Javier García Campayo. “Somos la sociedad más estresada de la historia de la humanidad”
El prestigioso psiquiatra español explica cómo lograr un mayor bienestar cotidiano y propone alternativas para liberarnos de la ansiedad
Texto María Nöllmann“Tenemos expectativas muy altas, y por eso no somos especialmente felices”, asegura García Campayo
No hay una relación directa entre el estrés y la cantidad de actividades
Los 30 años de experiencia en atención de pacientes le han otorgado al psiquiatra Javier García Campayo la posibilidad de confirmar una tendencia poco feliz: muchas personas llegan a su lecho de muerte con la sensación amarga de que la vida, su propia existencia, pasó de largo tan rápido que ni siquiera lo notaron. “Lo he visto mucho. Mientras están en la pelea, en la batalla, no tienen tiempo para notarlo. Pero después, cuando se enfrentan a una situación terminal, sea por edad o por una enfermedad, muchos pacientes, varones, por ejemplo, me dicen: ‘Doctor para mí lo más importante en verdad eran mis hijos, mi familia, pero no pude estar mucho con ellos, estuve todo el tiempo trabajando. No pude ver su infancia, su adolescencia. Y ahora ya es tarde, no puedo hacer nada’. Eso produce una sensación de gran malestar, de fracaso”, dice.
García Campayo es catedrático de Psiquiatría, investigador, especialista en somatización, director del máster en Mindfulness y de la cátedra de Ciencias Contemplativas de la Universidad de Zaragoza, España. Sus prestigiosas investigaciones y sus 45 años de experiencia en técnicas de psicoterapia como la atención plena −que practica desde los 16 −, de aceptación y de empatía, se unen es su último libro, Parar para vivir mejor: Guía definitiva para liberarte de la ansiedad y del ruido mental (Harper Collins, 2023). Hoy, en diálogo con la nacion, sentencia: “Objetivamente vivimos en el mejor momento de la historia. Nunca hemos vivido tan bien. Pero no somos especialmente felices”.
−¿Por qué decidió escribir este libro?
−Para que los lectores puedan aplicar alguna de estas técnicas a su vida diaria de forma sencilla pero también coherente y útil.
−En el libro destaca que siempre andamos a las apuradas, ¿por qué vivimos así?
−Bueno, porque pensamos que la felicidad está fuera de nosotros. Es el engaño de la sociedad de consumo. Vamos buscando continuamente objetos externos pensando que nos van a hacer felices. Es una carrera sexy: conseguir una casa, un viaje, un coche. Y eso nos obliga a trabajar mucho tiempo, dedicar mucho esfuerzo y mucha energía.
Cualquiera de estas cosas nos produce cierto bienestar un tiempo, pero no felicidad estable. Enseguida se agota y buscamos otra cosa. Uno espera a que todo esté resuelto, a que todo esté bien, para entonces parar y disfrutar. Pero siempre puedes tener más y siempre estás insatisfecho. Y al final de la vida nos damos cuenta de que hemos estado toda la vida persiguiendo una especie de zanahoria que nunca nos dará la felicidad, ¿no?
−Pero a la vez, está bien visto vivir a las corridas...
−Sí, hay una presión social en el sentido de que la gente muy ocupada es la gente importante, la que se considera valiosa. Mientras que si dedicas tiempo para ti mismo, eres visto como un especie de parásito. Mucha gente, además, tiene una sensación de vacío. Buscan actividades continuas para no sentir que su vida es un absurdo.
−¿Y cómo afecta esta forma de vida a nuestro cuerpo?
−Bueno, somos la sociedad más estresada de la historia de la humanidad. El tema es que este estrés, que afecta a casi el 20% de las personas, produce lo que llamamos en medicina la teoría de la neuroinflamación, un cortisol elevado crónicamente. que altera todos los mecanismos de neuroinflamación, y genera una especie de inflamación subclínica, es decir, de baja intensidad, pero en muchas partes del organismo. Eso, a su vez, lesiona los tejidos corporales. Por eso el estrés facilita el infarto, las cardiopatías, la aparición de diabetes.
−¿Se puede tener una vida activa, trabajar, ser madre o padre, y no estar estresado?
−Se puede. No hay una relación directa entre el estrés y la cantidad de actividades. No es: más actividades, más estrés, no. Porque es básicamente una actitud. El estrés en psicología se define como la relación entre las circunstancias externas y la sensación que yo tengo de que puedo manejarlas. Hay gente que es muy activa y no está especialmente estresada y, sin embargo, otra persona con mucha menos actividad puede estresarse porque siente que no puede manejarlo. Eso se entrena con mindfulness, por ejemplo.
−¿Por qué muchas veces no somos conscientes del estrés hasta que sentimos el malestar físico?
−En el libro pongo el ejemplo de las langostas. Si las metes en agua hirviendo, las langostas se retuercen y se resisten de manera salvaje. Pero si las metes en agua fría y la calientas de a poco en el fuego, no se enteran y se cuecen sin siquiera darse cuenta. Nosotros nos cocemos en nuestro propio estrés. El proceso es tan lento, tan progresivo, que no nos damos cuenta. Puede tardar meses, años en instaurarse. Además, los occidentales estamos muy divorciados del cuerpo, no lo sentimos casi.
−Si tuviera que elegir una técnica sencilla que pueda ayudar a saber si uno está sufriendo estrés crónico, ¿cuál sería?
−Una pregunta que hago siempre es: ¿puedes estar una hora, una tarde, sin hacer nada productivo? ¿Simplemente pasear, disfrutar, jugar con tus hijos, y no sentirte culpable? Mucha gente no puede. Si yo siento que tengo que hacer muchas cosas y que no puedo perder una hora, una tarde, seguramente tengo estrés. Cuando una persona con estrés está de vacaciones o en el fin de semana suele aplicar el mismo criterio. La gente se va de vacaciones imagínate a Roma y tiene una lista de 20 monumentos que tiene que ver cada día y si solo ve 19 es un fracaso. Las vacaciones se utilizan exactamente igual que los días laborales: hay objetivos que cumplir.
−Usted habla de la importancia de ser conscientes de nuestro malestar para ir eliminándolo.
−Si uno es consciente del malestar que tiene, entonces puede intentar modificarlo, cambiarlo. Las dos opciones que tengo son: la primera, conectar con el sentido de la vida, priorizar algunas actividades por sobre otras, y bajar el ritmo. Y la segunda, aumentar mis capacidades para manejarme con el estrés: si puedo practicar algo de mindfulness, las cosas ya no me van a afectar tanto. Puedo ser mucho más autocompasivo, quererme más, porque muchas veces el estrés se produce porque me exijo mucho.
−También escribe que vivimos en el mejor momento de la historia de nuestra especie, pero que no somos especialmente felices. ¿Por qué?
−Es así. Ya no tenemos que hacer trabajos tan penosos como nuestros antepasados. Nunca hemos vivido tan bien. Pero no somos especialmente felices. En parte, creo que es por las expectativas que tenemos sobre cómo tiene que ser nuestra vida. Son muy altas, queremos que todo sea perfecto, que todo sea como queremos. Nuestros abuelos tenían mucha más aceptación, sabían que ellos no podían controlar el mundo, pensaban que era voluntad de Dios, por ejemplo, y asumían eso. Pero nosotros queremos controlarlo todo: que esto salga así, que no ocurra aquello.
−Entonces la aceptación sería importante para controlar el estrés.
−Es clave. Lo que pasa es que tiene mala prensa porque la hemos confundido con la resignación, pero no tiene nada que ver. Es simplemente aceptar lo que no puedo cambiar. El problema es que mucha gente no lo hace y se enoja. Por ejemplo, en una enfermedad terminal, eso lo vemos en la consulta. O no pueden aceptar su pasado. Intentar ver los aspectos positivos de eso que has vivido es lo más sano que hay. Esa técnica, que se llama “reinterpretación positiva de los sucesos vitales negativos”, es la clave de la resiliencia: intentar sacar todo lo positivo de algo, dado que no puedes cambiarlo.
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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