Atahualpa Yupanqui. Con la guitarra a cuestas, llevó el país por el mundo
La poesía, los intelectuales y los pueblos originarios son algunos de los temas por los que transita esta entrevista con el recordado músico, máximo exponente de la música popular
Don Ata. Se presentó en Japón y Alemania, entre muchos otros países y hasta cantó junto a Edith Piaf, en Francia
Chacareras, gatos, estilos, vidalas, villancicos, bagualas y milongas nacieron de su guitarra; coplas que hablan del hombre y su historia, de la tierra y sus frutos, de árboles y llanuras, fueron escritas por él en sus innumerables viajes. Es que Atahualpa Yupanqui, poeta y músico, payador, profundo conocedor del folklore argentino e indoamericano, es, sobre todo, un eterno caminante, un cantor que convirtió lo visto y oído en poesías y canciones.
En Japón, Francia o Alemania, Atahualpa es un argentino que transmite algunas de nuestras cosas esenciales. “Soy un paisano que canta por el mundo” –dijo en un momento de la entrevista–. Y a lo largo de su vida, en la pampa o en el extranjero, junto a Edith Piaf en el Teatro Athénée o en largas charlas con Picasso, Paul Eluard, Miguel Ángel Asturias o Pablo Neruda, nunca demostró ser otra cosa. Tal vez en eso reside su grandeza.
El comienzo de la charla no fue demasiado auspicioso. Cuando el fotógrafo le pidió que posara junto a un cuadro, Atahualpa se enervó: “No soy Mirtha Legrand –dijo en tono amenazante–. Nunca fui vedette. Soy un ser pensante, ocupado en otros asuntos”.
–Hablemos, entonces, de esos asuntos, de la magia que surge en sus espectáculos.
–No creo ser el indicado para definir ese momento. Tal vez sea el instante en que las coplas se unen con la guitarra y el canto. Quizás sea la manera de presentar al personaje que juega en mis versos.
–¿Quién es el personaje?
–Procuro que sea un paisano, un hombre con paisaje. Un antepasado mío decía que paisano no es aquel que nace en el país. Paisano es quien puede contener el paisaje. Todos llevamos un paisaje en el alma y si es saludable, si es ejemplar, nos ayuda a vivir e ilumina a los que están cerca de nosotros. En ese terreno entra, posiblemente, la magia. Aunque no creo que esa sea la palabra. Cada vez que escucho a Rubinstein me conmuevo más que cuando presto atención a otros pianistas, que también son señores músicos. ¿Será eso la magia? Puede ser…
LOS TRES MISTERIOS
–Me gusta mucho interpretar con la guitarra temas que no considero tristes pero sí serios y algunos severos. Me agrada la música seria argentina, como también la uruguaya, o la colombiana.
–¿Cuál es la música seria?
–Es la que no tiene frivolidad. No repudio las frivolidades, simplemente no las uso. Ni siquiera sabría usarlas. Fíjese, me divierten los cuentos y no sé contarlos, carezco de histrionismo para hacerlo. Me fascina la música que me alienta, no la que me preocupa intelectualmente. Lo importante es rodearnos de cosas que nos ayuden a crecer. Pero no solo vivo de música; también disfruto en las bibliotecas y los archivos.
–¿Qué busca en los libros?
–Descubrir lo más importante para todo hombre, saber, como dice el paisano, “de ande vengo y pa’ande voy”. He pasado días enteros copiando datos en el Archivo de Indias, en España. Me obsesiona la idea de entender todo lo referente a la Conquista de América. Creo que Montesinos, en una crónica sobre los caminos de la conquista, decía: “Indudablemente, tenían que ser muy valerosos aquellos que venían a un continente desconocido, durmiendo en los caminos en territorios hostiles para ellos y usando sus corazas como almohadas, nunca tan duras como sus corazones”.
–¿Por qué le interesa esta zona de la historia?
–¡Ya se lo he dicho, amigo! “De ande vengo y pa’ande voy”. Esto es un planteamiento serio que nos hace la vida. La juventud debería hacérselo desde un primer momento. Hay que leer mucho y caminar el país para
Mis versos no tienen nada que ver con lo intelectual. Me doy cuenta, porque así me han dicho amigos, conocidos y gente que sabe conocerlo. No comprendo a quien mira su tierra con ojos turísticos. Hay que conocer los tres misterios de los que hablaba Ricardo Rojas: el misterio de la pampa, de la selva y de la montaña. Entre estos misterios han vivido seres nuestros. Unos cobrizos, unos anchos, otros pequeños, otros altos; desde los onas hasta los quechuas, los chiriguanos o los calchaquíes. En lo posible, hemos de empaparnos de sus historias. Al fin y al cabo, cuando hablamos de América hablamos de nosotros.
–¿No ve esa preocupación en la juventud?
–No quisiera juzgar, pero advierto que mucha gente joven vive en la indisciplina y el desconocimiento. El primer deber del hombre es definirse. Ubicarse como testigo de un viejo pleito entre la mentira y la verdad, y exponer, testimoniar. Para llegar a esto debemos despojarnos de miserias, de mugres interiores. Tenemos que barrer el patio del fondo.
–Es una tarea que dura toda la vida.
–Pero se empieza de niño. Recuerdo aquella vieja frase de Lincoln: “Generalmente llega a ser un gran hombre quien fue un gran niño”. Desde pequeños debemos prepararnos para ser el atleta que algún día seremos. Un atleta de la vida, claro. Un hombre que puede emocionarse ante el amor o frente a un yuyo, un cardo o un caballo.
LA POESÍA
–Hablemos de su poesía.
–¿Y será poesía lo mío? ¿No serán simplemente coplas, ocurrencias? Mis versos no tienen nada que ver con lo intelectual. Me doy cuenta, porque así me han dicho amigos, conocidos y gente que sabe. Por ejemplo, hace cuarenta años que soy socio de la SADE, desde mi primer libro, Piedra sola. A principio de mes me cobran las cuotas, pero jamás esa benemérita sociedad me invitó a ninguna de sus actividades. Entonces, tengo que pensar: lo mío no son más que coplitas de un guitarrero. En la SADE están solamente los grandes escritores y yo no pertenezco al ramo. “Negro, –me digo–, seguí tocando tu vidalita callado”.
–Sin embargo, su obra es valorada en el país y en el extranjero.
–Mire, una vez alguien que tiene muchos libros escritos, muy culto el hombre, me dijo: “Indio, los intelectuales te queremos mucho”.
–¿Qué quiso decirle?
–¡No sé, amigo! Yo cuento cuando voy a la feria lo que escucho de las comadres vecinas. Soy un paisano que canta por el mundo.
–Pero, a lo largo de su carrera, recibió premios y el permanente apoyo del público.
–Recibí una nota de la Sociedad Protectora de Animales agradeciendo mi defensa al caballo nacional. Y me emocionó hasta las lágrimas.
EL CABALLO
–Si lo mío fuera poesía estaría rodeado de poetas. Inventé muchas coplas en mis largos viajes a caballo. Tardaba 32 días para ir de Tucumán a Jujuy. Dormía en las orillas del poblado, en el primer potrero. Solamente descansaba en casas donde podía dormir el animal. Me hacía liviano el camino crear versos y luego memorizarlos. Al otro día me acordaba de algunos, nada más. Los otros quedaron en la tierra.
–Su poesía surge del contacto con la realidad.
–¡Y dale con la poesía! ¡Lo mío es abrirse y que salga la sangre de las venas! De pronto, miro el perfil de mi caballo y nace un verso. ¡No sé hacer otra cosa!
LA NOSTALGIA
–¿Por qué vive en París?
–Vivo en el mundo. Ahora estoy en Francia para no cansar a los gallegos, que me aguantaron bastante.
–¿Y la nostalgia?
–¿Qué nostalgia puedo sentir? Cuando estoy afuera de la tierra es porque la tierra está dentro de mí. Si pienso en Tucumán, me encierro en el cuarto del hotel y toco tres zambas. Entonces Tucumán se me agranda y la veo clarita como el agua. Miento, más clarita que el agua. ¿Si extraño la pampa? Me vuelvo a encerrar y toco tres malambos.
–Se encierra seguido…
–Lo suficiente, amigo, lo suficiente. Me pasa a menudo que pulso la guitarra y veo a otros argentinos, que viven afuera, llorar. Es curioso: mientras yo estoy feliz con mi mundo de recuerdos, con la patria que aparece en mi canto, ellos lloran. Y yo no toco para que lloren, yo toco para que sean felices.
–¿Qué piensa de la situación política del país?
–Veo a todos los políticos como a un hormiguero ‘pateao’. Como dice un paisano amigo, que gane el más mejor. Sobre todo que triunfe el más decente y que pierda el más corrupto. Me parece que en el país falta todavía la atmósfera y el olor de la fruta madura, que es el espíritu nacional.
–¿A qué atribuye esa ausencia?
–La unidad comienza por buscar la unidad. En China hay chinos que piensan y hablan en chino. Los húngaros son húngaros y los franceses, franceses. De esa unidad parten hacia la cultura, hacia el prisma. ¿Qué pasa con nuestra condición? La condición primaria es el aire de libertad. Tengo 75 años. Mi experiencia me dice que nada se consigue sin libertad. La libertad debe instalarse en la tierra y en el alma de todos.
CON EDITH PIAF
–La conocí en casa de Paul Eluard, en París. Después de cenar toqué la guitarra para tres o cuatro personas. A la mañana siguiente el secretario me llamó para ofrecerme actuar en un recital junto a ella. Se me salía el corazón de la alegría. Recuerdo que en París los carteles anunciaban: “Edith Piaf cantará para usted y para Yupanqui”. Tuvo gestos maravillosos. Estaba en la cima de su fama y quería compartir conmigo un espectáculo. Conmigo, que era un negrito que se escondía detrás de su guitarra. Debutamos el 6 de junio de 1950. Al concluir con su actuación, me agarró de la mano y le dijo al público: “Vualá, Yupanqui”. Yo empecé a interpretar mis zambas, mis milongas, mis vidalas.
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