Aprenda piano en veinte días y otros remedios mágicos
Tal vez por la cuarentena, estoy recibiendo demasiados avisos del tipo “aprende inglés sin saber gramática”, “conviértete en programador en solo 15 días”, “con esta app estarás tocando el piano sin esfuerzo”, y muchas otras de esa clase.
Estos avisos dan cuenta de otra pandemia, que empezó mucho antes que la de covid-19, y que silenciosamente se ha ido instalando en el imaginario colectivo. recuerdo que cuando cursaba la carrera de letras nos dieron a leer
La Regenta, de Leopoldo Alas, un libro maravilloso, pero, a juicio de muchos alumnos, demasiado extenso. Dado este defecto de La Regenta, alguien hizo un resumen de la obra, que, fui testigo, se vendía como pan caliente en el local de apuntes. o sea, cientos de alumnos de letras preferían leer el resumen de un libro que el libro real. no era falta de recursos. cuando indagué un poco, la respuesta fue: “Es demasiado largo”. no hay remate.
La gramática y las lenguas clásicas eran el gran cuco. Ni se imaginan lo que fue cuando la gran Beatriz Lavandera llegó al país para mostrarnos los mecanismos que hacen funcionar el lenguaje humano. Me costaba creer que alguien que amara las letras no se fascinara con todo eso, pero así ocurría. En la década del ‘80.Antes de entrar en el nudo de esta otra pandemia, un consejo: desoigan el canto de sirena que promete aprender alguna destreza compleja de modo simple.
La cuestión es: ¿por qué una destreza es compleja? ¿Qué ganas hay de hacer sufrir al pobre estudiante con horas de esfuerzo, desvelo y sacrificio para que aprenda un idioma o a tocar la guitarra? ¡Hoy es todo visual, todo se puede aprender con una app!
Sí, pero no. lo que me lleva a una aclaración preambular. Es verdad que más o menos uno puede farfullar el inglés gracias a una app como, digamos, Duolingo. Es verdad asimismo que el manejo de ese idioma es muchas veces menester para conseguir un empleo. pero este planteo invierte los términos que hice al principio, y por eso es una falacia y, a la vez, refuerza mi argumentación.
Puede que sea suficiente una app para hablar inglés en el ambiente laboral, y eso está bueno. ahora, cambien inglés por cirugía cardiovascular y la cosa cambia bastante, ¿no? Solo imaginen que se enteran de que el médico que los va a operar aprendió su práctica con una app. Sería imposible, claro, porque existen regulaciones. ¿pero acaso las regulaciones están para que el pobre estudiante la tenga que pasar mal?
Arranquemos por lo básico. Un estudiante no es una víctima. Es un privilegiado. Millones de seres humanos no pueden asistir a la universidad (o volar aviones o ir al conservatorio). otros ni siquiera acceden a la lectoescritura. El que puede estudiar, debería, pues, aprovechar al máximo ese privilegio, que en el caso de la educación pública es solventado con los impuestos de sus conciudadanos. luego, una vez graduado, debería hacer algo para devolver a su comunidad parte de ese esfuerzo pecuniario. Si, por el contrario, compra fotocopias del resumen del libro que debe leer para una materia, entonces no se merece ese privilegio.
Facilismo simplista
Desde hace mucho tiempo existen dos prejuicios graves en esto de aprender cosas. El primero es que no tiene sentido estudiar algo que no te va a servir en el futuro. El segundo es que la teoría es una suerte de lujito desconectado de la realidad, impopular, cosa de engreídos.
Respecto del primero, salvo que puedas ver el futuro –en cuyo caso no estudies nada y jugá a la lotería–, nunca vas a saber qué conocimientos te van a servir y cuáles no. aprender lenguas clásicas suena, para el simplificador serial, como algo inútil. ignora (eso lo hace bien) que muchos idiomas modernos usan mecanismos propios de las lenguas clásicas (como las declinaciones), con lo que aprender latín tempranamente te resuelve buena parte de, digamos, el alemán. así que no aprendiste latín porque olía a naftalina, y hoy te están contratando de una multinacional alemana. Suerte con eso.
Además hay otro asunto. la inteligencia humana es generalista. Si me permiten la burrada, es como un músculo. no importa si la ejercitamos con el latín, la matemática, la fisiología, los lenguajes de programación o la restauración de obras de arte. Te vas a pasar la vida aprendiendo, así que cuanto más temprano y durante más tiempo ejercites ese músculo, más fácil te va a resultar luego desempeñarte en este mundo que de fácil no tiene nada (y cada vez menos). o sea, aprender es lo que te vuelve inteligente. no al revés.
Y al final tenemos que explicar, aunque parezca broma, la razón por la que se imparte la teoría. Se dice, lo habrán oído mil veces, que con la teoría no alcanza. De esto se deduce que con la práctica alcanza. Es una falacia lógica: el que no alcance con la teoría no implica necesariamente que alcance con la práctica. no existe dicotomía alguna. Teoría y práctica se sostienen mutuamente. Sin la primera, nos convertimos en imitadores. repetimos lo que aprendimos a practicar, pero no sabemos lo que estamos haciendo, por qué lo estamos haciendo, ni mucho menos cómo actuar si nos sacan de nuestra zona de confort.
Sin la práctica, por otro lado, nos temblará el pulso. porque aprendimos toda la sintaxis, pero jamás escribimos un texto. las comas son el ejemplo perfecto. Mi madre me enseñó que las comas eran para respirar, al leer en voz alta. Era una teoría equivocada, y más tarde, cuando tuve el honor de cursar dos años de gramática con la gran Ofelia Kovacci, incorporé la teoría correcta y, gracias a eso, supe cuándo y por qué poner las comas. lo genial de la teoría es que te saca las dudas cuando te toca practicar. pero, a la vez, es verdad, la práctica hace al maestro.
Siempre y cuando sea la práctica correcta. los vicios de digitación en un instrumento musical, por más que se repitan durante años, siguen siendo vicios de digitación.
Una última aclaración. Este texto no constituye una amonestación para las apps, cursos rápidos y demás. a muchas personas les resultan útiles en momentos de necesidad, y eso me parece excelente. pero sí es una crítica contra el argumento de venta de algunas de esas apps y cursos. no es verdad –o, para ser muy preciso, no es completamente exacto– que vas a poder aprender a hablar inglés sin la gramática. Tampoco vas a estar tocando el piano gracias a una app en veinte días. En el mejor de los casos vas a tocar (torpemente) media docena de canciones. para aprender a tocar el piano, además de mucha teoría, hacen falta años de practicar durante ocho horas por día.
La advertencia tiene una razón. Si insistimos con este reduccionismo educativo, con eso de que ni el docente sabio ni las horas de quemarse las pestañas sirven para nada y son una tontería del pasado, estaremos cayendo en un clásico del solucionismo tecnológico. Todos son malos, pero este es realmente peligroso.
Todo solucionismo tecnológico es malo, pero este es de verdad peligroso
Una última aclaración. Este texto no constituye una amonestación para las apps, cursos rápidos y demás. a muchas personas les resultan útiles en momentos de necesidad, y eso me parece excelente. pero sí es una crítica contra el argumento de venta de algunas de esas apps y cursos. no es verdad –o, para ser muy preciso, no es completamente exacto– que vas a poder aprender a hablar inglés sin la gramática. Tampoco vas a estar tocando el piano gracias a una app en veinte días. En el mejor de los casos vas a tocar (torpemente) media docena de canciones. para aprender a tocar el piano, además de mucha teoría, hacen falta años de practicar durante ocho horas por día.
La advertencia tiene una razón. Si insistimos con este reduccionismo educativo, con eso de que ni el docente sabio ni las horas de quemarse las pestañas sirven para nada y son una tontería del pasado, estaremos cayendo en un clásico del solucionismo tecnológico. Todos son malos, pero este es realmente peligroso.
Todo solucionismo tecnológico es malo, pero este es de verdad peligroso
A. T.
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