martes, 21 de julio de 2020

MARTÍN RODRÍGUEZ YEBRA, HACE SU ANÁLISIS...


Se impone la dinámica de la grieta
Martin R. Yebra (@myebra) | Twitter
Martín Rodríguez Yebra
Como si la atrajera un imán irresistible, la política argentina vuelve aceleradamente al barro de la división, la negación del diálogo y el acto reflejo de la descalificación del otro. Se esfumó rápido el “tiempo de los moderados” en el que una porción de los votantes creyó al votar a Alberto Fernández y que el propio Presidente ensayó con la llegada imprevista del coronavirus. La dinámica de la grieta se impone a medida que los estragos de la pandemia y la cuarentena aumentan.
La búsqueda de enemigos es una herramienta de supervivencia rudimentaria, pero útil. Un ejercicio de autoindulgencia que iguala para abajo. Una máscara para ocultar carencias, que permite discutir sin argumentos bajo el amparo confortable de los prejuicios reduccionistas. Al equilibrista Fernández, la inercia de sus decisiones ante la crisis lo arrastra hacia el choque. La reactivación que prometió será un sueño lejano, inalcanzable en los plazos que había imaginado al asumir en diciembre de 2019.
Cálculos conservadores prevén una caída de entre el 12 y el 15% de la economía este año, con una recuperación que será lenta a causa de la destrucción de empresas, la falta de crédito y la demanda de asistencia estatal. El Frente de Todos tendrá que refrendarse en las urnas desde una fragilidad material incómoda para cualquier proyecto político, pero mucho más a uno de raíz peronista. ¿Se animará el Presidente a apostar por un plan de capitalismo social con equilibrio fiscal, como el que impulsaba en campaña? ¿O enfilará definitivamente hacia el rumbo que le exigen desde los extremos de su coalición, aquellos que celebraron el fiasco de Vicentin y a los que él mima cuando cuenta su añoranza de Hugo Chávez? Esas preguntas desvelan al económico, donde se marchita la esperanza de que Fernández cumpla la promesa de no repetir las experiencias del gobierno de Cristina Kirchner. La renegociación de la deuda es la oportunidad que tiene en el horizonte para retomar un camino propio, al menos en lo económico. Un acuerdo lo pondrá ante el desafío de presentar un programa y apelar a una integración al mundo. El default subirá la presión para insistir en caminos ya transitados de estatismo y aislamiento. Mientras no hay resultados que promocionar, el clima político se calienta. Toda crítica se vive como una declaración de guerra. Se bloquea a los dialoguistas, con la ansiedad de terminar siempre en un duelo a muerte entre posturas irreconciliables.
Las palabras de concordia quedan en papel mojado. “Apostar a la fractura y a la grieta significa apostar a que las heridas sigan sangrando en nuestra patria. Actuar de ese modo, sería lo mismo que empujarnos al abismo”, dijo Fernández el día que juró la Presidencia. Podría leerse a párrafo seguido: “En la pelea irracional no gana nadie, en el acuerdo ganamos todos. Convoco a todos a aprender el arte del acuerdo”. Pero eso lo dijo Mauricio Macri el día de su propia asunción, en 2015. A Macri después le funcionó rivalizar con Cristina, como al oficialismo le sirve ahora diluir a toda la oposición en la figura de su antecesor. De poco sirve dilucidar si es la venganza de Cristina o el interés de Alberto.
Así los debates se reducen a un revoleo de acusaciones. Como ocurrió después del asesinato de Fabián Gutiérrez, exsecretario de Cristina arrepentido en el caso Cuadernos. La oposición denunció que se trataba de un “crimen de extrema gravedad institucional” apenas hallado el cuerpo. El Presidente, medio Gabinete y el Instituto Patria respondieron enfurecidos, con la comodidad de no tener que pensar argumentos para defender que la fiscal del caso sea la sobrina de la expresidenta. Y ni hablar de la inexplicable fortuna de la víctima. Es una “acusación canallesca”, bramó Fernández. Ellos hicieron cosas mucho peores con el caso Maldonado, se defendió Patricia Bullrich. Todo el episodio redondeó una gran síntesis de la Argentina de la grieta: un país donde la política consiste en competir para ver quién es el menos malo.

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