Ignacio Yacobucci. “La Argentina evitó perder fondos por 45.000 millones de dólares”
El titular de la Unidad de Información Financiera (UIF) destacó la importancia de que el país aprobara la revisión del GAFI
Hernán Cappiello
La Argentina evitó tener una merma de fondos por 45.000 millones de dólares al aprobar el examen del Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI) que le dio al país certezas de que funciona el sistema de prevención del lavado de dinero y el terrorismo internacional, según dijo el presidente de la unidad especializada en evitar el lavado de dinero, Ignacio Yacobucci.
El especialista, titular de la Unidad de Información Financiera, señaló en una entrevista telefónica con desde París que la la nacion Argentina cayó en la “lista gris” durante el kirchnerismo porque “no había conciencia real de lo que significaba y los riesgos para el país”, aunque reconoció que, a pesar de los fallos por lavado de dinero contra empresarios kirchneristas, “no somos los mejores alumnos en materia de condenas judiciales”.
El Grupo de Acción Financiera Internacional, integrado por 40 países en todo el mundo, aprobó el jueves a la noche en París el informe de evaluación de la Argentina en cuanto a las normas y la efectividad en el combate contra el lavado de dinero y el financiamiento del terrorismo internacional. El país superó la cuarta evaluación que enfrentó, en la que se analizaron las leyes antilavado, las reformas introducidas entre 2019 y 2023, las condenas y las sanciones administrativas aplicadas. La última evaluación formal había sido en 2012, cuando la Argentina entró en la lista gris. Luego, en 2014, el país logró salir de esa lista.
–¿Qué consecuencias tiene para la Argentina haber superado esta instancia?
–Se demostraron las fortalezas del sistema de prevención de lavado de activos. Es evidenciar que el sistema funciona, aunque necesita mejoras, pero no de aquellas que son esenciales. Es similar a una auditoría. El trabajo realizado evitó caer en la lista gris, pero eso no implica que el informe aprobado no contenga una serie de acciones recomendadas para superar esas deficiencias. El informe será conocido en breve y tendrá un detalle de líneas de trabajo que luego será controlado por el GAFI.
–¿Qué implica caer en la lista gris?
–No caer en la lista gris es importante porque tiene un gran impacto económico y financiero. El no tener un sistema de prevención de lavado de activos que cumpla mínimamente con las recomendaciones del GAFI y que no muestre cierta efectividad implica que el país no tiene buenos controles y que el resto de la comunidad global debe reforzar los suyos cada vez que opere y trate con el Estado nacional o provincial argentino, o bien con personas físicas o jurídicas argentinas. Encarece las transacciones, el financiamiento y, en muchos casos, cierra la posibilidad de acceder a productos, cuentas, líneas de crédito y oportunidades de inversión. Un estudio técnico, promovido por el FMI, analizó que los países enlistados sufren, en promedio, una merma de flujos de fondos de aproximadamente 7,6 del PBI; en números muy gruesos, serían en la actualidad aproximadamente 45.000 millones de dólares. Se evitó este gran problema para la Argentina en un momento en que se está tratando de ordenar las variables macroeconómicas y estabilizar la economía para impulsar el desarrollo y el crecimiento, pero es importante destacar que tenemos un largo camino por delante de mejoras y reformas. El informe es un documento de referencia para otros organismos internacionales. Es valorado por el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la OCDE o el BID, entre otros, por lo que la lista gris también hubiese dificultado la integración del país.
–¿Cuáles fueron las adecuaciones normativas que se hicieron?
–Hubo que promover la sanción de la reforma de la ley de lavado (27.739). Fue fundamental, y era una norma que tenía media sanción desde 2022 y al cierre de 2023 no había obtenido sanción en Senadores. La urgencia se vinculaba con la adecuación de las figuras penales de lavado y financiamiento de terrorismo, la incorporación del delito de proliferación de armas de destrucción masiva y su financiamiento, la inclusión de nuevos sujetos obligados al sistema, la actualización del sistema de sanciones administrativas de la UIF, la creación de un registro de beneficiarios finales y otro de proveedores de activos de servicios virtuales. Todo ello acompañado de múltiples cambios regulatorios, principalmente de la UIF y de la CNV. Junto con el ministro de Justicia, (Mariano) Cúneo Libarona y su equipo, nos pusimos en contacto con senadores de distintos partidos para exponer la importancia de que se trate este asunto y encontramos mucha sensibilidad con el tema que finalmente se aprobó. En segundo lugar, desde la UIF tomamos la decisión de participar activamente de foros y grupos internacionales sobre combate de lavado de activos y el financiamiento como señal clara del compromiso del Estado con esta problemática, y era importante dar ese mensaje porque no había habido en los últimos años una participación activa del país y eso era ponderado negativamente.
Se coordinó con seriedad y profesionalismo la evaluación, intentando ordenar y estructurar el proceso. Un cambio de gestión en el medio de un proceso de evaluación no es sencillo, es importante siempre mostrar fortaleza en la gestión de este desafío más allá de la coyuntura. Con enorme esfuerzo y con el trabajo de muchas personas que integran los distintos organismos del sistema de prevención de lavado y financiamiento (Coordinación Nacional, UIF, Banco Central, Comisión Nacional de Valores, Ministerio Público Fiscal, Poder Judicial, AFIP, Ministerio de Seguridad e Inaes, entre otros) se pudo encarar el proceso para llegar a buen puerto. Me tocó liderar una gran parte del proceso y pude ver el trabajo silencioso de muchísima gente que se tomó muy en serio esta evaluación. El esfuerzo se coronó con el cumplimiento del objetivo de evitar ir a lista gris. Hubo también un compromiso de pares, como el presidente de la Comisión Nacional de Valores, el doctor Roberto Silva, o del Banco Central, con los aportes de la doctora Silvina Rivarola, que ayudaron mucho y que se adaptaron a la dinámica de trabajo con mucha humildad y energía. También contar con el embajador Eugenio Curia en la última parte del proceso fue un gran acierto del ministro de Justicia, pues se complementó lo hecho con su vasta trayectoria.
–¿Las causas de lavado contra el kirchnerismo fueron determinantes para este resultado?
–Hay temas concretos que no los sabemos aún porque no se conoce el informe. Las variables judiciales son una parte, la fortaleza fue todo el trabajo a lo largo del año, la parte normativa y las resoluciones que dispusieron cambios en regulaciones de diferentes sectores, el enfoque basado en riesgo y haber iniciado un camino de reforma procesal penal fueron buenos indicadores de que la Argentina estaba comprometida con el camino de mejoras.
–¿Cuál es la efectividad que tiene el Poder Judicial en la sanción del lavado de dinero?
–El tema judicial es uno de los pilares, pero no es el único, y ahí no somos los mejores alumnos en materia de condenas judiciales. No es el único factor, sino que se analiza si el sistema sigue funcionando.
–¿Qué observaciones hicieron los organismos o los países extranjeros sobre nuestro sistema antilavado?
–Hay que tener paciencia y esperar el informe que será dado a conocer por el GAFI en breve.
–Desde el punto de vista político, ¿por qué en otras gestiones la Argentina cayó en la lista gris?
–No había conciencia real de lo que significaba un proceso de evaluación mutua y los riesgos para el país.
–¿Fue inoperancia o hubo intencionalidad?
–No podría concebir que hubiera intencionalidad política porque el efecto de estar en la lista gris, dado el enorme impacto económico que tiene, afecta transversalmente a toda la población, en particular a los sectores más vulnerables de la sociedad.
–¿Cuánto de trabajo técnico y cuánto de lobby político tuvo esa instancia? Se supo que hubo gestiones del presidente Javier Milei y de su hermana Karina.
–Me enteré por los medios. No estaba en conocimiento. Este es un organismo multilateral donde cada país interviene y tiene un componente mayormente técnico. Obviamente que cualquier compromiso o signo de compromiso de acompañar el proceso es positivo.
–¿Este éxito es producto de lo que se hizo en estos 10 meses o es del gobierno anterior?
–Lo que se evaluó abarca el período de 2019 al 26 de marzo de 2024. El resultado tiene que ver con lo que se hizo en estos últimos meses al diseñar una estrategia y presentarla de manera estructurada, mostrando compromiso de que se va por seguir trabajando.
–¿Impactaron los cambios que hubo meses atrás, cuando se reemplazó al vicepresidente de la UIF?
–No ocurrieron durante el período analizado. A lo mejor sí repercutieron internamente, pero ellos evaluaron lo que ocurrió antes. En estos años hubo dos presidentes en la UIF en la gestión anterior y se vivieron situaciones que tuvieron impacto mediático, como la renuncia de la vicepresidenta durante la gestión de Juan Carlos Otero. No son hechos determinantes, pero generan una impresión general que no es favorable. Son problemas de institucionalidad, que son signos que no ayudan.
No caer en la lista gris es importante porque tiene un gran impacto económico y financiero, sobre todo en los sectores más vulnerables
Se evitó un gran problema para la Argentina, en momentos en que se trata de ordenar las variables macro
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Alarmas institucionales que llegan desde afuera
Claudio Jacquelin
Justo cuando algunos indicadores económico-financieros le sonríen al Gobierno, dos destacados autores extranjeros llegaron al país en las últimas semanas no tanto para hablar de sus exitosos y muy actuales libros como para hacer sonar algunas alarmas sobre el escenario político e institucional que está en construcción en la Argentina. Las involuntarias coincidencias que dejaron las presentaciones del exdirector de The Washington Post
Martin Baron y del autor de la novela El mago del Kremlin, Giuliano Da Empoli, obligan a prestarles atención.
Lo que ocurre en estos días en la política nacional no es una excepción en el mundo, sino, en todo caso, una versión más aguda de otros fenómenos internacionales contemporáneos. Como para estar más alerta. Las experiencias en varios países en los que la nueva derecha o la derecha extrema ha gobernado, gobierna o gana poder, y sobre las que esos y otros autores vienen advirtiendo, encuentran ecos por estos lares.
Los continuos y virulentos ataques del propio presidente Javier Milei a todo contradictor que se asoma a la esfera pública resultan una de las expresiones de un proceso político que causa genuino interés y curiosidad fuera de las fronteras. No siempre por buenas razones.
El “fenómeno barrial”, que excita a algunos magnates como Elon Musk y a grandes empresarios argentinos, tiene en vilo a quienes sienten apego por la democracia liberal, la defensa de la libertad de expresión y de prensa, la división y limitación del poder, el respeto a los derechos de minorías y a las voces disidentes. En ese espacio están Baron y Da Empoli, quienes encontraron acá un laboratorio para ahondar en sus inquietantes hipótesis sobre la deriva de estos experimentos políticos.
“Lo que pasa en la Argentina es similar a lo que ocurre en los Estados Unidos, aunque tal vez peor”, disparó Baron en el arranque de la presentación organizada por Telecom.
El periodista se refería tanto a la profunda crisis que atraviesan la industria y el ecosistema de medios (cuya “sustentabilidad está amenaza”, dijo) como a la realidad política, impregnada por una polarización que Donald Trump allá y Javier Milei acá potencian al extremo. “La democracia está en riesgo”, afirmó sin titubeos el exeditor norteamericano en referencia a su país. Pero no solo.
La conferencia de Baron se desarrolló varios días antes de que el vocero presidencial, Manuel Adorni, anunciara medidas impositivas destinadas a complicar aún más la sustentabilidad de los golpeados medios impresos y la de los digitales que se apalancan en las suscripciones para poder hacer periodismo de calidad sin someterse a la tiranía asfixiante del clickbait y los algoritmos.
“No hay democracia sin prensa independiente”, sostuvo Baron, antes de afirmar que “los gobernantes tienden a perpetuarse (…). Y cuando queremos acordarnos los derechos fundamentales ya no existen”. No se refería puntualmente a la Argentina, pero hablaba en la Argentina. El acostumbramiento y la naturalización hacen perder los reflejos.
La probabilidad de un triunfo de Donald Trump, dentro de una semana, en las elecciones presidenciales norteamericanas dispara mayores prevenciones y les da más sustancia a las advertencias.
Un regreso al poder del excéntrico expresidente admirado por Milei daría un soporte mayor a las expresiones más intolerantes en todo el mundo y validaría los embates contra la prensa y la oposición, sea esta republicana o populista, de izquierda o de centro. Todo eso al margen de si Trump estará o no en condiciones de dar un soporte financiero a la administración libertaria. Las efectividades conducentes no lo son todo.
En este contexto, cabe subrayar lo dicho por Da Empoli: “No creo que la violencia simbólica o verbal no vaya a tener impacto en la realidad física”. El ítalo-suizo, autor del ensayo Los ingenieros del caos, advirtió además que la política está en “campaña permanente. Y la campaña remite a guerra, a campaña militar. [Por eso] hay una degradación de la esfera pública y no hay vuelta atrás”.
Los dos autores no hablaban de casos específicos recientes y mucho menos locales. Tampoco vinculaban sus conceptos con ideas que se amasan en la cima del Gobierno y en las que seguramente encontrarían muchos paralelismos con lo que están advirtiendo.
La hegemonía libertaria
“El cambio cultural sigue siendo el objetivo final. Mientras tanto, vamos por lo instrumental. Por eso, además, de bajar la inflación y consolidar el superávit fiscal también avanzamos en el plano político-institucional. Lo primero es completar la Corte con [Ariel] Lijo y [Manuel] García-Mansilla para que nos asegure gobernabilidad. Después veremos si vamos por la ampliación. Y, más adelante, queremos ir por la reforma de la Constitución”, le recuerda el gurú presidencial Santiago Caputo a quien quiera escucharlo.
La construcción de una hegemonía libertaria es el gran objetivo que se proponen para lograr la transformación con la que se sueña en simultáneo en el triángulo de hierro. Allí aparecen los pasos tácticos, como es el armado electoral.
En ese proceso, de cuyos detalles se ocupan principalmente la hermanísima Karina Milei, los primos Menem y el armador bonaerense Sebastián Pareja, importa más garantizar una masa crítica que le asegure soporte legislativo al proyecto presidencial, antes que las muestras de pureza ideológica. Como decía el kirchnerismo, “no importa de dónde vengan sino que estén decididos a acompañarnos sin dudar”. Los exucedeístas Amado Boudou y Ricardo Echegaray, entre muchos otros, pueden dar fe de esa premisa.
La acaparación de espacios de poder por parte de Santiago Capusidente va en ese sentido y, por la misma razón, se dedica más a eso que a las minucias de la construcción electoral. Por ahora.
“En abril o mayo, cuando se defina la integración de las listas, Santi se va a meter a fondo para evitar desvíos y los candidatos que puedan atentar contra el rumbo”, dicen en las cercanías del asesor. La experiencia de 2023 dejó muchos aprendizajes. En el primer año de gobierno, las deserciones, los pases a bandos rivales, las disidencias sonoras o las exclusiones han dejado su huella en La Libertad Avanza. Paradójicamente (o no), los librepensadores están mal vistos.
Resolver la relación con el sector macrista de Pro, signada por los intentos de cooptación libertaria, la pretensión asociativa amarilla y las desconfianzas mutuas, tiene en este contexto un lugar fundamental para el mileísmo y no le está yendo mal. Pero las coincidencias en lo económico, potenciadas por las recientes noticias e indicadores financieros positivos, chocan con varios reparos y dificultades. La pretensión hegemónica mileo-caputista despierta resquemores. Una cuestión de principios, de supervivencia y de intereses aleja y acerca a Mauricio Macri de los libertarios. El exprecar sintetizó su incomodidad, tanto como su perplejidad y su resignación, hace un par de días, cuando dijo de Milei: “A veces, es demasiado violento, frontal y duro. Los viejos meados creemos en otro tipo de formas. Pero estamos en otro tiempo y su autenticidad es lo más valioso”. También sobre eso advirtió Baron cuando dijo que hoy se prefiere la autenticidad a la autoridad.
En privado, Macri es menos sutil y comprensivo. No tanto como otros dirigentes de su partido que se sumaron a la política con convicciones republicanas y son reactivos a cualquier abuso del poder sin reparar en autorías y están al borde del colapso emocional y racional. Pero está claro que hoy en la cima de Pro estos no son mayoría, sino que se imponen los que temen quedar fuera de juego y están dispuestos a tolerarlo casi todo mientras se los incluya. Cristian Ritondo y Diego Santilli encabezan el pelotón. Patricia Bullrich ya se les había adelantado.
“Alguien tiene que hacer el trabajo sucio” o “lo de Milei es peligroso, pero si no lo apoyamos va a volver el kirchnerismo”, argumentan macristas que se ruborizan, tanto como radicales que necesitan justificar su apartamiento de los principios republicanos partidarios y empresarios que han criticado la acumulación de poder (cuando estaba en manos de quienes limitaban el suyo).
Es una forma singular de interpretar algunas de las afirmaciones de Da Empoli, aunque este las dijera en un sentido que no implica, precisamente, la resignación ni el sometimiento. “Estamos ante la ‘política carnaval’, donde se invierten las cosas. Lo positivo se vuelve negativo y lo negativo, positivo. Es una nueva lógica. No importa que tenga sentido. La derecha extrema ha desplazado a la derecha racional y los moderados aparecen como locos. Los extremos extravagantes son los que tienen éxito. Pero es un error tratar de locos a tus enemigos, como lo hacen ellos, que se benefician. Hay que aprender a negociar con esa realidad”, dice el autor de El mago del Kremlin.
Los republicanos en remisión omiten la última parte y en lugar de negociar con la realidad y busto formas alternativas de hacerse escuchar, negocian directamente con el poder y hasta con quienes desde la cima siguen la máxima que dice que poder del que no se abusa se pierde.
El Mago del Kremlin que asesora a Milei mira el escenario con deleite. Menosprecia a los propios que se diferencian, como la vicepresidenta Victoria Villarruel, y ajusta la mira como un francotirador en busca de las piezas más preciadas para sumar a su colección. Demasiadas son las que se ofrecen inertes y muchas las que sin quererlo facilitan la fragmentación opositora. Es lo que buscan Milei y Caputo de cara a las próximas elecciones.
“Nosotros nos reímos de los que hacen cálculos sobre qué porcentaje tenemos que sacar el año próximo. Más importante que eso es que la oposición quede dividida en muchas pequeñas fracciones y que el nuestro sea un núcleo duro. Si seguimos como vamos estaremos cerca de tener quorum, con los propios y los aliados”, dicen con un optimismo mayúsculo al lado del despacho presidencial.
Otra vez, Da Empoli parece acertar y ser escuchado: “La política va a los extremos, ya no es necesario hablarles a todos o a los votantes promedio”. Los núcleos duros definen y “para los que son parte de la tribu no importa que lo que se dice tenga sentido: hoy la construcción del poder se basa en la ecuación ‘ira+inteligencia artificial+ algoritmos ’”.
El escenario que ofrece el peronismo, sea o no cristinista o kirchnerista, no puede resultar más propicio para ellos. Y no necesariamente porque vaya a llegar fracturado a las elecciones. Ni siquiera parece hacerle falta tanto al Gobierno.
La vuelta al ruedo de Cristina Kirchner tiene efectos tanto dentro como fuera del peronismo. El lamento de un agudo observador que alguna vez estuvo cerca del kirchnerismo lo sintetiza: “La presencia de Cristina dificulta la construcción de un cordón democrático que ponga límites a Milei, como en Francia, por ejemplo”, dice con preocupación.
Ante eso, el Gobierno se entretiene usando el dimmer con el que baja y sube la luz sobre la expresidenta. “Nosotros no queremos convertirla en ‘la enemiga’ porque no nos conviene que alguien domine ese espacio y ya comprobó Macri lo peligroso que es eso. Pero cuando queda expuesta, tiramos con todo, porque nos suma. Después, bajamos y la corremos. O se corren solos con sus propios desastres”, admiten con regocijo en la cima mileísta.
En el espejo de los estrategas libertarios el mejor horizonte retrospectivo en el que les gusta reflejarse es en el de las elecciones de 2007, cuando Cristina Kirchner le sacó 20 puntos de diferencia a Elisa Carrió, que fue segunda, y accedió a la presidencia en primera vuelta, con el 45% de los votos. Los radicales de entonces, abducidos por el kirchnerismo, podrían ser los macristas de 2025, se entusiasman en el mundo libertario.
Ante ese panorama cobran más significado los embates contra el periodismo, el intento de cooptar la Corte y de alinear a los jueces que precederían, si todo le sale bien al oficialismo, a una reforma de la Constitución.
Las alarmas que suenan de afuera no reparan en detalles locales tan precisos, pero no los descartan.
“No creo que la violencia verbal no se traslade a la realidad física”, advirtió el autor de El mago del Kremlin
Para el exeditor de The Washington Post, “la democracia está en riesgo”
El Gobierno se propone sumar a Lijo a la Corte, ganar las elecciones y reformar la Constitución
La Argentina evitó tener una merma de fondos por 45.000 millones de dólares al aprobar el examen del Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI) que le dio al país certezas de que funciona el sistema de prevención del lavado de dinero y el terrorismo internacional, según dijo el presidente de la unidad especializada en evitar el lavado de dinero, Ignacio Yacobucci.
El especialista, titular de la Unidad de Información Financiera, señaló en una entrevista telefónica con desde París que la la nacion Argentina cayó en la “lista gris” durante el kirchnerismo porque “no había conciencia real de lo que significaba y los riesgos para el país”, aunque reconoció que, a pesar de los fallos por lavado de dinero contra empresarios kirchneristas, “no somos los mejores alumnos en materia de condenas judiciales”.
El Grupo de Acción Financiera Internacional, integrado por 40 países en todo el mundo, aprobó el jueves a la noche en París el informe de evaluación de la Argentina en cuanto a las normas y la efectividad en el combate contra el lavado de dinero y el financiamiento del terrorismo internacional. El país superó la cuarta evaluación que enfrentó, en la que se analizaron las leyes antilavado, las reformas introducidas entre 2019 y 2023, las condenas y las sanciones administrativas aplicadas. La última evaluación formal había sido en 2012, cuando la Argentina entró en la lista gris. Luego, en 2014, el país logró salir de esa lista.
–¿Qué consecuencias tiene para la Argentina haber superado esta instancia?
–Se demostraron las fortalezas del sistema de prevención de lavado de activos. Es evidenciar que el sistema funciona, aunque necesita mejoras, pero no de aquellas que son esenciales. Es similar a una auditoría. El trabajo realizado evitó caer en la lista gris, pero eso no implica que el informe aprobado no contenga una serie de acciones recomendadas para superar esas deficiencias. El informe será conocido en breve y tendrá un detalle de líneas de trabajo que luego será controlado por el GAFI.
–¿Qué implica caer en la lista gris?
–No caer en la lista gris es importante porque tiene un gran impacto económico y financiero. El no tener un sistema de prevención de lavado de activos que cumpla mínimamente con las recomendaciones del GAFI y que no muestre cierta efectividad implica que el país no tiene buenos controles y que el resto de la comunidad global debe reforzar los suyos cada vez que opere y trate con el Estado nacional o provincial argentino, o bien con personas físicas o jurídicas argentinas. Encarece las transacciones, el financiamiento y, en muchos casos, cierra la posibilidad de acceder a productos, cuentas, líneas de crédito y oportunidades de inversión. Un estudio técnico, promovido por el FMI, analizó que los países enlistados sufren, en promedio, una merma de flujos de fondos de aproximadamente 7,6 del PBI; en números muy gruesos, serían en la actualidad aproximadamente 45.000 millones de dólares. Se evitó este gran problema para la Argentina en un momento en que se está tratando de ordenar las variables macroeconómicas y estabilizar la economía para impulsar el desarrollo y el crecimiento, pero es importante destacar que tenemos un largo camino por delante de mejoras y reformas. El informe es un documento de referencia para otros organismos internacionales. Es valorado por el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la OCDE o el BID, entre otros, por lo que la lista gris también hubiese dificultado la integración del país.
–¿Cuáles fueron las adecuaciones normativas que se hicieron?
–Hubo que promover la sanción de la reforma de la ley de lavado (27.739). Fue fundamental, y era una norma que tenía media sanción desde 2022 y al cierre de 2023 no había obtenido sanción en Senadores. La urgencia se vinculaba con la adecuación de las figuras penales de lavado y financiamiento de terrorismo, la incorporación del delito de proliferación de armas de destrucción masiva y su financiamiento, la inclusión de nuevos sujetos obligados al sistema, la actualización del sistema de sanciones administrativas de la UIF, la creación de un registro de beneficiarios finales y otro de proveedores de activos de servicios virtuales. Todo ello acompañado de múltiples cambios regulatorios, principalmente de la UIF y de la CNV. Junto con el ministro de Justicia, (Mariano) Cúneo Libarona y su equipo, nos pusimos en contacto con senadores de distintos partidos para exponer la importancia de que se trate este asunto y encontramos mucha sensibilidad con el tema que finalmente se aprobó. En segundo lugar, desde la UIF tomamos la decisión de participar activamente de foros y grupos internacionales sobre combate de lavado de activos y el financiamiento como señal clara del compromiso del Estado con esta problemática, y era importante dar ese mensaje porque no había habido en los últimos años una participación activa del país y eso era ponderado negativamente.
Se coordinó con seriedad y profesionalismo la evaluación, intentando ordenar y estructurar el proceso. Un cambio de gestión en el medio de un proceso de evaluación no es sencillo, es importante siempre mostrar fortaleza en la gestión de este desafío más allá de la coyuntura. Con enorme esfuerzo y con el trabajo de muchas personas que integran los distintos organismos del sistema de prevención de lavado y financiamiento (Coordinación Nacional, UIF, Banco Central, Comisión Nacional de Valores, Ministerio Público Fiscal, Poder Judicial, AFIP, Ministerio de Seguridad e Inaes, entre otros) se pudo encarar el proceso para llegar a buen puerto. Me tocó liderar una gran parte del proceso y pude ver el trabajo silencioso de muchísima gente que se tomó muy en serio esta evaluación. El esfuerzo se coronó con el cumplimiento del objetivo de evitar ir a lista gris. Hubo también un compromiso de pares, como el presidente de la Comisión Nacional de Valores, el doctor Roberto Silva, o del Banco Central, con los aportes de la doctora Silvina Rivarola, que ayudaron mucho y que se adaptaron a la dinámica de trabajo con mucha humildad y energía. También contar con el embajador Eugenio Curia en la última parte del proceso fue un gran acierto del ministro de Justicia, pues se complementó lo hecho con su vasta trayectoria.
–¿Las causas de lavado contra el kirchnerismo fueron determinantes para este resultado?
–Hay temas concretos que no los sabemos aún porque no se conoce el informe. Las variables judiciales son una parte, la fortaleza fue todo el trabajo a lo largo del año, la parte normativa y las resoluciones que dispusieron cambios en regulaciones de diferentes sectores, el enfoque basado en riesgo y haber iniciado un camino de reforma procesal penal fueron buenos indicadores de que la Argentina estaba comprometida con el camino de mejoras.
–¿Cuál es la efectividad que tiene el Poder Judicial en la sanción del lavado de dinero?
–El tema judicial es uno de los pilares, pero no es el único, y ahí no somos los mejores alumnos en materia de condenas judiciales. No es el único factor, sino que se analiza si el sistema sigue funcionando.
–¿Qué observaciones hicieron los organismos o los países extranjeros sobre nuestro sistema antilavado?
–Hay que tener paciencia y esperar el informe que será dado a conocer por el GAFI en breve.
–Desde el punto de vista político, ¿por qué en otras gestiones la Argentina cayó en la lista gris?
–No había conciencia real de lo que significaba un proceso de evaluación mutua y los riesgos para el país.
–¿Fue inoperancia o hubo intencionalidad?
–No podría concebir que hubiera intencionalidad política porque el efecto de estar en la lista gris, dado el enorme impacto económico que tiene, afecta transversalmente a toda la población, en particular a los sectores más vulnerables de la sociedad.
–¿Cuánto de trabajo técnico y cuánto de lobby político tuvo esa instancia? Se supo que hubo gestiones del presidente Javier Milei y de su hermana Karina.
–Me enteré por los medios. No estaba en conocimiento. Este es un organismo multilateral donde cada país interviene y tiene un componente mayormente técnico. Obviamente que cualquier compromiso o signo de compromiso de acompañar el proceso es positivo.
–¿Este éxito es producto de lo que se hizo en estos 10 meses o es del gobierno anterior?
–Lo que se evaluó abarca el período de 2019 al 26 de marzo de 2024. El resultado tiene que ver con lo que se hizo en estos últimos meses al diseñar una estrategia y presentarla de manera estructurada, mostrando compromiso de que se va por seguir trabajando.
–¿Impactaron los cambios que hubo meses atrás, cuando se reemplazó al vicepresidente de la UIF?
–No ocurrieron durante el período analizado. A lo mejor sí repercutieron internamente, pero ellos evaluaron lo que ocurrió antes. En estos años hubo dos presidentes en la UIF en la gestión anterior y se vivieron situaciones que tuvieron impacto mediático, como la renuncia de la vicepresidenta durante la gestión de Juan Carlos Otero. No son hechos determinantes, pero generan una impresión general que no es favorable. Son problemas de institucionalidad, que son signos que no ayudan.
No caer en la lista gris es importante porque tiene un gran impacto económico y financiero, sobre todo en los sectores más vulnerables
Se evitó un gran problema para la Argentina, en momentos en que se trata de ordenar las variables macro
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Alarmas institucionales que llegan desde afuera
Claudio Jacquelin
Justo cuando algunos indicadores económico-financieros le sonríen al Gobierno, dos destacados autores extranjeros llegaron al país en las últimas semanas no tanto para hablar de sus exitosos y muy actuales libros como para hacer sonar algunas alarmas sobre el escenario político e institucional que está en construcción en la Argentina. Las involuntarias coincidencias que dejaron las presentaciones del exdirector de The Washington Post
Martin Baron y del autor de la novela El mago del Kremlin, Giuliano Da Empoli, obligan a prestarles atención.
Lo que ocurre en estos días en la política nacional no es una excepción en el mundo, sino, en todo caso, una versión más aguda de otros fenómenos internacionales contemporáneos. Como para estar más alerta. Las experiencias en varios países en los que la nueva derecha o la derecha extrema ha gobernado, gobierna o gana poder, y sobre las que esos y otros autores vienen advirtiendo, encuentran ecos por estos lares.
Los continuos y virulentos ataques del propio presidente Javier Milei a todo contradictor que se asoma a la esfera pública resultan una de las expresiones de un proceso político que causa genuino interés y curiosidad fuera de las fronteras. No siempre por buenas razones.
El “fenómeno barrial”, que excita a algunos magnates como Elon Musk y a grandes empresarios argentinos, tiene en vilo a quienes sienten apego por la democracia liberal, la defensa de la libertad de expresión y de prensa, la división y limitación del poder, el respeto a los derechos de minorías y a las voces disidentes. En ese espacio están Baron y Da Empoli, quienes encontraron acá un laboratorio para ahondar en sus inquietantes hipótesis sobre la deriva de estos experimentos políticos.
“Lo que pasa en la Argentina es similar a lo que ocurre en los Estados Unidos, aunque tal vez peor”, disparó Baron en el arranque de la presentación organizada por Telecom.
El periodista se refería tanto a la profunda crisis que atraviesan la industria y el ecosistema de medios (cuya “sustentabilidad está amenaza”, dijo) como a la realidad política, impregnada por una polarización que Donald Trump allá y Javier Milei acá potencian al extremo. “La democracia está en riesgo”, afirmó sin titubeos el exeditor norteamericano en referencia a su país. Pero no solo.
La conferencia de Baron se desarrolló varios días antes de que el vocero presidencial, Manuel Adorni, anunciara medidas impositivas destinadas a complicar aún más la sustentabilidad de los golpeados medios impresos y la de los digitales que se apalancan en las suscripciones para poder hacer periodismo de calidad sin someterse a la tiranía asfixiante del clickbait y los algoritmos.
“No hay democracia sin prensa independiente”, sostuvo Baron, antes de afirmar que “los gobernantes tienden a perpetuarse (…). Y cuando queremos acordarnos los derechos fundamentales ya no existen”. No se refería puntualmente a la Argentina, pero hablaba en la Argentina. El acostumbramiento y la naturalización hacen perder los reflejos.
La probabilidad de un triunfo de Donald Trump, dentro de una semana, en las elecciones presidenciales norteamericanas dispara mayores prevenciones y les da más sustancia a las advertencias.
Un regreso al poder del excéntrico expresidente admirado por Milei daría un soporte mayor a las expresiones más intolerantes en todo el mundo y validaría los embates contra la prensa y la oposición, sea esta republicana o populista, de izquierda o de centro. Todo eso al margen de si Trump estará o no en condiciones de dar un soporte financiero a la administración libertaria. Las efectividades conducentes no lo son todo.
En este contexto, cabe subrayar lo dicho por Da Empoli: “No creo que la violencia simbólica o verbal no vaya a tener impacto en la realidad física”. El ítalo-suizo, autor del ensayo Los ingenieros del caos, advirtió además que la política está en “campaña permanente. Y la campaña remite a guerra, a campaña militar. [Por eso] hay una degradación de la esfera pública y no hay vuelta atrás”.
Los dos autores no hablaban de casos específicos recientes y mucho menos locales. Tampoco vinculaban sus conceptos con ideas que se amasan en la cima del Gobierno y en las que seguramente encontrarían muchos paralelismos con lo que están advirtiendo.
La hegemonía libertaria
“El cambio cultural sigue siendo el objetivo final. Mientras tanto, vamos por lo instrumental. Por eso, además, de bajar la inflación y consolidar el superávit fiscal también avanzamos en el plano político-institucional. Lo primero es completar la Corte con [Ariel] Lijo y [Manuel] García-Mansilla para que nos asegure gobernabilidad. Después veremos si vamos por la ampliación. Y, más adelante, queremos ir por la reforma de la Constitución”, le recuerda el gurú presidencial Santiago Caputo a quien quiera escucharlo.
La construcción de una hegemonía libertaria es el gran objetivo que se proponen para lograr la transformación con la que se sueña en simultáneo en el triángulo de hierro. Allí aparecen los pasos tácticos, como es el armado electoral.
En ese proceso, de cuyos detalles se ocupan principalmente la hermanísima Karina Milei, los primos Menem y el armador bonaerense Sebastián Pareja, importa más garantizar una masa crítica que le asegure soporte legislativo al proyecto presidencial, antes que las muestras de pureza ideológica. Como decía el kirchnerismo, “no importa de dónde vengan sino que estén decididos a acompañarnos sin dudar”. Los exucedeístas Amado Boudou y Ricardo Echegaray, entre muchos otros, pueden dar fe de esa premisa.
La acaparación de espacios de poder por parte de Santiago Capusidente va en ese sentido y, por la misma razón, se dedica más a eso que a las minucias de la construcción electoral. Por ahora.
“En abril o mayo, cuando se defina la integración de las listas, Santi se va a meter a fondo para evitar desvíos y los candidatos que puedan atentar contra el rumbo”, dicen en las cercanías del asesor. La experiencia de 2023 dejó muchos aprendizajes. En el primer año de gobierno, las deserciones, los pases a bandos rivales, las disidencias sonoras o las exclusiones han dejado su huella en La Libertad Avanza. Paradójicamente (o no), los librepensadores están mal vistos.
Resolver la relación con el sector macrista de Pro, signada por los intentos de cooptación libertaria, la pretensión asociativa amarilla y las desconfianzas mutuas, tiene en este contexto un lugar fundamental para el mileísmo y no le está yendo mal. Pero las coincidencias en lo económico, potenciadas por las recientes noticias e indicadores financieros positivos, chocan con varios reparos y dificultades. La pretensión hegemónica mileo-caputista despierta resquemores. Una cuestión de principios, de supervivencia y de intereses aleja y acerca a Mauricio Macri de los libertarios. El exprecar sintetizó su incomodidad, tanto como su perplejidad y su resignación, hace un par de días, cuando dijo de Milei: “A veces, es demasiado violento, frontal y duro. Los viejos meados creemos en otro tipo de formas. Pero estamos en otro tiempo y su autenticidad es lo más valioso”. También sobre eso advirtió Baron cuando dijo que hoy se prefiere la autenticidad a la autoridad.
En privado, Macri es menos sutil y comprensivo. No tanto como otros dirigentes de su partido que se sumaron a la política con convicciones republicanas y son reactivos a cualquier abuso del poder sin reparar en autorías y están al borde del colapso emocional y racional. Pero está claro que hoy en la cima de Pro estos no son mayoría, sino que se imponen los que temen quedar fuera de juego y están dispuestos a tolerarlo casi todo mientras se los incluya. Cristian Ritondo y Diego Santilli encabezan el pelotón. Patricia Bullrich ya se les había adelantado.
“Alguien tiene que hacer el trabajo sucio” o “lo de Milei es peligroso, pero si no lo apoyamos va a volver el kirchnerismo”, argumentan macristas que se ruborizan, tanto como radicales que necesitan justificar su apartamiento de los principios republicanos partidarios y empresarios que han criticado la acumulación de poder (cuando estaba en manos de quienes limitaban el suyo).
Es una forma singular de interpretar algunas de las afirmaciones de Da Empoli, aunque este las dijera en un sentido que no implica, precisamente, la resignación ni el sometimiento. “Estamos ante la ‘política carnaval’, donde se invierten las cosas. Lo positivo se vuelve negativo y lo negativo, positivo. Es una nueva lógica. No importa que tenga sentido. La derecha extrema ha desplazado a la derecha racional y los moderados aparecen como locos. Los extremos extravagantes son los que tienen éxito. Pero es un error tratar de locos a tus enemigos, como lo hacen ellos, que se benefician. Hay que aprender a negociar con esa realidad”, dice el autor de El mago del Kremlin.
Los republicanos en remisión omiten la última parte y en lugar de negociar con la realidad y busto formas alternativas de hacerse escuchar, negocian directamente con el poder y hasta con quienes desde la cima siguen la máxima que dice que poder del que no se abusa se pierde.
El Mago del Kremlin que asesora a Milei mira el escenario con deleite. Menosprecia a los propios que se diferencian, como la vicepresidenta Victoria Villarruel, y ajusta la mira como un francotirador en busca de las piezas más preciadas para sumar a su colección. Demasiadas son las que se ofrecen inertes y muchas las que sin quererlo facilitan la fragmentación opositora. Es lo que buscan Milei y Caputo de cara a las próximas elecciones.
“Nosotros nos reímos de los que hacen cálculos sobre qué porcentaje tenemos que sacar el año próximo. Más importante que eso es que la oposición quede dividida en muchas pequeñas fracciones y que el nuestro sea un núcleo duro. Si seguimos como vamos estaremos cerca de tener quorum, con los propios y los aliados”, dicen con un optimismo mayúsculo al lado del despacho presidencial.
Otra vez, Da Empoli parece acertar y ser escuchado: “La política va a los extremos, ya no es necesario hablarles a todos o a los votantes promedio”. Los núcleos duros definen y “para los que son parte de la tribu no importa que lo que se dice tenga sentido: hoy la construcción del poder se basa en la ecuación ‘ira+inteligencia artificial+ algoritmos ’”.
El escenario que ofrece el peronismo, sea o no cristinista o kirchnerista, no puede resultar más propicio para ellos. Y no necesariamente porque vaya a llegar fracturado a las elecciones. Ni siquiera parece hacerle falta tanto al Gobierno.
La vuelta al ruedo de Cristina Kirchner tiene efectos tanto dentro como fuera del peronismo. El lamento de un agudo observador que alguna vez estuvo cerca del kirchnerismo lo sintetiza: “La presencia de Cristina dificulta la construcción de un cordón democrático que ponga límites a Milei, como en Francia, por ejemplo”, dice con preocupación.
Ante eso, el Gobierno se entretiene usando el dimmer con el que baja y sube la luz sobre la expresidenta. “Nosotros no queremos convertirla en ‘la enemiga’ porque no nos conviene que alguien domine ese espacio y ya comprobó Macri lo peligroso que es eso. Pero cuando queda expuesta, tiramos con todo, porque nos suma. Después, bajamos y la corremos. O se corren solos con sus propios desastres”, admiten con regocijo en la cima mileísta.
En el espejo de los estrategas libertarios el mejor horizonte retrospectivo en el que les gusta reflejarse es en el de las elecciones de 2007, cuando Cristina Kirchner le sacó 20 puntos de diferencia a Elisa Carrió, que fue segunda, y accedió a la presidencia en primera vuelta, con el 45% de los votos. Los radicales de entonces, abducidos por el kirchnerismo, podrían ser los macristas de 2025, se entusiasman en el mundo libertario.
Ante ese panorama cobran más significado los embates contra el periodismo, el intento de cooptar la Corte y de alinear a los jueces que precederían, si todo le sale bien al oficialismo, a una reforma de la Constitución.
Las alarmas que suenan de afuera no reparan en detalles locales tan precisos, pero no los descartan.
“No creo que la violencia verbal no se traslade a la realidad física”, advirtió el autor de El mago del Kremlin
Para el exeditor de The Washington Post, “la democracia está en riesgo”
El Gobierno se propone sumar a Lijo a la Corte, ganar las elecciones y reformar la Constitución
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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