lunes, 8 de enero de 2024

LA HISTORIA DETRÁS DE LA HISTORIA Y EL MEDIO ES EL MENSAJE


Otra vez, un verano teñido de muerte
por Lucila Marin
Las notas veraniegas no llegaron a ver la luz, literalmente. Antes de las siete de la mañana del primer día del año, a Tomás Tello lo apuñalaron en el corazón. No tuvo ninguna chance. “Ella le pidió que le ponga la clave de su celular y a Tomi se le cerraban los ojos, no llegó”, contó una de sus amigas. “Ella” era Kiara Cáceres, que le sostuvo un trapo para que no se desangrara.
Parecen más grandes, pero son nenas. Con ojos llorosos, ese lunes se irán amontonando en la Carabela, la zona de la costanera de Santa Teresita –entre la calle 39 y la 40– donde suelen festejar Año Nuevo y donde empezó todo, para homenajear a Tellito, de 18 años.
Lo mataron en la puerta de una casa sobre la 44, a unas pocas cuadras de la playa. Después se turnaron en la puerta de la comisaría para contener a su hermana, de 14 años. Con la mirada perdida, probablemente Camila ya perdió la cuenta de las horas que lleva sin dormir. Es ella también quien abre la puerta de la casa de sus abuelos, en un barrio de casas bajas y calles de tierra en Mar del Tuyú, y contesta si están disponibles para dar una nota.
Esa noche, cada tanto avanza con actitud patotera por el pasillito que está antes de la puerta de la comisaría, como en busca de respuestas. La abrazan sus amigas, la frenan antes de que llegue a la barrera de policías que se formó después de que arrojaran piedras.
A la noche todavía quedaban algunas motos haciendo cortes para recordar a Tello, los restos de los pallets que habían quemado y los vecinos y amigos que se acercaban. La tensión parecía haber pasado cuando algo la volvió a encender y arrancaron las balas de goma. Hubo que correr y esconderse en un local de fundas de celulares. “Por favor no salgan, entren a sus casas”, pedían los policías que avanzaban marchando y despejando la calle 3.
Un despliegue cuasi cinematográfico que no se vio el día anterior, en la playa, según reclamaban los vecinos. “Tirás balas ahora que se murió una criatura, ¿por qué no tirabas balas anoche? ¿Dónde estaban a la noche? No había ningún policía”, gritaba uno de ellos en la puerta de la comisaría. “La playa es tierra de nadie desde hace años; ahí pasa cualquier cosa”, dijo otro.
Fue ahí, en la playa, donde empezó la pelea de Tello con al menos 13 hombres (algunos dicen que eran 30) de entre 16 y 57 años, incluido el padre de quien para el fiscal sería el autor material. Volaron botellazos, cuentan que hubo más heridos. “Pasa siempre”, coincidían los vecinos. Tomás después corrió unas seis cuadras hasta llegar a la puerta de la casa amarilla donde lo mataron. Adentro estaba Mónica Ayala (65). Era la tercera vez que alquilaban esa casa para pasar las vacaciones. Se despertó por los ruidos y pensó que era su nieto, que también había salido. “Creo que se debe haber querido esconder, o pedir ayuda, pero ni llegó. Yo soy más chico que él, que el chico que mataron. No tengo ganas de salir nunca más”, dijo el nieto, Joaquín, de 17 años. La mancha de sangre todavía estaba en la pared.
“Lo que yo no entiendo es cómo no había policía. Esto pasa en Gesell, acá. El pibe corrió hasta donde pudo. Seis cuadras corrió, no dio más, y no había un policía. Peleó con los dos hermanos y el padre los alentaba. Es mucho lo que vivimos”, expuso José, su abuelo, al salir del cementerio. Hacía un día que no comía, solo tomaba mate.
Los funcionarios se apuran para explicar que la policía llegó rápido al lugar. El intendente irá a ver a la familia, el equipo de psicólogos municipal también le ofrecerá ayuda. Pero ninguno evitó su muerte ni respondió por qué no había policías, una vez más, para frenar la tragedia.
Así como se acumulaban vecinos que se querían despedir de Tomás, “porque acá nos conocemos todos”, se iban sumando los medios. El primer día, apenas algunos enviados y cronistas locales. El segundo, llegaron más cámaras de televisión.
Para las 10 de la mañana del 2 de enero, Samanta Ferreira, su mamá, estaba agotada. Está, además, a seis días de parir a Morena; tiene programada la cesárea para el 8 de enero. Es mamá de Milagros, una beba de dos años, y de Camila, de 14, que vivía con Tomás en la casa de sus abuelos. Pero está ahí, sentada en la vidriera de la cerrajería de su pareja, después en el hotel de enfrente, dando entrevistas desde las siete de la mañana, mientras se acercan conocidos a abrazarla. “Quiero justicia, nada más que eso”, repite una y otra vez. Cuenta que su hijo “era un chico muy bueno, trabajador”. Sabe, al mismo tiempo, que estas primeras horas son importantes para que el caso impacte en los medios. Así se lo dijeron sus abogados. Aunque circuló el nombre de Fernando Burlando, que se habría comunicado con la familia, fue finalmente Miguel Ángel Pierri quien se quedó con el caso. Agradece a los periodistas y después de una de las entrevistas se excusa: “Quiero ir a darle de comer a la gorda”. La vida sigue en medio de la tragedia y el dolor.
La noche de Año Nuevo termina con el crimen absurdo de un joven; la violencia vuelve a estremecer la temporada de verano

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La TV Pública, en un limbo con resabios K
 Marcelo Stiletano


La TV Pública hoy está en un limbo. Si nos ceñimos al texto de la ley ómnibus que el gobierno de Javier Milei envió al Congreso la suerte del canal está echada. Radio y Televisión Argentina (RTA), la empresa estatal encargada de gestionar a la emisora y también a Radio Nacional, aparece en el listado de 41 organismos públicos abiertos a un proceso de privatización. Pero el propio Milei, desde que adelantó tal propósito durante la campaña porque veía a esa pantalla transformada en un “ministerio de propaganda”, no volvió a hablar del tema. Y el errático camino de la flamante administración en materia de medios, con funcionarios que entran y salen a toda velocidad sin establecer todavía un rumbo definido, no ayuda para nada a clarificar la situación.
Si el canal no está apagado en este momento es porque desde el propio directorio de RTA hubo acuerdo para designar a uno de sus miembros, el cordobés Javier Monte (representante del radicalismo en tanto minoría parlamentaria), como vicepresidente a cargo de una gestión interina que todavía no ención contró ni un solo interlocutor en el Poder Ejecutivo. No sabemos hasta ahora si Milei sigue pensando ahora sobre el canal lo mismo que en la campaña. Tampoco si desde su administración se avanzará a partir de ahora, con la llegada de un nuevo secretario de Medios, en la línea propuesta por la ley ómnibus.
En sus primeras tres semanas como presidente, Milei pudo haber encontrado más razones para seguir alimentando sus críticas. Hasta el 31 de diciembre la TV Pública mantuvo en su programación, aunque de manera más atenuada, algunas voces muy críticas hacia todo lo que no fuese kirchnerismo instaladas durante la gestión de Rosario Lufrano en el horario central de la programación. Curiosamente, la imagen promocional de ese ciclo de análisis y debate político (Desiguales) que ya no está en el aire todavía puede verse en la fachada del edificio de la emisora, sobre la Avenida del Libertador casi esquina Tagle, junto con otros programas igualmente desactivados al concluir con el último día del año la vigencia de los contratos artísticos.
Si la identidad de un canal se define desde su pantalla, la configuraesta de la TV Pública desde el 1º de enero expresa todo este aire cargado de indefiniciones. Los espacios informativos, con el mismo plantel y el estilo sobrio heredados de la gestión anterior, no dejan de hacer veladas observaciones críticas a algunas políticas oficiales y siguen inclinados a analizar la economía y la política internacional desde una mirada no muy lejana a la que tenía el gobierno anterior.
El resto está armado con material ya emitido de algunos ciclos desactivados a fin de año, la continuidad de Cocineros argentinos (garantizada al parecer por proveer al canal de algunos valiosos puntos de rating) y el regreso en el horario central de la temporada alta de festivales folklóricos y de cultura nativa. Desde la conducción provisional de la emisora afirman que toda la programación actual está íntegramente a cargo del personal de planta, mientras se aplica una política de austeridad dirigida, entre otras cuestiones, a atenuar el impacto que siempre tuvo en las cuentas del canal el pago de horas extras.
Cuesta mucho identificar esta programación con el diseño de una estrategia pensada para más allá de las próximas semanas. “Por ahora, todo es día a día”, se escucha cerca de los despachos más importantes del canal. Nadie sabe qué pasará una vez que termine el ciclo estival de las grandes festividades autóctonas y se agote la repetición de programas ya emitidos en la franja vespertina y el fin de semana. ¿Llegará el tiempo de las latas, como se define desde siempre a las series y las películas en la jerga televisiva? ¿O de algún espacio consagrado a aprovechar el material disponible en el archivo histórico del canal?
Los tiempos de la política y los tiempos de la televisión nunca son los mismos en la Argentina. El desfase tiene raíces históricas muy profundas, impuestas por el hábito de las sucesivas administraciones de esconder el sentido que podría tener un medio público genuino detrás de su aprovechamiento faccioso por parte del poder de turno.
Todavía no sabemos si seguirá firme en el tiempo la postura irreductible del Gobierno en favor de la privatización de RTA y, por consiguiente, de la TV Pública. También estamos muy lejos de conocer quiénes estarían potencialmente interesados en participar de esta operación y mucho menos qué estrategias adoptarán los espacios políticos que desde el Parlamento ya expresaron informalmente su intención de mantener esos medios bajo la órbita estatal con reaseguros para su saneamiento y para evitar contaminaciones políticas como las que los desvirtuaron por completo, sobre todo durante las experiencias kirchneristas, la idea misma de una TV Pública
El aprovechamiento faccioso por parte del poder de turno ha sido una constante alrededor de la televisión pública

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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