jueves, 13 de agosto de 2020

FRANCISCO OLIVERA OPINA,


“¿Puede un gobierno forzar con cupos la participación social de determinados sectores en ámbitos privados?”
Francisco Olivera, analista económico | Audio | Radio Continental ...
Francisco Olivera
Delante de Rodríguez Larreta, la conducción de la Unión Industrial Argentina planteó anteayer dos preocupaciones que surgen en todas sus charlas sobre Covid: qué posibilidades tendrán de hacer testeos para los empleados y, en el caso de las pymes, si el Estado estaría en condiciones de pagarlos. Son caros. El líder porteño no quiso contestar ahí, pero instruyó a su jefe de Gabinete, Felipe Miguel, y a su secretario general, Fernando Straface, a que les armaran a los empresarios una reunión para analizar opciones con el equipo del ministro de Salud, Fernán Quirós. El encuentro se hará pasado mañana.
Cuestiones vitales en el más amplio de los sentidos. Los industriales consideran que sin ellas será imposible salir de la cuarentena y que, además, existen buenos ejemplos al respecto: Alemania, desde ya, pero también el Reino Unido e Italia. Son intentos de encontrar lo que no abunda: certezas en un año impredecible. Por eso celebraron tanto el acuerdo por la deuda, que ven como buen “punto de partida”, en un comunicado que difundieron el martes con felicitaciones al Gobierno. Daniel Funes de Rioja y José Urtubey, entre otros, querían consignar que de ahora en más era necesario un plan. Pero, como es un sustantivo que la Casa Rosada intenta evitar, algunos dudaron. “Va a parecer que lo estamos exigiendo”, evaluó Guillermo Moretti. Se usó entonces una fórmula sustituta: se reemplazó plan por “perspectiva de largo plazo”. Las palabras importan en el Frente de Todos. Las cuida hasta el directorio del Banco Central, que anteayer se adentró en el mundo de la lingüística: “El BCRA reconoce como válido el lenguaje inclusivo”, tituló, en una circular que anticipa que, en adelante, sus informes apuntarán a “migrar de la masculinización del lenguaje a la interpelación de todos los géneros”.
Pero la crisis es tan honda que los empresarios tienen sobre el organismo anhelos más elementales. Se centran en su cometido tradicional, el de defender el valor de la moneda, que convierte a Miguel Pesce en uno de los funcionarios más relevantes de esta etapa. Él y Martín Guzmán. Los programas respectivos, dicen, deberán confluir en una mayor credibilidad. Por ejemplo, tasas y condiciones generales que incentiven al ahorrista a quedarse en pesos y, por lo tanto, mantengan el tipo de cambio en estos niveles, que consideran competitivos. Es el único modo de que funcionen las 60 medidas que está por anunciar el Gobierno para las empresas. Será la otra cara del programa: la microeconomía, a cargo de Matías Kulfas.
Ese paquete no tiene todavía fecha. En las cámaras lo esperan con impaciencia y hasta cierta inquietud: ¿servirá para bajar costos o vendrá con obligaciones adicionales? La pandemia es la era de las sorpresas. El miércoles, ante un grupo de empresarias y ejecutivas, que le plantearon la necesidad de reforzar la reivindicación de la mujer en el mundo corporativo, Alberto Fernández adelantó que algunos de esos puntos estarían incluidos en el anuncio. Cuando se levantaban, alguien agradeció una resolución que la Inspección General de Justicia emitió esta semana y que obliga a conformar con paridad en el número de hombres y mujeres los nuevos directorios en sociedades estatales, mixtas, asociaciones civiles y fundaciones. La medida, de prosa enrevesada, forzó varias consultas en la UIA. “Impracticable. Inconstitucional”, la definió en un tuit el diputado Juan Manuel López, de la Coalición Cívica. El alcance de la norma es todavía acotado, porque excluye prácticamente a todas las sociedades comerciales, pero puede ser el anticipo de una agenda que reaviva divergencias sobre las atribuciones del Estado. ¿Iniciativas de asociaciones sin fines de lucro como Conciencia, cuya comisión directiva está conformada en un 100% por mujeres, serán entonces inviables en el futuro?
Es un debate que excede el mundo de los negocios y que, como se funda últimamente más en adjetivos que en argumentos, no todos los empresarios se atreven a dar en voz alta. ¿Puede un gobierno forzar con cupos la participación social de determinados sectores en ámbitos privados en los que no existen prohibiciones al respecto? El Consejo de la Unión Europea rechazó hace dos años un proyecto que proponía llegar a 2020 con 40% de participación femenina en los directorios de empresas que coticen en bolsa, pero hay países en que la obligación rige desde hace más de una década. Noruega, por ejemplo. Un viejo dilema: ¿igualdad ante la ley o igualdad mediante la ley? El austríaco Ludwig von Mises, uno de los pensadores clásicos del liberalismo, lo define en un párrafo: “Hacer blanco a un negro rebasa la capacidad humana. Pero lo que sí se puede es otorgar al negro idénticos derechos que al blanco, para que pueda ganar lo mismo que este si produce tanto como él”, dice en su ensayo Liberalismo (1927).
Es cierto que, cuando se discute sobre las posibilidades del hombre y de la mujer, las comparaciones con grupos étnicos no son del todo exactas. Simone de Beauvoir lo planteaba ya en El segundo sexo, que escribió en 1949: “La gran diferencia consiste en que los negros sufren su suerte en la revuelta: ningún privilegio compensa su dureza; en cambio, a la mujer se la invita a la complicidad”. La escritora describe un sistema que propende a la participación del hombre en un rol trascendente y de creación, en detrimento de la función femenina, inmanente y abocada a la conservación, pero agrega que a veces es la mujer la que, luego de un proceso que va de la infancia a la adolescencia y la predispone a sentirse como un sexo de segunda categoría, se autoexcluye del camino. Treinta años antes, Chesterton había usado la misma distinción para decir exactamente lo contrario en La superstición del divorcio
(1918), donde cuestiona lo que considera “un levantamiento general de las mujeres contra los hombres, como si se tratara de una revuelta de vasallos contra sus señores, de negros contra negreros o de irlandeses contra ingleses”. Agrega entonces que, al ser complementarios, el hombre y la mujer están destinados a tolerarse mutuamente: “Un inglés no tiene por vacía y tétrica su casa si no la comparte con un irlandés. Un blanco no sueña, ni aun en sus exaltados momentos de juvenil romanticismo, con la perfecta belleza de un negro. Un magnate de la industria dedica rara vez poemas a la fascinación personal del sereno de su fábrica”.
Es la discusión de siempre. Pero el Covid la ha hecho coincidir con replanteos acerca del avance del Estado en ámbitos de la vida privada. ¿Fue lo de la IGJ el ensayo de algo más abarcador? ¿Incluye el paquete de Kulfas cuestiones como, por ejemplo, ampliación en licencias por paternidad? Son asuntos que incomodan y dividen en la UIA. Carolina Castro, prosecretaria de la entidad y una de las empresarias que participó del encuentro del miércoles con el Presidente, celebró la decisión de la IGJ. Algunos de sus pares no tanto. “No son temas para este momento de crisis. No somos ni Medio Oriente ni Noruega”, dijo uno. Además de punto de comparación, la referencia es un acto fallido: a fuerza de testeos, el país nórdico se convirtió en el modelo de salida exitosa de la cuarentena. Es lo que le piden al Estado. Otra maldición del virus: las soluciones no están y las agendas no coinciden.

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