“Lo que da felicidad y libertad es la supraconciencia”
El cirujano español, abocado al estudio de las experiencias cercanas a la muerte, afirma que hay otra dimensión energética, a la que se puede acceder mediante técnicas de meditación
Texto Ana D´OnofrioSans Segarra está convencido de que la vida sigue después de morirse
Sabequemuchoscolegaslotratan con desconfianza y admite que no son pocos los que lo llaman “loco”. No le importa demasiado. Lleva una docena de teatros desbordados en toda España en los últimos meses y supera el millón de followers en las redes y canales de difusión propios. Hablamos del doctor Manuel Sans Segarra, que publicó en septiembre La Supraconciencia existe. Vida después de la vida (Editorial Planeta), libro que escribió junto con el periodista Juan Carlos Cebrián, amigo y colaborador cercano, y con prólogo de Mario Alonso Puig, autoridad también en el universo del autoconocimiento. La obra fue reeditada tres veces en cinco días.
Médico especializado en cirugía general y digestiva, catedrático de fuste, este catalán de 81 años es presidente del área senior del Colegio de Médicos de Barcelona y desarrolló la mayor parte de su carrera en el Hospital Universitario de Bellvitge, reconocido como uno de los cuatro mejores de España.
Siempre supo que sería médico. Los temas de la salud lo rondaron desde pequeño: su padre no era médico pero estaba vinculado a la salud y su madre fue enfermera jefa de quirófano durante la guerra. Sus relatos de heridos en tiempos bélicos despertaron la curiosidad que años más tarde lo convirtió en ese apasionado –y con doctorado cum laude– estudiante que en tercer año de medicina era ya interno en urgencias de cirugía en el Hospital Clínico de Barcelona. Aunque hoy se lo reconoce, entre muchas otras medallas, un pionero en laparoscopía, no estaba allí el destino que lo haría trascender.
La investigación exhaustiva de los trabajos de los médicos Elisabeth Kübler-Ross, Raymond Moody, Eben Alexander y Melvin L. Rose, todos expertos en ECM (experiencias cercanas a la muerte), precedió a una vivencia en quirófano que –confiesa– le marcaría su derrotero. Durante una guardia en el servicio de urgencias de cirugía tuvo que reanimar a un paciente con muerte clínica. Ya recuperado, el enfermo lo impactó con un relato que, según cuenta a desde Barcelona, nunca había oído en su paso por la universidad. La experiencia cercana a la muerte.
“Muerte clínica es corazón parado, electroencefalograma plano –dice–. Por lo tanto me llamó mucho la atención lo que me contó. Si el enfermo está clínicamente muerto no hay actividad cerebral, pero él me hizo un relato tan vivo y estructurado, donde vio toda su vida como en una película, etc. etc., que me llamó mucho la atención. Aquí hay algo más que lo que me enseñaron en la universidad no explica. Si no tiene actividad neuronal y tiene conciencia hay algo más. Ahí empecé a estudiar la supraconciencia”.
–¿Qué más le contó ese paciente?
–Mire, según descubrí luego, cuando empecé a investigar el tema, hay miles de casos parecidos, pero yo tenía 40 años y no lo sabía. Lo supe gracias a que comencé a investigar. Y los relatos se parecen todos bastante. Tienen una estructura lógica y se acuerdan de toda clase de detalles. Otro rasgo común: la experiencia los cambia para siempre, pierden el miedo a la muerte, son más felices y plenos y entienden que la vida no acaba con la muerte.
–Lo escuché decir que la película Ghost, que tiene ya unos años, nos habla de esto.
–Sí, esa película permite ver en la pantalla algo que los pacientes nos dicen insistentemente en las ECM. Se ve en la escena del metro que la persona muere y algo sale del cuerpo y atraviesa sin problemas estructuras sólidas, como una pared, una capacidad que reportan todos los que viven esta experiencia. Eso que sale representa la supraconciencia. Una paciente que era enfermera y pasó por esa experiencia en el hospital donde yo ejercía, me relató, mientras estaba en una intervención, que quería acercarse a mí para tocarme y, para hacerlo, atravesó varias paredes. Me relató con exactitud todo lo que estaba ocurriendo en los distintos cuartos del área de emergencias por los que pasó. Esta capacidad no tiene explicación a través del método científico.
–Algunos dicen que son alucinaciones…
–Lo sé. Por eso he hecho infinitas consultas con neurólogos y coincidimos en que en el caso de las ECM hay un relato estructurado y lógico, mientras que en alucinaciones es absurdo. Los pacientes lo recuerdan toda la vida y, más aún, cambian su escala de valores y su concepción existencial. Otra diferencia: los pacientes atraviesan paredes y relatan luego detalles de lo que ven, que se confirman en la realidad. También el relato de la vivencia sometido a una resonancia ha llegado a demostrar que el paciente no miente.
–Entonces, ¿hay vida después de la muerte?
–Pues claro, pero diferente. Cuando una persona muere su conciencia se traslada a otra dimensión energética, la supraconciencia. Es la inteligencia primera, es holística, omnipresente, eterna, omnisciente, es decir, lo sabe todo. Es como un campo de energía que permea todo el universo. La muerte hace que nos desprendamos de nuestro cuerpo, pero la realidad existencial, la supraconciencia, dura eternamente. Esto es lo que demuestran las ECM. La supraconciencia nos sobrevive y nos antecede. Es eterna.
–Explíqueme qué es como si se lo dijera a un niño.
–Primero hay que tener claro dos conceptos. La conciencia, que es el conocimiento de nuestra existencia, de nuestras reflexiones y de nuestros actos. Esta conciencia es una consecuencia de las reacciones bioquímicas que se producen en nuestras neuronas. Depende del cerebro y es consecuencia de nuestro ego, es la identidad de nuestro ego. Cuando dormimos o nos anestesian se apaga. Ahí es cuando aflora la supraconciencia.
–¿Está en el subconsciente?
–Para nada. Está más allá de la conciencia ordinaria. Es un estado en el que uno percibe su conexión con todo el universo y se siente parte. No es algo que se entienda a través de la lógica o la razón.
–¿Cuándo entra en nosotros la supraconciencia?
–Bueno, no tenemos pruebas absolutas, pero sí le puedo decir que cualquier ser vivo tiene conciencia, lo que ocurre es que hay grados distintos. Nosotros tenemos la máxima expresión de la conciencia, que es la supraconciencia.
–¿Es necesario pasar por una ECM para experimentarla?
–No, no. Hay varias maneras para acceder a la supraconciencia. Como cirujano he tratado a muchos pacientes que han tenido esas experiencias y han vuelto a la vida, pero no es privativo de ellos. La mejor forma de acceder a ella es indiscutiblemente, demostrado incluso con resonancias magnéticas funcionales, la meditación. Ahora, con mi profesor de meditación Josep M. Clopés estamos preparando un curso de meditación para distribuir a través de mis canales online para que la gente pueda practicar en casa y pueda –con su ejercicio regular y constante– contactar con la supraconciencia.
–¿Qué meditación practica?
–Yo hablo de la que a mí me va bien, no es la única. Yo sigo el método del raja yoga, descrito por Patanjali, un escritor indio. Consiste en repetir un mantra para la concentración. Con la práctica uno primero relaja todo el cuerpo, luego se concentra en la repetición del mantra y, pasados unos momentos, se pierde la noción del cuerpo. Sobreviene una sensación de paz, de armonía y de gozo. Una levedad, una apertura, una amplitud. Uno siente que contacta con todo el universo, que está amorosamente unido a él y está hermanado a todo lo creado. Eso es la manifestación de la supraconciencia.
–¿Por qué se produce esa sensación de felicidad y bienestar?
–Porque se domina el ego. Mientras el ego, que es nuestra falsa identidad, domine nuestra existencia, podemos tener momentos de placer, pero esto no dura, es momentáneo y generalmente luego viene una etapa de sufrimiento. La verdadera felicidad, el estado de auténtica plenitud viene cuando contactamos con la verdadera identidad, la supraconciencia.
–¿Cómo explica su éxito?
–La gente está buscando que le demos una salida trascendente a la vida, porque el materialismo trae infelicidad y desesperación incluso con tendencias al suicidio. En Cataluña la principal causa de mortalidad entre los 15 y los 35 años es el suicidio. Fíjese usted que la juventud, que debería estar llena de proyectos e ilusiones, aunque tiene en su entorno todo lo material que quiere, no encuentra sentido a la vida.
–Luego de los gurúes de la New Age, hay ahora muchas voces que hablan de esta temática desde la ciencia…
–Ocurre que hoy tenemos métodos que nos permiten corroborar científicamente que aparte de lo material, el ser humano tiene una parte trascendente, que es la supraconciencia: resonancia magnética, la física teórica, la mecánica cuántica, por ejemplo. Porque todo es energía en este universo. Y la ciencia que estudia la energía cada vez nos proporciona más posibilidades de conocer profundamente los fenómenos trascendentes.
–¿Piensa que este conocimiento nos convertirá en mejores personas?
–La supraconciencia se rige por los arquetipos que describieron Platón, Kant y Jung: normas universales que rigen el pensamiento de la humanidad y que nos indican si nuestros actos son éticos o no. La dinámica que los condiciona es la empatía, el altruismo, la bondad, la justicia, la belleza y, sobre todo, el amor. Y esto es la manifestación típica y clásica de la supraconciencia. En el momento que la humanidad despierte y se rija por la supraconciencia, la Tierra será un paraíso.
–¿Cuánta masa crítica imagina que hay?
–Para hacer efecto debe ser grandecita. Y si me pregunta cuán grande la imagino, pues le digo que más grande de lo que usted piensa. Pero la gente tiene miedo de decir que vive este tipo de experiencias. Si hubiera una masa crítica suficiente de personas que conocieran realmente la supraconciencia, que es la única que da felicidad y libertad, no tendríamos los políticos que tenemos hoy, que no paran de engañarnos.
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Domar la ansiedad: claves para bajar un cambio y recuperar el bienestar emocional
La ansiedad es anormal cuando es desproporcionada y demasiado prolongada para lo que la desencadenó
Si bien es una emoción normal, se exacerba con las redes sociales, la velocidad permanente y la autoexigencia; hacer pausas y disfrutar del presente son los primeros pasos para darle batalla
Flavia Tomaello
Como una bebida nueva que mezcla un poco de estrés, mucho de urgencia, constantes ingredientes de autoexigencia, expectativas desproporcionadas y una velocidad que arrastra tan rápido que deja siempre el pensamiento fuera del ahora, la ansiedad se ha convertido en una de las palabras de salud mental más tipeada en los buscadores del mundo desde la pandemia. Algunos especialistas consideran ese evento el detonador de los sucesos, pero la mayoría de los investigadores viene hablando de la condición como un elemento en la emocionalidad humana cada vez más presente y perdurable, a tal extremo que desciende en la escala etaria agresivamente. Para Iris Pérez Bonaventura, doctora en psicología, especialista en salud mental, “la ansiedad es una emoción normal que, incluso, nos puede ayudar, por ejemplo, para prepararnos ante un examen o un hecho importante para nosotros. El problema se produce cuando interfiere en el día a día, se presenta con frecuencia y hace que quien la padece sufra malestar”.
Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), los trastornos de ansiedad son el problema de salud mental más común en los Estados Unidos. Más de 40 millones de adultos en ese país (19,1 %) padecen ansiedad. Mientras tanto, aproximadamente el 7 % de los niños de entre 3 y 17 años la experimentan cada año. La mayoría desarrolla síntomas antes de los 21. Por su parte, la Organización Mundial de la Salud estima que un 4% de la población mundial padece ansiedad. ¿La alerta peligrosa? El 9,4% de los niños de 3 a 17 años (aproximadamente 5,8 millones) experimentan algún tipo de ansiedad. Brasil es el país con la mayor población ansiosa del mundo, según un estudio de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), con 18,6 millones de personas afectadas y con ansiedad digital (surgida a partir del consumo de pantallas) que va en aumento.
“La ansiedad es una emoción normal que se experimenta en situaciones en las que el sujeto se siente amenazado por un peligro externo o interno –explica Gerald Nestadt, investigador sobre ansiedad en el Departamento de Psiquiatría y Ciencias del Comportamiento de la Facultad de Medicina Johns Hopkins–. Es importante distinguir entre el miedo, cuando el sujeto conoce qué lo amenaza y se prepara para responder, y la ansiedad, cuando se desconoce el motivo, la amenaza es interna y se tiene dificultad para elaborar una respuesta a eso que pasa”.
En todas las edades
Felipe Ortuño Sánchez-Pedreño, codirector del departamento de psiquiatría y psicología clínica de la Universidad de Navarra, explica: “La ansiedad es anormal cuando es desproporcionada y demasiado prolongada para lo que la desencadenó. A diferencia de la ansiedad relativamente leve y transitoria causada por un evento estresante, cuando la sensación se prolonga más de seis meses, puede empeorar y cronificarse”.
Carina Castro Fumero, neuropsicóloga pediátrica, dice que en la sociedad actual, la ansiedad se ha convertido en un trastorno cada vez más común, afectando a personas de todas las edades.
“Cuando ciertas manifestaciones sintomáticas se exacerban de manera masiva es porque existen factores contextuales que promueven la intensificación de estas características –aporta Cinthia Ortiz, psicóloga del equipo especializado en ansiedad de la Fundación Aiglé–. El aumento de los niveles de ansiedad se observa a escala global. En la actualidad se ve a las personas más pendientes de riesgos potenciales o añorando un futuro mejor que temen no poder concretar, en detrimento del disfrute y la capacidad de conectar con el presente”. El secreto parece estar en conectar con el aquí y el ahora.
“A veces no podemos soltar el pasado, hacer el duelo y despedirnos de lo que no fue, otras nos preocupamos por demás y ambas nos impiden vivir en paz en el presente”, cuenta Maritchú Seitún, psicóloga especializada en acompañamiento familiar. Continúa: “Una parte de nuestra ansiedad proviene de evitar las angustias de la vida, escaparnos de ellas con diferentes anestesias, pero se acumulan en nuestro interior y perdemos la calma, no podemos estar tranquilos, sin hacer nada. Corremos para que no nos alcancen nuestros propios pensamientos. Estamos más ansiosos porque esperamos mucho de la vida, la sociedad de consumo que instala el siempre más. Las redes sociales nos sobreestimulan. Anhelamos comernos la vida y finalmente la vida nos come a nosotros”.
La Organización Mundial de la Salud estima que un 4% de la población mundial padece ansiedad
Lo digital es instantáneo. Ofrece una especie de placer a través de gratificaciones inmediatas, lo que está relacionado con el sistema de recompensa del cerebro. Cuando es activado, se libera dopamina, que es la hormona que provee una sensación de bienestar. “Si además de generar satisfacción, la recompensa es instantánea y conseguirla requiere un esfuerzo mínimo, siempre vamos a querer más –indica Seitún–. La ansiedad se descarna con el mecanismo adictivo y también como resultado de todo lo que me perdí mientras estaba anestesiándome. Jugar, hacer deporte, trabajar, estudiar, interactuar con las personas. Llena de ansiedad no hacerlo”.
Coincide Castro Fumero: “El uso excesivo de pantallas ha sido señalado como un factor importante en el aumento de la ansiedad. Las redes sociales, en particular, juegan un papel clave en la percepción de uno mismo y en el bienestar emocional. El uso prolongado puede provocar una sobreestimulación del cerebro, alterando los ciclos de sueño y la producción de hormonas como el cortisol, que está directamente relacionado con la ansiedad”. El aumento de esta hormona “es una consecuencia directa de nuestra desconexión con la experiencia presente y con lo que es esencial en nuestras vidas”, suma Gonzalo Pereyra Saez, psicólogo especializado en salud mental y autor de Afrontar la ansiedad con plenitud.
Pereyra Saez, por su parte, asegura que las redes sociales difunden información tendenciosa como si fuera una verdad objetiva: “Se aprovechan de nuestras vulnerabilidades neurológicas y emocionales para promover comportamientos adictivos. Fomentan la idea de que, para ser feliz, necesitamos una aprobación constante”.
Desconectar para conectar
Como si se tratara de un cambio de enchufes, habría que colocar las patitas en otro adaptador para volver a la vida humana en todas las gamas que eso significa: desde la posibilidad real de disfrute que no admite hacerlo todo, pasando por el vínculo físico en un espacio real compartido.
Ortiz recomienda qué hacer para encontrar las maneras de mantener nuestros niveles de ansiedad en grados óptimos, más allá del contexto en que nos toque vivir. “Es importante involucrarnos activamente en la búsqueda y construcción de pausas, en proveernos momentos de calma en la rutina semanal y de saborear conscientemente los momentos de disfrute. También tomarnos en serio la necesidad de dar respiro a nuestra mente, dosificar la cantidad y calidad de información que procesamos, enfocarnos en discriminar en nuestros escenarios futuros lo real de lo hipotético, lo importante de lo urgente, lo que nos corresponde a nosotros y lo que nos excede”, enumera.
Fernando García, psicólogo del área de ansiedad de la Fundación Aiglé, sugiere “bajar el ritmo, procesar menos información, acorde a lo que la mente puede abarcar. En general, es mejor afrontar que evitar. Los problemas suelen ser algo menos grave de lo que pensamos cuando dejamos de evitarlos. Y si la ansiedad se instala, es importante recurrir a profesionales calificados y no a cualquier procedimiento de moda”.
Carl Honoré es el hombre que hace culto a la lentitud y la voz global del movimiento slow. Está convencido de que bajar un cambio y vivir el presente es el secreto para ser feliz y tener una vida equilibrada. Autor del best seller Elogio de la lentitud y del libro Elogio de la experiencia, profundiza sobre cuáles son los temas relevantes a la hora de priorizar la calidad de vida y el bienestar.
El especialista reconoce que los humanos somos adictos a la velocidad, a la prisa, a la estimulación. “Es casi una adicción física, química, algo cultural que está muy arraigado en nuestra sociedad: lento es sinónimo de aburrido, estúpido, vago, improductivo y de muchas cosas negativas. Este tabú hace que aun cuando sentimos en los huesos que nos haría bien pisar el freno no lo hacemos, por miedo, vergüenza y culpa. Pero este comportamiento de vivir en fast forward nos genera problemas”, afirmó tiempo atrás en una entrevista . En otras palabras, lo que el referente piensa, es que “quedarse atrapado en el arte de la prisa genera que las personas sacrifiquen la salud, la alegría, la felicidad, y también la productividad, la creatividad y las relaciones humanas”.
Si la ansiedad se instala, es importante recurrir a profesionales calificados y no a cualquier procedimiento de moda
El impulsor del movimiento slow invita a reinvindicar el arte de vivir plenamente. Y esto solo se hace a través de experiencias. Es decir, experimentar profundamente y plenamente las cosas a la velocidad correcta, lo cual con mucha frecuencia significa bajar las revoluciones y reconectar con la tortuga interior.
“Debemos afrontar conscientemente la ansiedad existencial –completa Pereyra Saez–. Enfrentar las raíces más profundas, abordando temas como la soledad, la muerte, la libertad y el vacío (la ausencia de sentido), en lugar de evadirlos. Solo encarándolos podemos reconectar con lo que consideramos importante. El mindfulness adquiere aquí un rol esencial al generar un espacio entre los estímulos y nuestras reacciones que da lugar a la pregunta y permite la reflexión”.
Para la psicóloga española Rocío Ramos Paul se puede enfrentar la ansiedad en tres niveles. “El primero sería cambiar lo que pensamos acerca de lo que puede ocurrir o no. Bajar el nivel de exigencia, adaptarse a lo que está en este momento y aprender a disfrutar de lo que se tiene. Otra gran técnica es aprender a identificar aquello que nos estresa. Saber relajarse, respirar tranquilamente cuando notamos que nos alteramos. Otro nivel es enfrentar el miedo que tengamos. Imaginar el escenario. Muchas veces genera más ansiedad pensar en la situación que estar en ella”.
Tal vez desoír lo que el mundo cree que deberíamos ser y hacer propias las líneas de Beliver, de Imagine Dragons: “No me digas lo que crees que puedo ser, soy el único en el barco, soy el dueño de mi mar”.
El arte de ir más despacio
Carl Honoré se ha hecho célebre por su libro Elogio de la lentitud. “Si vas más despacio todo tu sistema se desacelera –explica–, y la ansiedad se diluye”. Aquí algunas de las prácticas que sugiere:
● Reservar tiempo en la agenda para dejar de hacer y dedicarse a pensar.
● Ante la ansiedad, respirar. Varias veces despacio y profundo.
● Proponerse conversar informalmente con alguien diferente sin objetivos cada día.
● Incorporar descansos breves recurrentes durante la jornada.
● Evaluar actividades que se pueden dejar de hacer.
● Dar un paseo a diario.
● Sumar 5 minutos a cada período de descanso.
● Incorporar un ritual lento.
● Volver a escribir a mano.
● Resolver un rompecabezas difícil.
Buenos hábitos para incorporar desde chicosDesconexión digital: Establecer momentos libres de tecnología a lo largo del día, especialmente antes de dormir.
Rutinas y rituales: El caos y los cambios constantes pueden alertar al cerebro, lo que aumenta el nivel de ansiedad.
Contra la preocupación: Crear “muñecos de la preocupación” con quienes puedan compartir lo que los angustia antes de dormir.
Respiración profunda: Enseñarles a hacer ejercicios de atención plena y respiración profunda para aplicar en la rutina diaria.
Momentos especiales: Generar momentos para que durante cada día puedan conectar emocionalmente sin dispositivos.
Vocabulario emocional: Nutrirlos con un robusto vocabulario emocional para que puedan nombrar sus sentimientos.
A moverse: La actividad física puede contribuir significativamente a la reducción de la ansiedad en los chicos.
Resolver conflictos: Ayudarlos a desarrollar habilidades para resolver conflictos con compañeros y afrontar situaciones adversas.
Comer sano: Fomentar una dieta equilibrada rica en alimentos nutritivos, evitando azúcares en exceso y ultraprocesados.
El impulsor del movimiento slow invita a reinvindicar el arte de vivir plenamente
Sabequemuchoscolegaslotratan con desconfianza y admite que no son pocos los que lo llaman “loco”. No le importa demasiado. Lleva una docena de teatros desbordados en toda España en los últimos meses y supera el millón de followers en las redes y canales de difusión propios. Hablamos del doctor Manuel Sans Segarra, que publicó en septiembre La Supraconciencia existe. Vida después de la vida (Editorial Planeta), libro que escribió junto con el periodista Juan Carlos Cebrián, amigo y colaborador cercano, y con prólogo de Mario Alonso Puig, autoridad también en el universo del autoconocimiento. La obra fue reeditada tres veces en cinco días.
Médico especializado en cirugía general y digestiva, catedrático de fuste, este catalán de 81 años es presidente del área senior del Colegio de Médicos de Barcelona y desarrolló la mayor parte de su carrera en el Hospital Universitario de Bellvitge, reconocido como uno de los cuatro mejores de España.
Siempre supo que sería médico. Los temas de la salud lo rondaron desde pequeño: su padre no era médico pero estaba vinculado a la salud y su madre fue enfermera jefa de quirófano durante la guerra. Sus relatos de heridos en tiempos bélicos despertaron la curiosidad que años más tarde lo convirtió en ese apasionado –y con doctorado cum laude– estudiante que en tercer año de medicina era ya interno en urgencias de cirugía en el Hospital Clínico de Barcelona. Aunque hoy se lo reconoce, entre muchas otras medallas, un pionero en laparoscopía, no estaba allí el destino que lo haría trascender.
La investigación exhaustiva de los trabajos de los médicos Elisabeth Kübler-Ross, Raymond Moody, Eben Alexander y Melvin L. Rose, todos expertos en ECM (experiencias cercanas a la muerte), precedió a una vivencia en quirófano que –confiesa– le marcaría su derrotero. Durante una guardia en el servicio de urgencias de cirugía tuvo que reanimar a un paciente con muerte clínica. Ya recuperado, el enfermo lo impactó con un relato que, según cuenta a desde Barcelona, nunca había oído en su paso por la universidad. La experiencia cercana a la muerte.
“Muerte clínica es corazón parado, electroencefalograma plano –dice–. Por lo tanto me llamó mucho la atención lo que me contó. Si el enfermo está clínicamente muerto no hay actividad cerebral, pero él me hizo un relato tan vivo y estructurado, donde vio toda su vida como en una película, etc. etc., que me llamó mucho la atención. Aquí hay algo más que lo que me enseñaron en la universidad no explica. Si no tiene actividad neuronal y tiene conciencia hay algo más. Ahí empecé a estudiar la supraconciencia”.
–¿Qué más le contó ese paciente?
–Mire, según descubrí luego, cuando empecé a investigar el tema, hay miles de casos parecidos, pero yo tenía 40 años y no lo sabía. Lo supe gracias a que comencé a investigar. Y los relatos se parecen todos bastante. Tienen una estructura lógica y se acuerdan de toda clase de detalles. Otro rasgo común: la experiencia los cambia para siempre, pierden el miedo a la muerte, son más felices y plenos y entienden que la vida no acaba con la muerte.
–Lo escuché decir que la película Ghost, que tiene ya unos años, nos habla de esto.
–Sí, esa película permite ver en la pantalla algo que los pacientes nos dicen insistentemente en las ECM. Se ve en la escena del metro que la persona muere y algo sale del cuerpo y atraviesa sin problemas estructuras sólidas, como una pared, una capacidad que reportan todos los que viven esta experiencia. Eso que sale representa la supraconciencia. Una paciente que era enfermera y pasó por esa experiencia en el hospital donde yo ejercía, me relató, mientras estaba en una intervención, que quería acercarse a mí para tocarme y, para hacerlo, atravesó varias paredes. Me relató con exactitud todo lo que estaba ocurriendo en los distintos cuartos del área de emergencias por los que pasó. Esta capacidad no tiene explicación a través del método científico.
–Algunos dicen que son alucinaciones…
–Lo sé. Por eso he hecho infinitas consultas con neurólogos y coincidimos en que en el caso de las ECM hay un relato estructurado y lógico, mientras que en alucinaciones es absurdo. Los pacientes lo recuerdan toda la vida y, más aún, cambian su escala de valores y su concepción existencial. Otra diferencia: los pacientes atraviesan paredes y relatan luego detalles de lo que ven, que se confirman en la realidad. También el relato de la vivencia sometido a una resonancia ha llegado a demostrar que el paciente no miente.
–Entonces, ¿hay vida después de la muerte?
–Pues claro, pero diferente. Cuando una persona muere su conciencia se traslada a otra dimensión energética, la supraconciencia. Es la inteligencia primera, es holística, omnipresente, eterna, omnisciente, es decir, lo sabe todo. Es como un campo de energía que permea todo el universo. La muerte hace que nos desprendamos de nuestro cuerpo, pero la realidad existencial, la supraconciencia, dura eternamente. Esto es lo que demuestran las ECM. La supraconciencia nos sobrevive y nos antecede. Es eterna.
–Explíqueme qué es como si se lo dijera a un niño.
–Primero hay que tener claro dos conceptos. La conciencia, que es el conocimiento de nuestra existencia, de nuestras reflexiones y de nuestros actos. Esta conciencia es una consecuencia de las reacciones bioquímicas que se producen en nuestras neuronas. Depende del cerebro y es consecuencia de nuestro ego, es la identidad de nuestro ego. Cuando dormimos o nos anestesian se apaga. Ahí es cuando aflora la supraconciencia.
–¿Está en el subconsciente?
–Para nada. Está más allá de la conciencia ordinaria. Es un estado en el que uno percibe su conexión con todo el universo y se siente parte. No es algo que se entienda a través de la lógica o la razón.
–¿Cuándo entra en nosotros la supraconciencia?
–Bueno, no tenemos pruebas absolutas, pero sí le puedo decir que cualquier ser vivo tiene conciencia, lo que ocurre es que hay grados distintos. Nosotros tenemos la máxima expresión de la conciencia, que es la supraconciencia.
–¿Es necesario pasar por una ECM para experimentarla?
–No, no. Hay varias maneras para acceder a la supraconciencia. Como cirujano he tratado a muchos pacientes que han tenido esas experiencias y han vuelto a la vida, pero no es privativo de ellos. La mejor forma de acceder a ella es indiscutiblemente, demostrado incluso con resonancias magnéticas funcionales, la meditación. Ahora, con mi profesor de meditación Josep M. Clopés estamos preparando un curso de meditación para distribuir a través de mis canales online para que la gente pueda practicar en casa y pueda –con su ejercicio regular y constante– contactar con la supraconciencia.
–¿Qué meditación practica?
–Yo hablo de la que a mí me va bien, no es la única. Yo sigo el método del raja yoga, descrito por Patanjali, un escritor indio. Consiste en repetir un mantra para la concentración. Con la práctica uno primero relaja todo el cuerpo, luego se concentra en la repetición del mantra y, pasados unos momentos, se pierde la noción del cuerpo. Sobreviene una sensación de paz, de armonía y de gozo. Una levedad, una apertura, una amplitud. Uno siente que contacta con todo el universo, que está amorosamente unido a él y está hermanado a todo lo creado. Eso es la manifestación de la supraconciencia.
–¿Por qué se produce esa sensación de felicidad y bienestar?
–Porque se domina el ego. Mientras el ego, que es nuestra falsa identidad, domine nuestra existencia, podemos tener momentos de placer, pero esto no dura, es momentáneo y generalmente luego viene una etapa de sufrimiento. La verdadera felicidad, el estado de auténtica plenitud viene cuando contactamos con la verdadera identidad, la supraconciencia.
–¿Cómo explica su éxito?
–La gente está buscando que le demos una salida trascendente a la vida, porque el materialismo trae infelicidad y desesperación incluso con tendencias al suicidio. En Cataluña la principal causa de mortalidad entre los 15 y los 35 años es el suicidio. Fíjese usted que la juventud, que debería estar llena de proyectos e ilusiones, aunque tiene en su entorno todo lo material que quiere, no encuentra sentido a la vida.
–Luego de los gurúes de la New Age, hay ahora muchas voces que hablan de esta temática desde la ciencia…
–Ocurre que hoy tenemos métodos que nos permiten corroborar científicamente que aparte de lo material, el ser humano tiene una parte trascendente, que es la supraconciencia: resonancia magnética, la física teórica, la mecánica cuántica, por ejemplo. Porque todo es energía en este universo. Y la ciencia que estudia la energía cada vez nos proporciona más posibilidades de conocer profundamente los fenómenos trascendentes.
–¿Piensa que este conocimiento nos convertirá en mejores personas?
–La supraconciencia se rige por los arquetipos que describieron Platón, Kant y Jung: normas universales que rigen el pensamiento de la humanidad y que nos indican si nuestros actos son éticos o no. La dinámica que los condiciona es la empatía, el altruismo, la bondad, la justicia, la belleza y, sobre todo, el amor. Y esto es la manifestación típica y clásica de la supraconciencia. En el momento que la humanidad despierte y se rija por la supraconciencia, la Tierra será un paraíso.
–¿Cuánta masa crítica imagina que hay?
–Para hacer efecto debe ser grandecita. Y si me pregunta cuán grande la imagino, pues le digo que más grande de lo que usted piensa. Pero la gente tiene miedo de decir que vive este tipo de experiencias. Si hubiera una masa crítica suficiente de personas que conocieran realmente la supraconciencia, que es la única que da felicidad y libertad, no tendríamos los políticos que tenemos hoy, que no paran de engañarnos.
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Domar la ansiedad: claves para bajar un cambio y recuperar el bienestar emocional
La ansiedad es anormal cuando es desproporcionada y demasiado prolongada para lo que la desencadenó
Si bien es una emoción normal, se exacerba con las redes sociales, la velocidad permanente y la autoexigencia; hacer pausas y disfrutar del presente son los primeros pasos para darle batalla
Flavia Tomaello
Como una bebida nueva que mezcla un poco de estrés, mucho de urgencia, constantes ingredientes de autoexigencia, expectativas desproporcionadas y una velocidad que arrastra tan rápido que deja siempre el pensamiento fuera del ahora, la ansiedad se ha convertido en una de las palabras de salud mental más tipeada en los buscadores del mundo desde la pandemia. Algunos especialistas consideran ese evento el detonador de los sucesos, pero la mayoría de los investigadores viene hablando de la condición como un elemento en la emocionalidad humana cada vez más presente y perdurable, a tal extremo que desciende en la escala etaria agresivamente. Para Iris Pérez Bonaventura, doctora en psicología, especialista en salud mental, “la ansiedad es una emoción normal que, incluso, nos puede ayudar, por ejemplo, para prepararnos ante un examen o un hecho importante para nosotros. El problema se produce cuando interfiere en el día a día, se presenta con frecuencia y hace que quien la padece sufra malestar”.
Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), los trastornos de ansiedad son el problema de salud mental más común en los Estados Unidos. Más de 40 millones de adultos en ese país (19,1 %) padecen ansiedad. Mientras tanto, aproximadamente el 7 % de los niños de entre 3 y 17 años la experimentan cada año. La mayoría desarrolla síntomas antes de los 21. Por su parte, la Organización Mundial de la Salud estima que un 4% de la población mundial padece ansiedad. ¿La alerta peligrosa? El 9,4% de los niños de 3 a 17 años (aproximadamente 5,8 millones) experimentan algún tipo de ansiedad. Brasil es el país con la mayor población ansiosa del mundo, según un estudio de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), con 18,6 millones de personas afectadas y con ansiedad digital (surgida a partir del consumo de pantallas) que va en aumento.
“La ansiedad es una emoción normal que se experimenta en situaciones en las que el sujeto se siente amenazado por un peligro externo o interno –explica Gerald Nestadt, investigador sobre ansiedad en el Departamento de Psiquiatría y Ciencias del Comportamiento de la Facultad de Medicina Johns Hopkins–. Es importante distinguir entre el miedo, cuando el sujeto conoce qué lo amenaza y se prepara para responder, y la ansiedad, cuando se desconoce el motivo, la amenaza es interna y se tiene dificultad para elaborar una respuesta a eso que pasa”.
En todas las edades
Felipe Ortuño Sánchez-Pedreño, codirector del departamento de psiquiatría y psicología clínica de la Universidad de Navarra, explica: “La ansiedad es anormal cuando es desproporcionada y demasiado prolongada para lo que la desencadenó. A diferencia de la ansiedad relativamente leve y transitoria causada por un evento estresante, cuando la sensación se prolonga más de seis meses, puede empeorar y cronificarse”.
Carina Castro Fumero, neuropsicóloga pediátrica, dice que en la sociedad actual, la ansiedad se ha convertido en un trastorno cada vez más común, afectando a personas de todas las edades.
“Cuando ciertas manifestaciones sintomáticas se exacerban de manera masiva es porque existen factores contextuales que promueven la intensificación de estas características –aporta Cinthia Ortiz, psicóloga del equipo especializado en ansiedad de la Fundación Aiglé–. El aumento de los niveles de ansiedad se observa a escala global. En la actualidad se ve a las personas más pendientes de riesgos potenciales o añorando un futuro mejor que temen no poder concretar, en detrimento del disfrute y la capacidad de conectar con el presente”. El secreto parece estar en conectar con el aquí y el ahora.
“A veces no podemos soltar el pasado, hacer el duelo y despedirnos de lo que no fue, otras nos preocupamos por demás y ambas nos impiden vivir en paz en el presente”, cuenta Maritchú Seitún, psicóloga especializada en acompañamiento familiar. Continúa: “Una parte de nuestra ansiedad proviene de evitar las angustias de la vida, escaparnos de ellas con diferentes anestesias, pero se acumulan en nuestro interior y perdemos la calma, no podemos estar tranquilos, sin hacer nada. Corremos para que no nos alcancen nuestros propios pensamientos. Estamos más ansiosos porque esperamos mucho de la vida, la sociedad de consumo que instala el siempre más. Las redes sociales nos sobreestimulan. Anhelamos comernos la vida y finalmente la vida nos come a nosotros”.
La Organización Mundial de la Salud estima que un 4% de la población mundial padece ansiedad
Lo digital es instantáneo. Ofrece una especie de placer a través de gratificaciones inmediatas, lo que está relacionado con el sistema de recompensa del cerebro. Cuando es activado, se libera dopamina, que es la hormona que provee una sensación de bienestar. “Si además de generar satisfacción, la recompensa es instantánea y conseguirla requiere un esfuerzo mínimo, siempre vamos a querer más –indica Seitún–. La ansiedad se descarna con el mecanismo adictivo y también como resultado de todo lo que me perdí mientras estaba anestesiándome. Jugar, hacer deporte, trabajar, estudiar, interactuar con las personas. Llena de ansiedad no hacerlo”.
Coincide Castro Fumero: “El uso excesivo de pantallas ha sido señalado como un factor importante en el aumento de la ansiedad. Las redes sociales, en particular, juegan un papel clave en la percepción de uno mismo y en el bienestar emocional. El uso prolongado puede provocar una sobreestimulación del cerebro, alterando los ciclos de sueño y la producción de hormonas como el cortisol, que está directamente relacionado con la ansiedad”. El aumento de esta hormona “es una consecuencia directa de nuestra desconexión con la experiencia presente y con lo que es esencial en nuestras vidas”, suma Gonzalo Pereyra Saez, psicólogo especializado en salud mental y autor de Afrontar la ansiedad con plenitud.
Pereyra Saez, por su parte, asegura que las redes sociales difunden información tendenciosa como si fuera una verdad objetiva: “Se aprovechan de nuestras vulnerabilidades neurológicas y emocionales para promover comportamientos adictivos. Fomentan la idea de que, para ser feliz, necesitamos una aprobación constante”.
Desconectar para conectar
Como si se tratara de un cambio de enchufes, habría que colocar las patitas en otro adaptador para volver a la vida humana en todas las gamas que eso significa: desde la posibilidad real de disfrute que no admite hacerlo todo, pasando por el vínculo físico en un espacio real compartido.
Ortiz recomienda qué hacer para encontrar las maneras de mantener nuestros niveles de ansiedad en grados óptimos, más allá del contexto en que nos toque vivir. “Es importante involucrarnos activamente en la búsqueda y construcción de pausas, en proveernos momentos de calma en la rutina semanal y de saborear conscientemente los momentos de disfrute. También tomarnos en serio la necesidad de dar respiro a nuestra mente, dosificar la cantidad y calidad de información que procesamos, enfocarnos en discriminar en nuestros escenarios futuros lo real de lo hipotético, lo importante de lo urgente, lo que nos corresponde a nosotros y lo que nos excede”, enumera.
Fernando García, psicólogo del área de ansiedad de la Fundación Aiglé, sugiere “bajar el ritmo, procesar menos información, acorde a lo que la mente puede abarcar. En general, es mejor afrontar que evitar. Los problemas suelen ser algo menos grave de lo que pensamos cuando dejamos de evitarlos. Y si la ansiedad se instala, es importante recurrir a profesionales calificados y no a cualquier procedimiento de moda”.
Carl Honoré es el hombre que hace culto a la lentitud y la voz global del movimiento slow. Está convencido de que bajar un cambio y vivir el presente es el secreto para ser feliz y tener una vida equilibrada. Autor del best seller Elogio de la lentitud y del libro Elogio de la experiencia, profundiza sobre cuáles son los temas relevantes a la hora de priorizar la calidad de vida y el bienestar.
El especialista reconoce que los humanos somos adictos a la velocidad, a la prisa, a la estimulación. “Es casi una adicción física, química, algo cultural que está muy arraigado en nuestra sociedad: lento es sinónimo de aburrido, estúpido, vago, improductivo y de muchas cosas negativas. Este tabú hace que aun cuando sentimos en los huesos que nos haría bien pisar el freno no lo hacemos, por miedo, vergüenza y culpa. Pero este comportamiento de vivir en fast forward nos genera problemas”, afirmó tiempo atrás en una entrevista . En otras palabras, lo que el referente piensa, es que “quedarse atrapado en el arte de la prisa genera que las personas sacrifiquen la salud, la alegría, la felicidad, y también la productividad, la creatividad y las relaciones humanas”.
Si la ansiedad se instala, es importante recurrir a profesionales calificados y no a cualquier procedimiento de moda
El impulsor del movimiento slow invita a reinvindicar el arte de vivir plenamente. Y esto solo se hace a través de experiencias. Es decir, experimentar profundamente y plenamente las cosas a la velocidad correcta, lo cual con mucha frecuencia significa bajar las revoluciones y reconectar con la tortuga interior.
“Debemos afrontar conscientemente la ansiedad existencial –completa Pereyra Saez–. Enfrentar las raíces más profundas, abordando temas como la soledad, la muerte, la libertad y el vacío (la ausencia de sentido), en lugar de evadirlos. Solo encarándolos podemos reconectar con lo que consideramos importante. El mindfulness adquiere aquí un rol esencial al generar un espacio entre los estímulos y nuestras reacciones que da lugar a la pregunta y permite la reflexión”.
Para la psicóloga española Rocío Ramos Paul se puede enfrentar la ansiedad en tres niveles. “El primero sería cambiar lo que pensamos acerca de lo que puede ocurrir o no. Bajar el nivel de exigencia, adaptarse a lo que está en este momento y aprender a disfrutar de lo que se tiene. Otra gran técnica es aprender a identificar aquello que nos estresa. Saber relajarse, respirar tranquilamente cuando notamos que nos alteramos. Otro nivel es enfrentar el miedo que tengamos. Imaginar el escenario. Muchas veces genera más ansiedad pensar en la situación que estar en ella”.
Tal vez desoír lo que el mundo cree que deberíamos ser y hacer propias las líneas de Beliver, de Imagine Dragons: “No me digas lo que crees que puedo ser, soy el único en el barco, soy el dueño de mi mar”.
El arte de ir más despacio
Carl Honoré se ha hecho célebre por su libro Elogio de la lentitud. “Si vas más despacio todo tu sistema se desacelera –explica–, y la ansiedad se diluye”. Aquí algunas de las prácticas que sugiere:
● Reservar tiempo en la agenda para dejar de hacer y dedicarse a pensar.
● Ante la ansiedad, respirar. Varias veces despacio y profundo.
● Proponerse conversar informalmente con alguien diferente sin objetivos cada día.
● Incorporar descansos breves recurrentes durante la jornada.
● Evaluar actividades que se pueden dejar de hacer.
● Dar un paseo a diario.
● Sumar 5 minutos a cada período de descanso.
● Incorporar un ritual lento.
● Volver a escribir a mano.
● Resolver un rompecabezas difícil.
Buenos hábitos para incorporar desde chicosDesconexión digital: Establecer momentos libres de tecnología a lo largo del día, especialmente antes de dormir.
Rutinas y rituales: El caos y los cambios constantes pueden alertar al cerebro, lo que aumenta el nivel de ansiedad.
Contra la preocupación: Crear “muñecos de la preocupación” con quienes puedan compartir lo que los angustia antes de dormir.
Respiración profunda: Enseñarles a hacer ejercicios de atención plena y respiración profunda para aplicar en la rutina diaria.
Momentos especiales: Generar momentos para que durante cada día puedan conectar emocionalmente sin dispositivos.
Vocabulario emocional: Nutrirlos con un robusto vocabulario emocional para que puedan nombrar sus sentimientos.
A moverse: La actividad física puede contribuir significativamente a la reducción de la ansiedad en los chicos.
Resolver conflictos: Ayudarlos a desarrollar habilidades para resolver conflictos con compañeros y afrontar situaciones adversas.
Comer sano: Fomentar una dieta equilibrada rica en alimentos nutritivos, evitando azúcares en exceso y ultraprocesados.
El impulsor del movimiento slow invita a reinvindicar el arte de vivir plenamente
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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