La faceta más inesperada (y latina) del actor que toda la vida fue el gran héroe de Hollywood
Charlton Heston como Ramón Vargas en Sed de mal, de Orson Welles
A punto de cumplirse el centenario del nacimiento de Charlton Heston, el streaming recupera al inesperado personaje de origen mexicano que el actor interpretó en Sed de mal, el gran clásico del cine negro dirigido por Orson Welles
Marcelo Stiletano
En los primeros 15 años de su brillante carrera en Hollywood, Charlton Heston fue sucesivamente Buffalo Bill, el explorador y descubridor pionero William Clark (el primero en atravesar el Oeste de Estados Unidos junto a Meriwether Lewis), el profeta Moisés, el general (y luego presidente estadounidense) Andrew Jackson, Judah Ben-Hur, Rodrigo Díaz de Vivar (El Cid), Miguel Angel y Juan el Bautista.
“Chuck Heston es el gran intérprete del heroísmo americano”, llegó a decir de él Orson Welles algunos años después de que los dos se unieran en un proyecto que no tenía mucho que ver con la estirpe casi legendaria de la mayoría de esos personajes. En Sed de mal (Touch of Evil, también conocida en algunas versiones de habla hispana como Sombras del mal), Heston se transforma en un perspicaz fiscal mexicano llamado Ramón Miguel “Mike” Vargas.
Lo único que tiene en común con aquella galería previa de figuras con precisas connotaciones míticas es una valentía a toda prueba. Fuera de ese rasgo, todo lo demás en Vargas es absolutamente terrenal. Pero ese personaje, pequeño y grande a la vez, marcó a fuego la carrera de Heston y sobre todo su identidad como actor. Mucho más, al menos dentro de la memoria de un intérprete con mucha sensibilidad para entender las motivaciones esenciales de su oficio, que la mayoría de los arquetipos heroicos desde los cuales se configuró toda su carrera. Esa actuación adquiere nuevas resonancias cuando está a punto de cumplirse el centenario del nacimiento del actor: llegó al mundo como John Charles Carter en Evanton (Illinois) el 4 de octubre de 1923.
Charlton Heston y Janet Leigh en un momento de la extraordinaria escena inicial de Sed de mal: tres minutos y medio filmados en una sola toma.
“Heston es la persona más agradable con la que trabajé en toda mi vida. Ensayamos dos semanas antes de rodar y mantuvo el espíritu bien alto en todo ese período. No sé qué tipo de películas le tocará encabezar de aquí en más, pero tiene todo para hacerlo de manera inmejorable: la voz, la presencia física, la inteligencia”, definió Welles en una de las muchas conversaciones que mantuvo con Peter Bogdanovich a principios de la década de 1970, compiladas dos décadas después en un libro.
¿Devolución de gentilezas? Algunos observadores dicen que sí. En 1957, Welles volvía a Hollywood después de una década de ostracismo y exilio artístico en Europa, lejos del aura de genio precoz que había envuelto su deslumbrante aparición con El ciudadano. En ese momento había recibido una primera invitación para participar de un modesto thriller de los estudios Universal ambientado en una ciudad fronteriza entre Estados Unidos y México, pero solo como actor.
Heston tenía otra idea. Hizo todo lo posible para que Welles se pusiera al frente del proyecto, entre otras cosas porque admiraba muchísimo sus películas. Tenía con qué. Su voz en ese momento era muy escuchada y ejercía bastante influencia en las decisiones que tomaban los estudios. “Por entonces estaba en situación de presionar un poco. Dicho de otro modo: estaba en una situación en que mis opiniones sobre quién tenía que dirigir la película debían tenerse en cuenta”, contaría años después en su lúcida autobiografía. Finalmente logró que Universal aceptara a Welles como director. También se encargó de reescribir casi por completo el guión original.
Heston siempre fue una figura de alto perfil y palabra fuerte en Hollywood. Pero en aquél tiempo de Hollywood estaba ideológicamente lejos de su imagen posterior y casi definitiva, asociada al pensamiento más conservador y al compromiso pleno con la Asociación Nacional del Rifle, la poderosa entidad que defiende el derecho de los civiles estadounidenses a portar armas; el actor la presidió entre 1998 y 2003.
El momento en que se hizo Sed de mal mostraba a un Heston bastante cercano a las propuestas del Partido Demócrata. La mejor demostración de esa conducta apareció en 1963, cuando Heston tuvo una presencia activa en la histórica Marcha sobre Washington liderada por Martin Luther King. Dos años después se convertiría en presidente del sindicato de actores de Hollywood, el Screen Actors Guild (SAG), tan conocido hoy por la huelga que lleva adelante. Su gestión se extendió hasta 1971. Allí empieza a producirse el viraje ideológico.
En la actualidad, más de un miembro prominente de esa asociación sindical seguramente habría puesto el grito en el cielo por algo que a muchos otros les resulta lo más natural del mundo: que un actor anglosajón pueda personificar sin problema alguno a un personaje de otra etnia o raza. Como presidente del SAG, Heston siempre defendió el derecho de sus afiliados a personificar cualquier tipo de papel, respondiera o no a sus orígenes o su identidad.
Heston y Orson Welles, frente a frente
Al reescribir el guion, Welles transformó al futuro personaje de Heston en un destacado funcionario del Poder Judicial mexicano, encargado de investigar en una ciudad de frontera un asesinato por el que también se interesa un reconocido detective de la policía estadounidense, personificado por el propio Welles.
“Decidimos que su nombre fuera Vargas, el brillante primer hijo de una rica familia mexicana, educado en la Universidad del Sur de California y graduado en Derecho en Harvard. Nada de esto estaba ni en el guion original ni en la película que al principio se pensó. Al día siguiente comencé a dejarme el bigote para teñirlo de negro junto con mi cabello. El departamento de maquillaje oscureció mi piel para sugerir genes hispanos. Orson encargó un traje (la acción en la película es casi continua, no hay cambios de vestuario) confeccionado por el mejor sastre mexicano de Los Angeles, que corta un abrigo de manera bastante diferente a sus homólogos de Londres o Nueva York”, escribe Heston en su libro de memorias, publicado por primera vez en 1995.
Allí hace un acto de explícito arrepentimiento. Lamentó mucho no haber trabajado en el acento adecuado para un personaje que, al provenir de una familia bilingüe y haber recibido una educación universitaria de excelencia, hablaba un inglés casi perfecto. “Eso fue una pereza de mi parte y estuvo mal. Nadie habla inglés perfecto y nadie creció hablándolo sin acento alguno. Si tuviera que repetir el papel intentaría lograr el más mínimo toque de énfasis o ritmo que pudiera escucharse de un mexicano con educación internacional, en vez de mi acento yanqui nativo del Medio Oeste. Habría sido un buen desafío creativo, adecuado para el papel”, reconoce el actor.
Seis décadas y media después de su estreno nadie duda de que la atracción inmediata que ejerce Sed de mal en el espectador tiene mucho que ver con la magnética interpretación de Heston, cuya presencia física domina todo el cuadro en cada aparición. Cuenta en ese sentido con el apoyo invalorable de la cámara de Welles, siempre provocativa en materia de elecciones estéticas, con sus potentes encuadres y esas tomas angulares que llevan su sello.
Heston, aquí junto a Janet Leigh, interpreta a un personaje de origen mexicano. Luego se arrepentiría de no haberle dado el acento adecuado en su voz
Hace falta una caracterización tan vigorosa y enérgica como la que ofrece Heston para entender a la perfección cuáles son las motivaciones de Vargas y qué lo lleva a enfrentarse de manera cada vez más impiadosa con el policía corrupto que interpreta (también de manera extraordinaria) el propio Welles. Al mismo tiempo, solo una figura con el porte de Heston puede darle la mejor configuración humana a la imperdible secuencia inicial de algo más de tres minutos, registrada por Welles sin un solo corte, en las calles de Venice (California), escenario natural elegido como ambientación del ficticio emplazamiento fronterizo de Los Robles, límite urbano entre México y Estados Unidos que puede cruzarse todo el tiempo, a pie o en automóvil, hacia una u otra dirección.
La escena fue el eje de un gigantesco debate, sobre todo a partir de la disconformidad de Welles con el corte final que hizo Universal y forma parte de la copia original y subtitulada de 95 minutos que se estrenó en 1958 y circula oficialmente hasta nuestros días. De hecho, es la que está hoy disponible en HBO Max con impecables resultados en materia de imagen y sonido. Pero no fue la que quería Welles. De hecho, al verla envió un memorándum de 58 páginas al estudio con los cambios que consideraba adecuados para reflejar su visión sobre una historia que llevaba su firma como guionista y director. En 1988 se presentó una nueva versión de 111 minutos editada por Walter Murch sobre la base de las indicaciones de Welles que puede verse (solo en idioma inglés) en el sitio archive.org.
Esa portentosa escena inicial mejora en la versión ampliada porque se puede contemplar en plenitud, sin los títulos de crédito y la música original de Henry Mancini (solo hay sonido ambiente) que forman parte de la copia reducida de 95 minutos, montada sin el aval de Welles. Allí, Heston muestra allí su poderosa estampa en compañía de su esposa estadounidense (interpretada por Janet Leigh) y deja al mismo tiempo a la vista, por primera vez, el mayor déficit de su caracterización, reconocido por él mismo. Había logrado desde su apariencia convertirse en un mexicano de los pies a la cabeza, pero cada vez que habla queda a la vista la ausencia de un acento apropiado. Sobre todo cuando escuchamos a su alrededor varias voces que hablan en un español auténticamente mexicano.
Al desafío artístico Heston sumó una serie de exigencias técnicas que convirtieron también a Sed de mal en una película pionera. Fue el protagonista por primera vez en la historia de Hollywood de una escena con diálogos registrada a bordo de un auto en movimiento. Hasta ese momento (y también con posterioridad) conocimos este tipo de planos con los actores simulando el manejo dentro de un vehículo armado en el set mientras en el fondo se proyecta la imagen previamente registrada del camino que los personajes supuestamente están recorriendo.
A Welles se le ocurrió que en vez de fingir era posible actuar de verdad dentro de un auto que se desplaza a considerable velocidad por un callejón. Les tocó a Heston y a su colega Mort Mills convertirse en pioneros de este cambio a bordo de un vistoso convertible. Fueron los propios actores quienes pusieron en marcha los dispositivos que aseguraron el registro de toda la secuencia. Welles había instalado dentro del auto una cámara y un equipo completo de grabación muy vanguardista para la época (con cables enrollados alrededor de los asientos y micrófonos pegados al tablero con cinta adhesiva) y decía que la secuencia podía filmarse sin necesidad de un camarógrafo.
“Con un curso intensivo sobre cómo encender la cámara y el sonido conduje por el callejón media milla hasta nuestra marca de salida. Mort Mills, mi compañero en la escena, activó los interruptores correctos, comprobó los diales apropiados y dio el OK. Arranqué el auto y grité: ¡acción! Lo pasamos de maravilla. Fue la primera experiencia del embriagador placer que tiene dirigir una película. Cuando terminé las tres tomas me sentí como D. W. Griffith”, rememoró más tarde Heston en su autobiografía.
Allí el actor también evoca la excepcional atmósfera en la que se envolvió el rodaje del film. “Más de la mitad de la película fue filmada de noche en los callejones, canales y rincones ruinosos de Venice, un curioso homenaje al original italiano. Algunas partes se parecían a paisajes de Salvador Dalí”, escribe Heston, que logró a partir de esa película cambiar la perspectiva del público sobre su imagen cinematográfica más conocida. Dijo que Sed de mal fue la mejor demostración de la “habilidad de alquimista de Welles para convertir la adversidad en arte”. No fue la única transformación experimentada durante ese rodaje: también hizo de Charlton Heston otra clase de héroe.
Sed de mal está disponible en HBO Max.
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