sábado, 13 de enero de 2024

COSTO DE VIDA Y EL ESCENARIO


La inflación de diciembre fue de 25,5% y 2023 cerró con un aumento de precios de 211,4%
Fuerte aumento de los alimentos, que saltaron casi 30%, y de los combustibles por la devaluación; también impactó el salto en salud
Francisco Jueguen
La inflación tuvo su pico en diciembre
Apesar de haber atrasado el dólar, pisado las tarifas de los servicios públicos y controlado miles de precios en supermercados, el gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner terminó su mandato dejando a los argentinos la mayor inflación en más de tres décadas. La suba de precios de diciembre fue de 25,5%, según el Indec, y 2023 terminó con un incendiario avance de 211,4% en doce meses. Para encontrar una variación tan significativa hay que remontarse a 1990, un año marcado por la salida de una hiperinflación.
El organismo estadístico publicó el número de diciembre, que marcó el pico del año. Es que en ese mes confluyen las enormes distorsiones de precios relativos -que generaron volatilidad permanente del dólar y, por lo tanto, de cobertura a través de precios por parte de los agentes económicos- que dejó como herencia el kirchnerismo con la expectativa de un nuevo gobierno -el de Javier Milei- llamado a “sincerar” radicalmente la economía. A eso se sumó, claro, la fuerte devaluación del tipo de cambio oficial impulsada por el ministro de Economía, Luis Caputo, que fue de más de 50%, y tuvo su impacto inevitable en precios.
La inflación, que ya superó a Venezuela en el indicador anualizado, tuvo en su medición núcleo -que elimina las variaciones de precios regulados y estacionales- un avance de 28,3% en diciembre. El capítulo que más aumentó en el mes fue el de Bienes y servicios varios (32,7%), producto de las subas en artículos de Cuidado Personal. Le siguieron Salud (32,6%), impulsada por las variaciones en medicamentos y medicina prepaga, y Transporte (31,7%), por los incrementos en combustibles. Los alimentos subieron 29,7% en promedio. “Al interior de la división se destaca el aumento de precios en Carnes y derivados, y Pan y cereales”, informó el Indec.
“El número es claramente mejor al esperado por el consenso de los economistas privados, que proyectaban una inflación muy cercana al 30%”, dijeron en el Ministerio de Economía. “Refuerza nuestro convencimiento de que vamos por el camino correcto. Sabemos que va a ser duro en el corto plazo, pero que esta vez vamos a salir adelante. El apoyo de la gente a las nuevas medidas es altísimo. Esperamos que la política esté a la altura de las circunstancias”, concluyeron en el Palacio de Hacienda.
Las consultoras privadas estimaban, al cierre del año pasado, que los aumentos de precios de diciembre habrían estado entre 25% y 30%, con picos interanuales que iban del 200% al 220%, según las distintas mediciones. El vocero presidencial, Manuel Adorni, en tanto, lo proyectó en esa última variación. “Si la inflación en diciembre es un 30% es un numerazo”, dijo Milei en la Antártida. Agregó que, como venía la economía, era más probable que marcara un 45%. Ningún privado anticipó ese salto.
Luego de conocerse el IPC, el Banco Central (BCRA) dará a conocer además el Relevamiento de Expectativas del Mercado (REM). Se trata de la encuesta más amplia entre las principales consultoras y bancos, que -vale tener en cuenta- fue realizada antes de que se conociera el dato oficial de hoy. Según contaron en el BCRA, desde el mes que viene se dará marcha atrás con los cambios que hizo Miguel Pesce: el REM se va a publicar, como antes, la primera semana del mes, antes de que el Indec informe el dato de inflación.
La Ciudad de Buenos Aires, que informa antes que el Indec su índice de precios en la jurisdicción, verificó en diciembre una inflación de 21,1%, lo que determinó un alza de los precios de 198,4% en 2023. Los saltos más importantes anticipados en ese indicador fueron para el capítulo más sensible: Alimentos y Bebidas, que avanzó 30,4% y lo mismo marcó Transporte, por las subas en el precio de los combustibles.
La llamada “inflación de los trabajadores”, cálculo que realiza el Instituto de Estadística de los Trabajadores (IET) de la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (UMET) y el Centro para la Concertación y el Desarrollo (CCD), marcó 24,3% para el mes pasado y 207,7% para el año. “La del año pasado fue la inflación más alta desde la hiperinflación de 1990 y está en el top 10 de las más altas de la historia. La aceleración obedece al salto cambiario del 12 de diciembre, más la desregulación de precios”, indicaron en el documento que se presentó esta semana.
En enero, los precios de los alimentos continuaron con avances en niveles altos, pese a que se registró una leve desaceleración. Según la consultora LCG, que midió los valores en la primera semana del mes, la marca fue de 4,6%, una desaceleración de 2,6 puntos porcentuales frente a la última semana de diciembre. En la segunda semana, se registró una nueva desaceleración de casi un punto. El incremento promedio de los alimentos en cuatro semanas llegó a 32,2% y en el llamado punta a punta, a 29,5%.
En Econométrica esperan que los precios no den tregua en el primer bimestre del año. De hecho, sumando diciembre, enero y febrero, ven un alza acumulada de 84%. Esto quiere decir, que en sólo tres meses, los valores casi que se duplicarían. La consultora que dirige Ramiro Castiñeira estimaba un salto de 27% en diciembre (fue 25,5%) uno de 24% en enero y un avance de 18% en el segundo mes del año.
El Gobierno prevé que el feroz sinceramiento de los precios con el overshooting (el fuerte salto del dólar), sumado a la acumulación de reservas en el BCRA, y la licuación y esterilización de pesos produzca desde abril una desaceleración de la inflación producto del freno abrupto del consumo y la recesión. Marzo es un mes estacionalmente alto para los precios (por el arranque de las clases, entre otras causas) y tendrá además el rezago del impacto del aumento de tarifas desde febrero.
Desde abril, con menor actividad, las reformas (DNU y ley ómnibus) aprobadas y con la llegada de la cosecha, el Ejecutivo confía en comenzar a ver una tendencia decreciente de la inflación. Sin embargo, vale recordar que el presidente Milei viene anticipando desde que asumió que la Argentina enfrentará de 18 a 24 meses de estanflación (inflación y estancamiento) debido a la herencia de la política monetaria del kirchnerismo.
La visión de los economistas
“Luego de un diciembre turbulento en materia de aumentos, las primeras dos semanas del año cierran con una inflación promedio semanal del 4,1%, pero desacelerando. Esto representa volver al ritmo de aumentos de noviembre”, indicó Melisa Sala, economista de la consultora LCG.
“El año comenzó con el anuncio de algunos aumentos en regulados y en precios que habían estado congelados hasta el momento. Combustibles se incrementó 27%, luego de la suba de 82% de diciembre, con arrastre a otros precios en la economía. Se suman también las primeras autorizaciones a aumentos en Transporte y prepagas. Esto le impone un piso de 15 puntos para la inflación de enero”, advirtió.
“Aunque pueda verse una desaceleración respecto de diciembre, esperamos un registro alto también para este mes. Para adelante, quedan pendientes los ajustes en tarifas de servicios públicos y probablemente un nuevo deslizamiento cambiario si se sostiene un ritmo de crecimiento de los precios 10 veces superior al del dólar oficial. La posibilidad de una convergencia hacia niveles de inflación más bajos dependerá de que el Gobierno logre anclar las expectativas a través del cambio de régimen que propone para la economía. Sin políticas de corte heterodoxo, como controles y acuerdos de precios y salarios que lo complementen, la escalada inflacionaria podría demorar o dejar sin efecto todo el programa”, cerró.
“Por supuesto, diciembre, enero y febrero van a tener mucha inflación. Lo que ya sabemos es que este es uno de los peores datos a nivel mensual desde principios de 1991″, afirmó Lorenzo Sigaut Gravina, de Equilibra. “Es un cierre de año para el olvido y un arrastre que nosotros estamos viendo elevado para enero. Estamos midiendo un enero parecido a diciembre. Si bien con un poquito menos de dinamismo semana a semana, pero ya tenemos un aumento de 11% acumulado en las primeras dos semanas”, indicó.
“Se nos vienen uno o dos meses difíciles, tanto enero como febrero. Y marzo siempre es estacionalmente complejo por Educación, así que incluso con el resto de los rubros desacelerando un poco, vamos a tener un marzo complejo también. En conclusión, el primer trimestre va a bajar un poquito la inflación, pero probablemente esté en torno al 20% [mensual]”, señaló el economista.
“El efecto del salto del tipo de cambio oficial y la liberación de precios fue evidente”, afirmó Camilo Tiscornia, director de C&T. “Los datos del relevamiento de precios de C&T para lo que va de enero muestran al turismo como uno de los grandes impulsores del mes, junto con el aumento de 40% en las prepagas y el ajuste de 50% en el transporte público en la región GBA”, dijo.
“Por el contrario, numerosos componentes con precios libres moderaron significativamente su ritmo de incremento ya desde la cuarta semana de diciembre, incluyendo especialmente a alimentos. La inflación de todo el mes podría ubicarse en torno al 20%, un escalón por debajo de la de diciembre”, cerró.

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Detrás de los precios argentinos: ni un peso para el asado, pero la “casta” gasta euros en Europa
Por qué el país no pudo terminar con la inflación y los planes del Gobierno para intentarlo
Francisco Jueguen
Alberto Fernández, junto a Fabiola Yánez, en un restaurante español que cobra mil euros el cubierto
Era bien temprano, por la mañana, en las afueras de Madrid. En la sede central de un banco global, varias decenas de periodistas de todo el mundo desayunaban. Cada mesa era para una nacionalidad distinta. Había, claro, una argentina. Ese noviembre de 2022 era testigo de algo inusual: por primera vez en 40 años, un encuentro financiero tenía como tema central el retorno de la inflación al mundo. Un ejecutivo de la entidad propuso hacer una presentación. Fue la única vez en mucho tiempo, fuera de Lionel Messi y el fútbol, en que una mesa con argentinos adquirió suma relevancia para el resto de los mortales. “Somos los expertos en sufrirla, no en solucionarla”, aclaró entonces un director de un diario criollo.
Al abrir el encuentro repleto de figuras de todo el planeta, la presidenta del banco presentó a la estrella de aquella hora. No era un funcionario estadounidense, europeo ni chino, las grandes potencias, sino el titular del Banco Central de Brasil, Roberto Campos Neto, el primero en el mundo en tomar un camino ortodoxo para frenar los precios, tras la pandemia del covid. Acumulaba tres meses de deflación ya desde entonces. “Nuestra principal función es luchar contra la inflación”, afirmó Campos Neto sobre el escenario.
Brasil tiene una meta de inflación de 3,25% anual para el año que quedó atrás hace unos días. Campos Neto, que ingresó con Jair Bolsonaro al Banco Central, anunció que espera un recorte de tasas este mes y en marzo, y, pese a algunos tironeos políticos con Luis Inácio Lula da Silva por la velocidad de ese ajuste monetario y el impacto sobre el crecimiento económico, elogió al ahora ministro de Economía, Fernando Haddad, por su declamado objetivo de déficit cero en 2024. Lejos está Brasil de la etiqueta “comunista”.
Unos meses antes, en ese mismo 2022, el presidente Alberto Fernández había prometido una “guerra contra la inflación”. Ese año terminó duplicando los precios y, en 2023, triplicándolos. Perdió la trifulca y registró el mayor aumento en más de tres décadas. El kirchnerismo, a diferencia del resto del mundo, eligió mirar siempre a la Secretaría de Comercio –con controles y amenazas– como instrumento de esa guerra. Nunca funcionó. Ni con Guillermo Moreno, ni con Paula Español o Roberto Feletti. El Banco Central y el Tesoro, mientras tanto, desatendieron la prudencia fiscal y monetaria. La política económica quedó en manos de políticos que prometieron un oasis de gasto y consumo no sustentables a largo plazo y sin financiamiento.
Curiosamente, Fernández terminó su mandato con una inflación acumulada en noviembre de 931%. Tocó ese fenomenal número pese a que su gestión económica –la de Martín Guzmán, Sergio Massa y Cristina Kirchner– mantuvo precios y tarifas pisados y dólar atrasado. Pero, además, sumó emisión monetaria récord y déficit descontrolado, según rememoró el economista Salvador Vitelli. El peso, así, murió. Tanto es así que Javier Milei se convirtió en presidente prometiendo su reemplazo por el dólar.
La inflación es la primera preocupación de los argentinos en todas las encuestas de opinión. Y es muy claro el porqué. En los últimos seis años, los ingresos de los ocupados cayeron 25% -tres de cada diez son pobres-, el empleo se precarizó y la pobreza terminó 2023 cerca de 45%, con seis de cada diez chicos sin acceder a una canasta básica. “Es el ajuste más salvaje y extendido en el tiempo de la historia”, caracterizó un especialista en números sociales que sigue muy de cerca el devenir actual.
Una historia reciente
Para el kirchnerismo, la inflación siempre fue el otro. El único reflejo de esa facción que gobernó al país en los últimos años fue hallar culpables (principalmente supermercados y empresas de alimentos y consumo) y patotearlos en la escena pública. De allí surgen las campañas publicitarias luego de programas que actúan sobre las consecuencias, no sobre las causas. Los controles fueron paliativos marketineros para una inflación que siempre tendió a ir creciendo mientras, a la vez, se consumían stocks bajo la bandera de una inclusión social. Inclusión “a medias”, ya que los nuevos derechos son siempre licuados con altos precios.
Desde esas tribunas, negaron siempre que el déficit fiscal y la emisión monetaria fueran responsables de la inflación. Se usaron comparaciones con países con cuentas en rojo, pero con cero defaults en su haber y, por lo tanto, con financiamiento en los mercados. Hubo otras opciones K, como truchar las estadísticas oficiales, pero se abandonaron tras el segundo gobierno de Cristina Kirchner. Tenían mala fama.
Cristina Kirchner y Axel Kicillof en el acto del 25 de mayo

El macrismo la canchereó. El gradualismo chocó con un límite de endeudamiento cuando cambió el clima financiero global, hubo falta de coordinación que desgastó la credibilidad en los mercados y, claro, los muros de contención social de las fuerzas liberales son siempre muchos más bajos que los del peronismo.
“La inflación no se resolvió por inconsistencias macro. Lo monetario, la tasa, fue más rápido que lo fiscal, el ajuste. Esto llevó a una apreciación cambiaria que dejó el esquema expuesto a un corte abrupto del crédito externo”, rememoró un exministro. “Esto nos dejó expuestos a la tormenta externa”, agregó.
Muchos todavía recuerdan la incomodidad del ahora estelar Federico Sturzenegger ese 28 de diciembre de 2017 sentado en una mesa con Nicolás Dujovne, Marcos Peña y el ahora ministro de Economía, Luis Caputo. Entonces, fue la política, no el Banco Central, la que hizo el anuncio –de la mano del entonces jefe de Gabinete– de que la inflación sería mayor a la pronosticada por la entidad monetaria. Esa presentación destruyó las expectativas del sector privado, que se arremolinaron con una reversión de los flujos de capital y una sequía (fue significativa, pero menor a la que le tocó sufrir a Massa durante el año pasado).
“La inflación a fines de 2017 estaba derrotada. Iba a ser 14% en 2018. Pero, al atacar al Central, ese proceso se descarriló. El gradualismo fiscal igual generó una insustentabilidad (sic) que fue lo que lo hundió. El problema de 2018 fue fiscal, no del Central. La entidad tenía US$40.000 millones de reservas”, rememora alguien que se sentó en aquella simbólica mesa del llamado 28D, el principio del fin.
Y volvió el Fondo Monetario Internacional (FMI), el elixir para las fuerzas que aman buscar “enemigos” en el exterior. Pero, el problema, como dice un curtido periodista económico es otro: “Somos nosotros”.
Por qué no se puede vencer
¿Por qué la Argentina no puede con la inflación? “Sencillo. Porque nunca atacamos el problema de fondo, que es el déficit fiscal”, responde uno de los economistas más escuchados de la City porteña. Desde 1961, la Argentina sólo tuvo seis años con superávit (de 2003 a 2008), según datos del Ministerio de Economía. El gasto público consolidado, que en 2002 era 29,1% del PBI, en 2015 llegó a 46,3%. Solo el nacional, por caso, pasó de 15% en 2022 a 25,9% en 2015, y a 22,9% en 2023. “Cuidado que la reducción del déficit de Massa es sólo el resultado de la aceleración de la inflación”, advirtió el economista Fernando Marengo.
La “maquinita” fue la solución para solventar la fiesta de la política, casi siempre electoral. Según números de Jorge Vasconcelos, economista del Ieral, la expansión monetaria en 2023, a través de asistencia directa al Tesoro, compra de títulos en el mercado secundario y títulos públicos elegibles para encaje bancario, fue de 4,3% del PBI en 2023. Ese porcentaje es sólo superado por el 7,5% de emisión récord en medio de la pandemia de coronavirus en 2020 con Martín Guzmán en el timón económico.
Los economistas coinciden, en general, en que el mal manejo macroeconómico es la clave central para explicar el origen de la inflación. Pero algunos suman el matiz criollo que complica la escena: una fina coordinación, hoy inexistente, entre la necesidad de los complejos del agro e industriales de un tipo de cambio alto –más devaluación– para poder exportar que choca de frente con una presión distributiva diferente a los otros países de la región impulsada por la clase media y los sindicatos que los gobiernos atenúan con atraso cambiario. Se trata de un péndulo que se mueve entre años pares de ajuste y salto del dólar, y los electorales, con tipos de cambio atrasado y brechas. Ese movimiento cíclico destruye la moneda.
Como corolario de un karma que lleva años, a una dinámica de precios tóxica, se suma que el país arrastra un costo argentino –nivel de precios– superior al de otros países por la baja inversión en infraestructura y una elevada presión impositiva como contracara del aumento del gasto público. Es la pintura de un país cerrado al mundo, sin competencia, y con exceso de regulaciones, que conspira contra el consumidor.
Javier Milei
¿A qué apuesta Milei? Déficit cero en 2024. El ajuste se hará con baja de gasto –y licuación, como siempre– y con suma de ingresos. La recesión hará parte del trabajo sucio tras el sinceramiento de precios, lo que servirá no sólo para evitar futuras expectativas de devaluación, sino para que el precio vuelva a ser la información más valiosa para el mercado a la hora de tomar decisiones, sea consumir o invertir.
Ese sinceramiento tiene costos reales para una sociedad fatigada a la hora de ajustarse el cinturón: entre el 7 de diciembre y el 9 de enero, el dólar tarjeta (al que accede el ciudadano común) subió 30,7%; el oficial (la referencia para contratos), 123,5%; la nafta, 115%; el kilo de asado, 44,7%, el litro de leche, 50,3%; el kilo de yerba, 19,8%; la Coca-Cola, 104%; el kilo de harina; 67,8%, el colectivo y el tren, 45% y el subte, 37,5%. Vale recordar que la nominalidad ya crecía, y el empleo y el consumo caen desde octubre y noviembre.
Hay algo novedoso en el espíritu de época. El país eligió a un Presidente que prometió eliminar el déficit, limitar la emisión (”volando” el Banco Central y dolarizando), corregir precios relativos, estabilizar el tipo de cambio y hacer reformas estructurales. Pero es preciso eliminar tres ilusiones: nadie soluciona un problema sin pagar costos (si no, no sería un problema); los “brotes verdes” no se verán en el corto plazo; y la factura no la pagará “la casta”. El ejemplo más claro de esto último son aquellos privilegiados que prometían llenar las parrillas de todos los argentinos de asado barato, como Alberto Fernández, y que eligieron empezar el año cenando por unos 600 euros en el Four Seasons de Madrid.

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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