sábado, 9 de noviembre de 2024

DESDE ADENTRO Y EL 1ª PERSONA


Donald Trump la vio, la macro sin micro no va

Florencia Donovan



Mientras el mundo se acomoda a un nuevo escenario internacional, con Donald Trump pronto al frente de la principal economía del planeta, en la Argentina empieza a asentarse la idea de que se viene un período de bonanza económica. En Economía, por lo pronto, celebran la reacción de los mercados de las últimas ruedas. Hay una gran expectativa en el gabinete de La Libertad Avanza (LLA) por el dato de inflación de octubre, que se conocerá el martes que viene. La esperanza es que ahora sí el dato comience con un 2. De concretarse, el número podría habilitar al Banco Central (BCRA) a desacelerar levemente la tasa de devaluación mensual, que desde diciembre de 2023 se mantiene fija también en 2%. Todo sea en pos de seguir hachando la inflación.
La elección de Trump dejó un mensaje claro para el Gobierno de LLA, que en apenas meses se adentra en terreno electoral. Pese a la recuperación que estaban mostrando gran parte de los indicadores macroeconómicos en los Estados Unidos –con la economía creciendo al 3% anual, la tasa de desempleo en 4%, y ya la inflación corriendo a poco más del 2% anual–, la mayoría de los votantes de Trump respondían en las encuestas que su principal preocupación –a diferencia de los de Kamala Harris– pasaba por la economía. Y, según un sondeo de AP VoteCast que recogió The Wall Street Journal ayer, la suba de precios fue puntualmente el principal argumento que justificó su voto. En otras palabras, en el batacazo de Trump jugó la micro.
El mensaje es poderoso para un gobierno como el de Javier Milei, que entre sus mandatos electorales tuvo desde el comienzo una demanda de una mayor estabilidad económica y, sobre todo, de una menor inflación. En los próximos meses habrá que ver si ese mandato se amplía, además, a una mayor actividad económica –a no perder empleo–, pero todavía Milei tiene tiempo para mostrar resultados. Hasta ahora, viene corriendo con ventaja. Pero está claro que seguir bajando la inflación es una prioridad. Para el Gobierno, la unificación del tipo de cambio no puede poner en jaque ese objetivo. La reducción de la brecha, sin embargo, alienta las expectativas de una unificación más pronto que tarde, aunque no necesariamente implique el fin del cepo cambiario.
Entre los empresarios y en el mundo financiero, de todas formas, el optimismo es palpable. Tanto que la convocatoria para la cena que se organiza para marcar el miércoles el lanzamiento de la Fundación El Faro, el think tank que se creó para acompañar a LLA y, por qué no, para transparentar también su financiamiento, tiene asistencia perfecta. Ya se habla de que podrían tener que buscar un lugar más grande que el Yacht de Puerto Madero, de la familia Neuss, que es el lugar que se pensó inicialmente. Y es que nadie duda por estas horas de poner los US$20.000 que se piden por silla. Incluso hay donantes que ofrecen bastante más que eso. Asesores poco conocidos de Santiago Caputo, incluido su hermano Francisco, aunaron esfuerzos con ministros para hacer el “mangazo”. De hecho, muchos empresarios nacionales figuran con nombre y apellido, mientras que las multis que aportaron se escudaron en malón detrás de las cámaras que las agrupan. Pero todos ponen. Lo mismo sucedió desde que se conoció la victoria de Trump con la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC), que se va a desarrollar por primera vez en Buenos Aires el 4 de diciembre, con Javier Milei como orador. Primeros en sentir hacia dónde van los vientos, los empresarios argentinos siempre “la ven”.
Quienes vivieron los años de convertibilidad descuentan que en los próximos meses habrá un fuerte proceso de consolidación en gran parte de las industrias. Con una economía en crecimiento y de nuevo en la mira internacional, los negocios prometen otra escala. También para quienes vinieron haciendo buenos negocios al amparo del Estado, los nuevos tiempos prometen ser desafiantes. No todos estarán en condiciones de competir.
En el sistema financiero el proceso de consolidación comenzó hace algunos meses con las compras de los bancos Itaú y HSBC por parte de Macro y Galicia, respectivamente. El Grupo Eskenazi, dueño de los bancos Santa Fe, Santa Cruz, San Juan y Entre Ríos, hizo ofertas por varias entidades internacionales, pero por ahora no tuvo suerte. A diferencia de los años del 1 a 1, esta vez son en su mayoría empresarios locales los que hacen las primeras apuestas. Con la excepción de las grandes inversiones en minería, el capital internacional mira al país con interés, pero todavía de reojo. “Nos encanta la historia de la Argentina, nos gusta lo que propone Milei, pero todavía hay que ver que sea sostenible en el tiempo”, reconoce un hombre que administra un fondo al que le sobra billetera.
Tal vez el ejemplo más resonante sea el de Pluspetrol, que acaba de anunciar la adquisición de la mayoría de los activos que Exxon tenía en la Argentina por US$1700 millones. Pero no es el único. Se espera que en los próximos días termine de definirse la venta de parte del negocio automotor que Mercedes Benz tiene en la Argentina. La empresa alemana abrió un proceso para desprenderse de la planta de Virrey del Pino, donde fabrica el utilitario Sprinter, y del negocio de importación y comercialización de autos. Según trascendió, entre los interesados, figuran todos grupos nacionales: los hermanos Pablo y Andrés Peralta junto a Roberto Domínguez, todos dueños del grupo financiero GST –que ya tienen 18 concesionarias de autos y contrataron al ex-Toyota Daniel Herrero para que se encargue del negocio–; el Grupo Belcastro, hoy importador de marcas como Ferrari, Alfa Romeo y Baic, entre otras, y se menciona el nombre de un distribuidor de una empresa fueguina.
Alberto Pierri, histórico líder peronista, acaba de entregarle, por su parte, un mandato al Bank of America (Bofa) para sondear la venta de Telecentro, compañía de telecomunicaciones que tiene una amplia presencia en los 32 distritos del conurbano bonaerense. No es la primera vez que Pierri amaga con vender, aunque ahora desde dentro de la compañía admiten que las intenciones están (durante la gestión de Mauricio Macri, el empresario rechazó una oferta de Telefónica). La realidad es que la empresa, que comenzó como una compañía de cable en los años 90, ahora vende principalmente acceso a banda ancha y telefonía fija. Y, pese al expertise de su dueño en mercados regulados, no logró un lugar en el espectro radioeléctrico ni tiene la capacidad económica para invertir. Quedó fuera de la telefonía móvil y el servicio de movilidad 5G. Los ingresos de Starlink y Amazon Services, a su vez, prometen darle pelea en el negocio de banda ancha, en estos casos, satelital.
Cerca de Pierri reconocen que podrían llegar a vender, aunque aseguran que, en una primera instancia, podrían buscar un socio estratégico que les aporte US$400 millones para reconvertir su red de cable coaxil –una tecnología que ya fue superada– a fibra directo al hogar (FTTH, por sus siglas en inglés), y además les permita expandirse por fuera del AMBA. La búsqueda de inversores recién comienza y no parece fácil.
Hay mucha ansiedad entre los hombres de negocios por saber quién será el embajador de la Argentina en Washington, tras la designación de Gerardo Werthein al frente de la Cancillería. Los intereses de las empresas argentinas en los Estados Unidos son múltiples. Entre los nombres en danza, hay algunos que en las últimas horas quedaron descartados. Es el caso de Demian Reidel, líder del comité de asesores del Presidente y uno de sus hombres de mayor confianza. Pese a que en algún momento se barajó, aseguran que Milei prefiere tenerlo cerca en la Argentina. Hasta ayer, se hablaba de que la silla podría ocuparla un funcionario de carrera de la Cancillería, al menos, transitoriamente. Desde Washington, ya empezaron a trascender nombres que serán claves para la agenda latinoamericana. Marco Rubio, senador republicano por Florida, sería uno de ellos. El otro, Carlos Trujillo, abogado de Donald Trump y exembajador ante la Organización de Estados Americanos. Cualquiera sea el caso, el Gobierno se ilusiona. Con el regreso de Trump al poder, desean reeditar las relaciones carnales. Los años 90 amagan volver en todo su esplendor.
El optimismo es palpable entre los empresarios y en el mundo financiero
El capital internacional mira al país con interés, pero todavía de reojo
Con el regreso de Trump al poder, desean reeditar las relaciones carnales

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¿No hay keynesianos en el Ministerio de Economía?
Juan Carlos de Pablo

Richard Milhous Nixon durante su primera presidencia nombró a William Pierce Rogers al frente del Departamento de Estado, y a Henry Kissinger asesor nacional de Seguridad. Al primero le encargó enviar cartas de felicitación cuando los presidentes de los otros países cumplían años; al segundo le encargó la apertura con China y la terminación de la Guerra de Vietnam. Esto fue así porque Nixon tenía una desconfianza visceral de los funcionarios de carrera, encargados de la política exterior de su país. Durante la segunda presidencia, Kissinger se mudó al Departamento de Estado.
El caso viene a cuento a propósito del voto de la Argentina en las Naciones Unidas sobre el embargo comercial de los Estados Unidos a Cuba. Voto que se alineó con el del resto de los países, siguiendo la tradición argentina, contra la postura de los Estados Unidos e Israel. Voto que le costó el puesto a la canciller Diana Mondino.
Analicemos el evento desde la perspectiva de los procesos decisorios. Nadie piensa que Mondino hizo votar, como ocurrió, por su afinidad ideológica con Cuba. Algún funcionario lo decidió. Según allegados a la excanciller, “la Casa Rosada” sabía. La Casa Rosada es un edificio; ¿quién lo sabía? Si yo hubiera estado en lugar de Diana, lo habría encarado personalmente al presidente de la Nación y, mirándolo a los ojos, le habría consultado. A la luz de la remoción de la ministra, es obvio lo que hubiera resultado de la referida consulta.
Cuestión de lógicas
¿No habrá en el Banco Central funcionarios de carrera que están a favor del salto devaluatorio?; ¿no habrá en el Ministerio de Economía funcionarios de carrera en contra de la desregulación de la economía? Seguro que sí, pero la lógica académica no es igual a la lógica de la toma de decisiones.
Es más, Kissinger apunta una asimetría con la cual opinan los funcionarios de carrera. Porque en tal carácter nadie es penalizado por haber alertado contra cosas que no ocurrieron, pero sí por no haber alertado contra cosas que ocurrieron. Por eso un decisor le dijo a un asesor: “No me aumentes los miedos, que con los que tengo son suficientes”.
Los funcionarios de carrera que piensen lo que les parezca; es más, en sus cátedras universitarias no está mal, si lo creen conveniente, que critiquen la toma de decisiones del gobierno de turno. Pero la toma de decisiones está, en última instancia, en el presidente de la Nación.
La toma de decisiones está, en última instancia, en manos del Presidente

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