sábado, 30 de noviembre de 2024

EDITORIAL Y 1984




Se impuso la “ficha sucia” y ganó la corrupción
La inasistencia de no pocos diputados oficialistas fue decisiva para el fracaso de la sesión en la que debía tratarse una iniciativa clave para la transparencia
La mayoría de los miembros de la Cámara de Diputados decidieron ayer que cualquier delincuente con condena judicial confirmada en segunda instancia pueda seguir presentándose a competir por cargos públicos electivos. No se trata de una lectura calamitosa ni de una exageración de lo ocurrido. La semana pasada, el quorum no se consiguió por apenas un legislador. Ayer faltaron 13. Un espectáculo bochornoso. Como viene ocurriendo desde hace ocho años en que se fracasa en sancionar la ley de ficha limpia, nuevamente se evaporó la oportunidad de poner freno a los corruptos que buscan ampararse en fueros para no ir presos.
Desde diversos sectores de la política se venía deslizando con insistencia que esa norma iba dirigida a coartarle la posibilidad a Cristina Kirchner de volver a ser candidata a legisladora en 2025 por hallarse condenada en segunda instancia a seis años de prisión e inhabilitada de por vida para ocupar cargos públicos como consecuencia del avance de la causa Vialidad. Con esa interpretación reduccionista, entre otras fundamentaciones simplificadoras, se terminó por habilitar nuevamente a que todos los corruptos que le rehúyen a la Justicia puedan aspirar a tener en el Congreso una guarida donde refugiarse.
De confirmarse en el tiempo las numerosas versiones que surgieron sobre la razón por la cual se ausentaron hasta los legisladores que una semana antes estaban dispuestos a dar quorum, la situación sería más grave aún. Desde un pacto entre el oficialismo y el kirchnerismo para ratificar a Martín Menem en la presidencia de la Cámara hasta una supuesta “devolución de gentilezas” de La Libertad Avanza al peronismo senatorial, que acaba de ofrendarle, con la firma de Lucía Corpacci, el último aval al dictamen para impulsar al controvertido juez federal Ariel Lijo como miembro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. La Libertad Avanza fue uno de los bloques convocantes de la sesión de ayer, no obstante lo cual faltaron numerosos de sus diputados. Tras el escándalo, fuentes del oficialismo negaron las versiones de eventuales pactos.
También se ausentaron legisladores de Pro, impulsor principal de la iniciativa que suscribe la diputada
Silvia Lospennato y varios de otras bancadas, los que pretendieron justificarse en el malestar de algunos gobernadores por la demora en el tratamiento del presupuesto de gastos de la administración nacional para 2025 y en rencillas partidarias para ver qué sector interno logra posicionarse mejor con vistas a los próximos comicios.
Negociar es la base de la política en el sentido más amplio, tendiendo a la búsqueda de consensos. Otra cosa muy distinta es presionar para obtener beneficios sectoriales despreciando las necesidades del conjunto. La sociedad ha dado y sigue dando claras señales de su asqueamiento frente a tanta corrupción, frente al deliberado y sistemático quiebre del imprescindible contrato moral.
Como bien ha dicho la diputada Lospennato, “la corrupción es la contracara de la pobreza” y, en nuestro país, sobran pobres y falta poner a muchísimos corruptos tras las rejas, producto también de sectores judiciales que parecieran no querer hacer justicia.
Lo ocurrido ayer es mucho más que una derrota numérica en un recinto: sin ficha limpia, ganó la corrupción.

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UNA DIFÍCIL MEDIACIÓN QUE CONCLUYÓ EN UN HITO DE LA DIPLOMACIA vaticana
Los buenos oficios y la enérgica intervención de la Santa Sede lograron sentar en la mesa de negociaciones a los dos países vecinos hasta llegar a un arreglo que dio frutos en distintas áreas
Elisabetta Piqué —corresponsal en italia— ROMA

la firma delTratado de Paz y Amistad entre la Argentina y Chile del 29 de noviembre de 1984 es considerada “un hito” de la diplomacia del Vaticano. Fue una de las mediaciones más exitosas de la Santa Sede en el siglo XX, que, junto a los episcopados de los dos países y las nunciaturas, tuvo un papel crucial en el destino de dos países que, a fin de 1978, por controversias territoriales en el Canal de Beagle, estaban a punto de enfrentarse en una guerra que hubiera tenido consecuencias devastadoras. Eran dos países mayoritariamente católicos, en ese momento gobernados por regímenes militares, que por 160 años habían resuelto sus controversias pacíficamente.
“El 22 de diciembre de 1978 los ejércitos de las dos partes se encontraban casi cara a cara y el papa Juan Pablo II intervino con todo su prestigio y autoridad moral enviando de inmediato a Buenos Aires al cardenal Antonio Samoré”, evocó el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado de la Santa Sede, máximo orador en una muy interesante conferencia sobre esta histórica mediación, organizada por las embajadas de la Argentina y Chile ante la Santa Sede en la Pontificia Universidad Gregoriana en ocasión del 40 aniversario de la firma del Tratado.
En verdad, los esfuerzos diplomáticos habían comenzado antes con una carta que había sido enviada a Juan Pablo I, Albino Luciani, el papa de los 33 días, en la que las conferencias episcopales hacían llegar la urgencia de su participación para exorcizar un conflicto que hubiera sido desastroso para toda América latina.
Tal como recordó un testigo directo de las negociaciones, el embajador Enrique Candioti, de 88 años, Samoré, cardenal italiano que estaba en ese momento al frente de la Biblioteca y el Archivo del Vaticano, de 72 años, desplegó enseguida sus buenos oficios con energía y decisión. “Cruzando cuatro veces la Cordillera en enero de 1979 consiguió hacer retornar a los dos gobiernos a la mesa de negociaciones, que éstos se comprometieran a desmantelar sus despliegues bélicos y que solicitaran formalmente la mediación de la Santa Sede”, evocó.
Fue tan sólo el comienzo de una mediación larga, muy difícil, que a veces pareció a punto de colapsar, interrumpida por la Guerra de las Malvinas y “resucitada” con la llegada de la democracia en la Argentina. Una mediación que, gracias a la paciencia, determinación, habilidad, pero, sobre todo, al “aura moral”, liderazgo y prestigio del máximo líder de la Iglesia católica culminó con un acuerdo que no solamente solucionó definitivamente los problemas limítrofes. Estableció, además, un programa de paz y amistad como eje inspirador de toda la relación argentino-chilena que, desde su entrada en vigor, dio frutos en múltiples campos. Justamente por eso, tal como hizo el papa Francisco en un acto recordatorio que tuvo lugar en la Sala Regia del Palacio Apostólico –marcado por la ausencia del canciller Gerardo Werthein–, el cardenal Parolin subrayó que el Tratado de Paz y Amistad entre Argentina y Chile sigue siendo un ejemplo para seguir e imitar, hoy más que nunca.
“Es un modelo para la resolución pacífica de conflictos y deja en claro el rol fundamental de la diplomacia”, subrayó el brazo derecho del Papa, que resaltó que para el Vaticano su importancia no reside en la mirada hacia el pasado, sino en su proyección al presente y al futuro. Especialmente en un mundo como el actual, convulsionado por guerras con miles de muertos y destrucción pavorosa, con los organismos multilaterales debilitados, amenazado por la polarización ideológica y arsenales nucleares al acecho, indicó.
Con 60 años de carrera sobre sus espaldas, Candioti, condecorado dos veces por la Santa Sede y que participó de la coronación de Pablo VI -la última coronación de un papa-, durante la conferencia hizo un impecable repaso de la mediación. Más allá de la audaz intervención de JuanPabloII,qu ese arriesgaba justo al comienzo del pontificado con tratativas de resultado incierto, resaltó la figura de Samoré. “Pude apreciar las notables cualidades personales y habilidad diplomática del cardenal Samoré, su conocimiento profundo de la realidad latinoamericana, y de la Argentina y Chile en especial, su absoluto dominio del castellano y su pleno compromiso con la búsqueda de una solución a la controversia”, contó. “Samoré se consagró a la mediación hasta los últimos días de su vida (murió en febrero de 1983, sin ver su resultado) y llevó adelante su tarea con un enfoque realista de las dificultades y de la situación y al mismo tiempo con objetividad”, remarcó.
Candioti, que durante la negociación también pudo conocer de cerca a Juan Pablo II, el primer papa no italiano en siglos, que lo recibió junto al entonces canciller Oscar Camilión en la residencia veraniega de Castelgandolfo en septiembre de 1981, puntualizó otras claves. “El escenario solemne del Vaticano –la famosa Casina Pío IV, bellísimo edificio renacentista enclavado en los Jardines Vaticanos–, el hecho de que el mediador y sus representantes fueran hombres de Iglesia, el estilo confidencial, sosegado, minucioso e imparcial con que ellos abordaron su tarea, fueron las características salientes de esta larga mediación, en la que lo espiritual, lo jurídico, lo político y lo diplomático se conjugaron de un modo singular”, afirmó.
Candioti identificó, además, a los “cinco hombres de Iglesia” decisivos: además de Juan Pablo II –que tenía una influencia directa en la negociación– y Samoré, los otros tres fueron el cardenal Agostino Casaroli, secretario de Estado que siguió y completó la mediación tras la muerte del mediador, y los monseñores Gabriel Montalvo Higuera, colombiano, y Faustino Sainz Muñoz, español, “distinguidos prelados, de formación jurídica y hábiles diplomáticos que venían actuando con Samoré y conocían perfectamente todos los aspectos del problema”. “De todas las reuniones Samoré y su colaborador Sainz Muñoz tomaban prolija nota en minutas manuscritas que guardaban para sí”, precisó asimismo Candioti.
Testigo privilegiado de una mediación ardua e histórica, finalmente el embajador reveló que Samoré, para interiorizarse de las ideas y argumentaciones de las dos partes, mantuvo una cantidad impresionante de entrevistas separadas con cada delegación, aunque también, cuando eran necesarias, conjuntas. “El cardenal comentó en una ocasión que ya llevaba realizadas más de doscientas, y al cabo de su gestión se las estimaba en alrededor de seiscientas”, rememoró, en un fiel reflejo de esa “paz artesanal” a la que suele llamar con insistencia el papa Francisco.

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