Una huida hacia el pasado
Aveces el pasado parece no terminar, es decir, sigue sucediendo en el presente. El recuerdo puede ser su marca visible. Solo que en Transradio, primera novela de Maru Leonhard (Buenos aires, 1983), el recuerdo no solo es resto de otro tiempo: también encarna un lugar cierto al que escapar frente al dolor.
No hay nada sobrenatural en la historia, tan solo el regreso a la casa de la infancia. Isabel encuentra las llaves mientras ordena el departamento que fue de su papá, y decide regresar al pueblo de su niñez. Necesita volver como si escapara de algo. Va con Martín, su pareja, pero a los pocos días él la deja sola. En la casa abandonada ella vive como sonámbula; sin embargo, su memoria tiene la fuerza de las primeras experiencias. En otras palabras, recuerda en presente y vive un poco ausente.
Los vacíos de la memoria tensan la trama. la narración tiene algo de espiral, vuelve a los mismos hechos para acercarse, cada vez más hacia el centro de los conflictos. las escenas contienen una gran potencia sensorial. El accidente en una zanja, la inundación de la casa, el ataque del perro y la enloquecida madre muerta son hechos que el relato ata en un hilo invisible, una telaraña que isabel teje para atraparse.
COMPANÍA NAVIERA LIMITADA
137 PÁGINAS
750 $
La casa, por supuesto, es un espacio que lleva a pensar en el castillo de la loca en los pueblitos oscuros. Y los vecinos que la rodean, ya sean entrañables o siniestros, tienen una historia personal que, inesperadamente, habla de isabel. la regresan al ahora con su insistencia. aún así la narradora deambula entre ellos y se escapa, cada vez más lejos del mundo y de sí misma.
Transradio tiene algo de realismo narcotizado por el dolor. Una historia de fantasmas sin fantasmas. las frases bordean lo no dicho como un precipicio. De ahí que recuerde un poco Distancia de rescate, la nouvelle de Samanta Schweblin, por el espacio, la atmósfera y también el tema de la maternidad que ronda la trama.
Claro que lo silenciado no tiene que ver únicamente con el pasado. Hay algo que el relato no termina de decir y, sin embargo, ocupa un lugar imposible de ignorar. la memoria y su distorsión, lo que se conserva y lo que se inventa para subsistir en el tiempo se unen para generar un suspenso perturbador. Entre la realidad y el recuerdo, la novela de leonhard insinúa que el pasado opera sobre la experiencia, y muchas veces, es decisivo. Superarlo o rendirse a él, esa podría ser la cuestión verdadera.
V. B.
La casa, por supuesto, es un espacio que lleva a pensar en el castillo de la loca en los pueblitos oscuros. Y los vecinos que la rodean, ya sean entrañables o siniestros, tienen una historia personal que, inesperadamente, habla de isabel. la regresan al ahora con su insistencia. aún así la narradora deambula entre ellos y se escapa, cada vez más lejos del mundo y de sí misma.
Transradio tiene algo de realismo narcotizado por el dolor. Una historia de fantasmas sin fantasmas. las frases bordean lo no dicho como un precipicio. De ahí que recuerde un poco Distancia de rescate, la nouvelle de Samanta Schweblin, por el espacio, la atmósfera y también el tema de la maternidad que ronda la trama.
Claro que lo silenciado no tiene que ver únicamente con el pasado. Hay algo que el relato no termina de decir y, sin embargo, ocupa un lugar imposible de ignorar. la memoria y su distorsión, lo que se conserva y lo que se inventa para subsistir en el tiempo se unen para generar un suspenso perturbador. Entre la realidad y el recuerdo, la novela de leonhard insinúa que el pasado opera sobre la experiencia, y muchas veces, es decisivo. Superarlo o rendirse a él, esa podría ser la cuestión verdadera.
V. B.
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