viernes, 28 de agosto de 2020
LOS RECOMENDADOS,
Diez discos para revivir la música de 1971
La imagen de Carole King en la tapa de Tapestry
Mil novecientos setenta y uno supuso un cambio de década pero también de paradigma. Después de que el sueño hippie de paz y amor se diluyese de manera paulatina, ahora todo parecía dar por confirmado el fin de esa proclama. Mientras el rock nacional ya no era una moda pasajera sino una contracultura con un lenguaje y una identidad propios, en el hemisferio norte se reinventaba como un fenómeno capaz de convocar multitudes en estadios y también de llevar a sus seguidores por rincones oscuros. Esta lista no busca ser “lo mejor de”, sino quizás una puerta de entrada, un material básico para tener un pantallazo de las cosas que pasaron en sólo doce meses.
Spinettalandia y SUS amigos - Luis Alberto Spinetta
Finalizada la experiencia de Almendra, Luis Alberto Spinetta probó diferentes proyectos que no llegaron a buen puerto: Agresivos, un trío de blues con Pappo y Pomo Lorenzo, y Tórax, un grupo junto a Lorenzo, Edelmiro Molinari y Carlos Cutaia. Después de que ambos intentos naufragaran, el Flaco decidió encarar la grabación de su primer disco solista acompañado por Pappo y Pomo, y la colaboración esporádica de Miguel Abuelo. En una suerte de happening musical, Spinettalandia y sus amigos se grabó en una casa comunitaria y en un estado de libertad absoluta. Cuando Spinetta entregó el disco a RCA, la compañía decidió publicarlo bajo el nombre Almendra y con una engañosa foto del grupo en la portada para cumplir el contrato de tres álbumes que la banda había dejado inconcluso. Recién su llegada al CD en 1995 hizo justicia a su título original y a la idea de arte de tapa pensada al momento de su creación.
Hunky dory - David Bowie
Después de medirse en terreno rockero con The Man Who Sold the World, David Bowie se embarcó en una gira por los Estados Unidos, y la influencia del viaje se percibe en su cuarto disco. Con el piano de Rick Wakeman al frente,
Hunky Dory es un viraje hacia un mundo más arty, con letras abstractas con citas a Nietzsche y el ocultista Aleister Crowley, pero también con guiños explícitos a Bob Dylan, Andy Warhol y The Velvet Underground. Acompañado por los músicos que luego serían The Spiders from Mars, su banda de apoyo durante su etapa glam andrógina, Bowie dio forma a canciones como “Changes”, “Life on Mars?”, “Oh! You Pretty Things” y “Queen Bitch”, todas piezas inamovibles de cualquier compilación abarcativa de su obra.
Electric Warrior, t-rex
Así como para muchos el rock era una cuestión cerebral y contemplativa, Marc Bolan se encargó de sumar desparpajo y provocación a la fórmula. Después de jugar al trovador lisérgico para una cultura hippie en retirada, Bolan tomó el animal print, el delineador y la purpurina para poner el primer ladrillo sobre el que se edificó el glam rock. Con su mezcla de androginia de barrio obrero,
Electric Warrior terminó siendo una influencia cuyo efecto se mide desde el mencionado Bowie a Oasis, pasando por Queen, Carca y (aunque lo niegue) el primer David Lebón.
Manal - el león
A solo un año de inaugurar el kilómetro cero del blues en la Argentina, Manal reacomodó sus piezas al momento de su segundo disco.
El león no es un borrón y cuenta nueva, pero sí una inyección vigorosa, como lo evidencian los primeros compases de “No hay tiempo de más”, con una química envidiable entre la guitarra de Claudio Gabis, el bajo marchante de Alejandro Medina y la voz rasposa de Javier Martínez. Hay lugar para purismos en “El blues de la amenaza nocturna” y en la lectura rural del género en “Soy del sol”, pero también con plus enérgico en “Mujer sin nombre” y “Hoy todo anda bien”. ¿El debut o El león?
Los dos a la final.
John lennon - imagine
Erróneamente catalogado como un canto al paz y al amor gracias a la canción que le da nombre,
Imagine fue quizás el punto más alto del fuego cruzado entre Paul Mccartney y John Lennon. Con la llaga todavía abierta por su partida de The Beatles, Lennon no sólo le dedicó la mordaz “How Do You Sleep?”, sino que además convocó a George Harrison para que tocase la guitarra en el tema. Conflictos aparte, el disco tiene algunas de las baladas más sentidas de su obra, como “Jealous Guy”, “How” y “Oh, my Love”, junto con la chispa guitarrera de “Gimme Some Truth” y la diatriba antibélica de “I Don’t Want to Be a Soldier”. Sobre el cierre, “Oh Yoko” fue también una demostración de que, más allá de sus experimentos avant garde, Lennon estaba en plena forma para escribir una canción pop de notable factura.
Carole King - Tapestry
Aunque ya había conocido el éxito como compositora al servicio de otros, a Carole King se le estaba haciendo difícil vivir el reconocimiento en carne propia. Luego de que su álbum debut tuviese una recepción tibia, King hizo una apuesta fuerte para su sucesor: con el aporte de varios amigos de renombre (James Taylor, Joni Mitchell, David Campbell), decidió grabar algunas de las canciones que había firmado para otras artistas, como “(You Make Me Feel Like) A Natural Woman” y “Will You Love Me Tomorrow”. Así dio forma a una obra de suave belleza que no tardó en convertirse en un éxito (el doble single “It’s Too Late” / “I Feel the Earth Move” estuvo 5 semanas en el primer puesto de Billboard), y que le dio a King el protagónico merecido después de tantos años de roles secundarios.
Pappo’s blues - Pappo’s blues
También conocido como Volumen 1 luego de que los seis álbumes que le siguieron respetasen esa numeración, el primer trabajo del Carpo terminó por cimentar la tradición blusera porteña que Manal había instaurado no mucho antes. Con Black Amaya en batería y David Lebón en bajo, Pappo encontró el punto de inflexión en el que el blues podía adquirir la musculatura propia del hard rock y también un vuelo levemente lisérgico, como lo evidencia “Algo ha cambiado”. “El viejo” y “El hombre suburbano” con muestras de una guitarra afiladísima que saca chispas, pero también de una pluma contemplativa capaz de dibujar instantáneas de la diaria como solo un narrador de lo cotidiano puede hacerlo.
Black Sabbath Master of reality
Si sos Black Sabbath y sentar los cimientos del heavy metal no te resulta suficiente, la única salida posible es sumarle más pesadez a la ecuación. En lo que sus propios integrantes reconocieron como la primera experiencia en la que entraron al estudio sabiendo qué hacían, Master of Reality suma aún más oscuridad al universo de la banda de Birmingham. En varias de las canciones del disco, el guitarrista Tony Iommi afinó su guitarra un tono y medio más abajo que la calibración estándar para alivianar sus dedos y, sin saberlo, creó un tono más espeso y nebuloso disparó a “Children of the Grave” e “Into the Void” a un viaje sin retorno a las penumbras, con Ozzy Osbourne convertido en un gondolieri avernal.
Vox Dei - La Biblia
“No se pongan límites”. La frase con la que Jorge Álvarez buscó motivar a Vox Dei alcanzó límites insospechados cuando el grupo decidió cocinar una ópera rock basada en las Sagradas Escrituras. Nacida a partir de una idea del guitarrista Ricardo Soulé, las ocho canciones de La Biblia esquivan el dogma en las formas, pero también en el contenido, al hablar de la materia en cuestión pero sin citarla de manera literal. Durante su grabación, el sello Mandioca (que iba a publicar originalmente el álbum) quebró y el disco quedó en manos de Disc Jockey. En el apuro por publicarlo, imprimió las tapas con un error en el orden de temas y lanzó una versión incompleta de “Apocalipsis”, convirtiéndola involuntariamente en una canción instrumental.
Led Zeppelin - Led Zeppelin iv
Jimmy Page había intentado llevar a Led Zeppelin por nuevos terrenos en el tercer disco del grupo, con ribetes acústicos y épica mitológica. En parte como respuesta a las críticas por parte de la prensa y el público, Led Zeppelin IV funciona por oposición. Todo suena electrificado, distorsionado y grande, y también misterioso. Sin título a la vista, el disco fue “bautizado” con cuatro pictogramas, uno por cada integrante de la banda y con simbología propia. Lejos de apegarse a una fórmula, Led Zep tiene en el rock testosterónico su punto de partida (“Black Dog”, “Rock and Roll”), pero de a poco se abre hacia terrenos sorpresivos como un inesperado guiño a Tolkien (“Misty Mountain Hop”, a dos voces y con un piano eléctrico como ariete melódico), pastoral británica (“The Battle of Evermore”, “Going to California”) y la construcción de su propia fábula épica en “Stairway to Heaven”, una epopeya que nace en la fragilidad acústica y crece hasta convertirse en una bestia eléctrica.
J. V.
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