lunes, 14 de septiembre de 2020

CARLOS MANFRONI ANALIZA,


El camino para convertirse en un narcoestado

Carlos Manfroni
ABOGADO Y ESCRITOREl camino a un Narcoestado 
En la calle, donde el murmullo del trabajo se abre paso -herido, doliente, quebrado- contra el silencio impuesto del encierro, las sillas dadas vuelta de los bares parecen mástiles de banderas arriadas frente a un enemigo invisible. Tan solo la universalidad de ese adversario maligno y acechante contiene la repulsión que provoca en los pobladores el olor nauseabundo del despojo. Es el hálito que llega de los saqueadores cuando remueven los escombros de un terremoto entre los cuerpos aún calientes de las víctimas. El mismo rechazo, contenido, masticado una y otra vez, reprimido en silencio entre las cuatro paredes del confinamiento. Cada tanto la ira y el orgullo salen de la mano a las avenidas de las ciudades, de los pueblos, a las rutas, con los colores de la república. ¡No nos van a robar también esto! Pero saben que puede ocurrir.
Familias separadas por barreras impuestas, padres que no pueden ver a sus hijos y viceversa, permisos gubernamentales para cruzar fronteras invisibles y amenazas con estilo vintage previo a la caída del muro. Nadie planeó un virus en la Argentina, pero somos adultos. La soledad no es buena. El consumo de drogas creció en el mundo durante el aislamiento. También en la Argentina, por supuesto, con una cuarentena más prolongada que la de cualquier otro país. La angustia y la soledad aumentan con el panorama desolador del desempleo. No importa si un país es rico o es pobre. Soledad y tristeza hay en todos lados; también, droga. Pero donde la indigencia aumenta exponencialmente, la situación sale de control. El narcotráfico domina más fácilmente un territorio donde la pobreza se extiende.
¿Quién comprará por monedas lo que hoy está quebrado? ¿Quién levantará nuevamente las persianas? ¡Librerías, bazares, jugueterías, iluminación, mueblerías, maquinarias, viveros, miles de negocios que tienen cien veces menos público que un supermercado! ¿Era necesario que todo cerrara por meses? ¿Incapacidad para vigilar el cumplimiento de un protocolo estricto, indiferencia.? Los puntos suspensivos inquietan e incuban un tórrido malestar que va creciendo. Una enorme masa de gente sin trabajar, que ya arrastraba a más de una generación, aumenta día a día. Crecerá también el hacinamiento en los barrios más pobres, donde los dealers vuelven a reemplazar al poder legítimo. ¡Y además las tomas de tierras! Miles de hectáreas robadas simultáneamente, coordinadamente, sincronizadamente, ante la pasividad inexcusable del poder político.
¿Quién maneja las usurpaciones? ¿Quién controlará después esos asentamientos? ¿Qué ocurrirá en el sur, donde organizaciones internacionales "filantrópicas" que desde hace años proponen la legalización de la droga sostienen reivindicaciones supuestamente indigenistas que desconocen la soberanía argentina?
¿Quién maneja las usurpaciones? ¿Quién controlará después esos asentamientos? ¿Qué ocurrirá en el sur, donde organizaciones internacionales "filantrópicas" que desde hace años proponen la legalización de la droga sostienen reivindicaciones supuestamente indigenistas que desconocen la soberanía argentina? ¿Serán futuros enclaves impunes para los peores negocios, corredores seguros para el narcotráfico? También de allí se retiran las fuerzas del orden. Es una nueva humillación para ellas, después de haberse levantado su espíritu en los últimos años. Y una nueva humillación para la nación.
Fuerzas armadas y de seguridad humilladas, inermes, paralizadas, corrompidas si así fuera posible, serían el mejor escenario para el narcotráfico. Da pena ver a sus efectivos controlando a los ciudadanos honestos, de trabajo, en los pasos de virtuales "aduanas provinciales" que prohíbe nuestra Constitución. ¿Una forma de disciplinar a la sociedad; de doblegar a las fuerzas para un futuro chavista? Quién sabe. No todo está pensado; no todo es una conspiración, pero el agua se filtra por los huecos de la indolencia.
Paradójicamente, mientras se levantan fronteras internas que separan a las familias y a los amigos, se abren de par en par las fronteras exteriores, las verdaderas, las que marcan los límites del territorio argentino con Bolivia, con Paraguay, con Brasil. Todos sabemos lo que eso significa. Tal parece que hoy únicamente los argentinos que trabajan decentemente están controlados. El desastre resultaría menos sospechoso si durante este ya largo período durante el cual se intima quincenalmente al pueblo a cuidar la vida, a renunciar al ejercicio de casi todos sus derechos, el Gobierno no hubiera aprovechado la parálisis para avanzar sobre la Justicia. ¿Quién podía imaginar que los ciudadanos no tomaríamos eso como un golpe artero, como una puñalada en la espalda de la república en un momento de indefensión?
Hay una línea que separa la hipocresía del cinismo. Con la hipocresía, la mentira abriga la esperanza de ser creída; con el cinismo, le resulta completamente indiferente. Es simplemente una ironía que parece preguntar, como una burla: "¿Otra vez nos creyeron?". Y la gente reacciona. Reacciona solo al pensar -y ya no es poco- que todo ese movimiento busca impunidad hacia el pasado. Pero la impunidad será proyectada hacia el futuro, a lo largo y a lo ancho del territorio. Volverán los discípulos del mal llamado "garantismo", del minimalismo, del cinismo, y se desparramarán por las provincias con su mirada benévola hacia los criminales, pero rigurosa y llena de resentimiento contra quienes se defienden de ellos. El negocio más turbio del mundo necesita exactamente eso. Ya no más allanamientos; ya no más incautaciones, al menos sin aviso previo. Se vio en su momento en Brasil, en México, en la Italia de los 70 y, por supuesto, en la Argentina.
Mientras tanto, el Gobierno nos acerca a los suburbios del planeta en nuestras relaciones internacionales: Venezuela, Cuba, el Grupo de Puebla, el Foro de San Pablo, del que participaron las FARC, el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional, guerrillas y gobernantes que hicieron del narcotráfico su fuente de poder. ¡Y la Argentina como refugio de Evo Morales, responsable de la multiplicación geométrica de los sembrados de coca en Bolivia, de donde expulsó a la DEA con el viejo cuento del imperialismo y hacia donde sigue dirigiendo sus exhortaciones, en contra de los principios elementales del asilo!
Al mismo tiempo, nos alejamos del orbe desarrollado, el que combate a la droga, el que podría ayudarnos al crecimiento. A menos que no deseáramos el crecimiento, a menos que quisiéramos un país quebrado, tierra arrasada para que aterricen sobre ella los aviones de los barones salvadores de fortuna inconfesable. A veces eso parece, cuando se rompen una y otra vez los silobolsas y se incendian campos bajo la mirada indolente de las autoridades. ¿Qué país destruye su principal fuente de producción? ¿Qué nación amenaza a los productores de su riqueza?
Cargas de impuestos, restricciones y bloqueos que están expulsando a las compañías más dinámicas de la Argentina fuera de la frontera. Solo deben viajar una hora para ser comprendidas. Todo parece encaminarse deliberadamente hacia la quiebra. Tal vez intuimos que la verdad es demasiado poco soportable como para ser alumbrada de repente y preferimos que siga corriendo por las alcantarillas de la Historia. Cuando emerja con todo su poder, seremos sus esclavos: gobernantes y gobernados. Estaría bien que advirtiéramos que el iceberg está cerca y que el agua llegará a todos, incluso a quienes crean que pueden salvarse en los camarotes de lujo del Titanic.

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