Rápidos de reflejos, con la reapertura de sus salas, la National Gallery, El Prado y el Pompidou, entre otros, llevaron a sus giftshops máscaras con obras maestras que se agotan
Sorolla, Van Gogh, Rembrandt y El Bosco saltaron de un lienzo a otro y ahora se venden hasta agotarse en tiendas de museos
MADRID.– Walter Benjamin advertía en su famoso ensayo de 1936 que la reproducción de la obra de arte, valiéndose de los beneficios de la tecnología, atrofiaba aquella esencia única y original que es el aura de cada pieza. Las tiendas de los museos han hecho siempre caso omiso de esta teoría y han ofrecido a los visitantes una amplia variedad de souvenirs con los diseños de los artistas que sus salas exponen. El barbijo, la mascarilla o el tapaboca es la última novedad de estos locales en tiempos de “nueva normalidad”. Joaquín Sorolla, Paul Klee y El Bosco ilustran estos productos, cada vez más populares en los museos de todo el planeta.
El Museo Sorolla, en el coqueto barrio madrileño de Chamberí, celebra que se ha aprobado la ampliación de este edificio, a través de un proyecto edilicio que costará más de cinco millones de euros al gobierno español. La obra del pintor valenciano puede apreciarse en su ciudad natal, a orillas del Mediterráneo, en Madrid, La Habana y París y también en la vía pública, en la colección de barbijos que llevan quienes han visitado esta casa museo del pintor.
Paseo a Orillas del Mar y El balandrito son los motivos de las mascarillas impermeables y lavables de poliéster de 70 usos. El precio es de 7,95 euros (unos 670 pesos argentinos), excelente si se compara, por ejemplo con el barbijo negro que ofrece una cadena de tiendas de regalos conocida por la vaca de yeso de tamaño real en la puerta de cada local. Este último fin de semana este ítem de Sorolla estaba agotado a través de su venta online, desde donde se envían productos dentro y fuera del país.
El Museo del Prado ha diseñado barbijos –mascarillas, como se las llama en España– para niños y adultos con motivos de El jardín de las delicias, de El Bosco. Disponibles en tres colores, son reutilizables (pueden ser lavados hasta diez veces) y su tejido está homologado por la normativa de seguridad de la Unión Europea. Además, no es necesario acudir a esta célebre pinacoteca madrileña para obtenerlos, dado que el Museo del Prado tiene un acuerdo con Amazon, donde pueden pedirse en toda Europa.
El Museo del Prado ha diseñado barbijos –mascarillas, como se las llama en España– para niños y adultos con motivos de El jardín de las delicias, de El Bosco. Disponibles en tres colores, son reutilizables (pueden ser lavados hasta diez veces) y su tejido está homologado por la normativa de seguridad de la Unión Europea. Además, no es necesario acudir a esta célebre pinacoteca madrileña para obtenerlos, dado que el Museo del Prado tiene un acuerdo con Amazon, donde pueden pedirse en toda Europa.
La calidad del aire es óptima en este museo y adquirió la máxima puntuación de la Asociación Técnica Española de Climatización y Refrigeración. Aun así, la capacidad máxima de visitantes que puede albergar es de 2500 personas por día. En julio de 2020, en comparación con el mismo mes de 2019, el número de visitantes descendió un 81%, un total de 50.574, precisó el museo a la nacion.
Los barbijos se han convertido en un producto imprescindible de la vida cotidiana y también en un producto de las tiendas de regalos de los museos de distintas capitales. El Metropolitan Museum de Nueva York ofrece motivos de Van Gogh; el Tate de Londres, también, con un modelo de Vic Lee por £10 [940 pesos argentinos], o bien el set del barbijo, la bolsa de tela y un frasco de alcohol en gel por £15. En National Gallery, en Londres, Los girasoles, de Van Gogh, y otras naturalezas muertas se ofrecen a los visitantes. En el Museo Pompidou, de París, Vassily Kandinsky (Jaune Rouge Bleu) y Robert Delaunay (Manège de cochons) son los dos modelos que se ofrecen en la boutique. En Holanda, en el Rijks, el motivo es el autorretrato de Rembrandt.
¿Nueva normalidad?
El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza también adaptó su oferta de productos culturales a la “nueva normalidad”. Paul Klee, con El bodegón con dado (1923); Sonia Delaunay, con Vestidos simultáneos. Tres mujeres, formas, colores (1925), y Theo van Doesburg, con Composición (1916) y El siglo XXI (1927), de Sándor Bortnyik, son los modelos que se venden en la tienda del museo y que también se envían a domicilio. Los diseños de Mondrian fueron los primeros en agotarse. El precio de estas piezas es de 12 euros (unos mil pesos argentinos).
Los museos en España, en particular los madrileños, registran una menor afluencia de visitantes, dado que los meses de verano reciben al turismo internacional y en esta temporada, si bien las fronteras de la Unión Europea están abiertas, prima la cautela en el continente.
Las máscaras de diseño son una tendencia global y aquellas de colección permiten aliviar a muchos el tedio que implica llevar un barbijo. El artista chino y activista Ai Weiwei diseñó y confeccionó diez mil barbijos, algunos con semillas de girasoles, otros con dibujos de bestias, que se vendieron a través de ebay por diferentes precios, a partir de los US$50. Lo recaudado fue destinado por Ai a instituciones humanitarias. Además de los productos oficiales que ofertan las tiendas de cada museo, hay otras plataformas, como Fineartamerica, que ofrecen una amplia variedad de barbijos a US$13 con motivos de Claude Monet, Vincent van Gogh, Pierre Auguste Renoir y Edgar Degas.
Las mascarillas con diseños de grandes artistas se suman a las remeras, cuadernos, imanes, pulseras, láminas, cartucheras de lata, vasos y abanicos, entre otros productos, que se ofrecen en las tiendas de souvenirs. Ojalá estos productos de asepsia se conviertan en breve en elementos de colección y no en ítems imprescindibles de la vida pública.
L. V.
Los barbijos se han convertido en un producto imprescindible de la vida cotidiana y también en un producto de las tiendas de regalos de los museos de distintas capitales. El Metropolitan Museum de Nueva York ofrece motivos de Van Gogh; el Tate de Londres, también, con un modelo de Vic Lee por £10 [940 pesos argentinos], o bien el set del barbijo, la bolsa de tela y un frasco de alcohol en gel por £15. En National Gallery, en Londres, Los girasoles, de Van Gogh, y otras naturalezas muertas se ofrecen a los visitantes. En el Museo Pompidou, de París, Vassily Kandinsky (Jaune Rouge Bleu) y Robert Delaunay (Manège de cochons) son los dos modelos que se ofrecen en la boutique. En Holanda, en el Rijks, el motivo es el autorretrato de Rembrandt.
¿Nueva normalidad?
El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza también adaptó su oferta de productos culturales a la “nueva normalidad”. Paul Klee, con El bodegón con dado (1923); Sonia Delaunay, con Vestidos simultáneos. Tres mujeres, formas, colores (1925), y Theo van Doesburg, con Composición (1916) y El siglo XXI (1927), de Sándor Bortnyik, son los modelos que se venden en la tienda del museo y que también se envían a domicilio. Los diseños de Mondrian fueron los primeros en agotarse. El precio de estas piezas es de 12 euros (unos mil pesos argentinos).
Los museos en España, en particular los madrileños, registran una menor afluencia de visitantes, dado que los meses de verano reciben al turismo internacional y en esta temporada, si bien las fronteras de la Unión Europea están abiertas, prima la cautela en el continente.
Las máscaras de diseño son una tendencia global y aquellas de colección permiten aliviar a muchos el tedio que implica llevar un barbijo. El artista chino y activista Ai Weiwei diseñó y confeccionó diez mil barbijos, algunos con semillas de girasoles, otros con dibujos de bestias, que se vendieron a través de ebay por diferentes precios, a partir de los US$50. Lo recaudado fue destinado por Ai a instituciones humanitarias. Además de los productos oficiales que ofertan las tiendas de cada museo, hay otras plataformas, como Fineartamerica, que ofrecen una amplia variedad de barbijos a US$13 con motivos de Claude Monet, Vincent van Gogh, Pierre Auguste Renoir y Edgar Degas.
Las mascarillas con diseños de grandes artistas se suman a las remeras, cuadernos, imanes, pulseras, láminas, cartucheras de lata, vasos y abanicos, entre otros productos, que se ofrecen en las tiendas de souvenirs. Ojalá estos productos de asepsia se conviertan en breve en elementos de colección y no en ítems imprescindibles de la vida pública.
L. V.
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