarios que se desempeñan en esas tareas. Pero la figura de Caputo aparece como central.
El proyecto fija la obligación de presentar la declaración jurada de bienes para todos los funcionarios, independientemente de la modalidad de contratación.
“La Oficina Anticorrupción continúa sin modificar la interpretación legal y es fundamental que estos asesores presenten una declaración jurada obligatoria, independientemente de si el cargo es remunerado. No podemos aceptar que personas con esa responsabilidad no rindan cuentas sobre su patrimonio antes, durante y después de su función pública”, enfatizaron los diputados.

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