sábado, 8 de agosto de 2020
MANUSCRITOS,
El combustible espiritual de Vinicius de Moraes
Botellas de whisky y mujeres bonitas.” Esos eran, para Vinicius, los elementos primordiales, el combustible espiritual que alimentó las dos sesiones nocturnas de grabación, que dieron como resultado el clásico LP Vinicius de Moraes en “La Fusa”, con María Creuza y Toquinho. Fueron dos veladas que se extendieron hasta el alba, “12 horas de trabajo en un ambiente de bohemia, de gran cordialidad”, sintetizó el brasileño, que dejaron como resultado un disco icónico, que por estos días celebra su cincuenta aniversario.
Ni las botellas de whisky, ni las mujeres bonitas, estuvieron restringidas únicamente a esas noches históricas. Esa combinación, en verdad, fue una constante alrededor de la vida del gran poeta y cantante brasileño que encontró en La Fusa un hogar en Buenos Aires. Este boliche, indispensable para entender la música popular rioplatense y su vínculo con las del continente, tuvo varias sedes: Punta del Este, Buenos Aires y Mar del Plata. Lo crearon y lo sostuvieron durante más de una década el pianista Coco Pérez y su esposa, Silvina Muñiz.
Se inauguró en la costa esteña, en enero de 1968, pero pasado el verano se trasladaron a Buenos Aires, en la galería Capitol, Santa Fe entre Callao y Riobamba. El cartel de aquellos años incluyó también a Antonio Gasalla y Carlos Perciavalle, Nana Caymmi, el cordobés Jorge Bonino, Les Luthiers, Horacio Molina, Pedro y Pablo, Jorge de la Vega, Marikena Monti y Marilú Marini. Y también, como consignaba en una hermosa evocación en las páginas de este diario el Maestro Fernando López, Federico Peralta Ramos, Marta Minujín y Norman Briski se unieron en un espectáculo.
La historia es conocida: cuando Vinicius le propuso al benemérito productor discográfico Alfredo Radoszynski, factótum del sello Trova, grabar un disco junto a Toquinho y María Creuza, le sugirió hacerlo en un estudio de grabación. Así que, paradójicamente, el disco que conocemos y mencionamos con afecto y familiaridad como “La Fusa”, en verdad se grabó en los estudios ION, en el barrio porteño de Balvanera. Eso sí, con un un grupo de amigos, selectos invitados, que recrearon el ambiente y la calidez del reducto original. Si ION se volvió un sitio legendario para el mundillo melómano, es en parte gracias a estas sesiones, a las que se sumaron dos músicos locales, el Zurdo Roizner en batería y Mojarra Fernández en contrabajo. (Hace unos años, Ariel Hassan –realizador de Encuentro en el estudio– recreó esa dinámica para filmar un concierto de Fernando Cabrera.)
Para celebrar la efeméride, el sello RP music acaba de lanzar una edición que incluye doce bonus tracks que forman parte de la prehistoria de este álbum indispensable en el mapa local, pero que irónicamente no es un disco demasiado conocido en Brasil.
En 1968, una delegación de músicos brasileños encabezada por Vinicius, llegó para tocar en el teatro Opera. Como Trova editaba en la Argentina los discos del sello Elenco, Radoszynski hizo las veces de anfitrión de esa troupe de músicos notables. El concierto fue a sala llena y entre el público estaba O Rei, Pelé. Sin embargo, lo más interesante de esos días quizás haya pasado en la intimidad. En las tertulias que se armaron en la casa del pianista Eduardo Lagos, con un elenco que incluía a Astor Piazzolla, Amelita Baltar y Horacio Ferrer, a Chico Novarro, Domingo Cura, Augusto Bonardo y otras celebridades. Y en una juntada histórica, a la cual pertenecen las grabaciones encontradas que figuran en el disco, en la casa de Jaime Pinkus, accionista de Trova.
“Yo tenía once o doce años y con mi hermana Claudia solíamos jugar con Claudio y Ruth, los hijos
La magia de la música puede transportarnos a esos años de bohemia, con escenas parecen salidas de Mad Men de los anfitriones. Pero también nos gustaba la música, así que le prestábamos atención a las canciones”, evoca Sergio Radosynski, hijo de Alfredo, y responsable de la restauración de ese formidable registro sonoro. “Jaime Pinkus tenía un grabador Grundig Stereo, rápido de reflejos puso el micrófono y puso la cinta a correr. Reencontrarme con esa cinta fue muy emocionante, porque me vinieron imágenes muy patentes de aquellos días. Además, se escucha la tos de mi mamá en casi todas las canciones”.
Más allá de la belleza de la interpretación, en esas desprolijidades (el ruido de ambiente, los hielos tintineando en los vasos de whisky, las voces sonando al fondo), está el encanto. La magia de la música puede transportarnos a esos años de bohemia, con escenas llenas de humo y elegancia que parecen salidas de Mad Men. La música conduciendo a los recuerdos. Aparecen, entonces, el sordo Gancé y Gabriel Rolón cantando “Samba en Preludio” –una de mis puertas de entrada a la obra de Vinicius– y la primera visita a Toca do Vinicius, la tienda especializada en Bossa Nova del barrio carioca de Ipanema. ¡Saravá!
H. I.
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