jueves, 14 de marzo de 2024

TERROR NARCO


“Podría haber sido yo”
Calles desiertas y gente aterrada, así está la noche rosarina por culpa de los narcos
Texto de Germán de los Santos y Federico Águila // Fotos y video: Marcelo Manera
ROSARIO.- Cae la noche y las calles de la ciudad quedan desiertas, después de otro día cargado de tensión. No hay toque de queda, como advierten las fake news que circulan por Whatsapp, pero no fue necesario tomar esa medida. La población la adoptó de manera espontánea y unilateral por el riesgo que significa algo tan normal como caminar por la calle. La sensación que se expande en Rosario cuando uno la recorre –como lo hizo en la noche del lunes un equipo - retrotrae a los tiempos de pandemia. El virus es el poder narco que opera desde las cárceles y que desde hace una semana se expandió con la sangre de cuatro inocentes, e impuso la nueva forma en la que se debe vivir en Rosario, con terror. La calle es el escenario de una guerra en la que cualquiera puede ser el elegido de los sicarios, como ocurrió el sábado con Bruno Bussanich, que fue ejecutado dentro de su oficina en una estación de servicio. Cristian, de 27 años, su compañero, tiene un nudo en la garganta. Si los sicarios elegían otro día él podría haber sido la víctima, porque está en el horario de la noche. “El muerto iba a ser yo si pasaba un par de días después. Dormir con esa sensación es muy feo”, dice Ahora en la calle hay un patrullero con dos policías que hacen controles a los autos que pasan por calle Mendoza. A las 22 la estación de servicio cierra, pero los empleados tienen miedo de volver a sus casas. No hay colectivos, ni taxis. “Tratamos de cuidarnos entre nosotros”, apunta una joven que prefiere no dar su nombre. En el rostro de los empleados se trasluce el miedo y el dolor por la muerte de Bruno, que tenía 25 años y hacía un solo mes que había comenzado a trabajar allí. “Era un pibe feliz, siempre con buena onda”, recuerda Cristian, que llegó a la escena del hecho unos minutos después y el domingo fue al velorio de su compañero. “No sé qué imagen es más dura, porque es una atrás de la otra: estar acá y ver el dolor de su familia cuando se entera o cuando lo estaban velando… todo horrible”. “Lo eligieron al azar para matarlo. Lo que te da miedo es que fue él pero podría haber sido alguno de nosotros. Es una ruleta rusa”, reflexiona otro empleado.
Cristian, de 27 años, era compañero de Bruno Bussanich, que fue ejecutado dentro de su oficina en una estación de servicio. Si los sicarios elegían otro día él podría haber sido la víctima

Enfrente, donde hay un almacén y kiosco que está abierto las 24 horas, aparece el tío de Bruno. El hombre, al que le cuesta enhebrar las palabras es taxista, otro rubro afectado por esta espiral de violencia. El martes y el miércoles pasado mataron a Héctor Figueroa, de 43 años, y Diego Alejando Celentano, de 33. “Estamos aterrados, sin poder salir del asombro y desesperados. Mataron a un chico que quería salir adelante”, ensaya el tío de Bruno, que rechaza ser fotografiado y que aparezca su nombre. El hombre fuma sin parar, para aplacar los nervios. Su esposa reclama que los medios no pueden pasar todo el tiempo las imágenes de cuando lo matan. “Es una tortura ver el video que lo pasan todo el tiempo”, admite. En ese único kiosco abierto en varias cuadras a la redonda, baja otro taxista que hace poco tuvo que dejar de trabajar y adherirse al paro decretado por sus compañeros. Dice que siempre trabajó en ese horario y cuando se pueda, volverá a hacerlo, ya que “no queda otra”. “La gente sube con mucho miedo y solo hablan de este tema”, cuenta. Y ensaya su propia teoría sobre la escalada de los últimos días: “Pullaro se quiso hacer el Bukele y enseguida empezó esto”. Cerca de las 22, en la otra punta de la ciudad, en bulevar Seguí y Ovidio Lagos, en la estación de servicio YPF las luces de una patrulla de la Policía Federal enceguecen a los empleados. Atienden con la presencia de la tanqueta china Mengshi CSK131, que donó el presidente Xi Jinping para la cumbre del G-20 en 2018 en Buenos Aires. Ahora el blindado está en Rosario, como parte de la escenografía que sirve para irradiar seguridad.
En Rosario no hay toque de queda, pero no fue necesario tomar esa medida. La población la adoptó de manera espontánea ante el riesgo de salir de noche

Hernán Celi, el encargado de la expendedora de combustible, expone interrogantes que recargan sus nervios. “¿Qué puede pasar? Que pase un tipo en una moto y nos mate a todos”. Este hombre de 47 años transpira bronca. “No puede haber esta impunidad. Estamos totalmente desprotegidos. Y lo único que queremos hacer es trabajar. Es simple. Y no podemos hacerlo de manera normal, como en cualquier lado”, señala. Cuando cierran, la tanqueta Mengshi se va para otro punto para exponer cierta autoridad. Por el barrio La Tablada, uno de los más ásperos del sur de Rosario, las luces de la calle están apagadas. Es una boca de lobo. Tampoco hay patrullajes, ni de Gendarmería, ni de la Policía. Los robos de cables, que crecieron con la crisis económica en una búsqueda desesperada por obtener cobre, cubrieron de oscuridad los barrios, algo que suma otro ingrediente al miedo. En Empalme Graneros, en el noroeste de la ciudad, la situación es parecida. Calles desiertas, comercios cerrados y mucha basura acumulada. Recién anoche los recolectores de residuos comenzaron a salir: en los últimos meses sufrieron varios ataques con balaceras y son uno de los blancos usuales de los tiratiros.
En la estación de servicio YPF las luces de una patrulla de la Policía Federal enceguecen a los empleados, que trabajan con miedo

En la esquina de avenida Génova y Olavarría está el único almacén abierto cerca de las 11 de la noche. Un polirrubro con panadería incluida, atendido por dos mujeres. Dicen que se sienten seguras porque desde hace unos meses está apostado un móvil de la Gendarmería en la puerta. La gente del barrio entra y sale sin parar. Entre ellos, está Hernán, un albañil de 22 años que nació y siempre vivió en Empalme. Este joven dice que siempre fue un barrio “áspero” pero que en los últimos años presenció más robos, droga y muertes. Sostiene que tiene muchos amigos y conocidos que cayeron en enfrentamientos entre bandas. “Acá hay muchos pibes que no laburan y se ponen a vender droga, porque es plata fácil. Hoy no le tienen miedo a nada”, expone. Dice que sufre mucho esta situación porque en su familia “son todos laburantes”. Vive con su mamá y está preocupado por sus hermanos más chicos y sus sobrinos. “Me da miedo salir de noche, más allá de las 12 nos quedamos adentro. Algo que antes era normal, como ir a un boliche o a casas de amigos, ya no lo hacemos. Ahora me pueden robar y están matando gente al azar”, relata Hernán, junto a su novia. Los dos coinciden que el barrio “explotó” cuando ocurrió el crimen de Máximo Jerez, el chico de 12 años que el año pasado fue alcanzado por una bala tras un enfrentamiento entre bandas narco. El chico había ido a comprar una gaseosa. En el centro la situación no es diferente. Las calles están iluminadas, pero siguen despobladas. Los bares están desiertos en Pichincha, una zona que siempre acostumbra a estar repleta de gente. La noche cálida, en la que corre una brisa fresca, parece perfecta para que las terrazas de los bares estén pobladas de clientes. Pero la mayoría de los negocios decidieron cerrar. Brenda, de 23 años, encargada del bar Orik, advierte que “no hay gente en la calle porque nadie se quiere arriesgar. Hace un rato vinieron dos chicas que decidieron irse porque entraron en pánico y un empleado las tuvo que acompañar hasta su casa. Las ventas y el consumo se desplomaron y esto va a influir en el sector gastronómico. Si no cambia la situación nos vamos a fundir. Van a cerrar muchos bares”. Brenda dice que “la población no confía porque no ve cambios. No hay patrullajes, ni policías, ni gendarmes. En toda la noche no pasaron nunca por acá”.
La calle es el escenario de una guerra en la que cualquiera puede ser el elegido de los sicarios

En la barra de ese bar, Ignacio retira un pedido: una hamburguesa completa y una lata de gaseosa. Antes de subirse a su vieja bicicleta, todo transpirado, este joven de 26 años relata sus noches como delivery en una ciudad fantasma. “La situación que estamos viviendo me está dando más trabajo, pero al mismo tiempo me da temor salir a la calle. Se nota que en los últimos dos días la gente hizo muchos más pedidos, prefiere que nos arriesguemos los repartidores”, señala . Ignacio anda “a los palos” en la bicicleta y se queda sin aire para apurar la marcha. Sostiene que solo recibe pedidos en la zona del centro y rechaza los que le llegan de barrios más alejados, algo que lo perjudica ya que la aplicación lo penaliza y puede dejarlo hasta un par de horas sin trabajar. Consciente de los riesgos, este repartidor cuenta que un viernes o sábado puede ganar unos 15 mil pesos, y un día de la semana, casi la mitad. “Hoy lunes, por ejemplo, hice 8 lucas, y me estoy arriesgando mucho”. ¿Qué te puede pasar de malo en la calle por esa plata?, le pregunta “Lo peor, la muerte”, se contesta

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El gobierno busca restablecer algo de normalidad entre tanto desánimo
En el municipio esperan que la ayuda federal permita garantizar la provisión de los servicios
Federico Águila
ROSARIO.– “Por segunda vez, tenemos que recuperar la vida de la ciudad. Ya nos pasó con la salida de la pandemia, ahora es con la última ola de violencia que vivimos. Tenemos que recuperar la vida cotidiana, la vuelta a clases, el transporte”, dice a Pablo Javkin, intendente la nacion de Rosario, que tuvo unos días agitados.
Después de recibir a los ministros nacionales Patricia Bullrich y Luis Petri, que arribaron aquí para reforzar la seguridad en la ciudad, anunciar un nuevo despliegue de efectivos federales y mantener un comando unificado con el gobernador Maximiliano Pullaro, ahora llega una tarea compleja: recuperar la paz perdida tras la ola de cuatro crímenes que sacudió a todos los rosarinos y que los llevó a recluirse en sus casas, en un virtual toque de queda.
Las autoridades tienen un objetivo para los próximos días: empezar a ganar la calle y recomponer el tejido social. Claro que la tarea será muy complicada. Los rosarinos todavía no salen de su estado de shock. Pese a que no hubo nuevas balaceras en las últimas horas, nadie se siente seguro. Aunque desde la Nación y la provincia anunciaron mayor presencia policial, la nacion pudo comprobar que en muchas zonas de la ciudad los vecinos siguen desguarnecidos.
“Ya sabemos que no vamos a tener más seguridad ni controles policiales. No nos queda otra que levantar la medida de fuerza porque vivimos al día. Desde ahora, será a riesgo de cada uno”. Esa cruda descripción de lo que puede pasar a partir de hoy en Rosario corrió por cuenta de José Iantosca, presidente de la Cámara de Taxis local.
Por segundo día consecutivo, la ciudad estuvo casi paralizada. La huelga de transporte que llevan adelante los colectiveros, que ayer despidieron a su compañero Marcos Daloia, atacado a balazos el jueves de la semana pasada y fallecido el domingo al mediodía, resintió toda la actividad.
A partir de las tres de la tarde de ayer comenzaron a circular las primeras unidades, aunque desde la UTA local advirtieron que ante cualquier hecho violento volverán a parar por tiempo indeterminado.
La situación de los choferes de taxis (dos de ellos fueron asesinados la semana pasada en días consecutivos) sigue siendo dramática.
“La remuneración es muy baja y el riesgo, muy alto”, grafica Horacio Yanotti, titular del sindicato de Peones de Taxi de Rosario.
Él cree que los asesinatos de Héctor Figueroa y Diego Celentano, ambos baleados con menos de 24 horas de diferencia, entre el martes y el miércoles pasados, no fue un mensaje contra su actividad, sino una acción con la cual las mafias que operan en la ciudad y le discuten el poder al Estado buscaron expandir el terror. “Cuando pararon los taxistas, atacaron un colectivero, y cuando pararon los colectiveros, fueron por el playero”, teorizó.
Yanotti sostiene que la actividad ya venía golpeada por la irrupción de las aplicaciones como Uber, pero que los taxistas nunca pudieron haberse preparado para algo como lo que ocurre desde este año, con los ataques intimidatorios en respuesta a las medidas que puso en marcha Pullaro en diciembre para licuar el poder de los narcos que manejan los hilos de sus negocios ilegales desde la cárcel.
Hoy habrá una nueva reunión con las autoridades y seguramente volverán a circular a partir de las diez de la noche. “Será a riesgo de cada uno”, dice el sindicalista.
Ayer mismo, una taxista denunció que fue amenazada de muerte. El hecho ocurrió por la tarde, cuando un Renault Clio color azul se le puso a la par y sus ocupantes le dijeron: “Te vamos a matar”. Pese a todo, las autoridades creen que existe un clima de paranoia producto de los últimos hechos conmocionantes, y que algunos grupos aprovechan para generar mayor confusión.
Las escuelas públicas siguieron cerradas ayer. El gremio Amsafé extendió por 48 horas el cese total de actividades en repudio a la escalada de violencia en la ciudad. En tanto, desde Sadop, que nuclea a los docentes de escuelas particulares, definieron volver de a poco a la actividad. Sin embargo, el paro de transporte complica la llegada de los chicos y de los docentes a los establecimientos educativos.
Los recolectores de residuos seguirán extremando las medidas. En la noche del lunes, el chofer de un camión recolector fue amenazado por dos personas en moto que les hicieron señas mostrándoles que portaban un arma de fuego. El hecho ocurrió en la zona oeste y enseguida alertaron a un móvil policial que circulaba cerca.
Las estaciones de servicio seguirán con el esquema que pusieron en marcha desde el fin de semana, tras el asesinato de playero Bruno Bussanich en una Puma de la zona oeste. Estarán cerradas de 22 a 6. Sin embargo, según pudo constatar la nacion, ya cerca de las 21 los playeros comienzan a colgar las mangueras. Y están analizando en mantener esta medida por tiempo indeterminado y trabajar con un esquema de turnos nocturnos como lo hacen las farmacias.
En cuanto a los centros de salud, hoy podría restablecerse el servicio normal. En las últimas 48 horas, los hospitales solo atendieron urgencias y suspendieron los turnos programados.
En medio de tantas urgencias, las autoridades del Ministerio de Seguridad nacional anunciaron que mañana comenzará el operativo de saturación en las calles por parte de las fuerzas federales. Los rosarinos esperan que se prolongue en el tiempo para empezar a recuperar una senda de normalidad.

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Encontraron una nueva amenaza en contra del gobernador
La nota contra Pullaro estaba en una vivienda situada en la zona norte
El gobernador de Santa Fe, Maximiliano Pullaro, fue blanco de otra amenaza
encontrada ayer en Rosario y que se suma a una serie de carteles y escritos que ya le dejaron al mandatario radical desde que asumió al frente del Poder Ejecutivo santafesino el 10 de diciembre del año pasado.
La nueva nota hallada ayer se destaca en un momento de alta violencia en la ciudad más poblada de la provincia de Santa Fe, que registró la semana pasada cuatro asesinatos de personas inocentes como respuesta de las bandas narco a las políticas restrictivas que implementó el gobierno de Pullaro en las cárceles provinciales de Coronda y Piñero.
“Hasta que Pullaro no pare vamos a matar. El que avisa no traiciona”, decía el escrito en birome negra, en un papel firmado por “zona norte, sur y oeste”, rúbrica similar a la encontrada en la nota arrojada el sábado a la noche en la estación de servicio Puma donde mataron al playero Bruno Bussanich, cuando las bandas expresaron estar “unidas” contra el nuevo gobierno santafesino.
El cartel encontrado ayer a la mañana incluía, debajo de la firma, un parlante tachado, típico dibujo que en Rosario utilizan los hinchas de Newell’s para tratar de “parlantes” o “sin aliento” a sus archirrivales de Rosario Central.
La amenaza fue encontrada por una mujer cerca de su vivienda, en Cayetano Silva al 1200 bis, en la zona norte de la ciudad, a seis cuadras del hotel donde se alojan los oficiales de la Gendarmería que llegaron a Rosario en el marco del Comité de Crisis lanzado por las autoridades nacionales, provinciales y locales.
Pudo saber de fuentes la nacion al tanto de la investigación que, por estas horas, se trataba de determinar si el nuevo mensaje se relaciona con los hechos precedentes o si se vincula con alguna persona que quiso aprovecharse de la situación de pánico que atenaza a la ciudad. “Fue en una casa en una zona lejana a los últimos hechos”, explicaron.
Las amenazas en contra del actual gobernador –que entre 2015 y 2019 fue ministro de Seguridad de la provincia durante el gobierno socialista–, comenzaron a los pocos días de que asumiera y lanzara, entre sus primeras medidas, una ofensiva contra las bandas de narcotraficantes que llevaron a Rosario a ser la ciudad con el mayor índice de homicidios del país, una tasa que cuadruplica el promedio nacional.
Los mensajes intimidatorios, que incluyeron balaceras contra edificios de organismos oficiales, bancos y comercios, fueron en aumento y llevaron a Pullaro a tomar la decisión de mudar de Rosario a su familia, que había sido mencionada en una de las amenazas recibidas. Desde ese momento, su esposa e hijos permanecen en un lugar secreto.

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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