El arte de los cuentos breves
LA VIDA EN LA CORNISA
Inés Fernández Moreno
Obloshka 176 páginas
$580
En el prólogo a La vida en la cornisa
–nueva edición de su primer libro de cuentos–, Inés Fernández Moreno recuerda que lo escribió entre mediados de los años 80 y principios de los 90.
En el prólogo a La vida en la cornisa
–nueva edición de su primer libro de cuentos–, Inés Fernández Moreno recuerda que lo escribió entre mediados de los años 80 y principios de los 90.
Después, que le envió uno de los primeros, en 1984, a su padre, el poeta césar Fernández Moreno. Y que la devolución fue una de las mejores cartas que conserva de él.
Hasta que apareció, en 1993, el recuerdo lo ocupa el taller literario de Sylvia Iparraguirre y Abelardo Castillo. casi todos “surgieron al calor de aquel apasionado taller”.
En todo caso, descubrir a los treinta años largos que podía escribir literatura, cuando hacía mucho que usaba las palabras para la publicidad y el marketing, fue para la autora casi una explosión. “Estaba perpleja y bastante eufórica por la novedad”.
La vida en la cornisa demuestra por qué. Su poder se mantiene intacto. Hay varios “cuentos de taller”, como era de esperarse. pero como son muchos, en su brevedad se imponen los que funcionan tanto en lo afectivo como, sobre todo, en el arte de narrar.
Como en libros posteriores de Inés Fernández Moreno (El cielo no existe, Malos sentimientos), se mezcla “la técnica” con la sorpresa, o el golpe emocional. “Dios lo bendiga”, por ejemplo, cuenta del señor D’angeli, que solo da limosna en los días pares.
La multiplicación de los necesitados no alcanza a derribar el sistema. En “para hacer una valija”, el método se aplica a la ropa doblada y planchada, y rinde otros contenidos. “la otra mentira” es el más extenso: vincula a una nieta y una abuela, teje una trama que las une y que luego entra en crisis cuando la nieta percibe con claridad visual la edad de la abuela.
Más acosados, kafkianos, son el cuerpo enorme, cercano a la inmovilidad de “El hombre es un bípedo implume”, o el desparejo combate contra un roedor de “la rata”, cruzado con la cleptomanía de la protagonista. o el monólogo obsesivo de la cosmetóloga de “Qué yeta ser mujer”. o la cama considerada el escenario de una vida completa en “Vida horizontal”.
Lo sorprendente es que la materia, a veces angustiosa, se tiñe a menudo de humor, incluso por exceso. Es lo que ocurre cuando al ingeniero de “Guerra santa” le fallan todos los aparatos y entra en un prolongado día de furia.
Con insidia se fomenta a veces la idea de que tal vez los libros de cuentos no hablen de casi nada. cuando son buenos, sin embargo, se descubre que se ocupan de casi todo.
E. E. G.
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