lunes, 29 de abril de 2024

MATÍAS SURT Y AJUSTE DEL GASTO


Matías Surt:
“Está un poco atado con alambre el programa fiscal, pero no había muchas herramientas”
En una entrevista  el economista de la consultora Invecq afirmó que en la gestión actual hubo avances en materia de cuentas públicas, en lo monetario y también en las correcciones de precios relativos, pero advirtió sobre la preocupación por el tema cambiario
Esteban Lafuen
Es licenciado en Economía por la Universidad de Buenos Aires (UBA) e hizo una maestría en Economía en Ucema; es profesor de Macroeconomía y de Crecimiento Económico y director del Congreso Económico Argentino; desde 2013 trabaja en la consultora Invecq, donde se desempeña como director y economista jefe
“Si el Gobierno no sale hoy del cepo es, entre otras cosas, porque no tiene las reservas suficientes”, define Matías Surt, economista de la consultora Invecq, al analizar el esquema económico y las medidas de los primeros meses de la gestión de Javier Milei. Según el analista, el país registra “avances en lo fiscal, en lo monetario y en los precios relativos con menor o mayor velocidad”. Y advierte: “Lo cambiario me preocupa bastante más”.
–¿Por qué es esa preocupación?
–Porque, si bien hay señales muy positivas, si tenemos en cuenta que el Banco Central hace cinco meses estaba con US$11.000 millones de reservas netas negativas y hoy, depende de cómo hagas la cuenta, llegó a cero, eso está explicado en cierta medida por un cepo todavía muy potente y por el cronograma de pagos que se estableció para los importadores, con cuatro cuotas de acá a 120 días. Entonces, la demanda que estamos viendo, tanto por motivos comerciales como por motivos financieros, está muy restringida. Y está bastante justificado, no estoy diciendo que haya estado mal, porque la situación era de emergencia: si había reservas negativas significa que no estaban los encajes de los depósitos bancarios y se corría hasta un riesgo de crisis bancaria, que no estaba quizás en la cabeza de nadie.
–¿Y qué ve hacia adelante?
–En ese cronograma de cuatro cuotas, en un mes más se empiezan a acumular y ya habrá una cuota en cada mes; es decir que ya se va a estar pagando casi el 100% de las importaciones. En algún momento eso no es normal, y si queremos ir hacia una apertura al mundo hay que volver a un esquema tradicional de importación. Hoy estamos con importaciones bajas porque la actividad está muy deprimida, pero cuando la economía empiece a rebotar se van a demandar muchas más importaciones. Entonces, esa acumulación de reservas, que es muy positiva y valiosa, está hoy un poco atada con alambres. Y la principal duda es, una vez que pase la gran cosecha del agro, la temporada alta de liquidación de dólares, ¿qué nivel de tipo de cambio real te queda para el tercer o el cuarto trimestre de este año? Porque para salir del cepo con credibilidad y potencia, el Banco Central necesita acumular US$5000, US$10.000, US$20.000 millones más de reservas, para poder sostener un tipo de cambio fijo o flotante.

–¿Qué mira en la foto y en la película con respecto al tipo de cambio?
–En la foto se ve que hoy estamos con el mismo tipo de cambio real que a esta altura del gobierno de Cambiemos en 2016, que pasó de un dólar de $9,40 a uno de $16 y después a $15 y $14. Ahora, la dinámica es muy diferente, porque en ese momento la inflación corría al 2% mensual, que es la tasa a la cual hoy corre el tipo de cambio, mientras que la inflación, según el último dato, que incluso fue bueno, fue de 11%, y el Banco Central estima 9% para abril y 6% para mayo. Entonces, si se mantiene una brecha entre la tasa de inflación y la tasa de devaluación durante mucho tiempo, aunque la inflación vaya bajando, eso te va comiendo competitividad, te va encareciendo en dólares. Y tenemos experiencias claras en la historia económica argentina. En los casos del plan Austral y la convertibilidad, cuando uno analiza el momento en el cual ambos planes devaluaron y congelaron, o dejaron mover el tipo de cambio a una tasa chica, esa brecha se cerró mucho más rápido. En la convertibilidad, la inflación que para Milei fue de 25% en diciembre –el mes de la devaluación–, fue de 27%, y después se bajó a 11%, 5% y 3%. En el plan Austral la baja de la inflación mensual fue más violenta todavía: 30%, 6% y 2%. Ahora tuvimos 25%, 20%, 13% y 11%. Son cuatro meses en dos dígitos, y ahora se estima un 9%. Pero, para que en la película la política cambiaria te deje hacia fin de año con un tipo de cambio real que no te preocupe, la brecha debería haber bajado mucho más rápido. Entonces, quizás sea necesaria alguna corrección, que obviamente es lo que el Gobierno quiere evitar.
Matías Surt: "Es difícil para un gobierno que viene de un índice de inflación de 25%, que está bajando a 10%, dar otro shock devaluatorio"
–¿Por qué?
–Claramente, por miedo a la inflación. Es difícil para un gobierno que viene de un índice de 25% y está bajando al 10%, dar otro shock devaluatorio. Hay distintas visiones. Algunos dicen que se tiene que evitar un nuevo shock devaluatorio de un día para el otro y que, entonces, es mejor relajar y dejar que el dólar vaya un poquito más rápido para ir acompañando la tendencia de precios. Otra postura es que se mantenga [el esquema del tipo de cambio] hasta que la inflación se acerque mucho a ese 2% y que se vuelva a devaluar cuando, por ejemplo, se saquen los controles de cambio. Incluso, desde lo comunicacional el Gobierno podría decir que no está devaluando, que solo está sacando el cepo y que, si el dólar subió, es porque es el precio libre de mercado de verdad, y no como ahora, que hay un mercado intervenido. Y en ese contexto, con una inflación muy baja, el pass-through va a ser bastante menor.
–¿Y el nivel de precios? ¿La Argentina se encareció?
–El origen tiene bastante que ver con una descoordinación al momento de comunicar la política económica y el rol que tiene el Estado en cuanto a guiar, moldear o disciplinar las expectativas del sector privado; eso se nota clarísimo entre finales de noviembre y principios de diciembre. El nivel de incertidumbre que había primero en las semanas previas al balotaje, cuando los candidatos tenían que maximizar sus posturas, y Milei hablaba de que los pesos no servían para nada, que había que salir de los plazos fijos… Todo eso generó un clima de incertidumbre muy fuerte, y el sector privado dijo: ‘Yo me voy a proteger ante lo que pueda ser que venga’. Y eso es poner los niveles en pesos lo más altos posibles. Y después, como la dinámica cambiaria fue bastante más ordenada que lo que el propio candidato a presidente decía inicialmente, quedaron los precios en pesos allá arriba, con un dólar que quedó acá abajo respecto de la expectativa. Y eso puede generar problemas de asfixia del sector externo, que el país quede poco competitivo en relación con el resto del mundo en el sector transable, que es el que más incentivos debe tener, y el que mejor ordenado debería estar en sus precios relativos, porque es por donde tenemos que salir.
–¿Y cómo impacta este contexto en las exportaciones?
–Se complica un montón. La Argentina vivió 20 años intentando un crecimiento del PBI, con alguna excepción en el medio, sobre la base del gasto público y el consumo. Hoy esos dos motores del PBI están completamente agotados, y la salida es con exportaciones e inversión. Y esas dos cosas necesitan un nivel de competitividad que no lo tenemos. La visión del Gobierno, en la cual yo concuerdo, es que la Argentina no puede seguir buscando su competitividad a costa de devaluaciones: tenemos que hacer reformas profundas, desregular, desburocratizar, mejorar infraestructura, hacer acuerdos comerciales. Todo eso es cierto. Pero esas son medidas que demoran en llegar y, una vez que ocurre, para que madure hay que esperar más tiempo. Y son todas reformas difíciles, desde lo político, principalmente. Ahora mismo, el propio Gobierno está retrocediendo con la reforma laboral, porque quiere acordar con la CGT para no tener tantos problemas. La discusión es si tenemos que esperar dos años para ser el país competitivo que queremos ser; si no llegamos, en el medio podemos enfrentar una crisis de balanza de pagos que complique la salida.
Matías Surt: "Sin resolver la pata fiscal no puede resolverse la pata monetaria y, sin eso, tampoco la cambiaria; hoy el rumbo es correcto"

–¿Cómo ve la cuestión fiscal?
–En el rumbo estoy 100% de acuerdo. La Argentina tiene un problema de largo plazo que es fiscal; el Gobierno lo entendió y dijo que hay que resolverlo. Sin resolver la pata fiscal no puede resolverse la pata monetaria y, sin eso, tampoco la cambiaria. Entonces, el rumbo es correcto. ¿Las medidas? Atacaron con lo que había sobre la mesa. Está un poco atado con alambre todo el programa fiscal, pero no había muchas herramientas tampoco. Y el equipo que está al mando, incluido el Presidente, cometió también algunos errores. El año pasado, el propio Milei siendo diputado votó la eliminación del impuesto a las ganancias; si eso no se hubiera aprobado, habría recaudado más en diciembre, enero, febrero, marzo y abril. Como no tuvo esa recaudación, tuvo que poner un impuesto PAIS de 17,5%, que es casi un ‘ingreso bruto’ a toda la facturación de importaciones, que también le resta competitividad a la economía y afecta el tipo de cambio de equilibrio real de equilibrio. Entonces, el ajuste básicamente va por un aumento de impuestos a través del PAIS, que este año va a recaudar 2 puntos del PBI, y el resto es licuación o control del gasto, y algunos son sostenibles y otros no. Por ejemplo, el ahorro en subsidios de los primeros meses: el Estado no puede estar ahorrando en subsidios si las tarifas todavía no habían subido. Eso, evidentemente, es caja pisada a Cammesa. Y se va a hacer sostenible cuando las tarifas efectivamente estén cubriendo el total de los costos. Quizás la mayor crítica es a la política tributaria.
–¿Por qué?
–Por haber colaborado en la eliminación de la cuarta categoría de Ganancias y haber tenido que llenar ese bache con una carga de impuesto PAIS mucho más alta. No digo que no hubiera sido necesario de otra manera, pero con una alícuota menor que te hubiera encarecido todos los productos importados mucho menos y te hubiera ahorrado parte del problema con los gobernadores. Y tampoco es para defenderlos, porque cuando eso se votó, el año pasado, no hubo ninguno que en el medio de la campaña que le dijera a Sergio Massa: ‘No hagamos esto, porque es populismo tributario’. La Argentina tiene un problema, un trauma psicológico con Ganancias de la cuarta categoría. Es un impuesto básico en cualquier país del mundo. En todos los países de la región se paga: Perú, Paraguay, Chile, Uruguay ni hablar. Lo paga mucha más gente. El mínimo no imponible que está todo el tiempo en discusión es altísimo en la Argentina en comparación con la región. Al Presidente le gusta mucho hablar de las batallas culturales, y yo creo que tenemos que dar batallas culturales en términos de cuál es la estructura tributaria más eficiente, y no me parece que tengamos que eliminar Ganancias y cobrar derechos de exportación y el impuesto PAIS.
–¿Qué perspectivas tienen sobre la recuperación económica? ¿Qué la explicaría?
–Nosotros estamos viendo la primera mitad del año muy recesiva. En el primer trimestre coincidimos todos, hasta el Gobierno cuando dice que la economía cae y que es el precio a pagar por toda la normalización. Nosotros creemos que el segundo también va a ser muy recesivo, quizás un poquito menos, pero no vemos que en marzo haya un piso claro de actividad a partir del cual se rebota. Eso se podría dar recién a partir del segundo semestre, cuando quizás ya haya pasado la gran mayoría de los aumentos de precios que quedan pendientes entre los sectores con valores regulados, cuando la inflación esté descendiendo y cuando la propia política de negociaciones salariales esté yendo un poquito por arriba y los ingresos empiece a recuperarse. Pero la recuperación económica va a ser lenta.
-¿A qué se debe?
-Primero, porque el gobierno también necesita disciplinar la dinámica salarial y no puede permitir que los salarios se recuperen al 10% mensual. Sí, la inflación es siempre en todo momento un fenómeno monetario, pero ojo que no se me vayan los precios de los salarios por cualquier lado porque eso me lo va a complicar. No hay duda, entonces, de que el gobierno en esa preocupación de que la inflación no se le acelere de nuevo, controla los salarios. Y eso hace que la recuperación del poder adquisitivo sea más lento que en otro contexto, y quizás más sostenible también. Además, cuando Milei llega a la presidencia, la soja valía más de US$500 y hoy está en US$430. No tuvimos sequía este año, pero tuvimos la chicharrita y otros efectos raros que nos están recortando un poco la cosecha, entonces el campo va a empujar, pero no tanto. Y como los precios son más bajos, el derrame en términos del efecto ingreso que genera va ser menor. Y cuando el gasto público tira para abajo, cuando el consumo todavía está resentido, la salida es por la exportación y la inversión. Pero con un tipo de cambio un poco ajustado, no va a ser fácil que Argentina se inserte rápido y que empecemos a venderle muchas cosas al resto del mundo, más allá de los diamantes como Vaca Muerta, el gas que va a sustituir importaciones y demás.

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Las jubilaciones de la Anses perdieron entre 28,5% y 43,7% de su poder de compra en un año
Los ingresos cobrados en marzo sirvieron para comprar un 16% menos que en diciembre; en el último año, unos fueron perjudicados más que otros por la política de bonos y se perdió hasta más de 40%; este mes hay un punto de inflexión en el sistema, con reajustes mensuales y por inflación
Silvia Stang
En 2023, la inflación fue de 211,4% y el índice de movilidad jubilatoria resultó de 110,9%; en el primer trimestre de este año los precios avanzaron un 51,6% y los haberes, un 27,18%
Con sus ingresos de marzo, los jubilados del sistema general de la Anses pudieron comprar un 16,1% menos de lo que podían adquirir en diciembre con lo percibido en ese entonces. Ese recorte del poder adquisitivo es la manera en que se notó en los bolsillos el ajuste del gasto público en términos reales que, con otros factores, le permitió al gobierno de Javier Milei lograr un superávit fiscal en el primer trimestre del año. Es el efecto “licuadora”, que implica congelar el gasto, o subirlo nominalmente, pero muy por debajo de la inflación.
Si se compara la capacidad de compra de los haberes (considerando los bonos que cobra alrededor del 45% de los jubilados, según datos de la Subsecretaría de Seguridad Social) con los de un año atrás, la caída en marzo fue de entre 28,5% y 43,7%, según de cuánto sean los ingresos. En este mes, para el cual se estima que la inflación será de alrededor de 10%, el sistema de actualizaciones entra en un punto de inflexión y la situación tenderá a aliviarse: a partir de ahora habrá reajustes mensuales y por inflación, y solo por abril al porcentaje de la variación del IPC se le agrega una recomposición extraordinaria (la suba de los haberes -no del bono- es, concretamente, de 27,4%).
En marzo se otorgó la primera recomposición de este año y fue de 27,18%, luego de dos meses en los que los haberes se mantuvieron sin variación. En el primer trimestre, según el Indec, la inflación acumulada fue de 51,6%: el índice fue de 20,6% en enero, de 13,2% en febrero y de 11% en marzo. En 2023, en tanto, como efecto del alza de precios y de la aplicación de la fórmula de movilidad diseñada por el gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner, las prestaciones se deterioraron, en términos reales, entre un 14,1% un 37,4%.
La modalidad de reajustes aprobada por ley a fines de 2020 y que quedará sin efecto este año, resultó muy insuficiente frente a una inflación con tendencia creciente, que en los 12 meses del año pasado fue de 211,4% (la movilidad jubilatoria resultó de 110,9%). Esa fórmula del gobierno anterior perjudicó a los jubilados con especial fuerza en diciembre último: ese mes se le aplicó un tope al porcentaje de suba de las prestaciones (un tope que se había previsto en la ley), incluso en un contexto en el cual ya se venía dando una fuerte caída del valor real de los haberes. Así, en lugar de otorgarse un reajuste de entre 28% y 29% (el porcentaje resultante del cálculo), solamente se dio un 20,87%.
En su discurso por cadena nacional del lunes por la noche, el presidente Milei afirmó que “de los 5 puntos de déficit del Tesoro que ajustamos, solo 0,4% responden a una pérdida del poder adquisitivo de las jubilaciones”.
En un mensaje emitido en cadena nacional, el presidente Javier Milei dijo que de los 5 puntos de déficit del Tesoro que se ajustaron, "solo 0,4% responden a una pérdida del poder adquisitivo de las jubilaciones”Captura de Pantalla
La licuación de los haberes, sin embargo, no fue un hecho menor para superar el déficit de las cuentas públicas. Las prestaciones de la seguridad social fueron el 40,2% del gasto total, según consigna un informe de la Asociación Argentina de Presupuesto y Administración Financiera Pública (ASAP). Y el efecto en los bolsillos no fue menor para los jubilados y pensionados, cuyo poder de compra se deteriora casi continuamente desde fines de 2017.
Dentro del primer trimestre de este año, el deterioro del valor de los ingresos con respecto a diciembre se sintió con mayor fuerza en febrero. En el primer bimestre, la variación del Índice de Precios al Consumidor (IPC) del Indec acumuló un 36,6%, al tiempo que los montos percibidos no se modificaron. Esa situación se tradujo en una caída del poder de compra de 26,8% en comparación con diciembre de 2023. En tanto, solo en el primer mes del año la caída respecto de diciembre fue de 17,1%.
Pérdidas diferenciadas en el último año
En los primeros tres meses del año la pérdida fue de igual magnitud para todos. En cambio, cuando se miran los datos interanuales, existen diferencias según cuál sea la situación de cada persona frente al pago de bonos o refuerzos, que responde a una política discrecional.
En marzo último y en comparación con igual mes de 2023, el ingreso de quienes cobran solo el haber mínimo y, por tanto, reciben el refuerzo que en marzo fue de $70.000, tuvieron un deterioro de poder adquisitivo de 28,5% (en su mayoría, son personas que accedieron a su prestación por moratorias). En tanto, la caída fue de 40,9% para quienes nunca recibieron el refuerzo. Y de mayor magnitud aún, de 43,7%, para los jubilados que un año atrás percibían un bono, pero dejaron de cobrarlo en septiembre pasado. Este último es el caso, por ejemplo, de alguien que en marzo de este año tuvo un haber bruto de $229.173 y que en el tercer mes de 2023 había cobrado $100.000 más un bono de $5000.
Durante 2023, en tanto, quienes tienen solo un haber mínimo fueron también (por cobrar el bono) quienes menos perdieron. Pero, aun con el refuerzo, tuvieron en diciembre un ingreso que les alcanzó para comprar un 14,2% menos que lo que habían podido adquirir con lo percibido a fines de 2022. Quienes nunca percibieron el refuerzo sufrieron una caída del valor real de sus ingresos de 32,3%, y quienes cobraban bonos, pero ya no los tuvieron más desde septiembre de 2023, perdieron en el período un 37,4%.
Gasto licuado
En los números macro del Estado, esa pérdida en los bolsillos tuvo su correlato en una caída de 31,4%, en términos reales, del gasto asignado las prestaciones, según un informe de la Oficina de Presupuesto del Congreso (OPC). Es decir, en el primer trimestre se destinó a las jubilaciones y pensiones casi un tercio menos de recursos que en igual período de 2023, medidos los datos en términos reales (corregidos por inflación).
Por la alta inflación, se licuó el gasto público
“La baja del gasto en jubilaciones y pensiones es consecuencia del desacople entre la propia dinámica inflacionaria y la fórmula de movilidad, como así también de la frecuencia de actualización (trimestral), parcialmente compensada por la aplicación de bonos a los jubilados y pensionados de menores ingresos”, analiza el informe de la OPC.
Qué pasará de ahora en más
La fórmula de movilidad a la que alude el comentario es la incluida en la ley 27.609. A partir de julio próximo ya no regirá más y los reajustes trimestrales que se derivan de ella serán reemplazados por subas mensuales que irán replicando los porcentajes de variación del IPC con un rezago de dos meses.
Entre abril y junio rige, por disposición del DNU 274, un sistema de transición o “empalme”. La fórmula aún está vigente y el Gobierno va otorgando subas cada mes a manera de anticipos. El primer aumento bajo ese esquema provisorio es el de este mes de abril (un 27,4%, que surge de considerar el IPC de febrero y de agregar un incremento extraordinario); el segundo reajuste, en mayo, será de 11% (ese fue el nivel de inflación de marzo), y el tercero, en junio, replicará la variación que haya tenido el índice de precios en el actual mes de abril.
Cuando llegue junio, el incremento acumulado en el trimestre se comparará con el resultado de la fórmula que rigió en los últimos años (porque, como ya se comentó, sigue vigente hasta ese mes). Ese resultado estará basado en la variación que tuvieron la recaudación de impuestos y los salarios en el primer trimestre de este año. Si el índice surgido de ese cálculo es mayor que la suba efectivamente otorgada en los tres meses, se compensará esa diferencia con una suba extra.
La movilidad jubilatoria se aplica sobre los haberes propiamente dichos. No alcanza al monto del bono que, de hecho, mantiene en abril y en mayo el mismo valor que ya tuvo en marzo.

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