Sirena de hielo. Sorprende al mundo con sus nados en aguas gélidas
Bárbara Hernández tiene 37 años, es psicóloga, pero ahora se dedica a tiempo completo a su gran pasión
María NöllmannBárbara Hernández, junto a un glaciar, en Tierra del Fuego
Se define como “superfriolenta”. “Mi estrategia es no pasar frío por más tiempo del que sea necesario”, dice. En los últimos videos se la ve llegar al Mar Antártico en una lancha semirrígida envuelta en una gran campera inflada. Pero de pronto el buque se detiene frente a un glaciar, ella se despoja de todo el abrigo y se zambulle en el agua helada. –Las personas siempre me preguntan: ¿Cómo evitás la hipotermia? Y yo lo que contesto es: “Jamás la evitamos, aprendemos a nadar con ella”. O sea, tenemos todo el rato hipotermia, que es una pérdida de temperatura corporal, que puede ser leve, moderada o severa, como en mi nado en el Antártico. Aprendemos a nadar en estas condiciones y preparamos muy bien la aclimatación, el cómo entramos al agua, cómo nos conectamos con la respiración y con el lugar.
Bárbara Hernández es chilena y tiene 37 años. Además de medallista de oro es psicóloga, magíster en investigación, pero en las redes, donde cultiva más de 130 mil seguidores, se la conoce como “la Sirena de Hielo”. El apodo, dice, se lo regalaron los habitantes del sur de Chile, cuando ella entrenaba en sus glaciares, y ahora los nadadores de todo el mundo la conocen así.
Ella es especialista en aguas gélidas –categoría que incluye aguas de 0 a 5 grados– y nados de ultra distancia –su máximo fueron 97 kilómetros, 20 horas de nado continuo, en Manhattan–. Tiene dos récords Guinness, el último por ser la persona que mayor distancia haya nadado en aguas polares (2,5 kilómetros). También cruzó el Canal de la Mancha, el Canal de Catalinas, el Estrecho de Gibraltar, entre otros, y se consagró campeona en siete competiciones mundiales. Pero a diferencia de la mayoría de sus contrincantes, nacidas en países nórdicos y criadas junto al mar, su infancia no pudo estar más lejos del lugar donde se encuentra hoy.
Hernández nació en Santiago de Chile, en una comuna, según ella, de muchas limitaciones económicas y sociales, y en el seno de una familia con acceso limitado a la playa y el mar. Aprendió a nadar a los seis en un club y nunca dejó el agua. “En piscina nunca fui la mejor nadadora. A los 17 empecé a soñar con estos otros nados, mucho más extremos y complejos. Pasar a competir en aguas abiertas no fue una decisión, sino un llamado. Es mi hogar, es lo que siempre quise hacer: nadar con las olas, con el viento, de noche. Era un sueño para mí –dice–. En aguas abiertas me di cuenta de que en condiciones que nadadoras mucho más rápidas que yo no disfrutaban tanto, no se adaptaban, yo era muy feliz. Porque no depende de qué tan rápido seas, sino de cómo te adaptes a esa adversidad”.
–¿Qué tienen de especial para vos las aguas gélidas?
–Nada, absolutamente nada se compara con nadar al lado de un glaciar de 70 metros de altura. No tendría cómo describirlo. Lo que disfruto es esa conexión con la naturaleza, es un aquí y ahora muy potente. Amo el mar, el agua, y me gusta el agua caliente cuando me voy de vacaciones. Pero no me veo en otras condiciones, es como si necesitara esa adrenalina. Soy una deportista extrema, por eso me he ido especializando en nados cada vez más complejos, más fríos, con más hielo, en altura, o por la distancia. Dejar un legado o hacer historia. Es saber que eres capaz de hacer algo que muy pocas personas pueden, y disfrutarlo.
Hernández hace yoga, mantiene una dieta vegetariana y visita con regularidad a su cardiólogo. “El cardiólogo es el que me entrena para la hipotermia y me hace los chequeos médicos que hay que hacer”, explica. Cuando habla de su entrenamiento, no se refiere a sumergirse cada día en una bañera con hielo. Eso no lo hace. Se despierta todos los días a las cinco. A las seis ya está dentro de la pileta de natación de la Universidad Católica de Chile. A las 8.30 sale y tres veces por semana va al gimnasio. La aclimatación con hielo solo la hace en la previa de una competencia.
Hernández es la primera nadadora sudamericana de aguas gélidas en consagrarse “campeona del mundo”: ganó oros en los mundiales de 2016, 2018, 2019 y 2023.
–Decís que sos friolenta. Entonces me imagino que es difícil, cuando llegás a una competencia, sacarte el abrigo y lanzarte al agua.
–Hay que ver cuál es el precio que pagaste por tu desafío, o sea, yo lo pagué 10 años antes. Pasaron 10 años desde que todo esto era un sueño hasta llegar a donde estoy hoy. El frío es la parte más fácil. Todo lo demás me angustiaba mucho: que mi equipo estuviera preparado para tomar las decisiones, la cantidad de recursos económicos, emocionales que se invirtieron. O sea, hay un precio superalto que se paga mucho antes de entrar al agua.
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