“Del más exquisito buen gusto”: así está hoy el primer “cine atmosférico” que tuvo la ciudad
Construido en estilo art decó, hoy apenas se lo distingue en el caos impuesto por marquesinas y locales comerciales en el barrio de Flores
Silvina Vitale
Nada queda hoy de aquellos años dorados. Actualmente, el antiguo cine permanece en estado de abandono. Sobre la avenida Rivadavia 6871, en su planta baja se ubican distintos locales comerciales, mientras que su salida por la calle Fray Cayetano Rodríguez está ocupada por una cadena de gimnasios. La otrora gran construcción se ve gris y sin vida. Incluso las letras del cartel con su nombre perdieron algunas partes que fueron removidas por su inestabilidad. Pocos de los que pasan por su frente recuerdan la fila a lo largo de la cuadra previa a los estrenos
El Cine Teatro Pueyrredón supo ser el más importante de Flores con una historia que se remonta al siglo XIX. El sitio que aún ocupa perteneció a un teatro que abrió sus puertas el 24 de diciembre de 1873. Según explica Roberto D’Anna, periodista y presidente del Museo Barrio de Flores, la convocatoria a los vecinos para la gran inauguración no solo generó revuelo, sino que hasta resultó insólita porque se trataba de la noche previa a la Navidad, el momento de encuentro familiar. El plan de los vecinos del entonces Partido de San José de Flores, que incluía comidas y bebidas copiosas y baile hasta la madrugada, se vio alterado por la apertura de este espacio dedicado al espectáculo que, contra todos los pronósticos, tuvo una gran convocatoria
Con la llegada a Buenos Aires del cine a fines del siglo XIX, este teatro se adaptó para la proyección de películas, como sucedió en muchos otros casos. Para 1914 ya llevaba el nombre de Cine Teatro Pueyrredón y tenía capacidad para unas 600 personas. En los años venideros comenzaría una etapa de crecimiento que lo llevó a ser un ícono cultural y social de la zona durante gran parte del siglo XX. Su decadencia llegaría recién a fines de los ochenta cuando su pantalla se apagó para siempre.
Así se veía el frente del cine en sus comienzos
El primero de América del Sur
Según cuenta, Sonia Sasiain, investigadora del Instituto de Artes del Espectáculo de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA), el cine fue adquirido por los empresarios cinematográficos Clemente Lococo y Diositeo Fernández, quienes demolieron la antigua construcción y levantaron el edificio actual. De acuerdo al libro Cines de Buenos Aires. Patrimonio del siglo XX, de las arquitectas Marta García Falcó y Patricia Méndez, editado por el Centro de Documentación de Arte y Arquitectura Latinoamericana (Cedodal), Lococo había nacido en Catanzaro, Italia, en 1893 y llegó a Buenos Aires en 1904 y se instaló en Flores junto a su padre y su tío y, enseguida, mostró interés por todo lo referido al llamado séptimo arte. Con el tiempo se consagró como uno de los empresarios más importantes de la industria en el país y llegó a administrar más de 50 salas en la ciudad.
La edificación estuvo a cargo del arquitecto belga Alberto Bourdon, que se había instalado en la Argentina en 1907 y tuvo una etapa de arquitectura cinematográfica entre 1923 y 1960. “Fue responsable del proyecto o modificación de más de 40 espacios”, describe el mencionado libro. El nuevo Cine Pueyrredón, construido bajo el estilo art decó, fue reinaugurado en el 21 de abril de 1933 y tenía dos plantas. Su historia está íntimamente ligada a la del Teatro Ópera en la avenida Corrientes al 800, el gran proyecto que dio la dupla que conformaron Lococo y Bourdon.
Artículo en "Imparcial", de 1933
Para Sasiain, todos los objetivos que impulsaron la renovación material de las salas cinematográficas porteñas, como respetabilidad, lucro comercial, calidad técnica, higiénica y estética, tuvieron una de sus máximas expresiones cuando Lococo decidió construir en Buenos Aires, el Ópera, un cine-teatro para brindar lo que el mismo describió como “lo mejor para el público argentino, en un palacio de ensueño y un mundo de ilusión”.
Lococo había comprado el antiguo Teatro Ópera y para la nueva obra convocó a Bourdon, a quien encargó una construcción palaciega con capacidad para 2500 localidades, cuya referencia sería el Cine Rex de París. La investigadora destaca que este proyecto contaba con un antecedente que habían concretado Lococo y Bourdon, el “primer cine atmosférico” de América del Sur inaugurado en el barrio de Flores, justamente el Cine Teatro Pueyrredón, donde se anticipaban todos los detalles de modernización y capacidad que Lococo presentaría dos años más tarde en el cine-teatro Ópera.
El término atmosférico implicaba que el espectador que ingresaba a estas salas se veía envuelto en una nueva dimensión que lo sacaba de la realidad. Tal como lo describe Edgardo Cozarinsky en el libro Palacios plebeyos, publicado en 2006, todo estaba diseñado para que el público se sintiera miembro de una realeza imaginaria. “Era su condición de espectador lo que le permitía acceder a un reino que ningún monarca pretérito habitó: el mundo del cine”, sostiene el autor.
En el frente del excine, hay locales comerciales
Por su parte, la revista Film, detalla que el Pueyrredón representaba un orgullo para Buenos Aires. Contaba con un sistema de calefacción y refrigeración que garantizaba la renovación constante natural del aire de la sala y con una sinfonía de luces multicolores, semejante a la del teatro Pigall, de París. “El cine teatro Pueyrredón será una sala donde el más exigente y moderno confort guardará un absoluto equilibrio con la más absoluta sobriedad y el más exquisito buen gusto”, anticipaba. Además, entre palcos y plateas tenía más de 2000 localidades y, sin embargo, “el nuevo cine ha sido construido, en forma tal que dará al espectador la sensación de esa gran intimidad”, aseguraba. “Por estas razones, el Cine Teatro Pueyrredón se convirtió en el referente de varias salas barriales, muchas de ellas de mayor suntuosidad que algunas céntricas”, advierte Sasiain.
Apogeo y fin
La década del sesenta fue la de mayor apogeo para el Pueyrredón, D’Anna asegura que Flores era una suerte de centro para la zona oeste de la ciudad y el Gran Buenos Aires; uno de los pocos sitios con luces a la noche. De manera que eran muchos quienes lo elegían para una salida en lugar de movilizarse hasta la avenida Corrientes en el centro porteño. “Quienes vivían en Ramos Mejía, Ciudadela o Haedo, por ejemplo, venían en colectivo hasta Flores. Su posición estratégica hizo que el barrio siempre tuviera una gran convocatoria. El plan perfecto era ir a mirar vidrieras de ropa o zapatos, ir al cine o al teatro y luego comer en algún restaurante”, explica.
Además, detalla que, de ser un cine muy concurrido, con una cartelera de estrenos importante, el Pueyrredón también cumplía su función como teatro. Allí se presentaron Alberto Castillo, Mercedes Sosa, Osvaldo Pugliese, Pappo, el grupo Almendra y Luis Alberto Spinetta. “En el museo tenemos un afiche de principios de los ochenta donde se anuncia la presencia Fito Páez como figura principal, en el mismo aviso se anticipaba que al otro fin de semana tocaba Spinetta”, aclara D´Anna. También se presentaron en su escenario Patricia Sosa con el grupo La Torre y Charly García.
Para mediados de los ochenta su destino estaba sellado y su cierre definitivo como sala se dio en 1989. En su lugar se instaló una agencia hípica y según cuenta el referente del Museo de Flores, las personas iban allí a mirar las carreras en monitores y a apostar en lugar de ir a Palermo. “Se sacaron muchas de las butacas y comenzó su desguace”, advierte. En tanto que para aprovechar el frente que da a la avenida Rivadavia se instalaron algunos locales comerciales. La agencia hípica cerró en 2009 y solo quedaron en uso los locales de la planta baja. Mientras que, desde hace unos años, en el sector del edificio que sale a Fray Cayetano Rodríguez funciona un gimnasio.
“En 2016, el Boletín Oficial publicó que se autorizaba su desfonde, pero los vecinos realizaron una petición para que esto no sucediera por lo que la iniciativa no prosperó”, agrega D’Anna. En Flores, al igual que sucedió en otros barrios porteños en las últimas décadas, la oferta cinematográfica cayó drásticamente y de las veinticinco salas que ostentaba solo se conserva el conocido Rivera Indarte, ubicado al 44 de la calle homónima, que pasó a llamarse Atlas Flores. En tanto que, el Cine Teatro Pueyrredón conforma la lista de las salas desaparecidas en la ciudad.
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