martes, 10 de octubre de 2023

AUTOR.... "Mircea Cărtărescu" Y MUCHA LECTURA


“Tengo una fe religiosa en mi mente para escribir”, dice Mircea Cărtărescu
El escritor rumano habla del singular proceso creativo de sus novelas 
Por Pedro B. Rey
El escritor rumano Mircea Cărtărescu, en Buenos Aires
En los años noventa, después de la caída de la Cortina de hierro, algunos entusiastas pronosticaron que habría que ponerse a estudiar ruso porque la literatura del futuro vendría de esos meridianos. Por entonces, en 1993, sin que lo supieran, el poeta Mircea Cărtărescu (Bucarest, 1956) venía de publicar Nostalgia, su primer libro de narrativa. Los críticos futuristas no estaban mal encaminados. Solo le erraron al blanco: el idioma a estudiar era el rumano.

Solenoide - Impedimenta

Solenoide - Impedimenta


Solenoide de Mircea Cartarescu - Julieta Venegas



Los libros de Cărtărescu fueron enhebrando a partir de entonces un caleidoscopio vertiginoso. Los volúmenes de su trilogía Cegador se dividen en El ala izquierda (1996), El cuerpo (2002) y El ala derecha (2007): forman la supuesta forma de una mariposa, una figura que aparece de forma recurrente en las distintas historias. El eje es un narrador grafómano que observa desde su departamento en Bucarest la nocturnidad de la avenida Stefan cel mare. Pero en su avance, la serie pronto encabalga memoria, onirismo y elementos fantásticos.
Cărtărescu no le teme al éxtasis de las influencias (la de Borges es clara), pero su estilo es de los avasallantes y torrenciales. Como Faulkner, puede describir lo que contiene un estante como si fuera una galaxia. Como Pynchon, incorporar elementos disparatados y paranoides como si de verdad formaran parte del día a día. Y como García Márquez lanzarse a un barroco mágico. La gelidez de Bucarest, la infancia en tiempos comunistas, siempre de trasfondo, son contrarrestadas por una imaginación desaforada, al borde del derroche. Cărtărescu también sigue la senda Kafka (uno de los escritores que más admira), aunque no por la prosa. En el checo es escueta y casi jurídica: en el rumano, poética y superpoblada. Coinciden en esa indistinción que ve lo real a través de una lente alucinada.


La inmensa Solenoide (2015), donde lo autobiográfico aparece una vez más transmutado, es su otra novela clave.
Cărtărescu –que estuvo de visita en Buenos Aires para la última edición del Filba y figura como repetido candidato al Premio Nobel que acaba de llevarse el noruego Jon Fosse- es un lector omnívoro: de literatura argentina “clásica” enumera, sin que se lo pidan, a Borges, Cortázar, Bioy Casares, Sabato y (nada sorprendente, dado su estilo) Silvina Ocampo
Comenzó como poeta y formó parte, en la última década del régimen comunista de Rumania, de lo que en su país se designa como Generación del 80. La conmoción llegó con la lectura de la Beat Generation. “En la universidad todos leían a Allen Ginsberg, Gary Snyder, Gregory Corso, Lawrence Ferlinghetti. Descubrí una literatura muy rápida y adaptada a la vida moderna”.
El ambiente de aquellos años, todavía bajo la égida del régimen de Ceaucescu, fueron años extraordinarios a pesar de todo. “Queríamos cambiar la cara de la poesía rumana –dice– con una combinación de surrealismo y vanguardia, y también de esos escritores beat. La dictadura no nos quería para nada, porque eramos muy antisistema. Pero el medio literario tenía una enorme resiliencia y coraje. Los más jóvenes eramos protegidos por los consagrados. Había una enorme solidaridad entre los artistas”.
Había que lidiar, además, con la censura. “Cada censor tenía una personalidad distinta –recuerda–. Todavía guardo uno de mis libros con 7 estampillas. Significaba que había sido leída a siete niveles del ministerio de Cultura. Un ministerio de la verdad, diría Orwell”.
Nostalgia, su primer libro, tuvo una primera versión mutilada (Visul) hacia el final del comunismo. “Sacaron un cuento entero. Y de los otros se eliminaron 50 páginas. El título fue rechazado porque Tarkovski había filmada una película con ese título. Los censores trabajaban con una lista de palabras del ámbito religioso. Iglesia o cruz eran tachadas. Y las referencias eróticas directas. La razón era simple: la pareja presidencial (los Ceaucescu) venía del campo, gente muy púdica”.
En los años posteriores a “la revolución” –como la llama escritor–, en Rumania se volvió más difícil publicar. Fue en ese período en que escribió Cegador. No lo hizo en Rumania, sin embargo. Por esa época residió como profesor universitario en Ámsterdam, Berlín y otras capitales europeas. “Todo Cegador fue escrito en el exterior. Durante 14 años, a mano, en cuadernos. Me vino bien estar donde nadie me conocía, aislado, alejado del mundo rumano, donde solo podía escribir”.
Sencillo y sereno en la conversación, parece hablar de otro cuando se refiere a sus novelas: como un romántico de los nuevos tiempos, asegura que se hacen solas, a mano. “Estoy muy acostumbrado a escribir a mano porque llevo un diario, que hace unos días cumplió 50 años. Toda la poesía la escribí a máquina. Algún libro como Lulú en computadora. Los más largos, a pulso. Escribo sin documentarme, sin editar ni tachar. Entrego los manuscritos limpios. Mi editor nunca tuvo que corregirme nada, ni una coma. Solo en los últimos años, volví a la computadora porque con la edad empecé a tener pequeñas erratas”.
La compleja estructura de Cegador o de Solenoide, aunque suene inverosímil, es reflejo, según Cărtărescu, de esa improvisación sin fisuras. “Como si fuera un holograma –cuenta–, cada página retoma el plano general, pero agregando nuevas historias y detalles. Mis libros se escriben con una mínima participación de mi parte. Tengo una fe casi religiosa en mi mente. Sé que no me traiciona y que puede escribir todo mucho mejor de lo que podría escribirlos yo mismo”.
Para explicarlo, se vale de una metáfora que siempre repite: “Las termitas no son arquitectas, no tienen consciencia de lo que hacen. Así y todo levantan extraordinarios palacios coherentes de siete, diez metros de altura, con canales de aire, con cámaras de cierta temperatura. ¿Quién construyó esos palacios? Se hicieron solos, según el plan orgánico de la hormiga. Son extensiones de sus cuerpos. De la misma manera mis libros son extensiones de mi mente y de mi cerebro”. La excepción es Teodoro (su último libro, todavía no traducido), una novela histórica. “Tuve que documentarme un poco. Pero es un libro completamente atípico. Empecé una nueva etapa”.
El primer poema que Cărtărescu escribió a los 20 años, “Caída”, inspirado en Ezra Pound, parece contener ya todo el estilo de sus novelas, como si las últimas fueran apenas una prolongación de aquellos versos. “Ocurre que en realidad soy poeta, no prosista. Solo escribo cuando me siento inspirado. Lo mío es visceral. Los críticos dicen que escribo con todo el cuerpo. Como los místicos medievales, pienso que el cuerpo es una representación del universo, un microcosmos. Mis libros no son una construcción. Se parecen más bien a un nacimiento”.
Realidad, alucinación y sueño son “el triple imperio” que, al combinarse en el mismo plano, impulsan sus historias como un torbellino. “Lo real, ya sea Bucarest o la memoria autobiográfica, y lo irreal son para mí las dos caras de una cinta de Moebius. Empiezo en general de manera muy realista, en lugares reconocibles, con el personaje en un lugar cerrado. De ahí se pasa a lo extraño, lo raro, lo fantástico, y se vuelve otra vez a lo real, en un nivel superior de la espiral”.
Una de las secciones más desconcertantes de Cegador es la de una caravana que atraviesa un río congelado, debajo del cual hay mariposas gigantes. Parece un reflejo de la literatura del boom. “El realismo mágico latinoamericano –sugiere– tiene también su lado europeo, con el surrealismo, y su lado original, que solo se puede encontrar en este continente: la exuberancia, la marca del catolicismo, las imágenes fantásticas, el espirítu nativo. Tengo una conexión como lector con este mundo, pero siento que formamos más bien una familia espiritual”. La propia literatura rumana, dice, no es muy diferente: “No es raro que escribamos parecido a los latinoamericanos . Rumania es un país latino con un idioma latino y su literatura tiene desde siempre una dirección fantástica muy evidente”.
A pesar del estimulante torrente de sus ficciones, tan opuesto a los minimalismos de moda, Cărtărescu no es optimista sobre el futuro de la literatura: “Europa está ahora estancada, no produce tantos libros interesantes, y la inteligencia artificial no parece una buena noticia. Es un instrumento demasiado ambiguo. Puede llevar a cosas buenas, pero también al desastre. Pronto va a estar escribiendo nuestras novelas, pero también va a ser la única que las esté leyendo”.

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