El lenguaraz, todo un experto en el difícil arte de la comunicación
El lenguaraz no solo era intérprete
El lenguaraz fue un partícipe necesario en la comunicación con los indios; muchas veces poco reconocido. La Academia Argentina de Letras en su registro del habla de los argentinos dice: “Lenguaraz: rango de quien oficiaba de intérprete en los parlamentos o reuniones, entre indios y criollos”.
Lucio V. Mansilla en Una excursión a los indios Ranqueles define al lenguaraz como un intérprete secretario, y que su trabajo es ímprobo en el parlamento más insignificante, que necesita tener una gran memoria, una garganta de privilegio y muchísima calma y paciencia.
Afirma Mansilla “Ser lenguaraz, es un arte difícil; porque los indios carecen de los equivalentes de ciertas expresiones nuestras. El lenguaraz no puede traducir literalmente, tiene que hacerlo libremente y para hacerlo como es debido ha de ser muy penetrante.
Por ejemplo, esta frase: “-Si usted tiene conciencia debe tener honor”, no puede ser vertida literalmente porque las ideas morales que implican conciencia y honor no las tienen los indios. Un buen lenguaraz, según me ha explicado Francisco Mora, diría: “Si usted tiene corazón, ha de tener palabra, o si usted es bueno no me ha de engañar”. Con relación a su lenguaraz, Mora decía que era mestizo, de regular estatura, astuto, resuelto y rumbeador, que no se perdía y si vacilaba, se apeaba, arrancaba un puñado de pasto, lo probaba y sabía dónde estaba, conocía los vientos por el olor, y cara y lugar que veía una vez no las olvidaba jamás.
El lenguaraz, por lo general, no era solamente intérprete, ya que también podía cumplir el rol de baqueano, rastreador y hasta de chasque. En este último caso Juan Santibañez, lenguaraz del coronel Pedro Andrés García, en abril de 1822, partió desde Lobos urgente a Buenos Aires llevando al gobernador un oficio en el cual, sobre su lenguaraz, escribió García: “… merece se digne V.E. atenderlo por ahora con un vestuario con que cubrir su desnudez, pues va con ropa prestada, y lo demás que se estime conveniente”.
Era frecuente que la tarea la realizaran excautivos, y el más representativo fue Santiago Avendaño, nacido en Mendoza el 22 de julio 1831 bautizado allí, hijo de Domingo y Felipa Lafebre; esta fecha permite aclarar que en lugar de estar cautivo entre los siete y 14 años lo estuvo entre los diez y 17 años. El padre Meinrado Hux en un extraordinario trabajo publicó “Memorias del excautivo Santiago Avendaño” y “Usos y costumbres de los indios de la Pampa”.
El historiador Guillermo Palombo, sobre Avendaño, afirma: “traductor o lenguaraz y amigo- secretario del cacique Cipriano Catriel, e Intendente de los Indios Pampas, es una de las figuras más interesantes de la historia de Azul en la segunda mitad del siglo XIX”; y Julio A. Costa en “Roca y Tejedor” lo detalla así: hombre bajo, blanco, pálido mate, barba tupida y renegrida, cara en óvalo, nariz y mirada de hombre de presa, vistiendo pañuelo de seda rojo al cuello, sombrero chambergo negro, bota fuerte sobre el pantalón y cubierto con un poncho pampa de color claro a grandes dibujos azules oscuros.
También actuaban como lenguaraces algunos desertores refugiados en las tolderías, como un tal José Antonio que junto al hijo del Cacique Mencal se presentaron ante el Coronel Pedro Andrés García en 1810, en la Expedición a Salinas Grandes. Decía García que no era indio pero venía disfrazado como tal y con la cara tiznada; luego averiguó… era un dragón desertor.
Martín Fierro y Cruz al llegar a la toldería fueron tomados por bomberos y los quisieron lancear, luego “Vino el lenguaraz / como a tráirnos el perdón”
El lenguaraz, por lo general, no era solamente intérprete, ya que también podía cumplir el rol de baqueano, rastreador y hasta de chasque. En este último caso Juan Santibañez, lenguaraz del coronel Pedro Andrés García, en abril de 1822, partió desde Lobos urgente a Buenos Aires llevando al gobernador un oficio en el cual, sobre su lenguaraz, escribió García: “… merece se digne V.E. atenderlo por ahora con un vestuario con que cubrir su desnudez, pues va con ropa prestada, y lo demás que se estime conveniente”.
Era frecuente que la tarea la realizaran excautivos, y el más representativo fue Santiago Avendaño, nacido en Mendoza el 22 de julio 1831 bautizado allí, hijo de Domingo y Felipa Lafebre; esta fecha permite aclarar que en lugar de estar cautivo entre los siete y 14 años lo estuvo entre los diez y 17 años. El padre Meinrado Hux en un extraordinario trabajo publicó “Memorias del excautivo Santiago Avendaño” y “Usos y costumbres de los indios de la Pampa”.
El historiador Guillermo Palombo, sobre Avendaño, afirma: “traductor o lenguaraz y amigo- secretario del cacique Cipriano Catriel, e Intendente de los Indios Pampas, es una de las figuras más interesantes de la historia de Azul en la segunda mitad del siglo XIX”; y Julio A. Costa en “Roca y Tejedor” lo detalla así: hombre bajo, blanco, pálido mate, barba tupida y renegrida, cara en óvalo, nariz y mirada de hombre de presa, vistiendo pañuelo de seda rojo al cuello, sombrero chambergo negro, bota fuerte sobre el pantalón y cubierto con un poncho pampa de color claro a grandes dibujos azules oscuros.
También actuaban como lenguaraces algunos desertores refugiados en las tolderías, como un tal José Antonio que junto al hijo del Cacique Mencal se presentaron ante el Coronel Pedro Andrés García en 1810, en la Expedición a Salinas Grandes. Decía García que no era indio pero venía disfrazado como tal y con la cara tiznada; luego averiguó… era un dragón desertor.
Martín Fierro y Cruz al llegar a la toldería fueron tomados por bomberos y los quisieron lancear, luego “Vino el lenguaraz / como a tráirnos el perdón”
E. T.
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