¿La inteligencia artificial amenaza a los políticos incompetentes?
¿Quién se hará cargo si un robot operado por IA comete un error estratégico en una empresa? También se modificará la jerarquía de responsabilidades en la vida institucional
Carlos A. Mutto
La pregunta fue formulada –con toda seriedad– por un escolar de 6 años. “Si la inteligencia artificial es tan inteligente e infalible, ¿por qué no reemplazamos a los políticos por robots?”.
La interpelación no carecía de sentido porque, detrás de la aparente ingenuidad de esa interrogación, aparecía la cuestión esencial que plantea la inteligencia artificial (IA). El problema de esa nueva tecnología no consiste solo en saber cuántos empleos va a eliminar, cómo va a transformar el mundo del trabajo y la influencia que tendrá en la transformación de las relaciones sociales. Sobre esos temas existen aproximaciones más o menos convincentes. Pero la duda crucial reside en saber si estará en condiciones de avanzar sobre los aspectos más sensibles de esa interacción.
Frente a los interrogantes que plantea esta rápida evolución tecnológica, el mundo empresario navega en un espeso mar de brumas. Un estudio realizado en Estados Unidos reveló sorpresivamente que la mitad de los CEO piensa que, en un plazo relativamente breve, un robot estará en condiciones de asumir su puesto. Es cierto que la inteligencia artificial respalda desde hace años una cantidad importante de actividades humanas y corrige de diversas maneras nuestro juicio, que –como se sabe– no siempre es perspicaz ni está desprovisto de segundas intenciones.
Existen diversas experiencias destinadas a probar que los robots pueden sustituir la decisión humana. Hace dos años, la empresa polaca Dictador –formada con capitales colombianos y presente en 60 países– reveló haber designado como CEO a Mika, un robot humanoide que tiene la forma de una atractiva rubia. El sistema de IA desarrollado por la startup Hanson Robotics no reveló ninguna falla importante en la toma de decisiones estratégicas, pero sus conceptores reconocen que el robot todavía “trabaja con red” bajo la supervisión del comité directivo de la empresa. Mika no es la única CEO en actividad: en 2023 la empresa de videojuegos Net Dragon Websoft, basada en Hong Kong, nombró en la cúspide corporativa a otra mujer, Tang Yu. A diferencia de su colega polaca, la joven china comenzó a trabajar en la sociedad en 2017 y, poco a poco, fue escalando posiciones hasta ocupar el puesto de número 2.
Las exitosas experiencias de Mika y Tang Yu dieron un impulso decisivo a la creación de robots humanoides de alto nivel cognitivo. La startup Figure acaba de presentar su robot One, que opera con ayuda del modelo de IA generativa desarrollado por OpenAI, creadores de ChatGPT. El gurú Reid Hoffman, integrante de la “mafia” que fundó PayPal en 1998, junto con Elon Musk y Peter Thiel, está persuadido de que este furor por los robots humanoides marca la “aceptación definitiva” de la IA por parte de los seres humanos. En 2023, Hoffman anticipó esa aceleración en su libro Impromptu : Amplifying Our Humanity Through AI (“Impromptu. Ampliar nuestra humanidad gracias a la IA”).
Hoffman no es el único que cree en la perspectiva de una rápida simbiosis entre humanos y robots. “A partir de ahora, la IA generativa va permitir, en todo caso, un desarrollo paralelo entre robots y seres humanos”, pronosticó recientemente Vincent Vanhoucke, CEO de Google DeepMind. Jensen Huang, el icónico dirigente del fabricante de los semiconductores Nvidia, que realizó una importante inversión en Figure, también considera que “el momento ChatGPT para los robots está probablemente a la vuelta de la esquina”. La prueba es el audaz impulso estratégico que dieron los “magníficos siete” de la high-tech (Nvidia, Microsoft, Meta, Google, Amazon, Apple y Tesla) para multiplicar sus respectivas capacidades de cálculo a fin de mantener el liderazgo frente a la ofensiva de las startups más proactivas. OpenAI y Meta anunciaron inversiones multimillonarias destinadas a crear nuevas versiones de modelos de lenguaje de IA generativa capaces de razonar y planificar, dos pasos esenciales para mejorar el conocimiento superhumano de la cibernética.
Los primeros resultados fueron desconcertantes y, según Meta, permitieron superar las confrontaciones frente a otros modelos 70b, como Claude Sonnet 3, Mistral Medium, GPT-3.5 y su propia versión anterior, Llama 2. Antes de que terminaran los aplausos, Meta ya comenzó a trabajar en nuevos modelos, que tomarán en cuenta más de 400.000 millones de parámetros. Con ese salto cualitativo, logró una importante ventaja estratégica frente a su principal rival, OpenAI, que con el respaldo de Microsoft espera lanzar “a breve plazo” la nueva versión, que será probablemente denominada GPT-5.
La vertiginosa evolución de la IA preanuncia que la próxima batalla de la inteligencia no será de hombre contra computadora, como en las partidas de ajedrez de 1996 y 1997 entre Garry Kasparov y la supercomputadora Deep Blue de IBM. Ni de robots contra robots, como en las películas de ciencia ficción cinematográfica Pacific Rim o
Transformers. Esta nueva batalla de dimensiones auténticamente antropológicas tomará, tal vez, la forma de humanoides contra humanos o, más probablemente, entre humanoides de diferente jerarquía intelectual. ¿Será un nuevo nivel de la lucha de clases?
Stanley Kubrick ofreció en 2001
Odisea del espacio una prefiguración de esos escenarios que dejaron de pertenecer a la ciencia ficción para tutear con impertinencia a la realidad. Aunque los humanoides que toman el control de grandes empresas no tienen la forma de un panel de comunicación con un gran ojo rojo iluminado, los nuevos CEO remiten a pensar en la figura emblemática de HAL 9000, el sistema informático embarcado a bordo de la nave espacial Discovery One.
En una primera etapa, la IA ya comenzó a recomponer el funcionamiento de las empresas con una sensible mejora de la gestión del tiempo, significativos aumentos de productividad y crecimiento de la rentabilidad. Esos resultados se multiplicarán a medida que comiencen a operar las nuevas versiones generativas. “Ciertos trabajos administrativos, que antes requerían una jornada, ahora se realizan en pocos segundos”, confesó Jean-Charles Samuelian-Werve, CEO de Alstom, líder francés del transporte. Pero el empresario rehusó especular sobre la cantidad de empleos que destruirá la nueva tecnología y los errores de gestión, difíciles de controlar en una primera fase. La firma Chevrolet, por ejemplo, lanzó un chatbot –en el marco de un plan de promociones sin autorización– y comenzó a recomendar a sus clientes ciertos modelos… ¡Tesla!
Los análisis cualitativos realizados por empresas especializadas actúan con extrema prudencia cuando se refieren a la potencia de la transformación interna aportada en las empresas por esa tecnología, en particular la reorganización de la estructura jerárquica y la cadena de responsabilidades. La IA terminará por reconocer fácilmente al directivo farsante y rápidamente cuestionará sus decisiones. A pesar de las proyecciones tranquilizadoras que formulan los think tanks, aún subsisten dos dudas trascendentales: ¿quién definirá la estrategia de una empresa y, sobre todo, quién asumirá la responsabilidad de una decisión errónea?
Si el sistema es perfecto, ¿por qué no confiar la dirección de un país a la IA? Si el resultado no es bueno, rápidamente aprenderá a buscar un chivo expiatorio y, hasta en eso, podría ser más eficiente que el dirigente incompetente. La duda, por el momento, es saber si la solución será tecnológica o política.
Especialista en inteligencia económica y periodista
Un estudio en EE.UU. reveló sorpresivamente que la mitad de los CEO piensa que, en un plazo relativamente breve, un robot estará en condiciones de asumir su puesto
La pregunta fue formulada –con toda seriedad– por un escolar de 6 años. “Si la inteligencia artificial es tan inteligente e infalible, ¿por qué no reemplazamos a los políticos por robots?”.
La interpelación no carecía de sentido porque, detrás de la aparente ingenuidad de esa interrogación, aparecía la cuestión esencial que plantea la inteligencia artificial (IA). El problema de esa nueva tecnología no consiste solo en saber cuántos empleos va a eliminar, cómo va a transformar el mundo del trabajo y la influencia que tendrá en la transformación de las relaciones sociales. Sobre esos temas existen aproximaciones más o menos convincentes. Pero la duda crucial reside en saber si estará en condiciones de avanzar sobre los aspectos más sensibles de esa interacción.
Frente a los interrogantes que plantea esta rápida evolución tecnológica, el mundo empresario navega en un espeso mar de brumas. Un estudio realizado en Estados Unidos reveló sorpresivamente que la mitad de los CEO piensa que, en un plazo relativamente breve, un robot estará en condiciones de asumir su puesto. Es cierto que la inteligencia artificial respalda desde hace años una cantidad importante de actividades humanas y corrige de diversas maneras nuestro juicio, que –como se sabe– no siempre es perspicaz ni está desprovisto de segundas intenciones.
Existen diversas experiencias destinadas a probar que los robots pueden sustituir la decisión humana. Hace dos años, la empresa polaca Dictador –formada con capitales colombianos y presente en 60 países– reveló haber designado como CEO a Mika, un robot humanoide que tiene la forma de una atractiva rubia. El sistema de IA desarrollado por la startup Hanson Robotics no reveló ninguna falla importante en la toma de decisiones estratégicas, pero sus conceptores reconocen que el robot todavía “trabaja con red” bajo la supervisión del comité directivo de la empresa. Mika no es la única CEO en actividad: en 2023 la empresa de videojuegos Net Dragon Websoft, basada en Hong Kong, nombró en la cúspide corporativa a otra mujer, Tang Yu. A diferencia de su colega polaca, la joven china comenzó a trabajar en la sociedad en 2017 y, poco a poco, fue escalando posiciones hasta ocupar el puesto de número 2.
Las exitosas experiencias de Mika y Tang Yu dieron un impulso decisivo a la creación de robots humanoides de alto nivel cognitivo. La startup Figure acaba de presentar su robot One, que opera con ayuda del modelo de IA generativa desarrollado por OpenAI, creadores de ChatGPT. El gurú Reid Hoffman, integrante de la “mafia” que fundó PayPal en 1998, junto con Elon Musk y Peter Thiel, está persuadido de que este furor por los robots humanoides marca la “aceptación definitiva” de la IA por parte de los seres humanos. En 2023, Hoffman anticipó esa aceleración en su libro Impromptu : Amplifying Our Humanity Through AI (“Impromptu. Ampliar nuestra humanidad gracias a la IA”).
Hoffman no es el único que cree en la perspectiva de una rápida simbiosis entre humanos y robots. “A partir de ahora, la IA generativa va permitir, en todo caso, un desarrollo paralelo entre robots y seres humanos”, pronosticó recientemente Vincent Vanhoucke, CEO de Google DeepMind. Jensen Huang, el icónico dirigente del fabricante de los semiconductores Nvidia, que realizó una importante inversión en Figure, también considera que “el momento ChatGPT para los robots está probablemente a la vuelta de la esquina”. La prueba es el audaz impulso estratégico que dieron los “magníficos siete” de la high-tech (Nvidia, Microsoft, Meta, Google, Amazon, Apple y Tesla) para multiplicar sus respectivas capacidades de cálculo a fin de mantener el liderazgo frente a la ofensiva de las startups más proactivas. OpenAI y Meta anunciaron inversiones multimillonarias destinadas a crear nuevas versiones de modelos de lenguaje de IA generativa capaces de razonar y planificar, dos pasos esenciales para mejorar el conocimiento superhumano de la cibernética.
Los primeros resultados fueron desconcertantes y, según Meta, permitieron superar las confrontaciones frente a otros modelos 70b, como Claude Sonnet 3, Mistral Medium, GPT-3.5 y su propia versión anterior, Llama 2. Antes de que terminaran los aplausos, Meta ya comenzó a trabajar en nuevos modelos, que tomarán en cuenta más de 400.000 millones de parámetros. Con ese salto cualitativo, logró una importante ventaja estratégica frente a su principal rival, OpenAI, que con el respaldo de Microsoft espera lanzar “a breve plazo” la nueva versión, que será probablemente denominada GPT-5.
La vertiginosa evolución de la IA preanuncia que la próxima batalla de la inteligencia no será de hombre contra computadora, como en las partidas de ajedrez de 1996 y 1997 entre Garry Kasparov y la supercomputadora Deep Blue de IBM. Ni de robots contra robots, como en las películas de ciencia ficción cinematográfica Pacific Rim o
Transformers. Esta nueva batalla de dimensiones auténticamente antropológicas tomará, tal vez, la forma de humanoides contra humanos o, más probablemente, entre humanoides de diferente jerarquía intelectual. ¿Será un nuevo nivel de la lucha de clases?
Stanley Kubrick ofreció en 2001
Odisea del espacio una prefiguración de esos escenarios que dejaron de pertenecer a la ciencia ficción para tutear con impertinencia a la realidad. Aunque los humanoides que toman el control de grandes empresas no tienen la forma de un panel de comunicación con un gran ojo rojo iluminado, los nuevos CEO remiten a pensar en la figura emblemática de HAL 9000, el sistema informático embarcado a bordo de la nave espacial Discovery One.
En una primera etapa, la IA ya comenzó a recomponer el funcionamiento de las empresas con una sensible mejora de la gestión del tiempo, significativos aumentos de productividad y crecimiento de la rentabilidad. Esos resultados se multiplicarán a medida que comiencen a operar las nuevas versiones generativas. “Ciertos trabajos administrativos, que antes requerían una jornada, ahora se realizan en pocos segundos”, confesó Jean-Charles Samuelian-Werve, CEO de Alstom, líder francés del transporte. Pero el empresario rehusó especular sobre la cantidad de empleos que destruirá la nueva tecnología y los errores de gestión, difíciles de controlar en una primera fase. La firma Chevrolet, por ejemplo, lanzó un chatbot –en el marco de un plan de promociones sin autorización– y comenzó a recomendar a sus clientes ciertos modelos… ¡Tesla!
Los análisis cualitativos realizados por empresas especializadas actúan con extrema prudencia cuando se refieren a la potencia de la transformación interna aportada en las empresas por esa tecnología, en particular la reorganización de la estructura jerárquica y la cadena de responsabilidades. La IA terminará por reconocer fácilmente al directivo farsante y rápidamente cuestionará sus decisiones. A pesar de las proyecciones tranquilizadoras que formulan los think tanks, aún subsisten dos dudas trascendentales: ¿quién definirá la estrategia de una empresa y, sobre todo, quién asumirá la responsabilidad de una decisión errónea?
Si el sistema es perfecto, ¿por qué no confiar la dirección de un país a la IA? Si el resultado no es bueno, rápidamente aprenderá a buscar un chivo expiatorio y, hasta en eso, podría ser más eficiente que el dirigente incompetente. La duda, por el momento, es saber si la solución será tecnológica o política.
Especialista en inteligencia económica y periodista
Un estudio en EE.UU. reveló sorpresivamente que la mitad de los CEO piensa que, en un plazo relativamente breve, un robot estará en condiciones de asumir su puesto
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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