“Proceso permanente”, clave para gestionar la educación inclusiva
Así lo planteó Gabriela Krichesky en el XII Congreso Nacional de Educación; liderazgos, compromisos y futuro
Josefina Gil MoreiraGabriela Krichesky y su presentación en Mar del Plata
¿Qué desafíos presenta la inclusión escolar hoy? ¿Cómo se implementa una inclusión exitosa? ¿A quiénes podemos mirar para mejorar? Estas fueron algunas de las preguntas que anteayer abordó Gabriela Krichesky, doctora en educación especializada en inclusión educativa, durante una charla titulada “Cómo gestionar una escuela inclusiva”, en el XII Congreso Nacional de Educación, organizado por la Asociación de Institutos de Enseñanza Privada de la provincia de Buenos Aires (Aiepba) y la Junta Nacional de Educación Privada (Junep).
“A veces lo que pasa con la inclusión es que sentimos que son palabras muy ambiciosas y grandilocuentes que están lejos de lo que pasa o puede pasar en la escuela”, explicó ante un amplio auditorio en el hotel Costa Galana, en Mar del Plata. Sin embargo, la experta sostuvo que es posible gestionar escuelas que sean realmente inclusivas y expuso un caso modelo.
“En 1995, a tan solo meses del atentado a la AMIA, se fundó una escuela de gestión privada en la ciudad de Buenos Aires en el marco de la red de escuelas judías, bajo el lema de que a la destrucción había que responder con construcción. Con un espíritu fuertemente innovador para la época, la escuela incluye entre sus estudiantes a niños y niñas con discapacidad en el aula común. Se conforman para ello equipos docentes interdisciplinarios compuestos por distintos profesionales específicos (psicólogos, psicopedagogos, etc.) contratados por la propia escuela, en un contexto en el que todavía no existía formalmente la figura formal del maestro de apoyo a la integración o los PPI. Fruto de todo ello, la escuela, Arlene Fern, tiene un crecimiento exponencial de su matrícula”, explicó Gabriela Krichesky, directora general de la institución, quien también es profesora en los posgrados en Educación en la Universidad Di Tella (UTDT) y asesora en la Escuela de Maestros del Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires.
Sin embargo, 20 años después, los sentidos de la innovación y la inclusión debían ser resignificados. “Había que pensar qué y cómo actualizar la propuesta para fortalecer la práctica”, afirmó la especialista. Y a continuación, explicó una serie de claves teóricas para poder gestionar una escuela de forma inclusiva.
En primer lugar, habló de la importancia de entender la inclusión como un proceso permanente: “No tiene principio ni fin. La diversidad no es solamente niños con discapacidad, somos todos. Implica identificar qué es lo que hace propio a cada niño, pero también al grupo del que forma parte. Qué hace diverso a ese grupo, a esa sala. Entender las individualidades y tomarlas como inspiración”.
Por otro lado, se refirió a las evaluaciones. “No se trata de no evaluar o matizar procesos para que no se sienta disminuido. Hay que encontrar formas de retroalimentación. El gran reto de la inclusión es que podamos pensar a la inclusión con la calidad. Una buena escuela es buena en la medida en que es buena para todos. Si no, no es buena”, sostuvo.
Y por último, para poder llevar a cabo estos enfoques teóricos, se necesita de liderazgos inclusivos, que, de acuerdo con Krichesky, existe en tres formas: El liderazgo pedagógico: qué tiene que aprender cada uno como docente, padre, alumno, para ser un poco más inclusivos. El liderazgo distribuido: qué tipo de miradas necesitamos incluir en el equipo de conducción para ser más inclusivos y pensar la inclusión desde la gesta escolar. Una escuela inclusiva debería replicar la diversidad en el equipo de conducción. Y el liderazgo para la justicia educativa: cómo construimos el concepto de justicia en la escuela, ya que es inevitable que aparezca la pregunta por lo justo.
“¿Es justo armar siete evaluaciones? ¿Es justo usar mi hora libre para sentarme con un alumno a explicar algo por quinta vez? ¿Es justo que a mí me reten y a él no? Todas estas preguntas aparecen cuando aparece la inclusión porque lo justo no es la igualdad, sino la equidad y la distribución. Los recursos se tienen que redistribuir con criterios flexibles”, planteó Krichesky.
Lecciones y desafíos
A lo largo de su recorrido, la especialista dijo que pudo identificar una serie de lecciones aprendidas y desafíos que aparecen cuando se gestionan escuelas inclusivas. “En las escuelas inclusivas aparece la tensión entre acompañamiento y autonomía. Reconocer la singularidad no diagnosticar. A veces las escuelas están diagnosticando y mandando al neurólogo muy rápido. En general el diagnóstico no resuelve nada. Hay que trabajar los valores. Hay que hacer un gran trabajo emocional con las familias. Aparecen nuevas minorías y la pregunta por el qué pasa después”, concluyó.
El XII Congreso Nacional de Educación, organizado por la Asociación de Institutos de Enseñanza Privada de la provincia de Buenos Aires (Aiepba) y la Junta Nacional de Educación Privada (Junep), se desarrolló en la ciudad de Mar del Plata entre el jueves pasado y ayer. Participaron más de 350 personas, entre las que se destacaron el exministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva Lino Barañao, que hizo una fuerte crítica a la idea del candidato presidencial libertario Javier Milei de cerrar el Conicet, si llegara a la Casa Rosada, y la doctora en educación, profesora e investigadora del área de educación de la Escuela de Gobierno de la UTDT Claudia Romero, entre otros.
¿Qué desafíos presenta la inclusión escolar hoy? ¿Cómo se implementa una inclusión exitosa? ¿A quiénes podemos mirar para mejorar? Estas fueron algunas de las preguntas que anteayer abordó Gabriela Krichesky, doctora en educación especializada en inclusión educativa, durante una charla titulada “Cómo gestionar una escuela inclusiva”, en el XII Congreso Nacional de Educación, organizado por la Asociación de Institutos de Enseñanza Privada de la provincia de Buenos Aires (Aiepba) y la Junta Nacional de Educación Privada (Junep).
“A veces lo que pasa con la inclusión es que sentimos que son palabras muy ambiciosas y grandilocuentes que están lejos de lo que pasa o puede pasar en la escuela”, explicó ante un amplio auditorio en el hotel Costa Galana, en Mar del Plata. Sin embargo, la experta sostuvo que es posible gestionar escuelas que sean realmente inclusivas y expuso un caso modelo.
“En 1995, a tan solo meses del atentado a la AMIA, se fundó una escuela de gestión privada en la ciudad de Buenos Aires en el marco de la red de escuelas judías, bajo el lema de que a la destrucción había que responder con construcción. Con un espíritu fuertemente innovador para la época, la escuela incluye entre sus estudiantes a niños y niñas con discapacidad en el aula común. Se conforman para ello equipos docentes interdisciplinarios compuestos por distintos profesionales específicos (psicólogos, psicopedagogos, etc.) contratados por la propia escuela, en un contexto en el que todavía no existía formalmente la figura formal del maestro de apoyo a la integración o los PPI. Fruto de todo ello, la escuela, Arlene Fern, tiene un crecimiento exponencial de su matrícula”, explicó Gabriela Krichesky, directora general de la institución, quien también es profesora en los posgrados en Educación en la Universidad Di Tella (UTDT) y asesora en la Escuela de Maestros del Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires.
Sin embargo, 20 años después, los sentidos de la innovación y la inclusión debían ser resignificados. “Había que pensar qué y cómo actualizar la propuesta para fortalecer la práctica”, afirmó la especialista. Y a continuación, explicó una serie de claves teóricas para poder gestionar una escuela de forma inclusiva.
En primer lugar, habló de la importancia de entender la inclusión como un proceso permanente: “No tiene principio ni fin. La diversidad no es solamente niños con discapacidad, somos todos. Implica identificar qué es lo que hace propio a cada niño, pero también al grupo del que forma parte. Qué hace diverso a ese grupo, a esa sala. Entender las individualidades y tomarlas como inspiración”.
Por otro lado, se refirió a las evaluaciones. “No se trata de no evaluar o matizar procesos para que no se sienta disminuido. Hay que encontrar formas de retroalimentación. El gran reto de la inclusión es que podamos pensar a la inclusión con la calidad. Una buena escuela es buena en la medida en que es buena para todos. Si no, no es buena”, sostuvo.
Y por último, para poder llevar a cabo estos enfoques teóricos, se necesita de liderazgos inclusivos, que, de acuerdo con Krichesky, existe en tres formas: El liderazgo pedagógico: qué tiene que aprender cada uno como docente, padre, alumno, para ser un poco más inclusivos. El liderazgo distribuido: qué tipo de miradas necesitamos incluir en el equipo de conducción para ser más inclusivos y pensar la inclusión desde la gesta escolar. Una escuela inclusiva debería replicar la diversidad en el equipo de conducción. Y el liderazgo para la justicia educativa: cómo construimos el concepto de justicia en la escuela, ya que es inevitable que aparezca la pregunta por lo justo.
“¿Es justo armar siete evaluaciones? ¿Es justo usar mi hora libre para sentarme con un alumno a explicar algo por quinta vez? ¿Es justo que a mí me reten y a él no? Todas estas preguntas aparecen cuando aparece la inclusión porque lo justo no es la igualdad, sino la equidad y la distribución. Los recursos se tienen que redistribuir con criterios flexibles”, planteó Krichesky.
Lecciones y desafíos
A lo largo de su recorrido, la especialista dijo que pudo identificar una serie de lecciones aprendidas y desafíos que aparecen cuando se gestionan escuelas inclusivas. “En las escuelas inclusivas aparece la tensión entre acompañamiento y autonomía. Reconocer la singularidad no diagnosticar. A veces las escuelas están diagnosticando y mandando al neurólogo muy rápido. En general el diagnóstico no resuelve nada. Hay que trabajar los valores. Hay que hacer un gran trabajo emocional con las familias. Aparecen nuevas minorías y la pregunta por el qué pasa después”, concluyó.
El XII Congreso Nacional de Educación, organizado por la Asociación de Institutos de Enseñanza Privada de la provincia de Buenos Aires (Aiepba) y la Junta Nacional de Educación Privada (Junep), se desarrolló en la ciudad de Mar del Plata entre el jueves pasado y ayer. Participaron más de 350 personas, entre las que se destacaron el exministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva Lino Barañao, que hizo una fuerte crítica a la idea del candidato presidencial libertario Javier Milei de cerrar el Conicet, si llegara a la Casa Rosada, y la doctora en educación, profesora e investigadora del área de educación de la Escuela de Gobierno de la UTDT Claudia Romero, entre otros.
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